Cuando la amistad ni el amor te quitan lo racista
Una de las formas más típicas de violencia ejercida por amigas o parejas blancas es la invalidación y negación de nuestras experiencias con el racismo.
¿Qué tipo de relaciones se establecen cuando se parte de una desigualdad social estructural? ¿Puede existir horizontalidad en relaciones que nacen y se desarrollan en un contexto de racismo sistémico? ¿Nos oprimimos también entre parejas, novies y amigues cuando está de por medio el factor étnico y racial?
Hace diez años, cuando comencé en la militancia antirracista, tenía más amigas blancas de las que tengo ahora. Eran mis amigues del trabajo, de la escuela de idiomas, del 15M y de un partido político de izquierdas. Además, la mayoría de mis amigas racializadas de entonces tenían parejas blancas también.
En la actualidad esta situación es completamente diferente. Entre mis amistades apenas hay una o dos amigas blancas, a las que veo de vez en cuando, y prácticamente todas mis amigas y conocidas racializadas tienen parejas racializadas.
¿Qué ha pasado durante este tiempo? Es innegable que el hecho de pertenecer a cualquier grupo social con objetivos políticos concretos —en este caso el antirracismo— termina generando relaciones afectivas endogámicas dentro del mismo grupo. Sin embargo, la cuestión de las relaciones afectivas entre personas racializadas y blancas es mucho más compleja que la simple pertenencia a un colectivo.
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