¿Unos ‘Bridgerton’ feministas, antirracistas y con conciencia de clase?

¿Unos ‘Bridgerton’ feministas, antirracistas y con conciencia de clase?

La escritora Reyes de Miguel intenta deconstruir Los Bridgerton y similares en ‘Un perfecto desconocido’, pero, ¿es posible? Comentamos con autoras y expertas la vigencia del ‘cine de tacitas’ y si es posible traerlo a la actualidad sin valores anticuados o tóxicos

Texto: Jose A Cano
30/11/2022

Fotograma de la segunda temporada de ‘Los Bridgerton’.

“Como lectora disfruto de la novela romántica más ñoña y tradicional. Me he bebido las novelas de Los Bridgerton de Julia Quinn y disfrutado como una enana. Pero dentro de esa fórmula que me gusta, sé detectar las cosas que me generan conflicto como feminista. No hablo de la técnica literaria, sino de cómo se enfoca la trama amorosa o el tipo de relaciones que se romantizan. Estaba convencida de que se podía escribir una novela de ese tipo sin que una mujer feminista tuviese acabar llamándolo ‘placer culpable’. Que no sea culpable. Vamos a pasarlo bien sin dejar de estar concienciadas”.

Reyes de Miguel es la autora Un perfecto desconocido (Ed. Versatil, 2022), una historia de amor entre una huérfana y un conde ambientada en la Gran Bretaña de la Regencia. El argumento no suena particularmente original y ella misma lo defiende así: “Para poder escribir lo que quería no podía saltarme las reglas del género, tenía que respetarlas más que nunca”. La misma existencia de su libro, que tendrá segunda y tercera parte, al estilo de sagas como la mencionada Los Bridgerton, plantea la vigencia del género ‘de tacitas’, deudor de autoras como Jane Austen o las hermanas Brontë, y que mantienen de actualidad productos audiovisuales como la polémica adaptación de Netflix de las novelas de Julia Quinn.

Estrenada en marzo de 2022, la segunda temporada de Los Bridgerton en la plataforma batió récords de visionados mientras trataba de “arreglar” algunas críticas contra su primera entrega, planteando personajes femeninos más empoderados –eliminando la competencia entre hermanas del literario y dejando claro que la protagonista no desea casarse para tener independencia, por ejemplo. Además de su también polémica diversidad racial, presentando anacrónicos nobles no blancos en pleno XIX inglés.

La tendencia a deconstruir la ficción ‘de la Regencia’ ya está en otras producciones paralelas y menos conocidas. Por ejemplo, Sanditon (2019-2022), adaptación de la novela póstuma e inacaba de Jane Austen, que amplía lo planteado por la autora y también añade personajes racializados. O Gentleman Jack (2019-2022), basada en la vida de la industrial Anne Lister, donde la historia de amor central, ficcionada a partir de hechos reales, es entre dos mujeres. De su misma guionista y creadora, Sally Wainwright, se estrenó en 2016 To Walk Invisible, miniserie biopic sobre las hermanas Brontë que igualmente buscaba desmontar tópicos.

Aunque no todas estas relecturas son recibidas igual de bien. Ana De Haro, periodista y escritora, autora de la novela La hija de Barbazul (Aldevara, 2016), en la que hace el mismo ejercicio que De Miguel pero con cuentos infantiles y que ha analizado los tropos del ‘cine de tacitas’ -entendido como el que recrea escenas costumbristas del XIX inglés, casi siempre con trama amorosa o al menos relacionada con el matrimonio- en su podcast Sabihondas, nos señala varios ejemplos: “La adaptación de Persuasión de Netflix, estrenada este año, intenta modernizar la novela de Jane Austen metiéndole claves actuales… y falla. En toda obra literaria tienes una cultura superficial, que es la parte que identificamos con este subgénero, la estética: los vestidos, los bailes… Y una cultura profunda, que tiene que ver con la mentalidad y la forma de estar en el mundo de los personajes. Si a la protagonista le das la mentalidad de una feminista actual, se produce la extrañeza, no encaja con cómo se desarrolla la trama porque sencillamente es un anacronismo, y la autora escribió los hechos en función de esa cultura profunda”. Los personajes de Austen “eran muy avanzados para su época, pero no son compatibles con nuestra mentalidad si quieres que el contexto histórico sea realista”.

