Drag King Dreams, el apoyo mutuo como base de la resistencia

Drag King Dreams, el apoyo mutuo como base de la resistencia

Las novelas de Leslie Feinberg, traducidas y publicadas ambas al castellano por Levantafuego, son una clara muestra de lo que María Galindo llama alianzas imposibles: una relación de complicidad que responde desde la desobediencia a la fragmentación patriarcal.

22/02/2023

Portada del libro de Leslie Feinberg, ‘Drago King Dreams’.

Una casa dividida no puede tenerse en pie

L. Feinberg

En la comunidad migrante, en el activismo antirracista, hay algo que siempre nos acompaña: la  emergencia. Hacemos y reaccionamos en la emergencia, gestionamos la emergencia, apagamos fuegos, damos respuesta lo más rápido posible a situaciones vitales insostenibles; desahucios, deportaciones, internamientos en CIEs, detenciones arbitrarias, precariedad y pobreza en todos los ámbitos de la vida. Habitar el antirracismo es como una máquina que nunca para, no bien hemos resuelto alguna situación crítica llega otra y muchas veces nos vemos con poco tiempo para pensar, para articular nuestros sentires. El activismo es 24/7, pero la solidaridad y el apoyo mutuo, también lo son. Las antirracistas, las disidencias sexogenéricas, las transfeministas, sabemos que son nuestras redes afectivas y activistas las que nos sostienen y permiten vivir en la emergencia. Nuestra lucha es por salir de esa emergencia, aunque hayamos aprendido a sobrevivir en ella, a movernos por las grietas del capitalismo neocolonial y a hackear el sistema.

La segunda novela de Leslie Feinberg, publicada en inglés en 2006, retrata la emergencia a la que me refiero. Escrita y ambientada en el Nueva York post 11S, habla de precariedad, de securitismo, de racismo, de desapariciones, de una sociedad rota, desestructurada, en donde impera el odio, y el miedo campa a sus anchas. Pero también habla de resistencia, de redes de cuidados, de apoyo mutuo, de lucha de clases y como no podía ser de otra forma, es una historia de amor: la de las alianzas imposibles.

— ¿Tienes miedo?

— Este no me da miedo. Lo que me da miedo es que hay más y son muchos— le dice Max a Vickie, mientras el machista transfóbo de turno les grita tras los cristales del tren. Max sabe que esos gritos están cargados de odio. Vickie tiene miedo, Max la certeza de que no importa quién, siempre habrá alguien esperando el momento de atacar, de gritarle, de darle una paliza o de matarle. En las primeras cinco páginas del libro aparece ya el desgarro, el suceso que marca todo el texto: la desaparición de Vickie, travesti, abogada, activista, judía y militante comunista, uno de los personajes que, aunque ausente, configura el universo en el que vive y resiste Max.

Drag King Dreams es una novela protagonizada por una persona transmasculina: Max, “butch de traje y corbata; marimacho brutote, drag king de los de antes” en sus propias palabras. No sabemos mucho de él, no sabemos cuántos años tiene, aunque podemos intuirlo por los recuerdos de luchas pasadas que comparte con Ruby, una mujer trans con SIDA, esto es importante para la trama, porque si bien es cierto que la peor crisis del SIDA ya había pasado para los 2000, en un país en el que nadie o casi nadie tiene seguro médico, es la red afectiva de Max, de la cual Ruby es un nudo, la que sostiene económicamente su tratamiento médico, “estoy aquí sentada contemplando una puta guerra [la de de Irak]. Han conseguido todo ese dinero para comprar bombas y hacerse con el petróleo, y mientras mis amigues han tenido que hacer una colecta para comprarme medicamentos”, dice. El apoyo mutuo como contrapartida a la necropolítica.

Max es, como la misma Feinberg, judío secular. Creció en las cooperativas de vivienda construidas en los años 20 por la Asociación de Trabajadores Unidos (parte de Industrial Workers of the World ) para militantes comunistas en el Bronx, con la intención de ofrecer vivienda digna a la población judía que vivía en el Lower East Side, barrio en donde crece Hesh, amigo de la infancia de Max. Es Hesh, un geek solitario, quien le abre el mundo del internet a nuestro protagonista y esa incursión de Max en el ciberespacio nos recuerda a los primeros años del ciberfeminismo, de VNS Matrix, de la red como un abanico lleno de posibilidades, como recuerda Remedios Zafra en el prólogo a Ciberfeminismo (Holobionte, 2019), “intuíamos con fuerza que en la pantalla podríamos probar a desvestirnos de los trajes heredados, crear otros, abordar lo que sobre las identidades no se comprende y se esconde o domestica, liberarnos de corsés, desplegar las alas”, es el lugar que Max ha estado buscando, aunque ni tan siquiera ahí pueda librarse de la violencia que supone el binarismo de género.

Sabemos también, que su madre murió cuando era pequeño, y que la voz de su tía Raisa, la roja, le resuena en la cabeza cuando tiene miedo: “El mundo os pertenece a todos vosotros, a los que sostenéis el mundo todos los días con vuestro trabajo”. Drag King Dreams está atravesada por la clase, la precariedad y la militancia comunista, esto no es baladí ya que la misma Feinberg insistía en presentarse como comunista, sindicalista, antirracista y activista trans. Es una novela escrita desde ahí y que sin duda además de retratar la emergencia, rinde un homenaje al activismo. No pierde la oportunidad de mostrar cómo en muchos momentos de la historia de “la lucha”, las reivindicaciones LGTBIQ+ y los sindicatos de clase han estado juntas en la barricada, porque ultimadamente, clase trabajadora somos todas.

Clase trabajadora también es la población migrante, esa que como Max es turista aun en su propio barrio. Personas que habitan el desarraigo, que no pertenecen a ningún sitio, que son extranjerizadas constantemente, sospechosas, y que en aquellos años post 11S sufrieron desapariciones forzadas, arrestos, deportaciones en caliente, racismo y xenofobia. Esta es una de las alianzas más insólitas del libro, la que se teje entre Max y sus vecinos musulmanes: Hatem y Mohamed. Una relación que Feinberg presenta como de igual a igual, en la que se ayudan mutuamente y no es la persona blanca quien de alguna forma “salva” de la desgracia a la racializada.

Podría seguir hablando de la novela y no terminaría de desenredar todos los hilos de la compleja madeja que es Drag King Dreams. Leslie Feinberg, la de las alianzas imposibles, completa con este texto la epopeya queer iniciada con Stone Butch Blues y se reafirma en la necesidad de construir un colectivo para el que el apoyo mutuo y la solidaridad sean la base de la resistencia.

No quiero perder la oportunidad de agradecer a las traductoras y a la editorial, que todo el texto esté escrito utilizando mayormente el género neutro. También remarcar que el precio del libro cubre solo los costes de producción, como fue la voluntad de Leslie y que cualquier beneficio es destinado al colectivo LGTBIQ+ o iniciativas antirracistas.


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