Género, islamofobia y orientalismo: dinámicas de poder de los estereotipos
No podemos dejar de ver que el humor tiene motivaciones sociales y hay una parte del humor que tiene motivaciones racistas e islamófobas.
Desde que salió la #53 sesión producida por el dj argentino BZRP junto a Shakira, muchas en redes sociales hemos reaccionado, habiendo sufrido una relación de infidelidad o no, el beef dirigido a Gerad Piqué y a Clara Chía. Las emociones que provocaron la sesión produjo una serie de memes por redes, una de ellas sobre la reina Sofía y el rey emérito haciendo un símil de la relación entre Shakira y Piqué, hasta llegar a otro meme en el que Piqué, Juan Carlos y su nieto Froilán escondiéndose en Emiratos Árabes hasta que pasara la tormenta.
Desde el humor feminista, la producción de memes sobre la emocionalidad y la rabia de expresar el enfado por las irresponsabilidades afectivas son una forma de desahogo para mostrar la ira hacia “cabronadas” de los hombres son una forma de gritar y expresar la cólera. ¿Es eso un problema? No, pero no podemos dejar de ver que el humor tiene motivaciones sociales y hay una parte del humor que tiene motivaciones racistas e islamófobas.
¿Dónde está la gracia cuando se hace un meme de ellos tres escondiéndose en los Emiratos y que además se hagan memes desde los estereotipos orientalistas? Desde los feminismos debatimos los límites del humor con motivaciones sociales machistas y misóginas, además de señalar la dinámica de poder de donde viene el chiste. ¿Es legítimo hacer humor feminista con clichés racistas?
¿Qué es el orientalismo?
La distinción entre occidente y oriente es generalmente un punto de partida a la hora de describir la dinámica social, el relato político y las relaciones de poder, y el orientalismo es una de las principales causas de racialización y proceso de estereotipación para percibir al “mundo islámico”, a lo árabe y, por último, a las personas musulmanas.
El orientalismo es el proceso de racialización y estereotipación que presenta occidente sobre Oriente Medio, en el que enfatiza, exagera y distorsiona la realidad de pueblos de habla árabe o de mayoría musulmana. Fue acuñado por primera vez por Edward Said en 1978 a raíz de imágenes repetitivas en la literatura y el arte, en las que percibió cómo se ubica oriente medio en el imaginario colectivo (o de forma despectiva conocido desde la islamofobia como “musulmania”), y del que forman parte países asiáticos como Malasia e Indonesia, países africanos como Argelia o Marruecos, o países de la península arábiga como Omán o Dubai, excluyendo a Israel, como un pequeño trozo de occidente en medio de oriente. Borra el islam como estatus espiritual y lo racializa bajo un canon étnico-racial, creando un proceso de estereotipación en el que atribuyen una serie de características generales a un determinado grupo social, prejuicios por el proceso de situación política, social y económica específica con raíces de poder históricas.
El orientalismo y la islamofobia están relacionados y coexisten entre sí, difuminando el “mundo islámico”, convirtiéndolo en un monolito y borrando su condición espiritual y la evolución y expansión del islam, tanto en países europeos como en otras zonas del continente africano que no sea el norte, etcétera. Se moldea así el cliché de que el mundo islámico es sinónimo de mundo árabe y, a su vez, que lo musulmán es árabe. Borrando e invisibilizando a otros grupos sociales (por ejemplo el pueblo copto o el pueblo soninké), que no entran en el perfilamiento racial de lo que se concibe como lo moro, el estereotipo de musulmán existente en España.
La gran problemática del orientalismo es que marca una narrativa y mecánica de poder, cuyos clichés tienen un origen ideológico histórico dentro de la dinámica de la colonialidad y la dominación de superioridad moral sobre las formas de vida entre occidente, oriente y, en última instancia, del “mundo islámico”.
¿Cómo se crean los estereotipos orientalistas?
La ficción orientalista tiene varias etapas y hoy sigue evolucionando. Desde la percepción de Oriente Próximo y Medio, la población musulmana y el islam en la Edad Media, el relato de estereotipos como forma de dominación y desgaste como dinámica de poder comienza en el siglo XVIII a través del colonialismo francés e inglés, a partir de la invasión a Egipto por parte de Napoleón en 1798 y la expansión británica en el Imperio otomano.
A raíz de la obra magna de Said, Orientalismo, de 1978, que muestra el impacto del poder de los estereotipos, surgieron diversos estudios sobre los cimientos del dominio de los estereotipos y la racialización del mundo islámico, de cómo este proceso invisibiliza a otros pueblos musulmanes que no entran dentro del perfilamiento racial que describe el orientalismo, además de crear un marco de una falsa realidad deshumanizante con el objetivo de dominación desde una jerarquía racial y opresión desde la espiritualidad.
Los estudios sobre la otredad que da forma el orientalismo comenzaron con la representación en el arte y la literatura de oriente como exótico y desconocido, de relatos románticos de harenes, hombres violentos, de misticismo… Hasta llegar al punto de percepción de un lugar incivilizado y peligroso. Un ejemplo de ello son las postales producidas por el colonialismo francés sobre mujeres argelinas o el cuadro de Rudolf Ernst El guardián del palacio.
La estereotipación de lo árabe y del “mundo islámico” en la cultura popular se puede ver en series animadas como Padre de Familia, películas de comedia como El dictador, o en el caso de España, series como El Príncipe o en la representación en los medios sobre del norte de áfrica enlazándolo con el islam, por el pasado colonial con el Sahara Occidental o Marruecos. El perfilamiento etnico-racial desde la estereotipación orientalista se podría relacionar con el pasado colonialista y el presente imperialista.
