Las hijas de la Mujer Cobre: una cosmogonía feminista
Las religiones abrahámicas son las únicas que no cuentan con una deidad femenina. Aunque es una excepción en el conjunto de religiones del mundo, su poder nos ha obligado a muchas a vivir privadas de referentes de un mundo mítico.
Las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islamismo) son las únicas que no cuentan con una deidad femenina en su cosmogonía. En esto son una excepción minoritaria para el conjunto de creencias del mundo. Debido al poder político de estas tres religiones, muchas de nosotras hemos crecido privadas de un mundo mítico en el que inspirarnos. La mayoría de los relatos de creación feministas permanecen aún largamente desconocidos en Occidente. Decía Robin Morgan: “Mirad, tenéis un análisis político, pero no tenéis una cosmología, no podéis tener una revolución sin cosmología”.
A continuación, resumo brevemente la leyenda del inicio de la vida del pueblo nativo de la isla de Vancouver, la Nación de los los Nuu-chah-nulth. Sus tradiciones fueron llevadas al papel en 1981 por Ann Cameron con el título de Daughters of Cooper Women y permanece sin traducir al castellano. Las hijas de la Mujer Cobre son un bálsamo de fascinación y aprendizaje. A lo largo del libro se da a conocer la mitología, tradiciones, formas de vida y ritos de paso de este pueblo originario. Es importante notar que ninguna lengua es neutral y la lógica oral no se corresponde del todo con la escrita; por tanto, todo tipo de desviaciones culturales involuntarias pueden sucederse en este trasvase de la tradición Nuu-chah-nulth al castellano.
Mujer Cobre
“La creadora no es mujer ni hombre, sino ambas cosas y algo más. Primero, tomó palos y ramillas, y con eso confeccionó a Niña Palo. ‘No juegues cerca del fuego y asegúrate de permanecer húmeda’, le advirtió. Y así fue por un tiempo, pero Niña Palo era olvidadiza y descuidada. Olvidó sus baños y comenzó a permanecer horas bajo el sol. Quedó seca y frágil. Un día, tropezó, tambaleó y cayó al fuego. La creadora lo intentó de nuevo. Cogió hierba, musgo, hojas y enredaderas y formó a Niña Hierba. ‘No juegues cerca del fuego y asegúrate de permanecer húmeda’, le advirtió. Un día en que se acercaba tormenta, Niña Hierba recogía bayas en las colinas. Sabía que debía irse a casa, pero las bayas estaban maduras y dulces. Se encontraba a mitad de camino cuando la tormenta estalló. Las enredaderas que unían su cuerpo se rompieron y salió despedida en todas direcciones.
La creadora tomó barro y con él creó a Niña Barro. ‘Ten cuidado’, le advirtió, ‘no te acerques al fuego, mantente húmeda y no te metas en las aguas ni dulces ni saladas’. Niña Barro lo prometió, pero no era demasiado lista. Un día metió el pie en un charco y se disolvió. Otro día, puso su mano bajo el chorro de agua que corría desde el tejado de su casa al suelo y se disolvió. Intentó recoger el barro que había formado su mano y metió la cabeza de lleno en la tormenta. Toda ella quedó convertida nuevamente en barro.
La Creadora tomó conchas del mar y minerales de las rocas, con ellas formó un esqueleto. Con agua salada del mar hizo sangre para correr por sus venas. Cogió puñados de tierra y, con el esqueleto, creó un cuerpo y lo encapsuló en piel hecha del mismo color que ella, el color del cobre. Bajo sus brazos y entre sus piernas puso musgo. Le dio cerebro, corazón, órganos y ojos para ver. La Creadora atrapó aire y lo situó en sus pulmones y así se convirtió en la primera mujer: en la Mujer Cobre.
Mujer Cobre maduró, endureció, fabricó un hogar, aprendió a alimentarse. Cuando llegó el primer invierno, la Creadora le envió a los seres sobrenaturales para que le enseñaran cómo vivir mejor. Le enseñaron la música, la danza, el canto, la risa. Llegó la hora en que sus profesoras debían partir y la Mujer Cobre empezó a llorar. Lloró de soledad. Lloró y lloró. Expulsó toda clase de líquidos y grandes cantidades de mocos. Sintió vergüenza, pero la Mujer Sobrenatural le había enseñado a no avergonzarse de sí misma, a no enterrar los mocos, sino protegerlos, y aceptar que cuando una mujer responde a la llamada de la luna, son tiempos sagrados, tiempos para rezar y contemplar. Mujer Cobre así lo hizo, puso los mocos y las secreciones en una concha de mejillón junto con sus instrumentos mágicos. Días después notó que algo allí se movía y trasladó la cosa a la concha de una almeja. La cosa siguió creciendo y moviéndose, y Mujer Cobre fue cambiándola de concha. La cosa creció un poco más y le dio una camita. Así apareció Chico Moco. Mujer Cobre sentía pena por lo incompleto de aquello. Sin embargo, un día se lo acercó. Sintió su cuerpo lleno como la luna y, por un momento, su sentimiento de soledad casi desapareció, pero no del todo”.
