Crónicas del viaje

Crónicas del viaje

Estas fotos son algunas de las imágenes de un recorrido, de un proyecto que narra tres etapas vitales; de una historia de violencia de género, maternidad, migración y afectos.

16/11/2022

El final podría ser el comienzo. La espera de un embarazo. Nueve meses de aguantar…lo que puede un cuerpo. Creí que iba a culminar en un parto pero el final resulto ser algo más grande y complejo: la maternidad, la pérdida de las fronteras físicas, la violencia, la distancia, la huida.

Dejé la nota apoyada en la manija de la puerta: “Realmente intenté encontrar soluciones pero no fue posible. Nos vamos”. Y me fui.
En una noche furiosa de lluvia y lágrimas, llegué a la una de la mañana al refugio de mujeres con una bebé de cinco meses a cuestas. Dos mujeres, persa y rusa, me recibieron con chocolates y té. ¿Cuál es el idioma universal de las almas desesperadas?

Sin entenderlo exactamente, comenzaba una nueva etapa en mi vida y con el ella, también, la idea de este proyecto. Un registro fotográfico muy personal que comenzó a fotografiarse antes de aquella huida, a finales de 2019 y que junto con el soporte de la fotógrafa Paula Milano en la edición, pudo tener una forma en 2021.

Luego de mi llegada a Berlín desde Buenos Aires, intenté encontrar mi lugar en Alemania. La vida de una persona inmigrante no es sencilla y tiene muchas incógnitas en el día a día, sobre todo cuando una no es europea. De todas formas, Berlín me parecía alucinante y empecé a fotografiar y hasta tener deseos de ser madre allí. Con mi embarazo, dispuse del tiempo para hacer fotos y luego, tras el parto, fotografiar fue un canalizador para abordar todas aquellas emociones complejas que trae la maternidad y la migración. Me redescubrí como mujer y madre fotógrafa; y he aquí la primera parte de Crónicas del viaje, titulada PD (Posdata).

En medio de aquel tumulto de sentimientos, vinieron a visitarme unas amigas de Buenos Aires y me hicieron ver aquella peligrosa situación que estaba normalizando: un ambiente de violencia doméstica, física y psicológica que se volvía insostenible. En un salto al vacío, emprendí la huida al refugio de mujeres (Frauenhaus en alemán).

Este refugio permitía una estadía anónima y gratuita allí, para mujeres y niños y niñas en situación de violencia. Alemania no dejaba de sorprenderme. Si bien la experiencia resultaba aún arrolladora con una bebé pequeña, vivir en comunidad y descubrir una solidaridad sin límites fue un alivio. También, por momentos, había una cierta rivalidad o, mejor dicho, una necesidad de supervivencia “del más apto”, pero creo que esto era parte de la gran indignación. Indignación, además, por vivir en un sistema que avala la violencia y protege a los perpetradores. Comenzaron agotadores procesos burocráticos y legales y yo estaba quebrada, rota o kaputt (en alemán), que da nombre la segunda parte del proyecto.

Kaputt aparecía escrito en la puerta del baño de la Frauenhaus, en un mal alemán. Y yo me sentía tal cual. Porque como condimento estaban las trabas de un lenguaje aún no dominado que dificultaba la resolución de algunos problemas y la propia comunicación con las demás mujeres, en su mayoría migrantes. El idioma alemán mal hablado jugó un papel fundamental.

La convivencia fue un desafío para todas. Viví tres meses con alrededor de diecinueve mujeres y niñes, envuelta en caos y preguntas. En aquel momento, sin saber exactamente lo que sucedía, registré sistemáticamente el proceso. Si bien no contaba con los dispositivos adecuados, ni con mis propios equipos, decidí ante todo fotografiar con aquello que había disponible.

Luego de esa experiencia intensa y de gran aprendizaje, luego de conseguir que el perpetrador se fuera, volví a casa. A la misma casa, llena de recuerdos. Aquí comienza la tercera parte del proyecto llamada Zu Hause (En casa) y es donde surgieron las preguntas: ¿cuál es mi casa? ¿Cuál es el hogar que quiero construir? Entre malas traducciones y un huracán de emociones, se plantearon estas preguntas e intenté reestructurar todas las partes. Sacar fuerzas de donde no las había. Poner color y juego al día a día con una niña que crecía rápidamente. Volvimos a disfrutar.
Crónicas del viaje es en sí, una catarsis; con fotos que combinan estilos y formatos (digital, film, cámaras descartables, celular), entre el orden y el caos, como es un poco la maternidad.

2. AUTORRETRATO. Tuve que aprender a desnaturalizar la violencia. Tuve que aprender a crear mis propias redes de soporte en un sistema que aún protege a perpetradores y no brinda consecuencias legales significativas.

 

3. 4 DE OCTUBRE 2019. Esta no era la idea que tenía para Berlín, pero mis amigos me visitaron en agosto y me hicieron ver algunas cosas. Cosas que no quería ver. Decido llevarme algo de ropa y papeles. Es difícil elegir qué llevar. ¿Cuál es la prioridad? ¿Por cuánto tiempo?

 

4. REFUGIO. Huí y un refugio de mujeres me abrió las puertas. Llegué a la una de la mañana en una noche furiosa de lluvia y lágrimas, con una bebé de cinco meses a cuestas. Dos mujeres, persa y rusa, me recibieron con té y chocolate. ¿Cuál es el idioma universal de las almas desesperadas? Nos entendimos sin más. Dos mujeres, persa y rusa me recibieron con té y chocolate. ¿Cuál es el idioma universal de las almas desesperadas? Nos entendimos sin más.

 

5. CASA. En un país que no es el mío, con un lenguaje que no es el propio, Berlín supo ser mi casa. La despedida de la Frauenhaus fue larga y emocionante. Fueron abrazos que deseaban los mejores deseos y también anhelaban un mismo destino. Estamos de vuelta.

6. LIBERTAD. El aprendizaje ha traído muchas lecciones, y fuerza y amor y valentía. Sobre cómo poner límites que den paso a la libertad, esta es la paradoja. Nos permitimos jugar y disfrutar otra vez. La vida continúa. Sobre cómo poner límites que den paso a la libertad, esta es la paradoja. Nos permitimos jugar y disfrutar otra vez. La vida continúa.

 

Este reportaje fue publicado inicialmente en la edición en papel del El Salto.


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