¿Descolonizamos la COP?
Por mucho que la celebración de la cumbre sea en África, las voces que se escuchan son blancas, y en su mayoría de hombres.
Este otoño el movimiento climático se ha hecho ver. Desde el 23 de septiembre con las movilizaciones de Fridays For Future han tenido lugar campamentos climáticos, un bloqueo a una regasificadora, acciones contra gasoductos, un boicot a una macrogranja, ocupaciones de universidades y hasta controvertidas acciones sobre obras de arte. Este es el contexto previo a un mes donde la crisis climática es uno de los focos mediáticos gracias a la cumbre anual por el clima: la COP27 (Conferencia de las Partes, por sus siglas en inglés), conocida como Cumbre del Clima y celebrada entre el 6 de noviembre y el 18 de noviembre en Sharm El Sheikh, Egipto.
Otro gran evento que tendrá lugar justo después de la COP: el mundial de fútbol masculino en Catar, sinónimo de derroche de recursos. Se trata del mundial más caro de la historia y el primer mundial –autodenominado– “neutro en carbono”. Sin embargo, Carbon Market Watch concluye que esto no es creíble. Para el evento se han construido siete nuevos estadios, en los que se utilizarán al menos 10.000 litros de agua diarios por cada uno de ellos, agua desalinizada a través de procesos con un altísimo coste energético, cuyos residuos con elevados niveles de sales y tóxicos suponen una agresión letal para el ecosistema marino.
Este evento se da en un país en el que los abusos laborales a trabajadores están a la orden del día -el año pasado The Guardian confirmaba, a partir de contactos con diferentes embajadas, la muerte de 6.750 trabajadores migrantes en Catar desde 2010,–probablemente la cifra real sea mucho mayor- así como las restricciones a la libertad de expresión y la discriminación hacia mujeres y personas de colectivos LGTBI.
En cuanto al clima, este noviembre nos encontramos con más de 1,1 ⁰C de aumento de temperatura media global con respecto a los niveles preindustriales, además de situaciones como el estrés hídrico, temperaturas anómalas, derretimiento de hielos permanentes, cosechas malas y escasas, y todo tipo de fenómenos meteorológicos extremos.
El objetivo de la COP27 es, en principio, seguir avanzando en la implementación del Acuerdo de París, ratificado por 192 países, que representa el compromiso de contener el calentamiento medio de la tierra por debajo de los 1,5 grados en 2100, lindar propuesto por la comunidad científica para evitar los peores efectos de la crisis climática. Además, pretende poner el foco en las pérdidas y los daños debidos al cambio climático que sufren sobre todo los países del sur global.
Por mucho que queramos evitar el greenwashing, el “lavado verde”, nos encontramos ante un evento financiado por Coca Cola –según el informe ‘Break Free From Plastic‘ (Libérate del plástico), el mayor productor de plástico (junto a PepsiCo) del mundo, producción que tiene una importantísima huella de carbono, a lo que se suma el resto de su actividad industrial y logística–. La presencia de las grandes empresas en las cumbres climáticas ha sido una constante, con el lobby del gas y el petróleo jugando un papel protagonista –en la pasada cita en Glasgow, las 11 empresas principales socios de la COP26 causaron más contaminación de gases de efecto invernadero a escala mundial que la producida en todo Reino Unido durante 2020–.
¿Por qué importa que la cumbre tenga lugar en África?
Las cifras muestran que los países desarrollados son los responsables de hasta un 85 por ciento del calentamiento global. Hace más de una década nos comprometimos a destinar más de 100.000 millones de dólares cada año para ayudar a los países llamados en desarrollo. Estos fondos solo han recogido una media al año de entre 60.000 y 70.000 millones. Además, la gran mayoría son en forma de préstamo, con lo que aumenta la deuda de los países que los reciben.
