La gordofobia perjudica seriamente la salud
En las consultas médicas, muchas de las dolencias se asocian directamente al peso si este se considera excesivo. Ante esto, muchas personas que son valoradas así deciden no acudir a consulta, lo que puede provocar que se agraven sus dolencias.
“Desde que el médico no me ve la cara ni el cuerpo me ha mandado más pruebas que en toda mi vida. Cuando iba presencial todo lo que me pasaba era por el peso. Ahora, como la atención solo es telefónica no ve que estoy gorda y me manda pruebas y, si no sale nada concluyente, manda más”. Así explica Nathy (prefiere que su apellido no aparezca en este texto) desde la Comunidad Valenciana, cómo ha cambiado su vivencia desde que, por las restricciones activadas en la pandemia, empezó a tener consultas médicas telefónicas. Solo ahora, desde esa búsqueda real de la causa de sus problemas y la realización de pruebas diagnósticas para encontrarla, ha podido confirmar que su malestar se debía a ser intolerante a la lactosa y no a sus kilos. “Llevaba años luchando con mis problemas digestivos pero ‘eso es que tienes que hacer dieta’ o ‘te remito al endocrino’. El endocrino sacaba la dieta del cajón y hale, a casa”.
Lo que comparte Nathy no es una situación anecdótica. El pasado 4 de marzo, fecha que la Organización Mundial de la Salud señala como Día Mundial de la Obesidad, más de 180 colectivos y activistas antigordofobia hicieron público un manifiesto reivindicando la resignificación de esa jornada como Día Mundial contra la Gordofobia. Cristina de Tena y Lara Gil son firmantes del manifiesto y creadoras de Nadie hablará de nosotras, “un podcast gordo, anticapitalista y feminista”, como ellas mismas lo definen. Explican que “hablar contra la obesidad es hablar de que tenemos un problema las personas gordas, cuando el principal problema que tenemos es la gordofobia”. Y esa gordofobia tiene más que ver con nuestra mirada, nuestros prejuicios, nuestros desprecios y odios, que con pesos más o menos saludables -aunque sea la salud la justificación de la que se intenta revestir constantemente la gordofobia para legitimarse-.
En el Manifiesto Colectivo del Día Mundial contra la Gordofobia, la definen como un sistema de opresión que pone a las personas gordas en una situación de desventaja, injusticia y exclusión, y que se reproduce de forma sistemática y estructural. También dan argumentos para contrarrestar el mito de que la gordura es de por sí un problema de salud: “Todas las personas pueden mejorar su estado de salud sin necesidad de perder peso. Perder peso no garantiza salud, en ocasiones es todo lo contrario; y hasta conlleva serios efectos secundarios. Hay muchos factores que determinan la salud, la mayoría no dependen de nosotres, y estos no se pueden medir con parámetros simplistas, ni mucho menos con una báscula. Hay personas gordas que gozan de salud y también pueden enfermar, como personas delgadas que gozan de salud y también pueden enfermar. La salud no es estática ni estética, aunque así lo diga el IMC (Índice de Masa Corporal). La gordura es parte de la diversidad humana. No es un fallo moral, un problema de salud ni una decisión personal. Las personas gordas son merecedoras de recibir atención e intención de tratamiento médico, y son muchas personas gordas las que dejan de pedir ayuda porque no se creen merecedoras de recibirla o porque ya han recibido bastantes mensajes de que su peso/cuerpo es la razón causante de todo malestar”.
La propia OMS reconoce en sus informes que la gordofobia perjudica la salud y las vidas de quienes la sufren. “El sesgo por peso se define como actitudes y creencias negativas hacia los demás debido a su peso. Estas actitudes negativas se manifiestan en estereotipos y/o prejuicios hacia las personas con sobrepeso y obesidad. El estigma de la obesidad implica acciones que pueden conllevar exclusión y marginación y conducir a inequidades. Por ejemplo, cuando no reciben una atención médica adecuada o cuando son discriminadas en el lugar de trabajo o en entornos educativos”, señalaba en 2017 su texto Weight bias and obesity stigma: considerations for the WHO European Region (Sesgo por peso y la estigmatización de la obesidad: consideraciones para la región europea de la OMS). Y añadía: “Como otras formas de discriminación (por racismo, clasismo, capacitismo, machismo, LGTBIfobia…), el estigma de la obesidad se asocia con importantes efectos fisiológicos y psicológicos, incluyendo el aumento de la depresión y ansiedad, trastornos alimentarios y disminución de la autoestima. También puede afectar a la calidad de la atención sanitaria, lo que en última instancia conduce a un empeoramiento de la salud y al aumento del riesgo de mortalidad en esa población”.
