La Furia: “Se necesita una estructura feminista para apoyar a las artistas que dan la cara”
Hablamos largo y tendido con la artista de los proyectos y temas que están presentes ahora mismo en su vida: su cuarto disco de rap, Post-Mortem; su oficina de representación, Mimosa Bulegoa; la maternidad, el euskera, Shakira y el feministómetro.
Ha pasado una década desde que La Furia se dio a conocer fue de Euskal Herria con su Aborto retroactivo, dedicado a Alberto Ruiz Gallardón, y las feministas tenemos que seguir plantando cara a los ataques de la derecha a nuestros derechos sexuales y reproductivos. Entrevistamos con público a Nerea Lorón (Cascante, Navarra, 1983) en BIRA Kultura días después de que la coalición PP-VOX que gobierna Castilla y León anunciase que obligará a las mujeres que quieran interrumpir su embarazo a escuchar el latido del bebé. El cuarto disco de La Furia, Post-mortem, tiene momentos luminosos, de ternura, de celebrar la vida pero, como buena rapera, escribir desde la rabia sigue siendo la manera de sanar sus heridas, y las nuestras.
Los medios presentan Post-morten como un disco post-pandemia.
Habla de la vida después de algunas muertes necesarias. Lo más importante de este disco es que he matado a gente que habitaba en mí y que me impedía vivir plenamente: señores que abusaron de mí en distintas etapas de mi vida. Tenía que dejar en el pasado a algunas yoes que ya no me hacen bien. Creo que tenemos que ser valientes, mirar la mierda a la cara y arrancarle la cabeza, porque si no, nos estamos matando a nosotras mismas.
Respecto a la pandemia, disfruté del confinamiento porque estaba en un momento familiar muy bonito y venía precisamente de ese proceso de sanar el dolor. Sí que hubo cracks, como pensar ¿y qué hago yo ahora que ya no se va a poder tocar en sitios? Bueno, pues hice un disco hacia la luz. Aunque el mundo se estuviera cayendo, yo había renacido.
Con todo, sigues expresando rabia. En Solo un cuervo cantas: “Cinco mil razones para matarlos y aún nos queda la risa”.
Es tan obvio, ¿no? ¿En serio tengo que explicar que nos están matando, que nos están violando, que están abusando de niñas dentro de las familias, que hay feminicidios en todo el mundo todo el rato, da igual la cultura o la latitud? Nos educan para ser cándidas y para no quejarnos, así que recibimos violencia en el momento en que dejamos de ser la que sonríe y acata toda la basura: entonces llega el insulto, el estigma de la loca, la histérica, la exagerada. Las que nos hemos dado la oportunidad de legitimar nuestra rabia y de vivirla como un sentimiento más en nuestra vida, somos más disfrutonas. Porque si estás con el palo metido en el culo y no puedes estar enfadada, tampoco puedes reír en alto, ni gritar en alto. Yo quiero hacer todo en alto.
Imagino que te habrán acusado de reproducir códigos patriarcales.
Como decía ese meme de Pikara, “patriarcado, el que tengo aquí colgado”. Si todavía no habéis entendido la autodefensa feminista, pues vais tarde. Una cosa es ejercer violencia y otra responder a la violencia que ejercen sobre ti.
Una novedad del disco es la presencia del euskera en varias canciones.
Hablo mucho más euskera en mi cotidianidad de lo que se refleja en mis canciones. Tengo una historia de resistencia muy bonita: de niña, en Cascante, me llamaban etarra porque iba a clases de euskera. Era un contexto muy hostil. Pero en las canciones me corto porque no tengo la soltura para escribir en euskera. Cuando lo intento, siento que estoy haciendo una puta mierda, pero me digo: “Si esto me sirve y es verdad, ¿por qué no lo voy a hacer?” Soy consciente de que, en este mundillo de la música, si tocas ciertas teclas entras en más sitios. Tengo muy presente no hacerlo, porque me da mucha rabia cuando lo veo con el feminismo: me jode que algo que me salva la vida y que me atraviesa las tripas sea instrumentalizado.
