Manifestación por el Orgullo del colectivo Arenas Arcoíris. / Foto: Arenas Arcoíris

Arenas de San Pedro es un pueblo abulense de unos 6.500 habitantes y con una idiosincrasia propia de tantos y tantos pueblos castellanos en las que la despoblación se postula como su principal amenaza. Podría encuadrarse en lo que se conoce como España vaciada (termino que se popularizó a raíz de la movilización del 31 de marzo de 2019), cuyas peculiaridades condicionan el modo de vida de su ciudadanía. Su historial político, con un pasado y un presente conservador, que además se advierte como difícil de transformar en un futuro a corto plazo, componen un rompecabezas muy particular. En este contexto surgió a comienzos de 2020 (tiempos prepandemia) el colectivo Arenas Arcoíris, que aúna a personas LGBTI+ de Arenas y de la zona de la Sierra de Gredos, y que fue creado con el objetivo, según reza su perfil de Facebook, de conseguir “tener más visibilidad” en el entorno y “abrir un espacio para informarnos, crear redes, ayudarnos, celebrar… En definitiva, para dejar de sentirse solxs”.

Romina Cabreras pertenece a este colectivo que ha tratado de radiografiar la realidad LGBTI+ en el entorno rural. Una de las principales dificultades a la que se tiene que enfrentar el colectivo es, según Cabreras, la falta de experiencias similares previas a la hora de salir del armario: “Creemos que existen muchas diferencias entre vivir la homosexualidad en el contexto urbano o vivirla en lo rural. Entre ellas, la posibilidad de mirar y aprender de otros referentes, lo cual es más posible en la ciudad; o estar cerca de otro tipo de formas de estar en el mundo que no sean la heteronorma.” Esto, además, tiene sus consecuencias: “En el área rural tampoco hay espacios de ocio o de encuentro para personas LGBTI”, lo cual dificulta el apoyo mutuo. La pérdida de anonimato también es una dificultad añadida para Cabrera. Todo ello, confirma, puede culminar en que la diversidad sexual y de género pueda suponer un éxodo de lo rural a lo urbano: “Al no existir referentes, posibilidades de empleo, de conocer gente que comparta ideales, es casi necesario salir de las áreas rurales para ir en búsqueda de esa complicidad”.

Las vivencias individuales reiteran esta falta de privacidad. Nathalie Merino, natural también del pequeño pueblo castellano y leonés, reconoce que en su caso el lesbianismo supuso un motivo de peso para emigrar: “En las ciudades la mirada de los otros no te toca…en el pueblo te ves desde pequeña con todo el mundo y es esto mismo lo que hace que cuando la aceptación social es importante, sobre todo, durante la adolescencia, la mirada de los otros se vuelva insoportable”.

Hugo Gómez ha vivido su proceso de transición transgénero en Arenas de San Pedro y cuenta que la experiencia no ha sido “tan negativa como podría haber sido”. Aunque sí ha sentido desprecios y falta de aceptación entre su círculo cercano, destaca que “hay gente que te sorprende”, refiriéndose precisamente a la vecindad más anciana, que, aunque no comprenda la situación al detalle, la respeta y apoya. Y habla de su abuelo: “Yo soy Hugo Antonio y a mi abuelo no le sale llamarme Hugo porque él es Antonio y su padre, etc. Entonces, él a mí me llama Antonio y como tal me presenta, con total naturalidad”.

Pepe Paz es secretario de la asociación Towanda de Aragón, colectivo que se define como “LGBTQI (lésbico, gay, trans, bisexual, queer e intersexual) asambleario, laico, transfeminista y de izquierdas” y que surgió en el año 2000. Paz habla de la dificultad que supone en los pequeños municipios el hecho de “alcanzar la masa crítica de iguales que dé la sensación de tener espacios de comprensión y apoyo que, supuestamente, se dan en ciudades donde sí existe esa masa crítica”. La perspectiva de Paz es algo más optimista, ya que considera que esa proximidad propia del entorno rural lo previene del “nuevo odio que viene de la ultraderecha explícita: la violencia grupal contra desconocidos por su orientación o identidad sexual es claramente un fenómeno más urbano que rural, ya que conlleva una necesidad de la construcción del otro, despersonalizándolo; y ese es un factor que se da más difícilmente en los pueblos donde todo el mundo se conoce”.

Castilla y León, que se posiciona como la tercera comunidad autónoma con mayor población censada en municipios rurales, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, se enfrenta en la actualidad a un nuevo periodo político en el que VOX comparte gobierno con el Partido Popular. ¿Qué supondrá esta realidad para el colectivo LGBTI? La Fundación Triángulo muestra su inquietud “por el presente y el futuro de las personas LGBTI en nuestra tierra” ya que, alegan, “desde hace meses observamos con mucha inquietud el aumento de las agresiones LGBTIfóbicas, fruto del blanqueamiento de los mensajes de odio, que acaba por legitimar esa escalada de violencia y discriminación que nos está llevando, como sociedad, a un lugar oscuro que hace años que no enfrentábamos”.