De Haro excluye a Los Bridgerton de esta crítica porque “no pretende ser históricamente riguroso en ningún aspecto, ni en las relaciones de los personajes, ni en el reparto racializado, ni en los diálogos, ni en el diseño de vestuario… toda esa purpurina y esos escotes habrían sido imposibles en el siglo XIX. Pero te lo deja muy claro: es una fantasía. La banda sonora son versiones de Taylor Swift o Ariana Grande tocadas por cuartetos de cuerda”.

Como contraejemplos positivos propone otros dos. El primero, la versión de Mujercitas de 2019 de Greta Gerwig, con un doble final en el que Joe se casa… y no. “La directora es muy inteligente y recoge las circunstancias que tuvo Louise May Alcott en su momento histórico para publicar la novela, que se conocen por sus cartas. La obligaron a casar a su protagonista para darle un final comercial. Así que lo hace de manera que no hay conflicto: el final original está, pero también otro más fiel a lo que quiso la autora y a un personaje tan independiente”. Lo mismo para Emma (2020), de Autumn de Wilde: “Lo que hace es primar más el aspecto cómico del libro, frente a la trama romántica que es la que se adaptaba siempre. Está más cerca del enfoque de la novela de Austen, y sí, eso empodera a la protagonista, pero es que ya era así en el original”.

¿Intentar actualizar a valores del siglo XXI los tropos es una confesión de esa ‘culpabilidad’ que mencionaba De Miguel? Irene Raya, profesora de la Universidad de Sevilla y especialista en narrativas de cultura popular, no cree “que sean precisamente sus esquemas patriarcales los que cautivan a las lectoras, sino la presentación del amor como un hecho que puede cambiar el destino de las mujeres en un momento histórico en el que sus posibilidades vitales eran escasas. También suelen desarrollarse en entornos bucólicos muy alejados de la experiencia común urbana contemporánea, de nuevo más cerca del relato de fantasía que del histórico”.

Aunque pide leer siempre desde una perspectiva crítica el género, considera que “ningún referente de ficción, sea o no romántico, puede tomarse como modelo vital. Tan nociva es la idea del amor romántico de Los Bridgerton como la representación de la mujer en La Dolce Vita de Fellini. La cuestión es abordar las series y las películas con una distancia crítica, que te permita disfrutarlas, pero siendo consciente de la ideología subyacente que todo producto audiovisual tiene”.

Por eso, opina que cuando se fabrican dichas historias desde la actualidad, “en el desarrollo de ficciones históricas que representan hechos relevantes, si introduces modificaciones significativas en cuestión de género, raza, discapacidad u orientación sexual, se puede estar restando importancia a luchas sociales que han costado vidas. Creo que este tipo de productos, si no aceptan abiertamente su distancia con la realidad, van contra la memoria histórica”.

Precisamente el aspecto de la diversidad racial en Los Bridgerton se ha denostado tanto por el manido argumento de la “diversidad forzada” como por lecturas que creen que presentar personajes no blancos sin que sufran la violencia propia de la época invisibiliza el racismo. David Harada, responsable del departamento legal y de guion de The Black View, asociación dedicada visibilizar el trabajo de actores y actrices negras en España y promover representaciones alejadas de los tópicos, no coincide con esta última crítica por entender que “su código va aparte, es un universo paralelo”, pero tampoco cree que sea “ni un referente ni la representación más adecuada”

“Si quieres poner a actores racializados con papeles de época que vayan más allá del tópico de sacar a un esclavo y demás, desde el punto de vista histórico es complicado, pero no es imposible”, opina. “¿Hasta qué punto es mejor coger historias que ya existen e introducir un personaje racializado? ¿No sería mejor buscar episodios históricos con protagonistas no blancos que ya están ahí, nunca se han contado y en las que un reparto racializado estaría plenamente justificado?”.