Planteé en un artículo que hay tres emociones que frenan mucho la euskaldunización de las mujeres: autoexigencia, culpa y vergüenza. ¿Te pasa?
Totalmente. Además, el contexto puede ayudar o no. Obviamente, hay que hacer mucha fuerza para mantener vivo un idioma defenestrado y maltratado, pero no aislemos a la peña que lo intenta. Yo he sentido eso por parte de otras familias: “Tú no, no vaya a ser que mi hija escuche cuatro palabras en castellano”. Cuando más hablo en euskera es con las criaturas y con las personas mayores, porque no me siento juzgada. Me solté con las señoras cuando trabajaba en una residencia en Donostia.
En diciembre llegaste al Hatortxu Fest directa desde urgencias pediátricas. Escribiste en Instagram: “Esto no es una oda la mística de la maternidad romántica y patriarcal. Esto es una queerbifemme muuuuy cansadita de las mierdas que llevo tragándome muchos años de gente supuestamente aliada”.
Me he alejado de la gente que me hace sentir así, pero cuando me llegan cosas, me vuelve a nacer esa rabia. Antes era con mi feminidad, que es una feminidad resignificada, pero tiene passing en los entornos normativos. He sentido en entornos politizados y transfeministas que lo mío era estar buena y callada, pero eso no funciona conmigo. Ahora me enfado con el tema de la maternidad. Por un lado, recibes un caramelo envenenado por parte de la sociedad patriarcal: el hecho de ser madre te revaloriza, pero te mete de hostias de manera sistemática, llevas la culpa en tu espalda, ya no eres nada más que madre… Y en el otro lado, si eres madre pfffff. Y tú sientes todo eso todo el rato. Realmente, no entiendo muy bien cuál es el problema de ser madre. ¿Qué tiene de malo?
Hablemos de lo que tiene de bueno. Criar y crear tienen la misma raíz. ¿Ha potenciado tu creatividad?
Para nada. En el embarazo estaba triste, me parecía todo una puta mierda. Cuando mi madre decía “Disfruta, cariño”, contestaba: ¿de qué exactamente? ¿De las náuseas? ¿De que no reconozco mi cuerpo? Luego, cuando tuve a la criatura, estaba absolutamente hipnotizada, loca de ternura. Me dije: “No quiero hacer nada más que tener bebés”. Debido a mis heridas, quería cuidar a esa persona por encima de todo, ser su escudo, que nadie le hiciera daño y que fuera superfeliz. El estribillo de la canción Ama es muy simple, se lo cantaba a mi criatura cuando nació, y al final decidí meterlo. Pensé: “Vaya puta cursilada, se me van a echar al cuello”. Mira, no lo había pensado: yo escribo, no había improvisado en mi vida rapeando, y de pronto sí que improviso con la criatura, me lo paso muy bien. Creo que es por la presencia de alguien que no te juzga, que te quiere por encima de todo.
En una sociedad tan individualista y adultista, ¿qué te aporta estar en contacto con criaturas?
Siempre lo he estado, porque soy educadora social y he trabajado en centros de menores. Las criaturas me parecen una maravilla, porque son verdad, como los animales, y solo quieren estar bien. Cuando una criatura está enfadada, generalmente es que necesita mimos. Es bonito. Yo me he curado mucho acompañando a criaturas, porque ven el mundo limpio.
Te hemos visto embarazada en el escenario, y también a Rebeca Lane, a Mad Muasel, a Julia, de Tremenda Jauría… Es una imagen que transmite poderío, pero me pregunto si esconde precariedad y cansancio.
Pues depende. Nuestros caminos no son fáciles, embarazada o no. Depende mucho de quién te rodeas. En mi caso, la etapa más dura haciendo conciertos fue al principio del embarazo, cuando no se notaba la tripa, porque fue cuando peor me encontraba. Me subía al escenario por supervivencia, porque es mi curro y lo tengo que hacer. Tuve ataques de ansiedad y también tuve que cancelar conciertos desde Urgencias. En cambio, disfruté muchísimo el último concierto, embarazada de ocho meses, en Sanfermines, delante de seis mil personas. Fue una gozada, porque estaba liberada de muchas presiones y me sentía una puta diosa: fuerte, poderosa, ¡capaz de hacer un corazón, colega!
