Carta de amor a una vaca

Carta de amor a una vaca

La directora británica Andrea Arnold estrena en Filmin su riguroso y empático debut en el documental, 'Vaca', donde graba la vida de Luma.

Fotograma de ‘Vaca’.

Luma es una vaca frisona blanca y negra, de ojos expresivos, como delineados con kohl, y hocico moteado en negro. Cuando aparece por primera vez en pantalla solo se escucha su prolongado y doliente mugido. La vaca lechera está pariendo. Breves minutos después, lame a su ternero, lo empuja suavemente, lo amamanta. Su mugido cambia. A Luma la separan de su cría y la conducen a un cubículo donde la ordeñan mecánicamente mientras suena Lovely, la canción de Billie Eilish y Khalid para la banda sonora de la serie Por trece razones. La cámara no se separa de ella a lo largo de un documental absolutamente inmersivo, titulado con la misma sencillez y honestidad con la que fue filmado, Vaca.

Su directora es la británica Andrea Arnold (Dartford, Reino Unido, 1961), quien acostumbra a afrontar proyectos de ficción que la consumen, cine desbordante en emociones, sobre chavalería en los márgenes, anhelantes de deseo y encastrados en un entorno de privaciones y palpitante violencia. Sus radiografías le han reportado un Óscar al mejor cortometraje (Wasp, 2005) y tres premios del Jurado en Cannes a otros tantos largos: Red Road (2006), Fish Tank (2009) y American Honey (2016).

Hace siete años inició un trabajo en las antípodas, este documental pequeño, delicado y lento sobre el día a día de una bovina, que se encuentra disponible en Filmin. Un trabajo de amor contemplativo y expandido que, como explicó la cineasta en el Festival de Cannes a Pikara Magazine, no responde a noticia alguna sobre el maltrato animal, sino que nace de su infancia y su relación con la naturaleza. Arnold creció en un complejo de viviendas sociales donde los polígonos industriales se entreveraban con zonas boscosas. “Mis padres eran muy jóvenes, mi padre me tuvo a los 16 años y a los 22 ya sumaba cuatro hijos, y mi padre no estuvo muy presente, así que crecimos sin supervisión. Me pasaba el día fuera, jugando desde bien temprano. Así que desarrollé una gran conexión con mi entorno, porque me pasaba el día explorando, en la gravera, entre los árboles, vagabundeando”, describía.

Cartel de ‘Vaca’.

La realizadora británica detallaba que en su entorno rural había caballos y a menudo llevaba animales a casa. No hacía falta pedir permiso. Tampoco les dedicaban un cuidado convencional. Los perros, como los niños y las niñas, entraban y salían del hogar. También una cordera que su padre compró en el mercado y a la que nadie se preocupó nunca de esquilar. “Llegó un momento en que tenía muchísimo pelo. Pobrecita, recuerdo que hacía mucho calor”, se lamentaba entre risas.

¿Cuál ha sido tu relación con los animales desde que te marchaste a vivir a Londres a los 18 años?

A llegar a la ciudad sentí una desconexión con la naturaleza. Esa pérdida siempre me ha provocado tristeza. Conectar implica una verdad ardua, porque tiene una brutalidad inherente, así que las personas urbanitas observan el campo como algo romántico, pastoral, de ir a hacer un pícnic el domingo.

¿Era tu objetivo trasladar la mirada de la audiencia hacia esa ardua verdad de la que hablas?

Hay una imagen de postal de la campiña inglesa de la que las vacas forman parte. Quería indagar en ese fresco bucólico y familiar. No obstante, con esta película no he querido entrar en realidades terribles, sino despertar una conciencia, empatizar con un animal. Formamos parte de la naturaleza y deberíamos conectar con ella.

¿Qué hizo que retrataras a una vaca y no a una oveja o a un caballo, que al fin y al cabo estuvieron presentes en tu niñez?

Donde yo crecí, no había muchas granjas. Eran más bien terrenos asilvestrados. La primera vez que vi a una vaca tenía 18 años. Entré en un campo y me rodearon un montón. Tengo una foto de ese momento, porque me quedé maravillada. Me estuvieron lamiendo con esas lenguas increíbles que tienen. Son grandísimas, pero tan dulces… Hay algo en el contraste entre su tamaño y su gentileza. Y en el caso de las vacas de leche, hay un elemento de género: trabajan muy duro y viven una existencia en bucle en la que las preñan, dan a luz, dan leche, vuelven a inseminarlas, de nuevo paren y así hasta 15 veces. Me intrigaba.

¿Cómo fue el casting de Luma?

Luma tenía una cabeza hermosa. Siempre que vemos pastando a las vacas, las observamos como colectivo, nunca de manera individual, y como iba a centrarme en una en particular, busqué una que tuviera una cabeza distintiva. Era toda blanca y tenía una mancha negra. Y en la granja me dijeron que tenía actitud.

¿Cuál fue tu mayor descubrimiento acerca de Luma?

Sabía que iba a conectar con ella. Para verla, la clave estaba en mirarla detenidamente. Pronto descubrí que todo estaba en sus ojos. Así que el encuadre de su cabeza es muy frecuente.

¿Has visto el documental de Viktor Kossakovsky Gunda, sobre la vida de una cerda?

No, pero he oído hablar mucho de ella.

¿Y qué te parece esta coincidencia en el retrato documental de dos animales de granja?

Creo que está en el zeitgeist. Debe ser algo en el aire. A menudo se da esa coincidencia, que varios creadores prestan atención a algo que se vuelve importante en la vida.

La mirada antiespecista trata a los animales como seres sintientes, al igual que los humanos.

A mí me parecen muy conscientes. Cuando Luma dio a luz a su segundo ternero me percaté de que se daba cuenta de lo que estaba por venir, de que iban a separarla de su cría. Hay una secuencia que no aparece en el montaje final donde se ve cómo no paraba de mugir a los granjeros. Les plantaba cara porque intuía el futuro. No puedo meterme en las cabezas de las vacas, pero aprendes mucho de la observación de sus comportamientos. Hace un par de años, un grupo de científicos declaró la conciencia animal y lo acompañó de pruebas irrefutables, pero nos conviene pensar que no es así, sobre todo con el ganado. Estuve en el Ártico y le traje a mi novio de entonces un libro de cocina inuit, en la que hay hamburguesas de oso polar, caribú frito, pasta de alce… cosas así. Mi pareja se escandalizó. Y yo le pregunté qué diferencia había con una hamburguesa de ternera.

¿Formaba parte de tu motivación para rodar esta película sensibilizar sobre la insostenibilidad de la industria de la alimentación tal y como esta concebida?

No he querido forzar nada. No voy a decirle a nadie lo que tiene que concluir. Lo he filmado de manera que cada cual pueda ver y decidir. No obstante, estos días participé en un café en el que hablamos del futuro de la alimentación y de que la sostenibilidad de la carne que consumimos está bajo cuestión por el cambio climático, la pandemia que hemos vivido, el uso de antibióticos… Hay muchos elementos conectados entre sí relacionados con nuestro consumo de carne. El problema es que la gente no va a cambiar. Lo hemos podido comprobar en Gran Bretaña, donde, al estallar la crisis sanitaria, muchas personas negaban la obviedad e instaban a esperar cómo se desarrollaban los hechos. Y con el calentamiento global sucede igual, hasta que no haya un tifón sobre sus casas, no se lo van a creer. A la gente le cuesta conectar con algo que no está en sus vidas, así que la única manera de cambiar es a través de los que toman las grandes decisiones y cambios en los grandes negocios. No confío en que la gente deje de comer carne para frenar el cambio climático. De hecho, el año pasado se batieron los récords de consumo cárnico en Estados Unidos. Durante la pandemia se encontró consuelo en la carne.

¿Eres vegana o vegetariana?

No voy a contestar a eso, porque creo que es importante no entrar en eso.

¿Cómo te ganaste la confianza de los granjeros?

Los granjeros son fantásticos. Trabajan muy duro y tratan a los animales lo mejor que pueden en esas circunstancias. Se han dedicado a este oficio durante mucho tiempo. Sabían exactamente lo que estábamos haciendo. Fui muy directa. No querría haber sacado adelante este proyecto de otro modo. Me reuní con ellos antes de venir a Cannes y les advertí que se iba a publicar mucho y que se iba a hablar. Les consulté cuáles eran sus preocupaciones.

En el cine hubo mucho llanto en la recta final de la película. ¿Cómo vivió el equipo la despedida a Luma?

Estábamos muy apegados a ella. Todo se volvió más realista. La muerte forma parte del ciclo vital, pero evitamos lo que nos resulta incómodo. No queremos saber, pero la vida es brutal en ocasiones e incómoda. El día que murió fue muy difícil, pero hubo algo bello en su muerte. Fue muy rápida. Yo espero morir así, sin enterarme, un día soleado, después de dar un paseo y comer. Luego, adiós.

 


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