Transición energética y ecofeminismo para construir un Estado del ecobienestar

Transición energética y ecofeminismo para construir un Estado del ecobienestar

Descentralizar la energía e incorporar nuevas voces en la transición hacia sociedades compatibles con las reglas de la naturaleza continúa siendo una asignatura pendiente. No podemos seguir dejando atrás a las personas que sufren de manera más clara los impactos del cambio climático y el despojo provocado por las actuales políticas energéticas.

15/02/2022

¡En energía, no sin mujeres! Más de un centenar de hombres, profesionales de diferentes ámbitos del sector de la energía, suscribieron en septiembre de 2018 un manifiesto con este título, comprometiéndose a no participar en eventos (conferencias, mesas redondas, grupos de trabajo…) del sector energético que no contaran con al menos una mujer en calidad de experta. El texto abogaba por el cumplimiento de la ley de igualdad y fue firmado, entre otros, por seis de los 14 expertos integrantes de la Comisión para la Transición Energética, todos hombres, puesta en marcha por el Gobierno de Mariano Rajoy ese mismo año, que suscitó muchas críticas por la falta de paridad en su composición. Año 2020: 15 expertos, a propuesta de los distintos grupos parlamentarios, intervienen a lo largo del mes de septiembre en la Comisión de Transición Ecológica y Reto Demográfico del Congreso; tan solo dos mujeres han sido invitadas para ofrecer sus puntos de vista sobre la esperada Ley de Cambio Climático y Transición Energética.

La energía es un ámbito estratégico para la economía, concentra un enorme poder económico y no es por tanto una casualidad que sea uno de los sectores con más puertas giratorias y que haya un elevado número de ex altos cargos públicos ocupando sillones en los consejos de administración de las empresas más influyentes. Todo queda en familia y sobre todo entre hombres. De las más de 175 puertas giratorias en las seis empresas energéticas del IBEX 35, el 85 por ciento están copadas por hombres, según la investigación YoIBEXtigo realizada por La Marea.

La participación de las mujeres en empleos vinculados a la energía y en particular en puestos de responsabilidad está aún lejos de ser equilibrada. Un estudio de la Fundación Tomillo sobre la igualdad entre hombres y mujeres en el desarrollo sostenible en España señala que su presencia en los consejos de administración de las empresas del IBEX 35 se sitúa en torno al 17 por ciento; por debajo de esta media se encuentran empresas como Repsol con un 15,8 por ciento, Endesa con un 14,3 o Naturgy y Red Eléctrica Española con un 12,5 por ciento de mujeres en sus consejos.

No deja de ser preocupante la falta de diversidad de voces en un asunto determinante para nuestro futuro como la transición hacia sociedades sostenibles y economías descarbonizadas. El ámbito de las renovables continúa mostrando una brecha de género importante. La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) sitúa en un 32 por ciento el porcentaje de mujeres que trabaja en el sector de las renovables, aún lejos de la igualdad real; y si nos fijamos en los puestos de responsabilidad los porcentajes se reducen: por ejemplo en el sector de la energía eólica, las mujeres ocupan únicamente el ocho por ciento de los puestos directivos.

La masculinización del empleo se refleja asimismo en las estructuras de poder político. En nuestro país hemos tenido que esperar hasta 2018 para ver a una mujer ocupando la responsabilidad de la cartera de energía, con Teresa Ribera al frente del Ministerio para la Transición Ecológica, y Sara Aagesen como secretaria de Estado de Energía. A escala europea, tan solo Austria, Bélgica, Francia e Italia cuentan con mujeres liderando las políticas energéticas. También continúa siendo insuficiente su participación en los órganos de decisión relacionados con el cambio climático. En la Cumbre del Clima COP25 (Conferencia de Partes, en sus siglas en inglés) celebrada en Madrid en diciembre de 2019, solo un 21 por ciento de las delegaciones nacionales participantes estaban encabezadas por mujeres. Si se mantiene esta tendencia, la paridad no se alcanzará hasta 2068. Tampoco la participación de mujeres en los grupos de análisis del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) es la deseada.

En cuanto a la brecha de género en la investigación y en las carreras de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), muchas de ellas esenciales ante el nuevo paradigma que debemos construir, los avances son aún lentos. En las escuelas de ingeniería la media de mujeres se sitúa en torno al 25 por ciento y el número de catedráticas sigue siendo bajo, un 15 por ciento, por ejemplo, en el caso de la Universidad Politécnica de Madrid. No resulta sencillo encontrar referentes femeninos por falta de visibilidad y también por el conocido como “síndrome de la impostora”, una falta de autoestima y confianza para desarrollar sus carreras en espacios tradicionalmente masculinos. En el caso de las mujeres científicas, tienden a subestimar su trabajo y usan menos adjetivos positivos para valorar sus artículos, algo que influye en la atención que reciben sus investigaciones, como señala un estudio de la Universidad de Yale y publicado en el British Medical Journal. Además, resulta curioso cómo las mujeres suelen hablar de los éxitos atribuyéndoselos, no a ellas, sino socializándolos como éxitos de sus equipos mientras que los hombres hablan de sus logros de manera más individual.

