Me falta una teta
Acabo de contarles a mis dos mejores amigas lo de mis tumores malignos en el pecho. Rosi no para de dar vueltas por la casa diciendo: "Qué fuerte, qué fuerte". Anita no para de llorar. Entre la una y la otra me están poniendo de los nervios
Acabo de contarles a mis dos mejores amigas lo de mis tumores malignos en el pecho. Rosi no para de dar vueltas por la casa diciendo: “Qué fuerte, qué fuerte”. Anita no para de llorar. Me mira con una cara de compasión que no puedo soportar. Joder, ¿es que no se da cuenta de que si me mira así empiezo a sentir lástima de mí misma y me hundo aún más? He visto perritos abandonados en la gasolinera con menos cara de pena. Entre la una y la otra me están poniendo de los nervios. Quiero estar sola y encerrarme en el baño a llorar. Y lo haría si no fuera porque Rosi lo acaba de ocupar para vomitar. Vaya con mi amiga: o hablar de mi cáncer le impresiona mucho o está de resaca de nuevo.
Suena el timbre. Es mi hijo Leo, que vuelve de las vacaciones con su padre. Qué ganas tengo de abrazar a mi pequeño. Quince días sin verle son demasiados. Seguro que para él también ha sido duro estar tanto tiempo sin mis cuentos, sin mis nanas… Abro la puerta y me encuentro al niño agarrado al cuello de su padre. Se niega a soltarle y a mí ni me mira. Menos mal que están mis amigas aquí. Le hacen mil cucamonas para que se suelte. Yo me mantengo en un segundo plano. Es demasiado humillante que el puto crío no se me tire en brazos. Finalmente, Anita, encuentra en su bolso un Chupachups caducado y se lo da. Qué extraño. ¿Qué hace la mami más sugar hater con eso? Qué más da. El reclamo funciona y Leo acepta quedarse en casa. La situación es dramática. Anita se va con su familia y Rosi se queda a dormir con nosotros. Cáncer + papitis es una combinación demasiado explosiva, demasiado insoportable.
Le damos a Leo la Game Boy para que se entretenga. Estoy dolida y resentida por este recibimiento. Tenía unas ganas enormes de achucharle pero ahora no me apetece ni estar con él. Salgo a la terraza con Rosi para desahogarme.
—Si es que cada muestra de papitis es una puñalada en mi útero. Me dan ganas de echarle en cara todas las cosas que he hecho por él desde que nació. ¿Quién se pasó las noches en vela mientras lloraba? ¿Quién se contenía las arcadas mientras hacía el puré de brócoli? ¿Quién se tenía que poner pezoneras para que mamara? ¡Si es que le tenía que haber dado leche de fórmula desde el primer día, y de la marca Nestlé, que es la que más leche de palma lleva!
Compartimos un extracto del libro Me falta una teta (Planeta), de Raquel Haro, un relato sobre el cáncer de mama inusualmente divertido y escrito en primera persona. En Pikara Magazine ya publicamos varios post de su blog del que luego surgió el libro: