‘La emperatriz rebelde (Corsage)’, películas y mujeres desobedientes

‘La emperatriz rebelde (Corsage)’, películas y mujeres desobedientes

Vicky Krieps, productora ejecutiva y la actriz que da vida a Sissi, acaba de ganar el premio a mejor actriz europea por este papel.

04/01/2023

Fotograma de ‘La emperatriz rebelde (Corsage)’. / Foto: (c) Felix Vratny

A la película La emperatriz rebelde (Corsage) no le interesa en absoluto la fidelidad histórica, bosteza de total aburrimiento ante la sola idea de crear una escenografía con un manual de historia regia bajo el brazo. Prefiere la libertad creativa del arte. La refrescante bocanada de aire fresco de la desobediencia. Desabrochemos corchetes, desanudemos cintas y cordeles porque aprietan y nos dejan marcas.

Corsage (corsé, cuerpo) no es un biopic de época al uso sobre Isabel de Austria (Sissi), sino una película de ficción. Una gran ventana mágica ante nuestros ojos por la que saltamos con pértiga sobre el tiempo y el espacio junto al tándem Marie Kreutzer (directora y guionista) y Vicky Krieps (idea original, protagonista y productora ejecutiva). Las propias luchas personales de las creadoras atraviesan con honestidad la pantalla determinadas ambas a agarrarnos con fuerza para contarnos algo sobre el pegajoso mandato social de la perfección dirigida a las mujeres, y sobre nuestros cuerpos como territorios de lucha.

El filme establece una conexión temporal entre el siglo XIX y el XXI, y se concreta gracias al personaje principal. La emperatriz será el vehículo a través del cual ambos siglos muestren sus conexiones y la vigencia de muchos machismos. Ella encarna violencias pasadas y presentes diseñadas para el control y la neutralización de las mujeres. Y lo hace desde posturas desobedientes e insumisas, desde actitudes no complacientes. La actriz protagonista afirma que en sus espacios para la improvisación interpretó el personaje como si le dijera a Romy Schneider: “Ven, vamos a portarnos mal”.

Cuerpos oprimidos, vidas en lucha

Para la directora era muy importante destacar las expectativas colocadas socialmente sobre las mujeres en campos diversos. En una entrevista para el Festival de Cine de San Sebastián, afirma: “Ahora solo pienso en que tengo 45, pero el sistema te dice que todavía puedes ser perfecta si trabajas duro, porque todo está diseñado para que las mujeres nunca puedan lograr todo lo que quieren, porque para ello los varones deberían dar demasiado a demasiados niveles”. Krieps, recientemente premiada como mejor actriz europea por este papel, apuntilla: “La parte física es la más injusta porque es como si estuviéramos atrapadas en el cuerpo, definidas por el cuerpo, sexualmente referidas a través del cuerpo, un cuerpo que no elegimos y que aparentemente nos convierte en un objeto”.

Tras la investigación previa sobre el personaje histórico, la directora descubre que la emperatriz dio muestras de pequeños actos de rebeldía. Le parecieron discretos, pero consistentes. Tanto como para constituirlos en el material de una buena historia, una universal y que apelara a las mujeres de todos los tiempos. Estas rebeliones de Isabel de Austria detectadas fueron las siguientes, según Marie Kreutzer: “Sissi debía complacer para ser amada, algo que está presente en la educación de las mujeres de hoy”. La protagonista histórica “viajaba mucho, intentaba huir de la jaula, iba a cenas, pero no tocaba su comida, era fumadora, algo inapropiado para una mujer de esa época. Personas de su séquito se hacían pasar por ella en actos públicos”.

Todas estas reivindicaciones están veladas en sus biografías por la mirada androcéntrica de la historia y la psiquiatría. Pero la directora decide planear a kilómetros de su anorexia, sus depresiones, del suicidio de su hijo y de la muerte de otra de sus hijas. No quiere explicar ni justificar al personaje por el evidente dolor, o posible enfermedad psíquica, quiere ir más adentro desde una perspectiva feminista y una postura estética conceptual. Porque señala como verdadero corsé aniquilador a la institución monárquica, evidente estructura patriarcal, a la misoginia de la época diseminada en los comentarios sociales, a los medios de comunicación, a las habladurías, a las burlas en su presencia, a las humillaciones públicas y, por supuesto, a las estrategias de poder y dominación de su marido.

La directora describe a una mujer inteligente, fumadora, interesada por la actualidad, por la política, con deseos de vida y libertad, decidida a educar a su hija en la desobediencia, en la herencia cultural que ella le proporcionaba, pero anulada por una estructura patriarcal institucionalizada y por un marido que ejerce control físico, además de violencia psicológica y vicaria sobre su hija y sobre ella.

Francisquito el maltratador

Apodaremos “Francisquito el maltratador’ a Francisco José I de Austria por su intento sistemático de reducción a la nada a su esposa. Todo el tiempo impone, discrimina, ataca su identidad, su valor, sus aportaciones. Emplea una falsa racionalidad para amputar cualquier posibilidad de calor interior en ella. Su prioridad constante es dejar claro su poder, su estatus, su dominación, en público y en privado. Debe disminuirla, invisibilizarla, apartarla. Porque ella es mejor. Debe obedecerle a él. Según él. Pero se ha escrito una protagonista cuya naturaleza es inconformista, para que tenga planes y sea inquebrantable al llevarlos a cabo.

