Foto: Marina Turrión Orte

Fue un viernes por la noche. Las participantes llegaron desde diferentes puntos de todo el Estado para conocerse antes de que empezara la escalada, que duraría las dos jornadas siguientes. Una cita entre desconocidas que habían hecho match gracias a Instagram y al boca a boca. 48 mujeres con gustos afines —la escalada y la montaña— y con la voluntad de crear un espacio propio. Los eventos no mixtos de escaladoras empiezan a ser usuales. Es un deporte que se ha popularizado mucho en los últimos años y el número de adeptas a practicarlo también ha crecido. Buena noticia para las escaladoras que, acostumbradas a compartir espacios con un marcado carácter masculino, están construyendo uno propio. Un lugar en el que disfrutar y compartir la escalada de manera sana. Donde mujeres como Raquel no se encuentren con el “tío que tiene que abrir todas las vías para demostrar lo fuerte que está, ni el que te enseña cómo hacer las cosas sin haberle preguntado”. El objetivo es escalar “con menos presión por encadenar y más libertad para expresar el estado de ánimo y la motivación de cada momento”, comenta Sonia, otra de las 48 participantes.

Foto: Marina Turrión Orte.

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