Las vivencias de muchas compañeras al haber sido atendidas en consultas médicas es que desde estos espacios los y las profesionales reproducen mensajes y actitudes gordófobas que, lejos de ayudar, constituyen importantes barreras para recibir una adecuada atención sanitaria. Recibir continuos comentarios despreciativos, interpretar que cualquier malestar o problema de salud se asocia a su peso sin realizar pruebas diagnósticas, ser humilladas en consulta o comprobar la falta de material médico adecuado (manguitos para tomar la tensión, máquinas para hacer TAC o resonancias) o de conocimientos y práctica para atender los cuerpos gordos… obstaculizan y acaban vulnerando un derecho básico como es el derecho a la salud.
Las experiencias de gordofobia en espacios sanitarios que comparten varias compañeras van en ese sentido. “Tengo problemas de espalda desde los 12 años debido a una lesión deportiva, por lo que voy asiduamente a fisios y masajistas. Una vez fui a un masajista que decía que era terriblemente difícil manipularme debido a tanta grasa y que no podía sentir mis contracturas. Cada vez que me tocaba, solo podía hablar de cuánto peso debería perder, sobre qué debería comer o no comer. Huelga decir que él no era nutricionista, ni en 21 años ningún otro masajista o fisio me ha mencionado que fuera difícil manipularme”, cuenta D.G., que prefiere aparecer solo con sus iniciales. En atención primaria su médica también insiste en la necesidad de adelgazar como panacea, considerando otros factores como menores: “Está empeñada en que haga ‘la dieta de la fotocopia’. Me dice que sabe que no es un remedio a largo plazo porque es muy restrictiva, ‘pero como experimento, por probar a ver si adelgazas’. Admite que puede provocar ansiedad, mareos y malestar, pero como estoy gorda, se puede experimentar. Total, tener ansiedad, mareos y malestar debe de ser mejor que estar gorda (en su cabeza)”.
Iune Trecet también menciona ‘la dieta de la fotocopia’ a la que aluden casi todas las personas con las que he hablado para este artículo. “La dieta de la fotocopia es esa que te dan cada vez que vas a un lado donde te dicen que tienes que adelgazar, pero no se lo trabajan y tienen una dieta estándar que llevan dando a todo el mundo indiscriminadamente durante un montón de años. Es una dieta muy restrictiva, sin tener en cuenta la realidad de cada cuerpo, que recomienda un régimen semanal donde se pesa la comida y se mide el aceite que se consume en el día. Una dieta con poquísimas calorías con la que la mayoría de las personas se quedaría sin energía para pasar todo un día trabajando. Pero además no tiene en cuenta si tienes algún tipo de diabetes o anemia o lo que sea. A todas nos dan las mismas pautas, escritas en una fotocopia, sin tener en cuenta nada más”. Iune relata también cómo en el área de reproducción de Osakidetza, la sanidad pública vasca, tuvo una experiencia que aún hoy sigue afectándole negativamente: “Lo primero que me dijo fue que con mi peso no podría tratarme, con cara de asco, que tendría que bajar bastante de peso, bastante, para poder acceder al tratamiento. Lo peor fue que después me preguntó si tenía la regla, diciéndome: ‘El cuerpo es sabio y cuando estás demasiado gorda, suele retirarse la regla’. Esto me produjo y me produce tal ansiedad que cada regla es una agonía hasta que baja”. Sobre una experiencia similar ya escribió María Unanue otro artículo en Pikara Magazine: No hay inseminación para gordas.
