Celía García Díaz: “La psiquiatría se legitima en un momento en el que hace falta un control social desde la ciencia”

Celía García Díaz: “La psiquiatría se legitima en un momento en el que hace falta un control social desde la ciencia”

La psiquiatra y psicoterapeuta analiza en su tesis las condiciones, el contexto, los tratamientos y las violencias que vivieron las mujeres psiquiatrizadas en el Manicomio Provincial de Málaga.

09/11/2022

Celia García Díaz , integrante del Instituto Universitario de Investigación de Género e Igualdad. | Foto: Marilú Báez.

Celía García Díaz es profesora en la Facultad de Medicina, psiquiatra y psicoterapeuta. Su tesis `Mujeres, locura y psiquiatría: La sala 20 del Manicomio Provincial de Málaga (1909-1950)’ ha recibido el premio a mejor tesis de Historia de la Medicina. Aborda los límites de la cordura y, sobre todo, denuncia el desamparo y la violencia que sufrieron las víctimas. Un relato impagable que explica lo que siguen denunciando las personas psiquiatrizadas hoy: el carácter violento de esta práctica médica.

Parte del Manicomio Provincial de Málaga se financia con donaciones de familias burguesas o con los beneficios de corridas de toros. ¿Es una particularidad de Málaga o era habitual?

La asistencia sanitaria a principios del siglo XX era una asistencia sanitaria pública que dependía fundamentalmente de las donaciones y estaba diversificada. La gente que tenía pasta, que eran ricos, iban a médicos y consultas particulares y la gente que no tenía recursos, los pobres, iban a la beneficencia. Este manicomio pertenecía a la beneficencia, era un manicomio de mujeres fundamentalmente pobres aunque también había posibilidad de ingresar en régimen de pensionada. Pagabas un poco y tenías alguna serie de ventajas, entre comillas, como más tiempo para las visitas de la familias. La beneficencia era muy precaria, lo que se destinaba era poco y, además, las instituciones psiquiátricas eran muy deficitarias en nuestro país. De hecho, había muchos convenios con instituciones privadas y, cuando las de la beneficencia se llenaban de pacientes y no tenían espacio, los mandaban a las instituciones concertadas. Era relativamente frecuente que las familias burguesas hicieran estas donaciones como una forma de lavar su imagen y mostrar solidaridad. Málaga, a finales del XIX vivió una crisis económica  importante, pero a lo largo del siglo fue un centro muy importante de desarrollo industrial de la caña de azúcar, textil, metalurgia. Generó cierto efecto llamada de familias burguesas que eran los dueños de las fábricas. Estaban vinculados a estas obras caritativas. Fundaron colegios para niños huérfanos.

En tu tesis explicas que los manicomios de mujeres, además, solían tener un carácter más privado. 

En Málaga se daba una circunstancia peculiar y es que había muchas instituciones manicomiales. Estaban las relaciones con la beneficencia, pero también habia privadas. Estas privadas estaban desagregadas por sexo y estaban vinculadas a ordenes religiosas. Las hermanas del Sagrado Corazón era solo para mujeres y San Juan de Dios, solo para hombres. Además, había toda una red de sanatorios privados que se fueron gestando en la primera mitad del siglo XX y tienen que ver, en concreto, con una familia, la familia de los Linares, una saga que todavía están vinculados a la medicina mental. Es una ciudad que para no ser muy grande tenía muchos centros psiquiátricos.

¿Por qué?

Está relacionado con lo económico. Estas familias burguesas hicieron una serie de inversiones en Málaga. Hay una parte de negocio porque en Málaga se veía como un epicentro económico en el desarrollo industrial, pero el por qué es una línea de negocio habría que estudiarlo. En este momento, realmente, a principios del XX, la psiquiatría como tal no existía, la especialidad médica no existía. Hablaban de medicina mental, un cajón desastre en el los neurólogos trabajan pero no se sabía muy bien la vinculación entre la neurología y la mente. La mente seguía siendo algo que no se podía medir, que no se podía aprender desde el paradigma positivista en el que estaba la medicina entonces. Es la época de las investigaciones de Ramón y Cajal sobre las neuronas. Fue un momento crítico. Las personas que tenían problemas y las que transgredían roles sociales que no eran ajustados a los modelos de la época fueron alimentando las instituciones manicomiales.

