#darosporfolladas
Estos días se está investigando por falsedad documental y estafa agravada a los empresarios y comisionistas Alberto Luceño y Luis Medina por la venta de material sanitario al Ayuntamiento de Madrid.
El 1 de febrero de 2016 Luis Medina, empresario en quiebra e hijo de la modelo Naty Abascal y del duque de Feria y proviniente de una familia Grande de España, colgó en su instagram una foto con unas amigas bajo el hagstag #darosporfolladas. El que la RAE corrigiera el imperativo y no le afeara la publicación entera nos da cuenta de en qué está pensando la RAE. Esta publicación es algo más que una machirulada, es una muestra de prepotencia, arrogancia, falta de respeto hacia sus amigas, hacia las mujeres y hacia cualquier persona en general fuera de él mismo y su convencimiento de que sus actos están por encima de cualquier cuestionamiento. Jaleado por unos y afeado por otras, al día siguiente borró la publicación aunque no cambió de actitud.
Por su parte, en 2020 Alberto Luceño ex director de conocidas marcas de moda como Uno de 50 o Poète, engordaba su currículo, daba charlas en escuelas de negocios sobre la honestidad en los acuerdos comerciales y, cuando Elena Collado, jefa de compras del Ayuntamiento de Madrid, le expresaba sus sospechas de que le estaban estafando, le enviaba vídeos motivacionales para que se relajara y asumiera la situación.
Todo esto sería muy cómico si no se estuvieran aprovechando de la situación, de suposición amiguista y del dinero público.
El sábado 14 de marzo de 2020 el Gobierno español decretó el estado de emergencia para hacer frente a la pandemia producida por la Covid-19. Eso no hace falta recordarlo, pero quizá sí que, durante el estado de emergencia, las distintas corporaciones (locales, autonómicas, ministeriales) podían hacer compras por el procedimiento de urgencia. Esto es, sin los límites de presupuesto que tienen los contratos menores, y saltarse el concurso público y la publicidad cuando la cuantía es superior a 15000 euros. Este es, parece, el campo de cultivo perfecto y el marco ideal para el típico “pelotazo” tan español.
Mientras estábamos en casa paralizando nuestra actividad al máximo, hubo quienes estaban forrándose, y no por su buen hacer y su trabajo, sino llevándoselo crudo por “conocer a”o ser “familiares de” . En este periodo se aprobaron compras de material sanitario y hasta concesiones de televisión pública, piscinas, compra de pistolas táser y camellos para la cabalgata de Reyes, según publicó Civio el 23 de marzo de 2021
Así nos encontramos al hermano de Isabel Díaz Ayuso, Tomás, siendo investigado por cobrar una comisión de 283.000 euros por conseguirle a su amigo Daniel Alcaraz, dueño de la empresa de comercialización de ropa deportiva Priviet Sportive, un contrato con la Comunidad de Madrid de 1’5 millones de euros por la compra de mascarillas FFP2 y FFP3, que ni llegaron las cantidades estipuladas ni eran de la calidad comprometida.
Otros que asaltaron el furgón blindado fueron Alberto Luceño y Luis Medina, con mayor descaro si cabe: seis millones de euros en comisiones por facilitar al Ayuntamiento de Madrid mascarillas muy por encima de su precio de mercado, guantes de ínfima calidad y test de antígenos que fallaban más que una escopeta de feria. Su comisión hubiera llegado a 10 millones si el personal del ayuntamiento no hubiera paralizado la operación de compra de guantes y hubiera pedido el reembolso. Para más inri, Luceño le hizo la cama a su socio de chanchullos y le escamoteó unos milloncejos. “¡Pa la saca!”, decía en un correo.
Y, ¿quién fue la persona que les abrió la puerta? Carlos Martínez-Almeida, un primo del actual alcalde de Madrid, les facilitó el teléfono de la persona indicada. ¿Cómo se aprobaron estos contratos? A través de un grupo de Whatsapp en mitad de la noche. Si se tratara de otras personas y otra circunstancia sería el típico grupo de amigas que se cea para una celebración de cumpleaños y en el que, a medida que avanza la noche y las copas, una persona desaparece y el resto pregunta por allí dónde ha acabado y avisas cuando has llegado sana y salva a casa. Bueno, quizá esto último solo lo hagamos nosotras.
