Dani Bento: “No hay un problema por ser LGBTQIA+, hay una LGBTQIA+fobia que mata”

Dani Bento: “No hay un problema por ser LGBTQIA+, hay una LGBTQIA+fobia que mata”

Entrevista con la activista portuguesa por los derechos LGBTQIA+, la justicia social y la salud mental.

26/10/2022

Autorretrato de Dani Bento. / Foto cedida por la entrevistada

Hablar con la portuguesa Dani Bento es adentrarse en un multiverso donde ciencia, salud mental, anarquía relacional y transfeminismo ocurren al mismo tiempo. Mujer trans y no binaria, es desarrolladora de programas y estudiante de Astronomía y Astrofísica (de hecho, abrió el blog más importante sobre este campo en Portugal). Colabora con la asociación LGTBI ILGA Portugal, pertenece a la red Transgender Europe y asesora a la asociación para la salud mental AlertaMente, de la que forma parte tras asumir sus diagnósticos de bipolaridad y de personalidad borderline.

Conectamos en verano a través de redes sociales, donde concentra buena parte de su activismo, y nos responde a esta entrevista por correo electrónico porque, explicita, hay preguntas que la atraviesan y que requieren una reflexión pausada. Tras esa meditación estival, este es el resultado.

En tu devenir tuvo mucha importancia crecer en un ambiente rural alejado de las grandes ciudades. ¿Cómo viviste tu paso de Cartaxo a Lisboa?

Tuve que hacerlo para ir a la universidad. De primeras, fue un choque porque hay una diferencia sustancial entre Cartaxo y Lisboa, sobre todo en lo relacionado con ser una persona LGBTQIA+. Allí comprendí que la aldea en la que vivía era un lugar demasiado agresivo para mi forma de estar en el mundo. Este cambio ayudó a desarrollar dos cuestiones: mi comprensión de la salud y, en los años siguientes, comencé a experimentar con mi expresión de género como crossdresser sin tener consciencia aún de lo que era una persona trans o no binaria. En este proceso de autoconocimiento estaba también haciendo un esfuerzo emocional para navegar por los episodios oscilantes derivados de mi condición de salud. Me hice más independiente, viviendo mis sentimientos y emociones de manera más intensa. Ese sueño de recolocarme en el mundo permitió que estuviese más atenta, viva, feliz y estable. Contactar con comunidades próximas a mi realidad hizo que tuviese más espacio para continuar explorando dudas y certezas.

En lo queer se apuesta por eliminar etiquetas, aunque defiendes que son las que ayudan a crear políticas y esas comunidades de las que hablas. ¿Cómo las concibes y cómo podemos compartirlas con las personas que están menos familiarizadas?

Admito que mi respuesta será sesgada, ya que para mí fue importante reafirmarme en algunas etiquetas para seguir con mi proceso. Considero que no debemos ser nosotras quienes nos amoldemos a las categorías, son las categorías las que deben adaptarse a las realidades vividas por las personas. Aunque muchas veces me denomino a mí misma queer, hay una parte de mí que sigue viendo en algunas etiquetas una forma poderosa de crear comunidades que comparten parte de la misma experiencia. Por supuesto, lo habitual es eso, que nos identifiquemos por algún rasgo estructural. Las etiquetas pueden cambiar con el tiempo, precisamente porque nuestro conocimiento sobre nosotras como seres individuales también lo hace. El camino de significar y resignificar palabras es muy importante para un grupo víctima de un enorme estigma social. Así, palabras que se concebían como insulto ahora son empoderamiento. Al hablar de personas que no están familiarizadas con estos términos resulta relevante tener en cuenta que no todo el mundo accede de la misma forma a la información, es un privilegio, ni procesa igual el conocimiento, sea de una forma más académica o más vivencial. Comprendo entonces que puede ser un ejercicio complicado, pero escuchar las palabras varias veces en su contexto hace que sus signifiicados comiencen a existir de forma habitual, y así serán más accesibles. Es necesario conducir a fuentes de información fidedignas y apelar a la empatía.

Cuentas que hiciste siete salidas de armario: primero como bisexual al cumplir los 20, luego como pansexual, poliamorosa, mujer transexual, demimujer, anarquista relacional y mujer transexual no binaria. ¿De qué manera viviste estas salidas de armario y el proceso de afirmación de estas identidades?

Quiero aclarar que no soy la misma persona que hace diez años, no creo que nadie lo sea. Esto hace que reconozca mi propia expansividad y posibilita que sea capaz de navegar con tranquilidad en mi historia de vida. A los 20 años no sabía lo que era pertenecer a la comunidad LGBTQIA+, fue un periodo que pasé en modo de supervivencia, aunque recuerdo perfectamente la primera vez que escribí en un texto “creo que soy bisexual”. Supuso una revolución de mi estructura interna en un momento en el que no tenía capacidad ni seguridad emocional para poder afirmarme en eso. Con el tiempo, fui sintiéndome más cómoda y descubriendo nuevos términos, como la pansexualidad, donde sentía que podía refugiarme. Tras muchos cuestionamientos en terapia, y la lectura del manifiesto de Andie Nordgren, sobre mi capacidad de amar o de comprometerme, percibí que no era una brecha en mi forma de amar, sino que era una forma intrínseca y no normativa de entender las relaciones. Nuevamente, descubrí en internet referencias a esta misma experiencia, lo que logró catapultarme hacia otros lugares. Con el crossdressing viví un proceso semejante al deconstruir la normatividad que existía no tan solo en mi círculo de amistades cishetero, sino también en mí misma. Llegué a lo trans, pero logré afinar mucho más cuando descubrí que existía una categoría de identidades fuera de lo exclusivamente mujer/hombre, con lo que comencé a afirmarme como demimujer y de ahí salté a hacer voluntariado y politizarme.