Para salir de esa invisibilidad totalmente injustificada, más de 150 mujeres profesionales y activistas del sector se reunieron en 2018 en Bilbao para crear la Red de Mujeres por una transición energética ecofeminista con tres objetivos: denunciar los impactos diferenciados del actual modelo energético en las mujeres y en personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género, denunciar la exclusión de la que son objeto en las esferas de poder del sector energético y visibilizar a las mujeres que están trabajando por una transición energética justa y sostenible. Tras su segundo encuentro en Sevilla, continúan denunciando un modelo obsoleto y machista en el que, además de ser conscientes de su mayor vulnerabilidad frente a la pobreza energética o los impactos del cambio climático, tienen claro que sin su mirada no habrá cambio real, se perpetuarán las desigualdades y las relaciones de poder actuales. También desde un pensamiento ecofeminista trabaja la Red Navarra de Mujeres contra el Cambio Climático (RENAMUCC).

Mayor inversión en la parte más masculinizada de la transición energética

En el actual escenario de emergencia climática muchos de los discursos se centran en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que se conoce como mitigación del cambio climático, con las energías renovables como punta de lanza, un sector que como hemos señalado anteriormente sigue altamente masculinizado. Es la propuesta a la que mayor tiempo, publicidad y presupuesto se destina, en muchos casos con soluciones orientadas al mercado y a la tecnología, replicando muy a menudo el modelo de los actuales oligopolios energéticos, intentando privilegiar estos enfoques frente a otras alternativas más comunitarias como las comunidades energéticas locales.

Por el contrario, la adaptación al cambio climático cuenta con una menor dotación económica y paradójicamente una mayor presencia de mujeres. A pesar de que llevan décadas poniendo en práctica estrategias de adaptación al cambio climático de manera continua, pero también invisibilizada, tanto en sus hogares como en el ámbito comunitario. En muchos lugares del mundo desafían a las grandes corporaciones que atentan no solo contra sus comunidades sino también contra sus cuerpos. Luchan en primera línea contra un extractivismo salvaje (megaminería, agronegocio, construcción de represas…) que, además de acelerar el cambio climático, deja una estela de violaciones de derechos humanos: 212 personas defensoras de la tierra y el medio ambiente fueron asesinadas en 2019, un promedio de más de cuatro personas por semana según informe de Global Witness.

Se está invirtiendo más en la parte más masculinizada de la transición energética, en la que los hombres tienen un claro reconocimiento y sus trabajos son altamente valorados, que en la relativa a hacer frente a la vulnerabilidad ante el cambio climático, donde las mujeres juegan un papel esencial, pero no cuentan con el mismo reconocimiento. “No toda la lucha tiene que ser contra las emisiones, no tiene sentido si esto no va unido en esfuerzos por respetar los ríos, los océanos, los bosques… porque podemos tener un planeta en el que haya emisiones cero y en el que no haya vida. No debemos perder nunca de vista la defensa de la biodiversidad”, señala Vanessa Álvarez, de la Red Ecofeminista. Y cuidar la biodiversidad debe ser una corresponsabilidad de todas las personas que habitamos el planeta, no algo exclusivo de las mujeres.

Para diseñar la urgente transición hacia sociedades compatibles con las reglas de la naturaleza que nos acoge -lo que sería un Estado del ecobienestar, insisten desde la Red Ecofeminista- las estrategias planteadas deben ser multidimensionales, no pueden dejar de nuevo atrás a las mujeres y, en definitiva, a las personas más vulnerables que sufren de manera más clara los impactos del cambio climático y el despojo provocado por las actuales políticas energéticas.

Las soluciones no pasan únicamente por alcanzar la paridad sino por poner en práctica liderazgos colectivos de cuidado mutuo para acabar con las desigualdades de género. “No se trata de feminizar las estructuras durante al menos el mismo tiempo que han estado masculinizadas para hacer justicia; se trata de entremezclar, unir, integrar… para crear una nueva en común, conjuntamente, sin dominantes ni vencidos. Y para ello la educación es una prioridad”, señala Soledad Montero, de Ecologistas en Acción. Además, es necesario transitar hacia una democratización de la energía, visibilizando los impactos sociales y ambientales que el actual modelo centralizado obvia por completo, para que la ciudadanía tome las riendas y podamos iniciar un camino rompiendo con las lógicas actuales de poder y subordinación.

Si algo nos ha enseñado la pandemia por la Covid-19 es que la distopía no está tan lejos como pensábamos. A este sistema injusto basado en las desigualdades se le ven las costuras y se resquebraja a marchas forzadas dejando al descubierto la fragilidad de nuestro modo de vida. La brecha de género no puede ser una víctima más y debe estar en el centro de las soluciones de la llamada “nueva normalidad”. “Ya hemos tenido una ración suficiente y necesaria de distopía para darnos cuenta de dónde estamos. Ahora tenemos que centrarnos en la configuración de utopías cotidianas”, insiste la activista ecofeminista Yayo Herrero. La autoorganización, la cooperación y otras formas de producir basadas en la economía social son algunas de las estrategias que debemos poner en marcha.

 Este texto ha sido publicado en el monográfico en papel sobre Energía, que está incluido en algunos tipos de suscripción. Está a la venta también en nuestra tienda online y en librerías. Nosotras, la verdad, preferimos que te suscribas para que Pikara Magazine sea un proyecto sostenible muchos años más, pero puedes leernos como prefieras.

 

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