Recetas de la abuela y otras historias
Mari Luz es muy buena cocinera y también una excelente contadora de historias. Aquí, su nieta, Alba, recoge ambas cosas. Esta recopilación empezó a gestarse hace más de siete años, a orillas del Águeda, mientras Mari Luz se daba crema en las piernas.
Alba Algarabia
¿Tu abuela es de las que hacen croquetas como si les fuera la vida en ello? ¿O es más de cocretas? La verdad es que mi abuela Mari Luz, ni las unas ni las otras. Pero sí que es una gran cocinera. Y una gran contadora de historias. Así que uniendo unas pasiones con otras, he hilvanado ―o más bien, bordado― un relato de su vida, que es también un pedazo de la historia de España y de Euskal Herria.
Comparto aquí uno de mis capítulos favoritos, con pantallazos del libro, para que podáis disfrutar del maravilloso trabajo de la maquetadora Meritxell Martinez Navarro (@bluedymeri), de la ilustradora Inés Padrón Olivé (@ipadronolive), y del retrato de portada que ha hecho Udane Juaristi (@udatxo). También odréis escuchar la voz de mi abuela dentro del libro y en las presentaciones del mismo. Todas las fechas y más en mi web.
Duelos a todo color
Se me ocurrió decir a mi cuñada: “Por no ir siempre con lo negro, Mari, ¿por qué no me bajas a buscar una faldita, de cuadritos, de esas patagallo que hay tan majas?”, “Sí, sí, ahora bajo”. Y bajó a una tienda que había al la’o de mi casa. Y entonces la subió y me la puse. “No, dile que me corte por ‘cima de la rodilla. Yo tan larga no quiero”. Y dice mi suegra: “¡Dile que no! ¿¡Cómo te vas a poner eso?! ¡Qué vergüenza, una mujer viuda!…”. Y le dio un desmayo.
Este texto comenzó a gestarse a orillas del Águeda hace más de siete años, mientras la abuela se untaba crema en sus rodillas octogenarias. Siempre que bajamos al río, se arremanga la camisola o el pantalón de verano para que se le dore bien esa parte de las patitas. La que más le gustaba a Antonio.
Un duelo siempre es un trago, pero cada cual escoge, más o menos conscientemente, cómo quiere dolerse. Es el relato lo que cuenta.
La abuela tiene muy presentes a sus difuntos. Habla con ellos todos los días a través de su médium, el gato Lucas.
A sus ochenta y nueve, carga con unos cuantos duelos a sus espaldas. Dos veces viuda, de Antonio y de Patxi. Es para ella un lamento, pero, también, una seña de identidad.
Ya se despidió de varios hermanos ―Carlos, Paco, Pili I―. Mucho antes, de su madre, Lorenza. De su padre, Mariano, apenas pudo despedirse, porque la guerra se lo robó de forma violenta cuando la abuela aún no había cumplido los seis años. También dijo adiós a sus hijas, cuando se casaron las tres y se fueron de casa. Agur a las amigas ―y a muchos compañeros de la Cope, su trabajo―, nombres que una va tachando del listín, como en la película de Amélie.
Pero a la muerte, ella no la teme. ¡Ya vendrá! Pide por sus vivos y por todos sus muertos a Juan Pablo II cada noche, pero no se acuesta con voluntad de reunirse pronto con estos últimos, incluso en tiempos de pandemia.
¡Me puedo morir al momento! Y nadie podemos decir “¡Uy, uy! ¡Yo, no!”. ¡No! Eso nunca decir “yo no me voy a morir nunca”. Pero hay que no estar pensando en la muerte. ¡Vives mejor, eres más feliz! Yo me voy a la cama ¡y no me meto en la cama con miedo de que me voy a morir, como hay mucha gente! ¡Yo, no! ¡Si tiene que ser, tiene que ser! Pero que dios lo manda ¡cuando él quiere! … Estar pendiente, pensando, pensando… dando vueltas. ¡No, señor! ¡Yo, nunca, jamás! Y si digo otra cosa ¡miento! Y a la gente que lo empieza a hablar de ello, que pa’quí que pa’llá… ¡si no te digo! ¡Si yo me puedo morir dentro de un segundo mismo, me puedo caer y morir! Pero yo no pienso en ello, que sé que tiene que venir, pero ¡ya vendrá! ¿No es así? ¿Ves cómo soy? ¡Eso es positiva! No estar pensando tanto en las bobadas, las bobadas… ¡Jamás!
Yo, todo, de joven, he divertido todo lo que he podido…
La Muerte es el cambio en el tarot, la transformación. Cercena vidas, pero también podemos crecernos en los huecos que deja. Salir, reír, hacer fiestas. Y vestirnos con mini en los entierros.
Alivio (de) luto, le llaman.
A tu abuelo no le gustaba que nos vestiríamos de negro, porque su prima, Mari Carmen, se quedó viuda… y le dijo: “Mari Carmen, har el favor de quitarte esa ropa ―el día del intierro―, porque has hecho por tu marido mucho, cuando ha estao en el hospital y no te has salido tú de ahí, con él, con él… ¡Eso es lo que hay que hacer con las personas que se van a morir: atenderlas y ayudarles en todo lo que sea! Pero el negro, ¡es una bobada!”.
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