Un caso, por ejemplo, es el personaje que interpreta Jean Cruz en la española La cocinera de Castamar (2021), un niño nacido esclavo pero adoptado por una familia noble y criado como tal que es rechazado por parte de la alta sociedad. “Ese personaje ya era así en la novela y refleja problemáticas reales de su época, pero lo interesante es el background que tiene y no se analiza”, comenta Harada, “como es el pasado de España como potencia esclavista, que nunca se aborda en la ficción”.

Las novelistas De Miguel y De Haro coinciden en rebelarse contra la consideración del género como “menor”. La segunda cree detectar el mismo desprecio machista que sufrió la misma Jane Austen: “Ya está más que reivindicada, pero en su momento se la consideró una autora menor porque el universo que retrataba era doméstico. Parece que cualquier literatura escrita por o para mujeres es siempre menor, se te va a considerar menos en serio como autora”. Por otra parte, el género ‘de tacitas’ “es muy cómodo como lector, tiene una reglas inmediatas y esperadas, pero eso no está reñido con la calidad artística. Es como si ves un western, sabes el tipo de discurso que te vas a encontrar, incluso aunque sea uno revisado”.

Para Reyes de Miguel “son novelas de fórmula, donde uno más uno siempre suman dos, pero eso no es negativo ni positivo”. Puntualiza que para ella “no son novelas herederas de Austen, que aunque usara el amor como conflicto motor, es un anacronismo llamar a las suyas novelas románticas. Lo que le interesa es la ironía y el análisis de los comportamientos sociales. Pero sí que son herederas de la fascinación por el personaje del Señor Darcy de Orgullo y Prejuicio, que ha superado la barrera del tiempo. Cada época lo construye y consume de una forma diferente”.

El protagonista masculino de Un perfecto desconocido, de hecho, es un Darcy muy particular: uno que quiere dejar de serlo. Un conde que querría dejar su título para poder trabajar como médico, su auténtica vocación. Frente al tópico en que es la protagonista femenina la que “sube” de clase social, propone un “héroe” que desciende de categoría. “Cuando entro a la novela, quiero desmontar el género por la parte del feminismo… y me encuentro también con el clasismo. Me encantaría poder decir que era algo planeado, pero la realidad es que para no odiar a mi propio personaje tenía que tener un trabajo con un horario, redimirse con algún tipo de vocación, o me salía otro noble estirado más”.

Con el personaje femenino, el reto era “evitar los tópicos misóginos. Me saca de quicio que se reivindique la figura de la mujer insumisa, rebelde, distinta de las demás, como algo empoderador del género… Eso no es empoderador, casi me atrevo a decir que es lo contrario… Claro que la chica tiene personalidad, ¿qué vas a decir, que es una insulsa? Sí, las lectoras se tienen que identificar con ella. Pero decir que es diferente implica que todas las demás son unas sometidas o ‘se lo merecen’ menos ella. La temporada dos de Los Bridgerton ya eliminaba esa competición entre mujeres y la mayoría de versiones contemporáneas siguen ese camino”.

Finalmente le quedaba el aspecto de la novela erótica disfrazada de romántica: “Hay mucha de fantasía sexual en el género. No creo que se trate tanto de la estética de los corsés o algo así como que, si lo que quieres es una historia sobre sexo, no quieres por encima un argumento metafísico. Los personajes tienen que tener dificultades creíbles dentro de su mundo, pero no tanto como para arruinar el polvo. O sea, puedes hacerlo, pero te sales del género, supongo”. Este aspecto, que se critica a menudo, “en el fondo también es misógino, ¿por qué no pueden leer las mujeres literatura erótica, o directamente pornográfica en algún pasaje, como a veces escribe Megan Maxwell, si les apetece? Si somos conscientes de lo que estamos leyendo, ¡déjanos que disfrutemos!”.

La profesora Irene Raya termina con una sugerencia: “Ya que se están haciendo estas reinterpretaciones, sería muy original realizar productos que mantuvieran estética y estructura, y dar un giro completo en cuestión de género. Por ejemplo, proponer una serie de la Regencia en la que las mujeres tengan el papel activo y los hombres tengan que prepararse para la temporada matrimonial. Que un hombre fuera el diamante de la temporada”.


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