Hacían distinciones: varones sucios, niños, mujeres, entre otros. Cuentas también la historia de una niña de Antequera, que había sido educada por un “médico rojo” al que fusilaron y, desde entonces, “solo quería que la abrazaran y la mecieran”.

Una de las ideas que quería contrastar es una sospecha que siempre he tenido, que la psiquiatría va más allá de una especialidad médica. La psiquiatría se legitima en un momento en el que hace falta un control social desde la ciencia. La práctica psiquiátrica se convierte en una práctica policial y eso se ve en la práctica clínica también hoy en día. Muchas veces se ingresa a pacientes más por las disrupciones que porque realmente tenga un problema psiquiátrico en sí. A principios del siglo XX no existía la psiquiatría como la entendemos ahora. Venían de la corriente francesa que clasifica a los pacientes según su conducta: los tranquilos, convalecientes, los sucios, que era gente que a lo mejor tenía problema con los esfínteres, que no se cuidaban y generaban esta idea de suciedad. El espacio manicomial se organizaba en torno a estos grupos. A partir de la década de los 10 y los 20, esa clasificación francesa empieza  a cambiar y se empieza a introducir en España la clasificación alemana. No es tan conductual, tiene más que ver con cuadros psiquiátricos determinados y está muy centrada en el desarrollo de la figura de la demencia precoz que es el antecedente a la esquizofrenia. Entonces se intenta hacer de la especialidad una especialidad médica donde la enfermedad mental pueda ser medible, contrastable. Se empiezan a hacer una serie de pruebas clínicas determinadas, se empieza a trabajar con terapias en un intento de legitimación de la propia especialidad respecto a otras especialidades.

¿Las distinticiones se hacían también con las mujeres?

Sí, pero es verdad que en el manicomio de Málaga, al principio, hombres y mujeres entran en el mismo pabellón, aunque están separados. Los mismos espacios son habitados por hombres y mujeres, pero cuando se crea la sala 20, en 1906, la distribución cambia y todo este pabellón antiguo ya es solo ocupado por hombres. Las mujeres pasan a otro pabellón con una distribución más deficitaria.Era un pabellón más pequeño, estaba dentro de la estructura del Hospital General, el espacio era más reducido; las mujeres no tenían acceso al huerto ni los jardines. Es ahí donde yo planteo el tema de la generización de los espacios. Me parece que es un tema muy importante que en nuestro ámbito está poco trabajado. En las últimas décadas se ha trabajado mucho la historia de la psiquiatría y de las instituciones psiquiátricas, pero no se ha introducido la perspectiva de género ahí.

Recuerda a las críticas que se hacen a las cárceles de mujeres.

Efectivamente. La niña que tú comentabas, por ejemplo, date cuenta que ya fue en la posguerra. El manicomio funcionó en la posguerra como un lugar de depósito, de depósito en el sentido de ingresar a personas, incluso niñas, que no tienen ninguna patología psiquiátrica pero no se sabía bien qué hacer con ellas. A veces era un lugar de tránsito. Concretamente en esa historia, la niña pasó finalmente al colegio de las Adoratrices, que era para huérfanas. Los hombres sí tenían esos espacios al aire libre, pero las mujeres no tenían acceso. La laborterapia de las mujeres era una prolongación del trabajo doméstico. Se dedicaban a planchar, a lavar ropa, a cuidar a otras internas, pero no he encontrado acceso a las mujeres al huerto ni a los talleres que sí había para los hombres.

Explicas también cómo se patologizaron tanto las consecuencias de la guerra como a las mujeres rojas; que los relatos psiquiátricos que has encontrado son distintos si las mujeres eran afines al régimen o no.

Se ve muy bien en el análisis de discurso de las historias clínicas. El propio psiquiatra lo relata de una forma muy diferente. Hay un caso concreto de una mujer, creo que casada con un alto militar del Bando nacional, tiene muchos detalles, es un relato muy partidista. Los relatos de las circunstancias de las mujeres vinculadas al bando republicano o que eran más pobres eran distintos. Ahí también tenemos que pensar en la historia de los propios psiquiatras. Pedro Ortiz Ramos, por ejemplo, es un hombre que de alguna manera sufrió las consecuencias de la guerra, fue un hombre al que se le abrió un expediente de depuración y trabajó por legitimarse como afín al régimen para poder seguir trabajando en las instituciones. Yo creo que eso también era una estrategia para hacerse ver aliado del régimen de alguna forma, lo cual no lo justifica.

La mayoría de las mujeres de las que has podido analizar sus expedientes dices que eran analfabetas. Sin embargo, has podido encontrar algunas de las cartas que escribieron.

Mi idea era reconstruir o historizar desde abajo. Yo tenía mucho interés por abordar las historias de internamiento de las mujeres. Al ser una institución de beneficencia y como la mayoría de las mujeres eran pobres y analfabetas he tenido que hacer un trabajo de encaje de bolillos. El nivel de analfabetismo de las mujeres de nuestro país en ese momento era muy alto. Vas encontrando anotaciones que hace el psiquiatra, que hace la familia, y a partir de ahí reconstruyes un poco la historia de las mujeres más pobres. Pero, es verdad, que aunque pocas, hay algunas cartas de mujeres que sí tenían otra formación y ahí se pueden ver elementos muy interesantes. Te das cuenta de que había una jerarquía. Lo que la familia y el discurso psiquiátrico planteaba estaba muy por encima de lo que podían decir ellas.

Hablas de otro tipo de institución: las clínicas de reposo, espacios en los que se trataban “enfermedades nerviosas” con “tratamientos morales”.

La verdad es que es una institución muy interesante. Ni siquiera sabía que existía y me la topé a lo largo de la investigación. Esta institución la inaugura Pedro Ortiz Ramos justo después de terminar la Guerra Civil en el 39 y la monta junto a Gálvez Ginachero, un ginecólogo muy importante en Málaga con un peso político importante. Es lo primero que me llamó la atención. A lo largo del siglo XIX, hay una vinculación fuerte entre la medicina mental y la ginecología. En un momento en el que la medicina necesitaba un sustrato anatómico para justificar las enfermedades de cualquier tipo porque estábamos en un paradigma distinto. Si había una enfermedad, tú tenías que buscar el correlato anatómico: dónde estaba el problema. Desde ahí, la locura de las mujeres se trabaja centrándose en el aparato genital femenino. Si una mujer estaba nerviosa o tenía una depresión, siempre se buscaba el origen en el aparato genital y se desarrollaba una serie de terapia desde ahí. Las clínicas de reposo estaban orientadas a mujeres de familias muy ricas, era una institución montada con mucho lujo, estaba en una colina en Málaga, con unas vistas estupendas, todo era mármol y madera… Lo llamaban casa de reposo porque estaba planteado precisamente como esa idea de ir a reposar, a templar los nervios, dentro de unos paradigmas ambientalistas. Hablan mucho de los beneficios del clima de Málaga, del agua del manantial de Torremolinos, de la importancia del agua, de los aires.. en los humores. Pedro Ortiz Ramos se aseguró de plantear en los folletos que era una institución para mujeres ricas donde no iban a estar las enfermas mentales, que estaban vistas como mujeres que daban problemas y podían romper la calma que ofrecía su institución.

En realidad, algunas mujeres de esa casa de reposo fueron tratadas con electroshock. Esas mujeres para ser tratadas salían de la institución, iban a la sala 20 de la beneficencia, se le aplicaban los electroshock y volvía de nuevo a la casa de reposo. Realmente, tener un aparato de electroshock en una institución como esa rompía por completo la filosofía, pero como él trabajaba en los dos sitios podía hacer ese movimiento. De hecho, Jane Bowles, la escritora estadounidense de la generación de beat, estuvo ingresada en la sala 20 y pasó a la institución de Pedro Ortiz Ramos hasta que falleció allí. Era una mujer con dinero, con prestigio, una escritora de renombre. Una mujer además, un dato muy curioso, atea, con ideas liberales y terminó muriendo en una cama con un crucifijo en las manos y convirtiéndose al catolicismo. La casa de reposo estaba también controlada por las monjas.