Numerosas investigaciones señalan desde hace años que, en efecto, el sesgo por peso, la estigmatización de las personas gordas, los prejuicios y las conductas y actitudes gordófobas son habituales en profesionales sanitarios, constituyendo barreras para una correcta atención y estando presentes en las distintas categorías profesionales y especialidades sanitarias. Ya décadas atrás estudios como Attitudes of Nurses Toward Obesity and Obese Patients (Actitudes en Enfermería hacia la obesidad y pacientes con obesidad; 1989) recogían cómo un 24’3 por ciento del personal de enfermería se mostraba de acuerdo con la frase “cuidar de personas obesas generalmente me repugna”; y un 12’1 por ciento afirmaba preferir no tocar a pacientes gordos y gordas. ¿Ha mejorado la atención desde entonces? ¿Se ha hecho un trabajo contra la gordofobia en el ámbito formativo y profesional del personal sanitario?
La respuesta parece ser negativa. Rebecca M. Puhl y Chelsea A. Heuer recopilaron información para su investigación The Stigma of Obesity: A Review and Update (El estigma de la obesidad: una revisión actualizada) mostrando datos preocupantes. Estudios posteriores hablan incluso de un aumento en la estigmatización que solo en la última década se habría estabilizado en algunos países. En uno de los estudios citados, Primary Care Physicians’ Attitudes about Obesity and Its Treatment (Actitudes de los y las médicas de atención primaria acerca de la obesidad y su tratamiento), de Gary D. Foster et al., más del 50 por ciento de las encuestadas describía a las personas obesas que acudían a consulta médica como torpes, sin atractivo, feas e incumplidoras. Un tercio de la muestra añadía a esa descripción considerarlas débiles de voluntad, descuidadas y holgazanas. También compartían la creencia de que la obesidad era principalmente un problema de comportamiento causado por la inactividad física y comer en exceso, obviando otros factores. En otro estudio más, Weighing the care: physicians’ reactions to the size of a patient (Sopesando el cuidado: reacciones de profesionales médicos al tamaño de sus pacientes), la investigadora Mikki Hebl presentaba casos de pacientes, hombres y mujeres, de distintos IMCs y tamaños corporales, que supuestamente acudían a consulta por tener migrañas. Los resultados de la investigación mostraban una tendencia lineal fuerte y constante en la forma en que se reaccionaba al tamaño de las personas atendidas. A medida que estas pesaban más, las consideraban menos saludables, menos capaces de cuidarse y con menor autodisciplina. Además, según aumentaba el IMC del paciente, los y las profesionales tenían menos paciencia y menos deseos de ayudarle. También compartieron ideas como que atender a pacientes con obesidad era una pérdida de tiempo, que pacientes de mayor peso eran más molestos y que era menos probable que cumplieran el tratamiento. Todos estos sesgos, prejuicios y discriminaciones impactan negativamente en la salud, como también recogen tanto las experiencias personales como las investigaciones realizadas al respecto.
El colonialismo, primero, y la globalización, después, han extendido el problema de la gordofobia a todos los territorios. Como señala la antropóloga Alexandra Brewis en su artículo Body Norms and Fat Stigma in Global Perspective (Normas corporales y estigma de la gordura desde una perspectiva global), varios estudios etnográficos han mostrado que muchas comunidades de territorios como Níger, Belice, Jamaica, Puerto Rico o Fiji preferían cuerpos más grandes y voluminosos y que eran estos los que representaban éxito, generosidad, fertilidad, riqueza y belleza. Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron cómo esos valores han ido siendo sustituidos por la mirada occidental y actualmente esos cuerpos ya reciben también una valoración negativa, asociándose al fracaso, la pereza y falta de fuerza de voluntad.
Si bien en nuestra sociedad patriarcal todas las mujeres convivimos con juicios sobre nuestros cuerpos, la gordofobia es una opresión específica que no violenta a todos los cuerpos en igual medida. Sí, todas sufrimos las miradas ajenas, los comentarios no pedidos sobre nuestra apariencia o la validación externa según nuestra cercanía o lejanía a la belleza canónica. Pero una mujer muy delgada (aunque en ocasiones su delgadez pueda asociarse también con falta de salud o ser objeto de preguntas fuera de lugar cuestionando si se está alimentando bien) no va a sufrir el rechazo social y la discriminación continuada que pesa -esa sí, más que los kilos- sobre las mujeres gordas. De modo similar, aunque los hombres en el patriarcado no conviven de igual manera que las mujeres con ese juicio constante y esa imposición de belleza canónica como instrumento que determine su valía, los cuerpos gordos en varones no escaparán a la sanción social que la gordofobia impone.