De hecho, has montado una agencia de representación de artistas feministas, Mimosa Bulegoa.
Llevo desde 2016 montando bolos a amigas, lo que pasa es que a nosotras nos cuesta ponernos títulos. Entonces, Rebeca Lane me dijo: “Furi, eres mi manager en el Estado español y quiero que cobres, porque el señor que me lleva en Alemania se lleva una pasta y hace la mitad que tú”. Coincidí con mi querida compañera Marta en un BIME [un festival de la industria de la música], estábamos escuchando a esa gente de la industria, nos miramos y dijimos: “Vaya puta mierda”. Hice una reflexión: hay un buen abanico de grupos feministas, pero ¿quién está en la producción? Oficinas de tíos con lógicas de mierda. Los que menos soporto son los que dicen “compa” y llevan las uñas negras. En cambio, yo estoy con Baga Biga, que son unos señores de Mungia con los que estoy encantada. Me dije: voy a seguir haciendo lo mismo, pero le voy a poner nombre y lo voy a hacer con mi compañera Marta.
Lo he visto en muchas invitadas de Urdin Elektrikoa: solistas feministas que están rodeadas de instrumentistas y productores hombres. ¿Cuál es el escollo?
El primer disco de rap editado en la historia fue en los setenta; el primer disco de rap editado por mujeres, en los ochenta. Nos cuesta diez años llegar a los sitios, porque si eres hombre se te abre la puertita de cristal con un sensor, mientras que nosotras tenemos que encontrar la puerta del castillo, reventarla a hostias, buscar colegas para ello… Y creernos que tenemos algo que hacer ahí dentro. Hay menos mujeres instrumentistas o DJs, y a las que hay no se las conoce porque su curro se invisibiliza; también seguimos teniendo vidas más complicadas. Intento rodearme de tías, pero también de gente con la que me unen lazos afectivos. Me meto con un señor al estudio a hacer instrumentales y no lo cambio por nada, porque tenemos un lenguaje compartido que es mágico y que me alimenta.
A la mayoría de mujeres nos cuesta poner precio a nuestro trabajo. Imagino que desde Mimosa Bulegoa habréis subido mucho el caché de vuestras representadas.
Me pone cachondísima pedir dinero para las demás. Me mueve una sensación de justicia: para sacarnos de la puta precariedad y porque lo que están diciendo estás tías es tan transformador, mueve tanto el mundo, que lo tiene que ver toda la gente. Pero para eso, tienen que dejar de tener ansiedad por que no llegan a fin de mes, tienen que dejar de estar preocupadas por si les ha pagado el puto Ayuntamiento tres meses tarde. Tiene que haber alguien que se pelee por eso. Se necesita una estructura feminista para apoyar a las feministas que están dando la cara, y yo quiero estar ahí atrás.
¿Cómo fichas a las artistas?
Me enamoro de gente, que es lo que pasa con todas las oficinas; el problema es que luego se desenamoran. Se establece una relación muy íntima, porque estás manejando la pasta de la gente, poniendo precio a su arte, esa persona está abriéndose en canal y poniendo su creación en tus manos como si fuera un bebé. Entonces, tiene que ser una relación de cuidados de verdad, con mucha humildad. Nosotras estamos también aprendiendo, aunque en otras cosas tenemos el culo pelado. Me sirve estar delante del foco para luego saber qué es lo que hay que pedir o cómo pedirlo. Presto atención a un mundo muy olvidado, el de las técnicas de igualdad: muchas son feministas que pueden redistribuir riqueza.
Hablando de técnicas de igualdad, te quería preguntar por tu experiencia de tallerista de rap en escuelas de empoderamiento. ¿Qué tal?
Pues increíble, porque se convirtieron en grupos de apoyo. He sido testigo de procesos superbonitos, de despertares increíbles. Chavalas de 15 años que tienen una situación de violencia machista en casa, chavales que se han dado cuenta de que son trans… Qué bonito generar un espacio en el que la excusa era el rap, porque lo que queríamos era acompañar esas vidas de otra forma.