Sobra decir que, durante todas estas operaciones, ni se comprobó la solvencia de las empresas contratadas ni si quiera a qué sector se dedicaban. Como hemos comentado antes, una era una empresa de distribución de ropa deportiva y Luis Medina se declara, en sus palabras ante el juez, “bróker de materias primas desde minería hasta carne de pollo”. Ninguno tenía experiencia en el sector de importación de material sanitario y, por ende, carecía de contactos en fabricas y de capacidad para negociar un buen precio para sus compatriotas, por mucho amor que dicen que les profesan.
Pero, ¿qué hacían estas personas para justificar sus comisiones? Nada. En los primeros días de pandemia faltaba material sanitario para hospitales y no digamos para particulares. Los gobiernos de distintos países mandaban expediciones de funcionarios con dólares en efectivo en maletines para recomprar a pie de pista del aeropuerto de Shangai el envío que iba a otros países ofreciendo más dinero para desviarlo al suyo. Aquello era una jungla y la ética y la empatía brillaba por su ausencia. ¿Estaba Tomás Díaz Ayuso consiguiendo partidas de mascarillas para la Comunidad de Madrid? No. ¿Estaban Luis Medina y Alberto Luceño haciendo lo propio para cumplir con el contrato del Ayuntamiento de Madrid? Tampoco. Es más, Alberto Luceño decía tener fábricas propias o un acuerdo con fábricas en China. Mentira. Su material acabó llegando desde Malasia, país que no ha pisado en su vida, a precios extratosféricos y sin cumplir los estándares mínimos de calidad, servidos por un tal San Chin Choon que ni está ni se le espera para declarar ante la Fiscalía y defender su acuerdo comercial. Tan escandaloso fue todo aquel negocio que la encargada de compras del Ayuntamiento de Madrid consiguió que se le devolviera parte del dinero pagado, aunque aún faltaban partidas por entregar. El Ayuntamiento de Madrid era conocedor de estas irregularidades y de que se iba a iniciar una investigación por parte de la Fiscalía y lo ocultó. No sabemos si fue por vergüenza, aunque ahora se presenta como víctima de la estafa. Jose Luis Martínez-Almeida e Isabel Díaz Ayuso dicen ser el objetivo de las confabulaciones de la izquierda que les ataca cuando en realidad son las víctimas. En el caso de Ayuso, el fuego amigo de Pablo Casado terminó con el secretario y el presidente de su partido fuera del sus cargos y de la política, demostrando que ella es como Luis Medina creía ser, intocable gracias a los apoyos de los barones de su partido.
Mientras tanto, Luis Medina donaba mascarillas a hospitales de Madrid como gesto de buena voluntad y sentimiento patrio y Alberto Luceño pedía “una medallita al mérito civil” por haber conseguido este material para Madrid.
Y, ¿en qué se gastaron estas comisiones? En principio puede parecer una pregunta de la que no interesa la respuesta: se lo gastaron en lo que quisieron. Bien. Pero, si el dinero te “quema” y corres a comprar coches de lujo, yates, apartamentos o bonos del estado es porque temes una investigación y te lanzas a transformarlo en bienes y a venderlos después. Vamos, lo que se llama “lavado de capitales” de toda la vida. Esto mismo ha hecho el bueno de Luis Medina, inocente él e iletrado en finanzas, pobre, que no sospechó que lo que hacía era un alzamiento de bienes y, claro, eso es ilegal a pesar de que le indicará el fiscal anticorrupción que dejara de hacerlo mientras durara la investigación. No sospechó nada cuando sus entidades bancarias les pidieron que justificaran las ingentes cantidades de dinero que recibieron en sus cuentas y tuvieron que falsear la documentación para justificar una relación comercial con el misterioso San Chin Chonn que, insistimos, aún no ha dado declaración alguna ante sede judicial y, sinceramente ni se le espera.
De momento el juez les ha retirado el pasaporte para evitar la fuga del país o la manipulación de pruebas. Ahora sí que se pueden #darporfollados.
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