¿De qué orden religiosa?

Las Hermanas Hospitalarias. En la posguerra, el tema religioso era muy importante. Ingresar a una mujer, por mucho dinero que tuviera, si no era católico estaba muy mal visto. Ella además estaba en una situación orgánica terrible. Tenía muchos problemas con el tema del alcohol, estaba medio demenciada y aprovecharon ahí para convertirla al catolicismo.

María Huertas Zarco, psiquiatra de Valencia, denuncia en su libro Nueve nombres que la mayoría de las mujeres que encontró allí no tenían razón alguna para estar psiquiatrizadas. 

Sí. De hecho, es una de las conclusiones de mi trabajo. Entre la población con la que me he encontrado, es verdad que sí he encontrado mujeres que tienen lo que podemos llamar un trastorno mental, pero también había mujeres  que no tienen ningún tipo de enfermedad, que era simplemente una cuestión de trasgresión de roles. Luego hay otro grupo de mujeres entre las que esa línea no estaba tan bien definida. ¿Hasta qué punto la incomprensión familiar o social de esa transgresión genera también de alguna manera problemas psicológicos?. Sí, sí, coincido con ella. Me he encontrado muchas historias de mujeres que no tienen sentido. Una de las historias que me impactó, de los años 40, es la de una mujer que ingresó porque había tenido un bebé que necesitaba una medicación cara que ella no podía pagar, pidió dinero a un familiar y se lo negó. El niño finalmente murió y la mujer fue a recriminar al familiar, se pelearon y la reacción, la respuesta social, fue cogerla y llevarla al manicomio. Estuvo internada unas semanas, se le pusieron electrochoques, se le dio el alta. Una situación que, de entrada, no tiene nada que ver con el mundo de la patología mental, es psiquiatrizada porque la respuesta de esa mujer no se ve adecuada. ¡Como si las mujeres tuviéramos que reaccionar de una forma dulce aunque nos estén fastidiando la vida! El tiempo medio de estancia de las mujeres es relativamente corto. Les aplicaban los tratamientos y salían a la calle. Era una reconducción de conducta, una especie de castigo.

¿Qué es la melancolía ansiosa? Es uno de los diagnósticos que has encontrado.

Ahora mismo se podría ver como un cuadro ansioso depresivo, un cuadro de ansiedad, bajo ánimo, tristeza. La melancolía, en la filosofía francesa, tiene unas particularidades. En la melancolía había una cosa que tiene más que ver con la distorsión de la realidad, con una visión completamente pesimista de la vida, una cosa mucho más profunda.

Hablas también de la histeria y de cómo los diagnósticos, también en este caso, eran distintos si las mujeres tenían más o menos recursos económicos.

Sí, date cuenta que la histeria se mercantiliza de alguna manera con todo el desarrollo del psicoanálisis. La histeria es su piedra angular. No solamente una vía de legitimación de la propia teoría psicoanalítica, sino también una vía de legitimación de la práctica clínica.

Foto: Marilú Báez.

Psicosis puerperal, ¿qué es? ¿Estos diagnósticos se siguen usando?

Bueno, sí que se usa todavía, pero su uso es mucho más restringido. El problema de las etiquetas diagnósticas es que hay momentos históricos en los que un mismo diagnóstico se populariza y se empieza a utilizar para situaciones muy diversas. La histeria se generalizó de una manera que en este diagnóstico cabe de todo. Ha pasado lo mismo con la esquizofrenia. La psicosis puerperal el diagnóstico fue desarrollado a finales del XIX y surge en un momento donde la práctica ginecológica necesita una legitimación. Se asociaba a cuadros de agitación, cuadros tóxicos que generan trastornos de conducta por infecciones, pero no se sabía. Ahora no se usa así. Ahora si una mujer después del parto tiene una infección, se diagnostica, se trata con antibióticos y eso cede. La psicosis puerperal se ha quedado restringida a cuadros puramente psiquiátricos.