Que la COP, auspiciada por Naciones Unidas, se celebre en África podría poner el foco en temas críticos para los países del sur global, como la financiación para el clima, las pérdidas y los daños causados por la crisis climática o la adaptación a la misma. De hecho, esta ha sido la agenda que se ha establecido en el primer día de la conferencia. Sin embargo, nuestras esperanzas son bajas, ya que el año pasado se caracterizó por la búsqueda de “ambición” y el llamado a la “acción”, pero sin ninguna medida efectiva.
Además, por mucho que la celebración de la cumbre sea en África, las voces que se escuchan son blancas, y en su mayoría de hombres. ¿Y si descolonizamos la Cumbre del Clima? Son los pueblos originarios, las comunidades empobrecidas y precarizadas, quienes están sosteniendo la vida en el planeta, quienes más han aportado a su preservación, quienes han tenido que enfrentar el genocidio colonial, quienes resisten al neocolonialismo extractivista actual y quienes más sufren la emergencia climática. Que la cumbre sea en Egipto, por mucho que sea sur global, no implica un cambio en el protagonismo. De hecho, se ha elegido un país y una ciudad concretos que no son representativas del continente en el que están.
Egipto es un país en el que los derechos humanos no están garantizados y las protestas sociales son altamente castigadas. De hecho, su ministro de Asuntos Exteriores, Sameh Shoukry, anunciaba recientemente que se destinarán “unas instalaciones adyacentes al centro de conferencias” para que las personas activistas expresen sus opiniones y manifiesten sus protestas. El 6 de noviembre, fecha del inicio de la COP, Amnistía Internacional ya señalaba al menos 151 personas detenidas que están siendo investigadas por la Fiscalía Suprema de la Seguridad del Estado, y cientos más que han podido sufrir detenciones más breves e interrogatorios. Eso se añade la larguísima lista de manifestantes, figuras políticas, periodistas y abogados y abogadas de derechos humanos detenidos y sometidos al trato brutal de las autoridades egipcias bajo el mandato de Abdel Fatah al Sisi; como es la huelga de hambre y sed del activista egipcio Alaa Abd el-Fattah. A pesar de esto, se han llevado a cabo manifestaciones y performances dentro del espacio de la ONU, denunciando que los movimientos no pueden marchar libremente en las calles de Egipto.
El 12 de noviembre en distintas ciudades del Estado español Alianza por el Clima convocó manifestaciones en las que reclamar acción política frente a la crisis ecosocial: “Una acción que debe de ampliarse más allá de nuestras fronteras, dando respuesta a la responsabilidad histórica y a la deuda de carbono que nuestro territorio tiene con gran parte del sur global. En una situación de clara injusticia, una serie de países enfrenta ya hoy las más graves consecuencias del cambio climático cuando no son responsables de ello. Mientras, los países del norte global, incluida España y el resto de la Unión Europea, no aportan la financiación que deben e incluso frenan el desarrollo de instrumentos para acelerar la mitigación y la adaptación al cambio climático y para afrontar globalmente las pérdidas y los daños ”, recogía la convocatoria.
¿Y ahora qué?
Se necesita que los gobiernos recuperen la ambición climática, y aceleren en la puesta en marcha de medidas que nos permitan cumplir con los objetivos marcados, establecer nuevos, y atravesar la profunda crisis climática que vivimos. Cada día que pasa es más difícil, y por eso cada Cumbre del Clima adquiere mayor importancia. Por tanto, ante lo que estamos observando en la COP27, debemos poner en el foco de atención la profunda crisis de derechos humanos en Egipto, y como estas cumbres deben tener garantizada la participación de la sociedad civil en las mismas.
Por eso mismo planteamos la pregunta ¿estamos descolonizando la COP? ¿realmente hay unos procesos que integren miradas diversas y que pongan el foco en las personas y áreas más afectadas por la crisis climática y, en definitiva, ecosocial? La propia forma de toma de decisiones va a seguir favoreciendo a las potencias del norte global que lideran las negociaciones. Por eso, estas dos semanas de encuentros, conferencias y (no) acuerdos nos recuerdan la importancia de abordar globalmente la emergencia, dejando ver las carencias y necesidades de unos pactos sesgados que no deberían dejar a nadie atrás.
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