Del príncipe azul a la Emperatriz roja

Del príncipe azul a la Emperatriz roja

Alicia Murillo escribe sobre la revolución sexual pendiente.

27/04/2022

Collage formado por fotos que mujeres compartieron con la autora ante una llamada en redes sociales en la que se pedían fotografías de mujeres que se gustaran a sí mismas y de sus ancestras.

Es de noche. En medio de la calle veo un coche mal aparcado del que emana fuerte una canción de reguetón y aún más fuerte un terrible olor a vodka. Los cinco asientos están ocupados. Parece una escena adolescente de esas que los adultos miramos con desaprobación y paternalismo a partes iguales pero, al poner atención, me doy cuenta de que se trata de mujeres con los 45 ya cumplidos desde hace un rato. Sigo caminando, dejo el coche atrás. La música sube de volumen. Una rubia con tacones y minifalda sale del vehículo y baila en medio de la carretera. Siento una enorme tristeza por ella.

Me acuerdo de Coral Herrera y de los artículos en los que habla del derecho de las madres a viajar, a salir y a divertirse. Me acuerdo de Itziar Ziga y de los libros en los que retrata a las señoras de clase media que la juzgan por borracha. Intento frenar mis propios prejuicios. ¿Me he convertido en esa señora de clase media? Quiero mirar a la rubia, y a sus amigas, con ternura pero solo la juzgo. Todo en ella me molesta: que se tiña las canas, que use tacones, que lleve minifalda. ¿Por qué me molesta si soy feminista? ¿Por qué lo siento como una traición? ¿Por qué no quiero que haya mujeres así?

Me acuerdo de muchas amigas, muchas, y de su alcoholismo. Creo que puedo afirmar que más de la mitad de mis mejores amigas tienen serios problemas con el alcohol o con otras sustancias. Esto, paradójicamente, me tranquiliza. La señora de clase media de la que habla Ziga jamás tendría amigas así.

En una ocasión una de estas amigas me dijo que ella no podía follar si no estaba borracha o, como poco, con varias cervezas encima. Las demás asintieron y me preguntaron que cómo podía yo follar sin beber. Me sentí interpelada, como cuando la clase mira a la empollona. Intentaban encontrar mi mentira, ¿dónde está el truco?

Todo lo que acabo de contar es parte de la cultura de la violación. Lo sé porque durante mucho tiempo fui como la rubia teñida o como mis amigas en el Tinder. Aunque nunca he bebido, mi anhelo de ser amada hizo que me arrastrara, me hizo ponerme en peligro muchas veces, jugar con mi salud, descentrarme de mí misma… Y, sobre todo, me hizo vivir mi sexualidad de forma superficial, llamando libertad a una disponibilidad plena para otras personas (hombres en su mayoría) y a sus deseos, a cambio de mínimos indispensables de cordialidad que yo confundía con diversión porque, evidentemente, aquello no podía ser ni amor ni respeto.

Pocas opciones

Las mujeres hemos teorizado, legislado y luchado por nuestra emancipación económica, por el derecho al aborto o por el “sufragio universal”, pero la emancipación sexual no la reivindicamos porque, sencillamente, no la entendemos (especialmente las heterosexuales). Hemos diseñado un ocio sexual inmaduro porque nuestra sociedad no está preparada para asumir el poder sexual femenino.

La madurez sexual en las mujeres heterosexuales las precipita, mayoritariamente, a cuatro opciones. A veces a una búsqueda infinita y yerma en plataformas como Tinder o en juergas con amigas en coches mal aparcados de los que emana reguetón fundido en humo. También a decepción y sentimiento de soledad al ver la dificultad que entraña encontrar hombres que puedan comprender la grandeza de la sexualidad femenina. Otras optan por concentración y educación sexual con una sola pareja que se deje guiar (pero esta opción lleva años). Y por último, pero no menos importante ni significativo, la emancipación como una soledad elegida. El estadio sexual de las mujeres después de los 40 es el despliegue de un poder y una fuerza incalculable. Por eso la sociedad nos asexualiza e invisibiliza.

Por otro lado, a las mujeres nos aterra alcanzar esa posición de poder. Siempre hemos tenido miedo de nosotras mismas y de nuestra capacidad más que de ninguna otra cosa. Por eso, llegadas a una determinada edad, algunas renuncian a su sexualidad y otras la niegan, performando una y otra vez encuentros dentro del patrón predeterminado (Tinder, cerveza, coito y, si hay suerte, sexo oral con orgasmo). La insatisfacción y la desilusión están servidas.