Una razón para regresar

Ante la realidad rural amenazada constantemente por la despoblación, están surgiendo propuestas concretas en gran diversidad de territorios que buscan frenar este proceso a partir de la puesta en valor del entorno rural. ¿Qué puede suponer esto para el colectivo LGBTI? Pues algo así como darle la vuelta a la tortilla y que, lejos de seguir siendo un motivo de exclusión, esta diversidad que detenta se transforme en una herramienta de contención poblacional. Pepe Paz apunta que “muchos pueblos están creando su atractivo a partir de la diversificación, de mostrarse distintos”, logrando así alcanzar unos estándares (culturales, turísticos, etc.) diferentes a los hasta ahora ofertados.

El mundo de lo rural socializa de manera diferente a lo urbano desde la primera infancia. De hecho, para su vecindad, la educación es un elemento clave y ya diferenciador desde los inicios de la escolarización. Si bien la escuela rural se define por un claustro más joven que los de los centros educativos de las ciudades, gracias a lo que es posible que la diversidad afectiva se haga un hueco entre el currículum oficial, también cuenta con un gran hándicap: el sempiterno problema de la España vaciada, ya que el entorno rural -con su carencia de recursos básicos- no se contempla con un escenario en el que conformar un proyecto de futuro, y por lo tanto siempre supone un escenario de paso. Así, como indica Paz, la interinidad del equipo docente dificulta “la inclusión de la diversidad y otras cuestiones transversales en planes a largo plazo”.

Exposición de Towanda en Morata de Jalón. / Foto: Towanda

La cultura, otro de los pilares fundamentales de socialización, es también una de las grandes ausentes en el entorno rural. Para compensar de manera puntual las limitaciones propias del contexto, el colectivo Towanda, con el apoyo del Gobierno de Aragón, ha puesto en marcha la exposición ‘Aragón, diversidad por todas partes’, sobre “la historia, los derechos, los recursos y la visibilidad de la diversidad afectivo-sexual en Aragón”, explica Pepe Paz. Esta muestra, que ha llegado ya a varias de las localidades menos pobladas de dicha comunidad, ha sido creada con el objetivo de “acercar la realidad de la diversidad afectivo-sexual, así como el apoyo legal, institucional y social a su defensa, difundiendo las herramientas destinadas a facilitarla”, y cuya instalación, que se alarga durante una semana, va acompañada de “reuniones con agentes institucionales y sociales de la comarca a fin de transmitir el sentido de la exposición y sus actividades y facilitar el conocimiento de los recursos que difunde”. Junto a la exposición se realizan actividades en algunos de los centros de Educación Secundaria de los pueblos visitados y se reparte una breve guía con los recursos e informaciones más prácticas de las que recoge la exposición. También hay cine y se proyectan algunas de las producciones audiovisuales incluidas en las últimas ediciones de la Muestra internacional de cine LGBTI Zinentiendo; y música, y se ha realiza un pequeño concierto acústico de grupos jóvenes aragoneses. El colectivo Towanda recorrió, entre octubre y diciembre de 2021, ocho localidades aragonesas y continua su labor durante 2022, para llegar a entre12 y 18 localidades “en función del momento de asignación y de la cuantía de los fondos públicos de apoyo disponibles”, apunta su secretario.

Esta asociación trabaja desde 2018 en la recopilación de datos de casos de discriminación por identidad u orientación afectiva o sexual, gracias a la información propia y la aportada por otras entidades, por profesionales y por servicios públicos de las distintas administraciones. A partir del encargo de la Oficina Aragonesa Contra la Discriminación del Departamento de Ciudadanía y Derechos Sociales del Gobierno de Aragón, el colectivo Towanda realiza entrevistas y recoge respuestas a dos cuestionarios, a los que se puede acceder a través de su página web. Todo ello con el fin de facilitar la sensibilización social y la propuesta, diseño e implantación de actuaciones asociativas y políticas públicas contra la discriminación.

El colectivo Arenas Arcoíris considera necesario validar las experiencias individuales en lo que se refiere a salir del armario en un pueblo. Es por ello por lo que, desde su creación, está trabajando en la construcción de una red, para así poder generar un espacio seguro en el que el acceso a testimonios personales sirva de apoyo a otras personas. Solo así, consideran, conseguirán compensar la falta de referentes propia de lo rural, logrando además generar un espacio seguro y confortable en el que tenga cabida la diversidad sin ningún tipo de juicio.

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