Mowita
“Mujer Cobre siguió viviendo con Chico Moco, el incompleto maniquí, donde había recibido las lecciones de los seres sobrenaturales. Intentó enseñarle, pero no aprendía. Mujer Cobre le cantaba y hacía reír, así se sentía menos sola con él de lo que se había sentido antes. Sus pechos crecieron tiernamente y su barriga se llenó hasta que pareció que la misma luna había quedado atrapada dentro. Un día, el movimiento dentro de ella le contó que ya no era una única persona, sino dos, que había otro ser vivo en su cuerpo. Mujer Cobre rezó para que no fuera un ser incompleto como Chico Moco.
Una noche, con mucho dolor y sangre, vino una pequeña versión de sí, pero distinta. Su piel de cobre era más oscura y su pelo negro era aún más negro, sus ojos achinados, como los del cormorán. Mujer Cobre miró a su hija, Mowita, y sintió que la soledad se hacía más pequeña hasta disminuir. Le picó el pecho con la pulsación de las olas del mar y, cuando le hubo limpiado la sangre y los mocos a su hija como le habían enseñado los seres sobrenaturales, se la acercó. Su boca húmeda se cerró alrededor del abultado y oscuro pezón. El pequeño granito de soledad que le quedaba desapareció y sintió como si sus maestros le hubieran entrado dentro”.
Qolus, la cambiable
“Hay cuatro reinos: mundo, inframundo, océanos y cielos. El mundo de los cielos está regido por Pájaro Rayo junto con su esposa Qolus. Qolus había pasado mucho tiempo viendo a Mujer Cobre y sus niños, especialmente a Mowita. Un día, Qolus le dijo a Pájaro Rayo que quería irse a vivir a la tierra. Este le contestó que era su decisión, pero que una vez que cambiabas de forma, cambiabas del todo. Qolus, decidida, cambió de forma y llegó a la tierra como Mah Teg Yelah, el primer varón. Chico Moco, el incompleto, nunca sería un hombre y los hijos de Mujer Cobre eran aún pequeños.
Mah Teg Yelah construyó una casa y le pidió a Mowita ser su esposa. Mowita no estaba interesada en pasar su vida con alguien incompeto como Chico Moco o sus hermanos, así que accedió. Tuvieron cuatro hijos varones, todos mágicos como su madre y su padre. Crecieron bien y rápido.
Pájaro Rayo, por su parte, se sintió solo y empezó a llorar. No quería causar ningún daño, pero no era feliz sin Qolus. Mujer Cobre advirtió a sus hijos que habría cuatro días de lluvia mágica. Mowita y Mah Teg Yelah elevaron su casa de madera y la cubrieron con brea. Sus hermanos se rieron. Sus hermanas la ayudaron. Cuando comenzó la inundación y la casa empezó a flotar, las hermanas de Mowita entraron y sus hermanos desaparecieron. Después de cuatro días, Mah Teg Yelah mandó un cuervo a buscar tierra firme, pero todo era agua. Algunos días después, volvió a mandar al cuervo y esta vez volvió con una rama de cicuta. De nuevo había montañas, valles y ríos, lagos y hierba bajo sus pies. Desde entonces, la cicuta ha sido utilizada como protección contra las inundaciones.
Los animales y las personas que se habían refugiado en la casa corrieron felices y las hijas de Mujer Cobre se preparan para partir. Los hijos de Mowita y Mah Teg Yelah dijeron que su deseo era irse con ellas y así lo hicieron. Cuatro parejas partieron en cuatro direcciones diferentes y desde ellos venimos todas las gentes del mundo. De los supervivientes de la inundación venimos los padres de la gente negra, los padres de la gente amarilla, los padres de la gente blanca y los padres de la gente de piel marrón.
Mowita miró a Mah Teh Yelah y a sus hijos irse con sus hermanas a poblar la tierra. Le dijo que su momento había llegado. Sus deberes como padre habían concluido. Mah Teh Yelah volvió a convertirse en Qolus, esposa de Pájaro Rayo, señora de los cielos.”
Daughters of Cooper Woman continúa muchísimas páginas más. Esto es solo una pequeña parte. Sin duda, es uno de los relatos más inspiradores y motivantes que he encontrado a lo largo de mi vida y no puedo más que recomendarlo a cualquier amante de las historias, la belleza y la sabiduría de la tradición ancestral.
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