El orientalismo presenta una falsa percepción de la realidad, de jeques y terroristas, mujeres pasivas veladas, harenes y bailarinas de danza del vientre, de hombres negros guardianes de palacio, etcétera.
Pero algo poco visible es la dinámica de poder del feminismo hegemónico que puede ejercer desde el orientalismo y la línea delgada que tiene sobre la islamofobia, la percepción de vida de las mujeres musulmanas y también cómo se crea un relato de dominación de poder desde los estereotipos.
Género y orientalismo
Jane Eyre, de Charlotte Brontë, es una de las novelas del siglo XIX en el que se representa a una mujer independiente, empoderada y de espíritu libre, una personalidad revolucionaria para una mujer en la época del romanticismo. Pero la existencia de dominación de poder del empoderamiento que presenta Brontë de Jane está basada en estereotipos orientalistas. Joyce Zonana, autora egipcia, exploró el impacto del orientalismo en relación al género. En palabras de ella, “el orientalismo feminista es una estrategia retórica (y una forma de pensamiento) mediante la cual un orador o escritor neutraliza la amenaza inherente a las demandas feministas y las hace aceptables para una audiencia que desea afirmar su superioridad occidental”. En una escena en el que Mr. Rochester compara en broma a Jane con una esclava de un harén, ella le reprende con que no le compare con las mujeres orientales, de esta forma Brontë presenta la moralidad feminista de Jane en relación con las mujeres de Oriente Medio.
Así mismo, incluso Mery Shelly, autora de Frankenstein, presenta a las mujeres de Oriente Medio con el personaje secundario de Safie, mostrando la impotencia de las “seguidoras femeninas mahometanas”, tenían prohibido aspirar al conocimiento o la independencia de espíritu. Su madre, Mary Wollstonecraft, en Vindicación de los Derechos de la Mujer escribe: “Si sólo existe un criterio moral y un arquetipo para el hombre, las mujeres parecen estar suspendidas por el destino, de acuerdo con el relato vulgar del féretro de Mahoma; no poseen el instinto infalible de las bestias ni se les permite fijar la mirada de la razón sobre un modelo perfecto. Fueron hechas para ser amadas y no deben pretender el respeto, si no quieren ser perseguidas por la sociedad como masculinas”. Wollstonecraft presenta a las mujeres musulmanas como seres a las que se les niega el alma, siguiendo la narrativa y relación de poder entre oriente y occidente desde la superioridad, arraigando de forma histórica, bajo el pensamiento imperial británico, las bases de la islamofobia de género y la hostilidad hacia las mujeres que entran en el canon del orientalismo.
Otras autoras, como Harriet Taylor en su obra El derecho a voto de la mujer, Millicent Garrett Fawcett, Louisa Bigg o Mary Carpenter, entre otras, han narrado, desde una dinámica de poder orientalista, la justificación del empoderamiento femenino en occidente en contraposición a la percepción de las mujeres en oriente.
Rafia Zakaria, en su libro Contra el feminismo blanco, señala a cómo muchas feministas británicas de esa época, les unió y otorgó una posición de poder desde el imperialismo y colonialismo, mostrando que el colonialismo británico no era únicamente responsabilidad de los hombres blancos sino también de las mujeres blancas.
El orientalismo y el feminismo hegemónico ha establecido una jerarquía y dominación de poder, de estereotipar, de crear prejuicios y de racializar, hasta llegar a la islamofobia y al concepto estereotipado de mujer musulmana. Desde árabe a mora y, en último lugar, el resto de mujeres que no entramos en el perfilamiento orientalista de mujer musulmana, aunque como ejemplo se puede hablar de mujer negra, musulmana y africana y su condición de vida, aunque esa intersección dentro del orientalismo es invisible.
Musulmanas enfadadas con los memes orientalistas de Piqué, Juan Carlos y Froilán
Las risas y la rabia mostrada en las redes sociales por la sesión de Shakira caldearon la conversación hablando de falta de sororidad, de si expresar la rabia hacia el patriarcado lanzando beef a una mujer es legítimo o no, y cómo desde el humor nos reíamos de la irresponsabilidad afectiva desde el cabreo y la ira hacia Piqué.
Esto también se extrapola a la relación de la reina Sofía con el rey emérito Juan Carlos I, escondido en Emiratos Árabes junto a su nieto, percibiendo una supuesta buena vida de lujos (aunque poco se podría cuestionar), el imaginario de acceso a mujeres exóticas desde un harén y, cómo no, vestidos de jeques para dar mayor énfasis de posición patriarcal.
Los estereotipos orientalistas relacionados con el patriarcado cabrean, cabrea la constante criminalización del estereotipo de jeque en el que occidente se refugia para mostrar superioridad moral y poder, y cabrea todavía más cómo el orientalismo y los discursos de la otredad imperan en el discurso del feminismo hegemónico y asientan las bases de la islamofobia.
Se sigue replicando de forma sistemática la retórica colonialista e imperialista en el feminismo con el humor con motivaciones orientalistas, además de asentar la superioridad moral de occidente hacia el resto del mundo.
El feminismo hegemónico tiene unas bases imperialistas, colonialistas y orientalistas que en esencia marcan la personalidad y formas a la hora de relacionarnos entre mujeres.
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