En 2014 iniciaste la transición “burocrática” y relatas que sufriste presión por adoptar comportamientos socialmente asignados al concepto de mujer. ¿Cómo piensas que debe adaptarse el sistema para evitar este tipo de situaciones?

La decisión de cambiar mi nombre y género aparece después de una crisis identitaria. No sabía por donde empezar, por lo que pedí una consulta en sexología. A pesar de que en 2011 la primera ley de identidad de género en Portugal retirase cualquier tratamiento obligatorio en el proceso, aún existían procedimientos que mantenían el control de la medicina sobre las decisiones corporales de cada persona. Necesitaba un diagnóstico de disforia de género con unas exigencias inmensas, dos evaluaciones independientes, incluso con obligaciones de tratamiento hormonal y, por supuesto, tener una expresión de género compatible con las normas sociales. Ahí comprendí que no podría hablar de ser no binaria, ya que eliminaría todas mis posibilidades. Esto continúa así aunque en 2018 fue publicada una nueva ley que promueve la autodeterminación sin necesidad de evaluación médica para cambiar el nombre o el género. En este marco, las personas no binarias siguen quedando fuera.

Desde tu activismo a escala europea, ¿cómo ves el avance del discurso TERF y de qué manera podemos combatirlo?

Los discursos TERF están avanzando en Europa de la mano de los partidos de extrema derecha. Estos grupos tienen mucho alcance y capital social, por lo que vemos que los medios de comunicación acaban estimulados por esa retórica. Esta retroalimentación provoca casos como los espacios libres de LGBTQIA+ en Polonia o la prohibición de divulgación de contenidos sobre diversidades en Hungría. Podemos combatir esta oleada evitando amplificar este discurso, apostando por voces del colectivo, nada sobre nosotras sin nosotras, y desmentir esos argumentos creados para provocar sospechas y estigmas que nieguen nuestra existencia, o que incluso nos consideren un peligro. Es importante que las personas cis se alíen con nuestra lucha y sean proactivas en la resolución de sus dudas y conflictos.

¿En qué estás trabajando actualmente desde la dirección de la asociación de ILGA Portugal y en el proyecto Trans Health Network da Transgender Europe?

Estoy especialmente implicada en el Grupo de Ayuda Mutua de la ILGA con el objetivo de fortalecer un espacio seguro para que las personas trans, no binarias o en búsqueda identitaria puedan verse reconocidas. También participo en proyectos educativos y en programas con incidencia social, como las políticas públicas en la salud, en la escuela o en el trabajo. Por otra parte, la TGEU promueve el contacto de la red activista de Europa y Asia Central con la idea de compartir información sobre cada contexto y, así, aprender cómo podemos tener incidencia política en las mejoras al acceso a la salud. Me gustaría destacar también el grupo de trabajo para la implementación del ICD-11 [la undécima revisión de la clasificación internacional de enfermedades], un documento que se introducirá en los sistemas de salud de varios países.

También eres activista por la salud mental con AlertaMente. ¿Cómo vives tus diagnósticos de salud mental? ¿Logras salir del estigma social?

Comencé a colaborar con AlertaMente con artículos sobre experiencias personales en una época en la que estaba en un proceso de salud complicado. En mi blog también escribo contenidos de este tipo. No creo en las experiencias absolutas, la mía es una, en un espacio y tiempo específicos. Sí estimo que una de las formas de combatir el estigma alrededor de la salud mental es que hablemos de lo que sentimos. Vivir con mis diagnósticos me ayudó a tener una visión crítica de mí misma. El proceso terapéutico es largo, pero ya me siento mejor que hace diez años y en eso veo que la apuesta por los cuidados es muy importante, por eso forma parte de los foros en los que tengo voz. Estamos en una época donde el autocuidado fue individualizado y capitalizado por empresas mediante productos y servicios. Debido a esto, cuando se habla de salud mental toda la responsabilidad recae en la persona afectada y no en la estructura social que sustenta y amplifica determinados problemas y dificultades sociales. No hay un problema por ser LGBTQIA+, hay una LGBTQIA+fobia que mata, y eso nadie puede negarlo.

Estás en casi todas las redes sociales. ¿Qué te aportan como canales de comunicación y de difusión del activismo?

Hoy en día hay una tendencia general en transformar todos los servicios en una forma de red social, sean imágenes, fotografía, música… Por eso, a lo largo de los años fui inscribiéndome en redes donde podría tener algún tipo de interacción con personas a las que les gustase lo mismo que a mí, como DevianArt para imágenes o LastFM para música. Aunque estoy algo saturada de la cantidad de información que recibo por los algoritmos de las propias redes sociales, que dificultan la organización racional, uso Instagram como acompañamiento de algunas personas. Con todo, estoy en un proceso de búsqueda de plataformas más seguras y menos agresivas, y seguramente tendremos que crearlas nosotras mismas. También reflexioné en el miedo que tenemos en no seguir a todas las personas que queremos, y en la ansiedad que genera perderse algo. Por eso sigo apreciando una carta en papel, ver un libro físico con alguien a mi lado o conversar presencialmente.

 


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