Francisco José e Isabel mantienen una guerra cuyo eje principal radica en el sexo y la desobediencia. Que él sea el rey es una extensión de la misógina expresión “el cabeza de familia”. El que piensa, el que sabe, el que tiene la razón. Y, supuestamente, manda. Esto es algo que han captado su hija y su hijo. Es muy llamativo cómo estos personajes representan las voces de los mandatos sociales que la oprimen. Cómo la familia se alía para frenarla porque vela por los intereses del padre, el rey, y le sirven a él. Cómo la vergüenza y la vigilancia ensombrecen la naturalidad de la relación con sus hijos. Desconfían de ella.

Estamos ante la necesidad de desacreditar a la madre y seducir a los hijos para que vigilen si cumple con la compostura, con la decencia. Estamos en el límite entre portarte bien o un internamiento en un sanatorio. Estamos en los difusos límites del maltrato psicológico con formas diversas, entre ellas el gaslighting y la violencia vicaria.

Decisiones estéticas desobedientes

Por un lado, la más evidente decisión estética es sin duda la elección de la música, pues corresponde a una apertura del proceso creativo, ya que se ha utilizado la lista de reproducción que utilizó la directora como inspiración para la escritura del guion. Algo que resulta no normativo e incluso desobediente, muy de cine de autora. Utiliza música contemporánea que formaba parte del diseño desde el comienzo del proyecto, esto es, había una voluntad consciente al elegirla. Al igual que el tema central de la banda sonora perteneciente a Colleen. No podemos verlo como un guiño o copia de la película de María Antonieta de Sofia Coppola, puesto que en Corsage, la banda sonora sintoniza con el espíritu del mensaje para envolvernos, sin ninguna otra intención o efecto.

Por otro, utiliza localizaciones de interiores e indumentarias que no responden al tiempo histórico, sino a la adaptación del presupuesto y a la contextualización de un reino empobrecido y decadente. Sin olvidar el uso de un lenguaje audiovisual con una composición fotográfica moderna, de una belleza de gran impacto y una pincelada surrealista, decisiones todas ellas que muestran una clara voluntad de estilo.
A este conjunto de elementos no podemos denominarlos errores ni incorrecciones. La directora afirma que mostrar las cosas como si estuviéramos ahí la impulsó todo el tiempo: “No había redes sociales, vídeos caseros, no hay siquiera una sola entrevista con ella. Hay muchas páginas en blanco que solo puedes ignorar hasta cierto punto”.

Kreutzer se ha dedicado en la película a llenar esos espacios en blanco con detalles para que sintamos las miradas, los dardos envenenados, los dobles sentidos, la imposición de un marido que además de esposo es rey, la repercusión en las mujeres de tanta opresión y control. Podemos leer esta intencionalidad en la forma de componer los planos y en su montaje.

Fotograma de ‘La emperatriz rebelde (Corsage)’. / Foto: Robert Brandstaetter

Por ejemplo, se busca que no disfrutemos con los fastos, con la hipocresía de la mascarada. Algo completamente opuesto a las películas de época. Resalta aspectos concretos, intenciones de las miradas, reacciones orgánicas abrumadoras y al mismo tiempo contenidas, todo ello manteniendo la visión de conjunto, el contexto de la situación, la tensión. La cámara no deja libre nuestra mirada, la conduce, nos obliga a mirar. Es una perspectiva muy adecuada para observar lo invisibilizado. Porque Sissi es la otredad, el florero en el paisaje. Y ella es consciente, de ahí su desobediencia, sus reacciones viscerales, su autodefensa activa sin opción de resolución, pues ella solo puede escapar.

El conflicto del personaje

El conflicto del personaje gira en torno a su 40 cumpleaños y es el que mueve el guion. Un momento vital cargado para ella de connotaciones y creencias. El recordatorio social constante de su misión. Mantener intacta la belleza. Cultivarla. Mostrarla. Exhibirla, su rol más destacado en el reinado. Su aportación al imperio más importante es que la peinen e inmortalicen en pinturas para la posteridad. Además, debe soportar con estoicismo comentarios insultantes hacia su persona sin poder responder y sin que nadie considere a bien evitarlo. Valoraciones sobre la tersura de su piel, su peso, su figura, su comportamiento, su decencia, su cordura. Todo ello resulta suficiente para tener un conflicto. ¿Verdad?

Para terminar, queremos transmitir las palabras de la actriz protagonista, Vicky Krieps durante la entrega del premio a la mejor actriz europea: “Quiero dedicar este premio a todas las mujeres del mundo que necesitan ser vistas y escuchadas, que necesitan liberarse y sanar estas profundas heridas que arrastramos desde hace generaciones. Y que necesitamos sanar para que el hombre y la mujer puedan volver a unirse”. Y ello lo dijo además haciendo gala de la desobediencia que habita en la emperatriz rebelde, desde su casa y vestida de manera cómoda e informal. Porque las obligaciones de etiqueta de muchos festivales imponen tacones, estilos de vestimenta segregados por sexos, etcétera. Así que, de nuevo, fondo y forma en completa armonía. Una película honesta, feminista, realizada por mujeres honestas, eso sí, blancas y de países de la Europa de clase A. Pero se lo agradecemos igual.

 


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