Amiga, ¿cuántas veces estás dispuesta a comprar billetes de lotería que sabes de más que no están premiados? ¿Hasta qué punto puedes llegar a romantizar la búsqueda? No voy a decirte que sustituyas el amor que te deben los hombres por amor a ti misma porque eso es como querer pagar la hipoteca con cestas de fruta ecológica. Lo que digo es que la narrativa del príncipe azul se conoce pero no la de la Emperatriz. Deberíamos empezar a performarla y difundirla. Podríamos cambiar el mundo con esto.

 

Collage formado por fotos que mujeres compartieron con la autora ante una llamada en redes sociales en la que se pedían fotografías de mujeres que se gustaran a sí mismas y de sus ancestras.

La belleza

Nuestra generación no va a ser amada como merece, quizás la de nuestras hijas, sí. Pero para ello tendremos que reivindicar derechos sexuales más allá de los reproductivos o estéticos. Estoy hablando de un cambio profundo de paradigma, de una independencia, voluptuosidad, fecundidad y goce majestuosos. Lo que quiero es que seamos seres sexuales pase lo que pase. Estoy hablando de tomar el control y de preguntarnos qué queremos, cómo y cuándo lo queremos, de establecer límites a los demás, de explorar la masturbación, de enamorarnos de quién nos merezca, de asumir la soledad, de dejar de entender la sexualidad como una pulsión despolitizada y conectarla con el deseo real como única guía hacia la sabiduría. Hablo de desplegar nuestra verdadera belleza, descontaminarla y enraizarnos en lo que queremos.

La belleza de la que yo hablo está conectada con un poder interno y externo. El externo casi siempre falla y parte de la realidad sexual de nuestra generación es procesar este duelo. Centrémonos, por tanto, solo en lo que sí está en nuestra mano.

La fealdad

Pero si hay una belleza que podemos definir desde el feminismo entonces, ¿hay mujeres feas? Y afirmar esto ¿es faltar a la sororidad? ¿Nos estamos aliando con el patriarcado de nuevo clasificándonos en feas y guapas y cambiando, simplemente los parámetros? ¿Otra vez nos estamos pasando el feministómetro y viendo cómo de empoderada estamos? Os digo mi opinión al respecto. La fealdad existe y la encuentro en mujeres como Victoria Federica. Cuando vi a la borbona tan bien vestida de mantilla sentí compasión por ella. Ni con las mejores galas esta chica podrá tener lo que tiene Jada Pinkett o tuvo Lola Flores. Ahora ha pasado por quirófano y le hacen mil retoques con Photoshop pero no consiguen, ni ella ni el equipo de profesionales que tiene detrás, hacer que brille con el poder del que os hablo. Es algo político y, como andaluza, tengo que decir que la peineta es una corona que solo el pueblo sabe llevar. La prolongación de la columna vertebral, que decía Martirio.

Los cánones estéticos son una venganza social hacia las mujeres. La belleza, en cambio, es un acto de profunda justicia social y feminista.

Las consecuencias en las generaciones próximas

Preparar un futuro sexualmente feminista para nuestras hijas es importante, pero no solo. Nuestra revolución sexual influye ya hoy directamente en la vida de las criaturas.

Para empezar, queramos o no, la vida sexoafectiva está profundamente ligada a la reproductiva. Podemos usar medios anticonceptivos, sí, y justo por eso lo digo, porque decidir usarlos de forma consciente es parte del proceso. También desligarnos del coito como práctica sexual común y entender que sus consecuencias son infinitamente más arriesgadas para nuestras vidas y nuestra salud que las de cualquier otra (incluido la mayoría del BDSM).

Otras veces usamos las parejas estables como base para formar familias. Confundimos conceptos. Creemos que ‘pareja’ significa ‘padre’, que ‘marido’ es ‘progenitor’. También confundimos ‘pareja’ con ‘padrastro’ o ‘ligues’ con ‘colaboradores de crianza’. Elige bien al padre de tus criaturas, hermana. No lo hagas desde un calentón o desde un delirio romántico. Esto puede destrozar tu vida y la de tus hijos e hijas el día de mañana. Y, por último, recuerda que la liberación sexual también pasa por un acuerdo prematrimonial.

 


Sigue leyendo:

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba