‘Dirty Dancing’ y los embarazos no deseados en el cine de EEUU
La narrativa audiovisual norteamericana ya llevaba tiempo avisando: la deriva pro-vida se está dando en remakes y novedades desde hace años. Pocas películas y series resisten en defensa del aborto.
Hadley Freeman, autora del ensayo The Time of my Life, ya vaticinó que los grupos de presión conservadores llevan décadas ganando fuerza e influencia en los Estados Unidos, algo que ha afectado mucho a los estudios de Hollywood y ha producido un viraje de su criterio hacia el conservadurismo.
Por desgracia, este avance conservador se ha materializado más allá de la ficción. Hace pocas semanas el diario Político filtraba un borrador del Tribunal Supremo de los Estados Unidos que se propone derogar del derecho al aborto en todo el país. Pero a este borrador escalofriante lo preceden otras leyes contra el derecho al aborto como la aprobada en Texas el pasado año, que prohíbe el aborto de facto; o el proyecto de ley de Oklahoma que prohíbe incluso la venta de la conocida píldora del día después.
La ficción audiovisual nos venía avisando de esto. Como dice Hadley Freeman, durante la década de los 80 en Estados Unidos se estrenaron películas muy rompedoras que ahora no pasarían el filtro de Hollywood. Y Freeman reivindica precisamente Dirty Dancing como una película de gran valor feminista, película que se estrenó en 1987 por parte de un estudio independiente, después de que Eleanor Bergstein viera cómo todos los grandes estudios rechazaban producir su guión. Y este rechazo tenía mucho sentido porque Dirty Dancing va sobre el despertar de la sexualidad femenina desde el punto de vista de una adolescente: la protagonista, Baby, se enamora de Johnny, el profesor de baile, y el deseo de Baby hacia Johnny no se disimula. Baby aparece como un sujeto rebosante de deseo, como una sexualidad emancipada, y eso no se castiga como en otras películas. De hecho, la película contiene muchas escenas donde vemos a un guapísimo Patrick Swayze a través de la mirada de Baby, como un objeto de deseo. Eso no gustó mucho a los críticos hombres que dijeron que la película era mala, pero lo que les pasaba es que no soportaban ver el mundo desde los ojos de una chica adolescente.
Dirty Dancing es especialmente importante por la trama del aborto: Baby se entera de que la profe de baile, Penny, está embarazada, y reclama al chico que la ha embarazado, el camarero Robbie, que la ayude. Pero él se niega y Baby, en un acto de empatía y sororidad, consigue el dinero para ayudarla. Finalmente le practican un aborto ilegal y Penny casi muere desangrada, pero a quien se critica no es a la mujer que practica sexo y luego decide abortar, sino al imbécil que la deja embarazada y que después se niega a ayudarla.
A causa de esta obsesión de Hollywood con los remakes, en 2009 rehicieron insulsamente la película Fama de 1980 y eliminaron la trama del aborto, al igual que ocurrió con el remake de Alfie de 1966 en 2004. Se plantearon también hacer un remake de Dirty Dancing, pero finalmente no se hizo. Y eso es porque la trama del aborto está demasiado incrustada en el guión, no se puede eliminar. Y es que Dirty Dancing es tan chula que Baby y Johnny se conocen durante el aborto de Penny y es justo después cuando ocurre la primera escena de amor entre los dos, después de que hayan visto a Penny casi morir.
Desde Dirty Dancing, las tramas sobre los embarazos no deseados en la ficción audiovisual estadounidense han ido de mal en peor. En Lío embarazoso (2007), Alison, de 22 años, tiene un rollo de una noche con un tío deprimentemente mediocre y se queda embarazada. Las dos únicas personas que sugieren la posibilidad de un aborto en la peli son tachadas de crueles y, finalmente, la chica sigue con la gestación porque le horroriza la idea de poner su carrera profesional por delante de un embarazo no deseado.
En Juno (2007), la protagonista de 16 años se queda embarazada y pretende abortar pero decide no hacerlo justo cuando va a la clínica para hacerse la intervención, porque una manifestante pro-vida en la puerta le dice que su feto ya tiene uñas, y eso le hace cambiar de idea. Esa manifestante es una compañera de clase de Juno y lleva una pancarta con la frase “A LOS BEBÉS NO LE GUSTAN LOS ASESINOS”. El problema no es que Juno no aborte, sino que decide no abortar justamente por algo que le dice una manifestante en contra del aborto: “Tu bebé probablemente tiene un corazón que late, ¿sabes?! ¡Puede sentir dolor y tiene uñas!”. Esta parte de las “uñas” es lo que le Juno no puede quitarse de la cabeza, y una vez ha entrado en la clínica no puede dejar de fijarse en las uñas de otras personas. Entonces entra en pánico y abandona la clínica y, con ello, su intención de abortar. Al pasar por al lado de la manifestante pro-vida esta le dice: “¡Tu bebé te lo agradece!”.
La primera temporada de la serie Sex Education (2019) le tiró un beef a Juno cuando imitó esta escena de la clínica en el momento en el que Meave va a abortar, con manifestación pro-vida incluida. Pero ella aborta de todas formas y, además, la clínica es un sitio seguro, limpio y amable en el que encuentra apoyo sororo de otras mujeres. Gracias, Sex Education.
Lo extraño es que Juno se consideró una película alternativa y progresista. Ahora ya sabemos que no, que es en realidad muy conservadora, sin mencionar la trama tremendamente problemática en la que el futuro padre adoptivo del bebé de Juno se enamora de ella y se le declara… a una niña de 16 años. En fin.
El ejemplo más actual de la tropa de las mujeres que deciden no interrumpir un embarazo no deseado es La asistenta (2021), una serie realmente buena. En ella seguimos el periplo de Alex, una chica muy joven y madre, víctima de violencia de género y que intenta escapar de su situación. La serie hace un muy buen retrato de las dinámicas de violencia machista y del maltrato psicológico dentro de la pareja. Las que lo hemos vivido lo sabemos, pero por desgracia la serie es en el fondo un mensaje pro-vida, ya que coloca la idea del aborto en la boca del novio maltratador, que le presiona para que aborte y cuando ella dice que no, él de pronto se convierte en un tipo violento que la insulta y la hecha de casa.
En muchas de las ficciones norteamericanas las personas que proponen el aborto son los personajes “malos”. Y tal y como acaba La asistenta el público no puede evitar sentir alegría de que Alex haya decidido no abortar y le haya dado a su hija la oportunidad de vivir. Pero en la serie vemos la cantidad de obstáculos que tienen que superar, lo difícil que le pone las cosas el sistema a una madre soltera y víctima de violencia de género. Viéndola, no podía evitar pensar que las cosas le habrían sido mucho más fáciles si no hubiera procedido con el embarazo. Pero el problema no es que ella siguiera con el embarazo, opción siempre válida, sino un sistema que no las apoya ni a ella ni a su hija.
Las chicas en estas historias de autosuperación acaban optando por no abortar porque parece ser la opción moral: tener al bebé. Al fin y al cabo, la representación de mujeres que deciden no interrumpir un embarazo no deseado en el cine es desproporcionadamente alta, y las que sí abortan en demasiadas ocasiones acaban descarriadas o muertas.
Esto nos lleva a Revolutionary Road (2014), un drama en el que vemos el escenario contrario. Única película que nos dio el regalo de volver juntar en pantalla a Kate Winslett y a Leo Dicaprio. Ambientada en los años 50, nos enseña qué habría ocurrido si Rose y Jack hubieran llegado vivos a Estados Unidos a bordo del Titanic: se habrían convertido en una pareja normal y corriente, aburrida, con un estilo de vida de suburbio americano. La pareja tiene dos hijos y, aunque tenían sueños de una vida apasionante, llevan años estancados y ella necesita desesperadamente un cambio de vida. Entonces deciden irse a vivir a París, a probar suerte. Pero ella se entera de que está embarazada, comparte con Leo el deseo de abortar y poder seguir adelante con sus planes. Él al principio parece apoyarla, pero poco a poco ella descubre la verdad: él no quiere que ella aborte, ni tampoco quiere que su familia se mude a París porque tiene un affaire con su secretaria. Él solo quiere seguir con esa vida que a ella le está ahogando y que le está costando la salud mental. Al final, ella se autopractica un aborto en casa que termina con su vida.
Revolutionary Road describe lo peligroso que es o era el aborto casero, tipo de aborto que a menudo era la única opción para esas mujeres antes de la legalización del aborto en Estados Unidos. Pero, ¿es Revolutionary Road una película que apunte a la necesidad del aborto legal y seguro?
Cuando le preguntaron al director de la peli, Sam Mendes, si podía hablar sobre la difícil situación de las mujeres oprimidas en la época de la película, él contestó que su madre pasó por una situación similar en los 50 cuando estaba embarazada de él y que el hecho de saber que ella estuvo muy cerca de decidir abortarle es algo que le ha estado atormentando durante mucho tiempo. Así que la peli, para él, no es un reclamo del derecho al aborto, sino que es una manifestación de su miedo a que su madre hubiera abortado. Pienso que en esta película el director está, de alguna forma, castigando a su madre con la muerte en el escenario en el que ella hubiera decidido abortar. Y no puedo evitar pensar que esos magistrados, ocupando un asiento en el Supremo de Estados Unidos, en el fondo operan bajo ese mismo miedo: el miedo de que una mujer hubiese podido decidir que no iban a existir.
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