Álvaro, que prefiere no compartir aquí su apellido, es uno de esos hombres que se enfrentan a la gordofobia en espacios sanitarios y fuera de ellos. Para él, “los servicios de endocrinología son de los servicios más violentos que existen con las personas gordas”. Sabe de lo que habla: con 29 años, lleva en seguimiento desde que era un niño al que culpabilizaban de tal manera en consulta por sus hábitos alimentarios que, con solo ocho años, “intentaba mentir como podía para salir del atolladero”. Critica que no le preguntaran por sus deseos y haber tenido que someterse a años de dieta sin haber tomado él esa decisión. “Nadie me preguntó ‘¿qué tal estás?’, ‘¿cómo te sientes al comer?’ O, lo más importante, ‘¿quieres perder peso?’, en años de consultas”. Ya de adulto, muchas consultas se centraron en convencerle de que se hiciera una operación de reducción de estómago o le pusieran un balón gástrico, intervenciones que él no deseaba y en las que le insistían cita tras cita. La última vez que estuvo en un servicio de endocrinología de la sanidad pública madrileña se sintió “humillado”: “Mientras me volvía a ofrecer como única salida la operación de reducción de estómago, me llamó gordo siete veces en apenas dos minutos. ‘Álvaro, estás muy gordo’, y volvía a mirar mi peso. Resoplaba. ‘Es que estás muy gordo, es que uf…’. Salí de la consulta y no volví”. En su historial médico figuraban sus episodios de ansiedad y la depresión que había pasado hace pocos meses, obviadas por el profesional. “Me han llamado para que vaya pero me voy a negar a ir a un sitio en el que me violentan cada vez que voy, sin importarles un mínimo mi vida, mi situación emocional o mis condiciones de vida”. En los últimos meses, trabajando junto a una nutricionista que sí le preguntó desde el inicio qué tal estaba, por qué quería perder peso y qué aficiones tenía o qué solía comer y de qué comidas disfrutaba, valora positivamente la atención y los resultados del trabajo conjunto.
No es el único que desde niño recibió comentarios dañinos en consultas médicas. M.L. relata desde Almería el trato recibido en pediatría con su hija e hijo de 9 y 11 años. Estaban intentando cambiar la política del colegio por la que niñas y niños cargaban con mucho peso en las mochilas escolares y acudieron a su pediatra a por un informe médico, ya que su hija se quejaba de dolor de espalda por ese motivo. “Sin examinarle la espalda ni levantarse del sillón, espetó, mirando a mi hija: ‘Cariño, a ti lo que te pasa es que estás gorda. Caminar más, comer menos, nada de postres ni de repetir plato’. Le contesté: ‘Mi hija camina 4 kilómetros diarios con una mochila que pesa 12 kilos a su espalda, no le gustan los dulces, corre y juega en la calle todo el tiempo que tiene libre y nunca me ha pedido repetir plato. Su problema de espalda no es a causa de sus kilos sino de los que carga’. Mientras le decía esto entró otro pediatra a la consulta a coger cosas pero al oírme se quedó. Fue él quien nos hizo el informe”. Más adelante tuvieron otro encontronazo. “Mis hijos se contagiaron de un virus con gastroenteritis, tres días con diarrea y los llevé. Le cuento, los mira y dice ‘están muy gordos’. Le digo ‘no están gordos, están enfermos y llevan tres días con diarrea’. ‘Sí, sí, pero están gordos, les voy a pedir analítica para ver de dónde viene ese sobrepeso, aunque viendo a la madre no hace falta investigar mucho’. Salí de la consulta y puse una queja”. Lo más doloroso es que esos comentarios afectaron a sus criaturas: “Desde entonces siempre preguntan si esto o lo otro engorda, están pendientes de su cuerpo y no es justo. Vivían ajenos a la cultura del cuerpo, tenían y tienen una alimentación sana y equilibrada, son niños normativos en cuanto a su aspecto. Pero por su culpa conocieron antes de tiempo el sufrimiento por tener el ‘peso ideal’”.
