Por una vida plena y satisfecha con endometriosis
Publicamos un extracto del libro 'Endofeliz' (Ediciones Arcanas). La publicación forma parte de un canal informativo, presente en todas las redes sociales.
Me acuerdo cuando me diagnosticaron endometriosis. Había escuchado sobre ella y en alguna ocasión pensé que podría sufrirla, pero no llegué a profundizar en la enfermedad.
Ahí me encontraba yo, tendida sobre la cama del hospital, en un país extranjero al que me había mudado hacía dos años, sintiendo que la operación sencilla y rutinaria para extirparme un quiste ovárico había sido algo gordo. Al cabo de unas horas vino el cirujano y me contó que al empezar la cirugía por laparoscopia me habían encontrado tejido endometrial fuera del útero en diferentes órganos, que estaban pegados entre sí, y que el quiste que me quitaron era un endometrioma; pero que estuviera tranquila porque habían podido «limpiarme» y reconstruir el ovario izquierdo. Lo primero que me dijo respecto a la enfermedad fue que, si quería quedarme embarazada, era el momento de intentarlo (después del postoperatorio, claro), y que, si no, tomase la píldora anticonceptiva hasta que quisiera. Que tendría que ir a mi consulta ginecológica para que me recetaran tratamiento hormonal.
¿Y yo? ¿Y mi salud? En ningún momento me comentó qué es la endometriosis ni qué efectos tendría sobre mi cuerpo. Solo me habló de la parte de mi enfermedad que también afecta al hombre: la reproducción.
Justo una semana antes de la operación me había comprado un libro sobre tratamientos naturales para mejorar las hormonas y la menstruación. Llevaba mucho tiempo sabiendo que algo no funcionaba bien dentro de mí, aunque todo el personal médico por el que había pasado durante más de diez años dijera que todo estaba bien. Así que llamé a mi pareja y le pedí que me llevara el libro, ya que no podría irme a casa hasta pasados unos días, como estaba previsto. Por desgracia, estábamos en plena pandemia por la Covid-19 y, debido al protocolo, no había podido ir acompañada ni recibir visitas. Muy amablemente, una enfermera recogió mis cosas en recepción y me las entregó.
Entonces empezó mi verdadera investigación. Aturdida por la anestesia y los analgésicos postoperatorios, empecé a devorar el libro y a buscar en internet todo lo que pude sobre la endometriosis. Mi compañera de habitación me miraba y me preguntaba qué hacía estudiando y tomando tantas notas, que debía descansar. Solo coincidí tres días con ella, pero me marcó mucho. La mujer estaba devastada, le habían realizado una operación mamaria; no era su primera vez allí, ya había recibido quimio. Y se encontraba sola, sin poder tocar a sus familiares, esperando que pasaran los días para recibir los resultados y le dieran la mejor o la peor noticia.
Me despedí lanzándole un beso y, la semana siguiente, me sumergí en mi investigación. Según avanzaba, más piezas encajaban; por fin tenía una explicación a todas esas dolencias que sentía desde hacía años, y que me decían que se debían al estrés. ¡No me lo podía creer! ¡No estaba loca, no era hipocondríaca!
Estaba llena de emociones y sentimientos encontrados. Por un lado, estaba enfadada y frustrada; me habían hecho creer que era débil, dudé de mí misma, de mi cuerpo, de mis sensaciones… Por otro lado, estaba contenta por haber obtenido una explicación; pero cada vez se volvía más borrosa porque no entendía qué era la endometriosis. Solo me decían que me tenía que hormonar. ¡Hormonar! ¡Con lo mal que lo había pasado cuando probé la progestina oral, la píldora combinada o el anillo vaginal! ¡No! No quería volver a tener la libido por los suelos ni estar destrozada anímicamente. Este pensamiento me impulsó a informarme más sobre la endometriosis. Me compré otro libro especializado en el tema y comencé a entender lo que estaba pasando en mi cuerpo.
Me leí todos los libros que pude encontrar en mi idioma sobre la endometriosis y empecé a ver la luz, a asimilar que en algún momento tendría que seguir un tratamiento hormonal; existen muchos tratamientos hormonales además de la píldora de toda la vida. Asimismo, entendí que debía cambiar de hábitos y mi nutrición, que el poder curativo también estaba dentro de mí.
Me puse en contacto con varias asociaciones y grupos de mujeres con endometriosis que encontré en las redes sociales para pedirles consejo. Quiero destacar que las respuestas fueron inmediatas y que son mujeres extraordinarias. Pero también me di cuenta de lo poco informadas que estaban algunas, incluso habiendo sido diagnosticadas con la enfermedad hacía años. Eso me revolucionó el cerebro. Entonces pensé: «¿Y si comparto mi experiencia y toda la información que estoy recopilando con todas esas mujeres? ¿Por qué investigar solo para mí, cuando todas tenemos eso en común y cada una puede aportar su experiencia?». Así surgió EndoFeliz, un canal informativo para mujeres con endometriosis para ayudarlas a conseguir una vida lo más plena y satisfecha posible. También para ayudar a aquellas que no entienden sus dolores, que todavía no han sido diagnosticadas, para que puedan identificar lo que les ocurre y puedan pedir las pruebas pertinentes. Nunca con intención de desacreditar o suplantar a profesionales de la salud, porque, además, cada una presenta un cuadro distinto y necesita un tratamiento específico. Pero sí como suplemento, porque no todo en esta vida son los fármacos; y, como bien he dicho antes, en nosotras reside una gran fuerza curativa y depende de nosotras potenciarla.
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