Investigarnos (porque no queda otro remedio)
El edificio que albergará La Sinsorga, de principios de siglo XX, ha sido un atelier de vestidos de novia, pero también una tienda de bolsos y maletas. Mª Carmen Álvarez fue feliz despachando allí a sus clientas.
No hemos abierto todavía. Abriremos algún día. Algún día, sí. No hemos abierto todavía, pero ya sabemos un montón de cosas de la que va a ser nuestra casa. La Sinsorga, kulturgune feminista es un espacio cultural que se está construyendo en un sitio muy especial. Hasta hace bien poco era un atelier de vestidos de novia. Ya sabemos que, por aquí, seguro que no sois muchas las que os queréis casar con un vestidazo, pero si alguna quiere darse un capricho, que le compre el vestido a Laura Batán. Ella ha sido la diseñadora que llevó a cabo la última reforma del edificio que hemos alquilado nosotras ahora. La Sinsorga está en el número 9 de la calle Askao, es pequeño, granate, sobrevive entre otras moles. Antes de que Batán abriera su tienda fue una tienda de maletas y bolsos y antes, muchos años, un almacén del puerto.
El edificio se construyó en 1909. Lo construyó Manual Camarón, que no era arquitecto sino maestro de obras. Al parecer, era algo común en la época. Nosotras sí tenemos arquitecta. Es maravillosa. [Te queremos, Iratxe Marián]. En la página Bilbao: Arquitectura y urbanismo citan un texto de Elías Mas Serra en el periódico Bilbao para hablar del edificio que alberga ya La Sinsorga, al que se refieren como pabellón: “Sigue en pie dando testimonio de su lenta transformación y el valor de ese testimonio en relación a una época que reconocemos como un pasado no demasiado lejano (…)El proyecto de construcción tuvo que enfrentarse a los obstáculos derivados de la escasa dimensión del solar (…)Ha soportado las diferentes circunstancias que han hecho de su fachada una referencia viva y amable para el transeúnte de nuestro barrio histórico”.
Abriremos algún día y no sabemos si entonces seguirá siendo una referencia tan amable para todos los transeúntes.
El caso es que, aunque ya sabemos muchas cosas del edificio, queremos saber más. Hace unos meses, de hecho, nos llegó al correo electrónico una bonita historia que queremos compartir hoy con vosotras. Nos la trajo Malén. ¡Gracias, sinsorga!
Quería contaros la historia de su tía Mª Carmen Álvarez y, ahora, nosotras queremos que la conozcáis todas. Mª Carmen trabajó durante 20 años en la tienda de bolsos. En su casa eran siete: aita, ama y cinco hijos e hijas. Ella tenía 12 años cuando la pusieron al frente de la casa para que el resto saliera a trabajar o a estudiar: “Los hijos varones a estudiar, las hijas a trabajar”, nos cuenta Malén. “Se las arregló como pudo para gestionar ella sola toda esa tarea. Mi padre, mi tío y mi tía se casaron y salieron a vivir fuera. Se quedaron la tía Edurne y la tía Mª Carmen, las dos solteras. Edurne trabajaba fuera de casa y Mª Carmen, dentro. Hacía las tareas de la casa, cosía, y cuidó a su madre hasta el final”.
Su madre murió cuando Mª Carmen tenía 45 años. “De pronto se vio confrontada, por primera vez en su vida, con la necesidad de hacerse cargo de sí misma. Nunca había trabajado fuera de casa, no tenía experiencia ni formación y había pasado muchos años cuidando de otros. Mi tía entró en depresión. No sabía cómo salir adelante”, nos escribe su sobrina.
Edurne, una de sus hermanas, trabajaba vendiendo bolsos en una tienda de la calle Somera. Conocía a muchos de los y las comerciantes de la zona, así que encontró trabajo para su hermana en otra tienda, la de la calle Askao: “Allí fue Mª Carmen, una mujer tímida, inteligente y sensible, de cara al público, afrontando todos sus temores y saliendo de casa a la vida profesional por primera vez. La tía estuvo en aquella tienda hasta su jubilación, y esto le permitió mantenerse y tener una vejez sostenible. Era un comercio cercano, amable y próximo”. Trabajaba con otra mujer que se llamaba Izaskun y Malén cuenta que ambas representaban “un estilo de comercio local que ahora llamaríamos, quizá, tradicional, basado en el servicio, la atención y el cuidado de la clientela”. A ella le encantaba ir a la tienda a verla. Nosotras, estamos deseando que la familia de Mª Carmen conozca el espacio que estamos construyendo entre nosotras, para nosotras. Una casa propia, colectiva, una casa para que nadie más tenga que quedarse en la suya si busca compañía.
En el artículo ‘Las mujeres y sus negocios en la gran ciudad contemporánea. Bilbao a principios del siglo XX’, Arantza Pareja Alonso desarrolla qué papel jugaron las mujeres en el comercio bilbaíno durante aquellos años. Cuenta, por ejemplo, que se ha invisibilizado la aportación económica que hicieron las que “se dedicaban sobre todo a la venta y a la confección en todas sus facetas, en negocios de renta baja y media, y se ubicaban en la zona tradicionalmente comercial de la Villa de las Siete Calles”. Según los datos que ha encontrado Pareja, la mayoría eran viudas y la invisibilidad a la que han sido relegadas es tal que Pareja propone impulsar “la búsqueda de nuevas fuentes alternativas que demuestren el volumen de ocultación de este trabajo femenino” y “la puesta en práctica de metodologías que con grandes dosis de imaginación y trabajo detectivesco, nos permitan ‘iluminar’ aquello que los coetáneos oscurecieron”.
Investigaremos. ¡Qué remedio!
Malén, además, quiere dejar un mensaje a todas las que vamos a ocupar a partir de ahora —de momento, decir ahora es mucho decir— el espacio: “Algo del alma de Mª Carmen estará presente en él, así como las de otras mujeres que lo habitaron con ella y después de ella”.
Palabrita: cuidaremos su historia.
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