‘Finlandia’ y las risas enlatadas

‘Finlandia’ y las risas enlatadas

Irene Escolar trabaja en esta obra de Pascal Rambert que pone en evidencia la figura de la feminista aguafiestas como hazmerreír. Hablamos con la actriz de un proceso tan particular como es el del teatro del dramaturgo.

Irene Escolar en la obra ‘Finlandia’. | Foto: Vanessa Rabade.

A partir de la obra Finlandia de Pascal Rambert interpretada por Irene Escolar e Israel Elejalde, que comienza ahora su gira y pude ver en el Teatro de la Abadía en Madrid, comentaremos las reacciones del público ante una discusión enfurecida de pareja y las latentes carencias sociales en feminismo y educación emocional. Antes de verla, conocía el texto y pensaba que nos quedaríamos todes en el sitio al verla en directo, pero me sorprendieron las risas sistemáticas a cada chiste cuñado. Como no estábamos viendo Torrente, esta reacción me resultó más perturbadora que la obra en sí.

La cultura pop actual, y esta obra de teatro más alternativa, sigue utilizando la figura de la feminista killjoy (aguafiestas) como hazmerreír, y lo que parece ser un conflicto expuesto desde una pretendida igualdad, acaba cayendo en el relato redundante del pobre hombre victimizándose ante la mujer emasculadora de sangre fría. No digo que sea el texto en sí, sino la recepción del texto. Esto me recordó a cuando en 2019 parecía que la exitosa Historias de Un Matrimonio de Noah Baumbach, con Scarlett Johansson y Adam Driver en pantalla, cambiaba las reglas del juego sobre la exposición de los conflictos de pareja, pero nos abocaba a empatizar y sentir pena, una vez más, por el personaje masculino.

Hablamos con Irene Escolar para conocer de primera mano un proceso tan particular como el del teatro de Pascal Rambert, así como la respuesta desgraciadamente reveladora del pensamiento hegemónico en cada función.

¿Cómo fue tu primera impresión al leer el texto? Aparte del reto interpretativo que puede suponer una obra de Rambert, ¿qué impresiones tuviste como lectora en lo que respecta a la perspectiva de género?

Recuerdo que la primera vez que leí la función me produjo tal impresión que lancé (literalmente) el texto a la otra punta del sofá. Más allá de la complejidad interpretativa, me revolvió, me asustó y pensé en qué necesidad tenía yo de meterme en algo tan salvaje y tan violento. Necesité darme un espacio de unos días para volver a leerlo. Incluso me planteé hasta qué punto yo quería dar vida a una mujer tan violenta, tan fuera de sí y tan cerca de la destrucción. Cuando sentí ese miedo profundo es cuando supe que tenía y que quería meterme ahí. Todo esto, que es bastante íntimo, lo cuento porque me hizo reflexionar mucho en cuanto a por qué yo tenía prejuicios a la hora de mostrar a una mujer impulsiva, imperfecta, violenta y destructiva. No quería ver a una mujer así. La mujer tenía que ser perfecta, tener razón en todo y nunca perder los papeles: error absoluto y pensamiento simple, pero es la verdad y quiero compartirlo. Como artista tienes una responsabilidad en cuanto a las decisiones que tomas, y asumo que me asustó y que tardé un tiempo en entender profundamente que mostrar a una mujer real con sus contradicciones inmensas era lo verdaderamente revolucionario. Lo que también me llevó a reflexionar sobre por qué nos estamos habituando cada vez más a querer ver cosas complacientes y que no perturben nuestro ideal.

¿Podrías compartir tus aportaciones al texto? ¿Cuánto hay de ti en la Irene de Finlandia?

En el texto no hay ninguna aportación mía. Pascal es muy preciso a la hora de escoger las palabras. Al final, su teatro es un teatro puramente textual y no hay margen para añadir o cambiar nada, a no ser que tenga que ver con un error de la traducción. Existe una particularidad y es que él escribe sin signos de puntuación. Son tiradas larguísimas de flujos de pensamiento y te da libertad total como intérprete para tomar todas las decisiones. Puedes escoger si estás haciendo una pregunta o una afirmación o lo que corresponda. Es un trabajo arduo pero muy interesante porque desde el principio te obliga a saber muy bien qué estás diciendo y para qué lo estás diciendo. No obstante, sí intento establecer una relación muy íntima con los personajes y, aunque no sea en relación con el texto, hay mucho de mí en la creación de esa Irene.