Explica que las cartas que escribían las mujeres psiquiatrizadas eran una estrategia de resistencia. ¿Has encontrado otras?

Sí, las fugas de la institución. Hicimos un trabajo hace un par de años comparando las fugas de los hombres y de las mujeres y fue muy interesante. Ellos se fugaban con más facilidad, pero aún así, del total de historias que he analizado, más de 800, creo recordar que hay más de 30 de fugas. Algunas reinciden. Se fugaba, las cogían, volvían a fugarse es una estrategia de resistencia clara.  Además, en las anotaciones que he encontrado en las historias clínicas he encontrado algunos planteamientos o denuncias que hacían las mujeres. Mujeres que denunciaban las condiciones del trabajo que desarrollaban en el edificio ayudando en la cocina, ayudando en la limpieza de la sala, cuidando de otras internas más graves. Una de ellas plantea que por qué no había remuneración. Hay elementos de resistencia fundamentales y no hay que caer en la historización victimista de las mujeres porque aun viviendo en situaciones complicadas, hacían denuncias y se resistían.

¿Alguna prefería estar psiquiatrizada que libre?

Sí. Porque, claro, muchas eran mujeres muy pobres. En la institución al menos tenían un espacio donde vivir, algo que comer todos los días. Hay una historia en la que el psiquiatra apunta que no tiene justificación para estar internada, pero la mujer le pedía quedarse. En concreto a esa mujer se le autorizó, fijate, salir a trabajar fuera y volver a dormir a la institución. En esa situación es comprensible que las mujeres a veces buscaran quedarse.

¿Qué has encontrado de lesbianismo? Cuentas la historia de una mujer a la que la ingresan y apuntan que podría ser homosexual porque llevaba pantalones,

El tema de la homosexualidad era un tema bastante tabú y más en las mujeres. Hay un trabajo de un compañero, Francisco Molina, profesor de filosofía, que sí ha trabajado el tema y hace una comparativa muy interesante entre España y Portugal. Él plantea es que la homosexualidad de las mujeres se llevaba mucho más en el ámbito de lo privado, de lo intimo, no había una salida más explicita hacia fuera. La única historia que he encontrado es la que comentas. Es un caso muy concreto y curioso. Es en la guerra, antes de la ocupación de Málaga, cuando las tropas venían copando la provincia. Esta mujer sale del pueblo con su marido huyendo de la ocupación. El hecho de que llevara pantalón llama la atención al psquiatra y plantea que podría ser homosexual. Hay un componente político también porque muchas mujeres, cuando vestían plantones, era porque eran milicianas. En ese momento, en este clima, se asociaba a esa indumentaria.

¿Qué vinculación tiene todo esto con el Patronato de Protección a la Mujer? Consuelo García Cid denuncia que en el psiquiátrico de Ciempozuelos había un pabellón que se llamaba Las patronatas y era solo para las tuteladas por el Patronato.

No he encontrado muchas referencias sobre el Patronato, creo que es un tema muy interesante que habría que investigar de forma más profunda. En el caso de Málaga sí que he encontrado mujeres que estaban bajo la custodia del Patronato y pasaban al manicomio si eran muy disruptivas en la institución. Mujeres que eran más problemáticas entre comillas o alteraban el orden casi marcial del Patronato.

El pabellón psiquiátrico de Santander, que está muy arraigado en el imaginario popular de la ciudad, también se llama “El 20”. ¿Es una simple casualidad?

No lo sabía. En Málaga, según iban creando las salas, las iban enumerando. Al principio ponían el nombre de Santos. La 20 era Santa Rita, y la sala de hombres, la sala 21, era la sala San Carlos. En Málaga, por ejemplo, si pedías un número de la lotería que acaba en 21, era “los locos”. “Dame el número de los locos”. En este caso estaba también en el discurso popular.


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