La gordofobia en espacios sanitarios tiene entre sus consecuencias la pérdida de confianza en profesionales y la evitación de consultas médicas, perjudicando directamente la salud: si ir al ambulatorio conlleva recibir comentarios gordófobos y otras violencias, y que, a menudo, no se atienda el problema de salud por la ausencia de las pruebas diagnósticas que sí recibiría otra persona, es habitual dejar de acudir. Así lo vive Davinia Ravelo, que ha compartido en sus redes sociales situaciones indignantes. La última fue en febrero: tras ser atendida en urgencias por una mordedura de perro en la mano, le indicaron acudir a revisión al día siguiente con su médica de cabecera. En esa segunda consulta la atención se focalizó en su peso antes que en revisar la herida y la cura realizadas. Desde Tenerife, explica: “Mi doctora y enfermera siempre se han portado así conmigo, así que casi no piso la consulta. Al sentirme incómoda porque sé que vaya por lo que vaya me van a sacar el tema del sobrepeso, aunque me sienta mal y me note algo raro evito ir al médico y aguanto, lo que hace que desemboque en algo peor y acabe acudiendo a urgencias”.
¿Qué posibilidades de acción tenemos ante estas violencias cotidianas en consulta? Trabajar activamente contra la gordofobia instalada en recursos y profesionales debería ser una línea de acción desde las instituciones si quieren garantizar el derecho a la salud de la población. La formación continua de profesionales en este sentido y la inclusión de estos contenidos en las distintas carreras del ámbito sanitario y sus especializaciones parece una reclamación básica. Poder contar, además, con investigaciones en nuestro territorio para determinar cómo de interiorizadas están las actitudes y creencias atravesadas por la gordofobia ayudaría a dimensionar el problema y a evaluar los resultados de las medidas que se tomen. Pensemos en incluir cuerpos diversos en la cartelería de cualquier espacio sanitario y dejar de glorificar la delgadez mientras se siguen sancionando y patologizando los cuerpos gordos. Quizá fuera más eficaz que colgar infografías dirigidas a padres y madres advirtiendo de los peligros de los trastornos de alimentación en la adolescencia. También sumaría positivamente recoger las denuncias y propuestas que se hacen desde colectivos de activismo gordo, como abandonar el Índice de Masa Corporal (IMC) como indicador de salud o dejar de promover la cirugía y psicología bariátricas como forma invasiva de cambiar el peso en cuerpos gordos. Contar con estas activistas para actualizar protocolos y guías o para realizar formaciones y talleres puede ser asimismo una vía de actuación a nivel institucional.
En Canarias el Instituto Canario de Igualdad editó en 2020 su Guía Básica sobre Gordofobia. Un paso más hacia una vida libre de violencia (que cuenta además con versión en Lectura Fácil). Esta guía y los recursos que incluye es un material valioso y de potencial transformador, con pautas y sugerencias que se pueden implementar desde instituciones, colectivos y también a nivel individual para construir el mundo menos hostil y ojalá hasta amable al que aspiramos. En ese mundo por llegar, lo lejos o cerca que nos encontremos de la normatividad en nuestros cuerpos, mentes, sexualidades, familias, vidas… no marcará carreras de obstáculos insalvables que nos añadan sufrimiento de forma totalmente innecesaria. Por lo demás, autodefensa colectiva y apoyo mutuo siguen siendo de las pocas recetas genéricas que me parecen aprovechables y que creo que también ante la gordofobia ajena y la interiorizada pueden resultar sanadoras.
Tantas veces he sentido miedo por mostrarme
tantas veces volveré a sentirlo a pesar de saber
que esto forma parte de un juego más grande, mucho más grande;
estas curvas son monumentos, más os vale estar bien atentos:
nuestro amor propio podrá con vuestro puto odio.
No Normativa. Caña y media