¿Crees que Rambert dejó algo de sí mismo en el rol masculino? ¿Consideras que pensó en los quejidos incels al retratar el personaje que se victimiza por la “máquina apisonadora” del feminismo?

Pascal no habla sobre sus textos y no le gusta nada contar de dónde viene la inspiración de lo que escribe. Incluso a nosotros no nos dice nada que no venga en el texto, para él todo está ahí escondido entre las palabras. Cuando Bárbara Lennie y yo hicimos Hermanas, escrita y dirigida por Pascal también, nos quedamos atónitas cuando nos contó que él no tenía hermanes. ¿Cómo alguien podía entender tan bien y con una sensibilidad tan sútil un vínculo así sin haberlo experimentado? Yo creo que es un grandísimo observador y que probablemente haya mucho de él en el personaje masculino.

Una vez te sumergiste en los ensayos, ¿podías prever cómo recogería el público vuestro relato? ¿Crees que responde a una necesidad de mantener el orden establecido con los roles de género bien marcados?

Durante los ensayos nos fuimos dando cuenta que teníamos entre manos un material muy delicado. Incluso llegamos a hablar de qué cosas debíamos o no decir en las entrevistas porque sabíamos que cualquier reflexión fuera de lo establecido, por un lado o por otro, podía sacarse de contexto, y lo interesante era que la gente viniera al teatro, pagara su entrada y juzgara por lo que la pieza le sugiriera, no por un titular sacado de contexto. Quien observa también viene cargado de su manera de pensar; de su manera de dar significado al mundo. Un teatro o un cine son lugares seguros dónde ver cosas peligrosas; espacios de los que no es tan fácil escapar y que te obligan a ver y escuchar reflexiones con las que puede que no estés de acuerdo. No todo lo que vemos tiene que representarnos, no tenemos que sentirnos identificades con todo. La expresión artística debe ser incómoda, perturbadora, molesta. No creo en el arte que le dice al público lo que tiene que pensar.

Puede parecer que por perpetrar los relatos de hombre-mujer, la obra cae en el binarismo. ¿Crees que a veces, por esto, los relatos pierden complejidad?

Es una función sobre la separación de una pareja heterosexual y heteronormativa y cómo ese vínculo determina la vida de una niña. Es también una función sobre la violencia que ejercemos al niñe que un día fuimos.  De eso quiere hablar Pascal y no por ello creo que sea menos interesante. Ahora bien, me encantaría ver muchas más historias en la pantalla y en el escenario que no caigan en el binarismo, creo que la variedad es fundamental para entender otras maneras de experimentar la vida.

La violencia que ejerce Israel en la obra es más psicológica y lleva a tu personaje al extremo, generando una narrativa en la cual eres la que “pierde los papeles”, la que incita a todos los desbarres de la obra. ¿Nos quedamos con eso tan machirulo de que quien pierde las formas es quien pierde la razón? ¿Es por eso que el público ríe con él y acaba siendo más complaciente con su postura?

Una buena amiga que tenemos en común [Ariadna Chez] hizo una reflexión súper interesante sobre esto y yo la comparto absolutamente. Para Ari durante toda la función él, con su violencia psicológica, va minándola hasta convertirla en un monstruo. El monstruo convierte al otro en un monstruo. Ahora bien, esta reflexión no es nada evidente y si solo te quedas con la primera capa del texto, probablemente salgas del teatro diciendo: “es que ella está loca”.

Irene Escolar en otra escena de Finlandia. | Foto: Vanessa Rabade.

En el episodio La Mirada del podcast Deforme Semanal analizan la mirada misógina en el cine gracias al documental de la directora Nina Menkes: Brainwashed: Sex-Camera-Power (2022). ¿Cuestionar las representaciones ayudará a cambiar la recepción?

Sin duda alguna. Y, sobre todo, cambiar la mirada. Godard decía que “un travelling es una decisión moral”. Por eso es tan importante que se abra camino a las mujeres cineastas. Una de las grandes funciones del arte es ampliar la visión del mundo y las guionistas y cineastas tienen aún mucho que contar.

¿Qué autoras nos puedes recomendar para quedarnos con cierta sensación de justicia en el relato de las violencias en el seno de una pareja?

Estos libros que voy a recomendar y que a mí me han tocado por motivos muy diversos tienen que ver con las relaciones de pareja en general. En algunos hay una violencia evidente y en otros no tanta, pero todos reflexionan sobre los vínculos afectivos y el poso que dejan: En la casa de los sueños de Carmen Martin Machado, Despojos de Rachel Cusk, La belleza del marido de Anne Carson y Perderse de Annie Ernaux.


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