Vecinas de un barrio de ‘mala vida’

Vecinas de un barrio de ‘mala vida’

Los vínculos con las vecinas cambian con el tiempo y son distintos en cada territorio, pero pueden ser inolvidables. Nosotras, más allá de las perchas informativas, queremos conocer mejor a las nuestras.

Supongo que será porque he crecido en un barrio libre y libre en un barrio de pueblo. En un pueblo pequeño, en plena mina, entre grandes y empinadas cuestas, en una zona por la que apenas pasan coches y todas tenemos un apodo o una pequeña descripción para reconocernos y situarnos: ‘Fulanita, de la no sé qué’, ‘Menganita, la de no sé cuántos’. Será por eso, pero siempre me han gustado mis vecinas. De hecho, publiqué hace años La tienda de ultramarinos de Herminia, un artículo con el que quise homenajear la tienda que fue durante muchos años el lugar de encuentro y de referencia en mi barrio. Si pasaba algo, solo tenías que acercarte a la tienda de Herminia para enterarte de los detalles. Lo más probable es que te la encontrases apoyada sobre el marco de la puerta rascándose la espalda mientras ponía al día a todas las vecinas.

Sí, siempre me han gustado mis vecinas. De hecho, de cría, mi juego favorito era hacer entrevistas. El plan no tenía fisuras: merendaba en alguna casa del barrio, preguntaba todo lo que quería saber y curioseaba con una excusa. Disfruté de los encuentros con todas ellas, claro, pero mis vecinas por excelencia han sido siempre Marian y MªÁngeles. Digo que han sido mis vecinas por excelencia porque su casa estaba a unos metros de la mía. Recuerdo perfectamente cómo era por dentro y, sobre todo, recuerdo el olor a jabón Magno Classic que inundaba su baño. Son esas pastillas de jabón negro, con el logo tallado sobre el propio jabón. Pocos olores recuerdo tan intensamente como ese. En el piso de arriba tenían una pequeñita salita de estar con un montón de muñecas rusas, el salón principal parecía de película y tenían muchísimos lápices subrayadores fosforitos. Dios mío. ¿Serían miles? Marian estudiaba medicina, vivían solas y a mí todo aquello me parecía absolutamente interesante.

Luego, la vida. El pueblo acaba convirtiéndose en una jaula —aunque eso es otra historia— y a mí también me tocó vivir eso del sexilio. El término sirve para explicar los procesos migratorios que vivimos muchas personas LGTBQI+ al querer vivir con libertad. nuestras expresiones, identidades y orientaciones. En algunos casos, ese proceso apenas te aleja 14 kilómetros de tu lugar de origen, pero ¡benditos sean esos 20 minutos en tren!

En una ciudad resulta más complicado establecer vínculos con tus vecinas y vecinos. Quizá por eso decidí vivir en un barrio en el que todavía queda gente de toda la vida. Es probable que, por eso también, me he esforzado mucho por conocer la historia de la zona, sus costumbres y sus formas de hablar; las dinámicas que se dan entre sus vecinas y vecinos, cuáles son los conflictos, de dónde vienen. San Francisco es un sitio muy particular. Está completamente aislado arquitectónicamente del resto de la ciudad, aunque apenas se note, y sigue soportando el estigma de ser el barrio de mala vida de Bilbao. Pero en este barrio de mala vida se dan cada día grandes conflictos y pequeñas resistencias. Bueno, quizá sea más justo decir que vivimos pequeños conflictos y grandes resistencias.

La redacción de Pikara Magazine también está aquí, a pie de calle. Quisimos ser un comercio más, un espacio abierto al que pudieran acercarse nuestras vecinas a contarnos lo que quisieran. A veces, nos preguntan cuánto valen las sillas —tenemos tantos trastos que parece una tienda de muebles—, nos piden que hagamos fotocopias, que mandemos SMS porque no saben escribir bien con el móvil, recogemos sus paquetes, nos traen viejas revistas, nos cuentan grandes historias.

De hecho, en este barrio conocí la historia que da pie a Lunática porque son estas calles las que decidieron recorrer las prostitutas del barrio para denunciar la muerte de María Isabel Gutierrez Velasco. En este barrio complejo se abrió el primer sexshop de la ciudad, se aplaudió a grandes transformistas de la época, se grabaron importantes películas como La muerte de Mikel, se abrieron grandes negocios. En torno a la prostitución —y de alguna manera gracias a ella— se abrieron importantes negocios y se empleó a muchas personas: las palanganeras, las que cuidaban a los y las hijas de las prostitutas, peluquerías, joyerías, tiendas de higiene. Aquí me cuesta más elegir a mi vecina por excelencia.

Algunas de estas historias las hemos contado en Vecinas, un proyecto de Pikara Magazine, Zuriñe Burgoa e Histeria Kolektiboa, en el que entrevistamos a algunas vecinas de nuestro barrio. Ni más ni menos. Sin ninguna percha informativa, sin excusas de actualidad. Entrevistamos a vecinas de nuestro barrio porque aquí, en el portal de al lado, tenemos grandes expertas en supervivencia. 

Sí, aquí es más complicado elegir a una única vecina, pero ¿sabéis qué os digo? Que no tenemos que elegir. Podemos ser todas las que queramos porque este, nuestro barrio, es virtual y lo virtual siempre parece infinito. ¿Cómo? ¿No entiendes? Nosotras, ya lo sabéis, ofrecemos distintos tipos de suscripción y todas tienen el nombre de un vínculo emocional. Vecinas, por ejemplo.

Las vecinas hacen una aportación de 46€/año y, a cambio, reciben el último anuario de Pikara Magazine en papel; 3 monográficos temáticos en formato digital (Los imperdibles); todas las actualizaciones semanales (#PikaraDeGolpe) en su correo electrónico; participan en sorteos todos los lunes; tienen un descuento permanente del 20% en todos los productos de nuestra tienda online; y además, reciben información puntual de promociones, eventos, cursos o charlas así como de la situación del proyecto. Suscríbete aquí.

No está mal aunque nada como el Magno Classic.


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