¿Qué te parecen esas batallas de gallos que siguen por Youtube tantos chavales? ¿Es buena noticia que haya chavalas que logren sobresalir en esos espacios?
Las batallas de gallos tienen todo el sentido del mundo en el contexto en el que nacen, en los años setenta en el Bronx: chavales que, en vez de estar metidos en bandas, se ponen a rapear y a currarse habilidades con las palabras. Eso es la hostia. Como nuestra mirada es desde aquí, nos olvidamos de eso y decimos que son supermachistas. A mí cuatro tíos blancos heteros insultando a la madre del otro, pues los quemaría vivos. ¿Que haya más tías ahí? Pues claro que sí, tiene que haber tías en todas partes, pero ya sabemos que muchas de las que son tenidas en cuenta en el rap se masculinizan, no desde lo queer, sino para ser uno más de ellos. Fui al concierto de una rapera a la que admiraba profundamente, y de repente se estaba metiendo con las de la minifalda. ¿Perdona? Me voy de aquí. Si no conocemos los orígenes, estamos haciendo lo mismo que comprar una camiseta de Zara en la que pone I’m feminist.
¿Cómo te sientes ahora que el feminismo está de moda, por cierto?
Por un lado, me parece muy bien que el feminismo se democratice y llegue a más gente. Por otro lado, ya sabemos (ha pasado con el rap) que el sistema capitalista patriarcal está ahí para coger el eslogan, vaciarlo de contenido y venderte una camiseta. Me parece una fantasía que a las chavalas no les dé vergüenza decir que son feministas. Yo tuve una edad en la que me daba vergüenza ir a la manifestación del 8 de marzo en Tudela con mi madre. Durante mucho tiempo, dentro del mundo del rap decían (tíos y tías) que yo no era rapera porque era feminista. Las que antes te metían la hostia ahora dicen que ellas son las feministas. Yo seguiré haciendo lo mismo que antes: crear desde la verdad y no cayendo en lo fácil.
¿Qué te ha parecido la polémica sobre la canción de Shakira y que las comunicadoras feministas hayamos hecho nuestro análisis?
Primero, Shakira siempre ha sido nuestra. No nos van a quitar a Madonna y no nos van a quitar a Shakira. Segundo, ¿quién escucha solo lo underground? Otra cosa es que vayamos a hacer una tesis doctoral sobre la posición política de Shakira. Señora, ¡me aburre! Yo quiero que una chavala de quince años que no ha leído a Judith Butler vaya a la puta discoteca y cante como un mantra “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”…
¡Con Mimosa Bulegoa!
Pues sí, podría ser nuestro puto lema. Las mujeres seguiremos llorando (espero que con amigas y cada vez menos) por gilipollas que nos hacen pequeñas y ojalá facturemos cada día más para acortar la brecha salarial. El meme que más me representó era el de una tía con tres euros en la cuenta, que aún así decía: “¡Dilo, reina!”. Shakira es cantante, hace canciones. Está hablando de un señor que se jacta de tener mucho dinero, por el que ha dejado un montón de cosas. Entonces, me ha gustado que recuerde al puto mundo entero que es Shakira. Y también me gusta que una tía de esa edad lo pete en un día. Respecto a la sororidad, ¿en serio? ¿A ti te pone los cuernos delante de todo el mundo el gilipollas con el que tenías un acuerdo monógamo, que es un dios del fútbol, y vas a ser correcta? Pues nena, no eres correcta.
Rigoberta Bandini expresó muy bien lo problemático de exigir pedagogía feminista en las canciones: “Digo que mi madre tiene caldo en la nevera, no que las madres tengan que tener caldo en la nevera”.
Yo defendí a Rigoberta. Me dije: “Menos mal no tener esta visibilidad, porque con Ama me habrían crujido”. Cuando haces un tema sobre algo que te atraviesa, no estás buscando la corrección. Veo a grupos que están tan en lo que se está hablando ahora… Guay, ¿eh? Los están escuchando las chavalas y es más político que lo de Shakira. Pero a mí me llega más la música que no es tan perfecta, porque lo que es tan correcto no es verdad. Las canciones se hacen desde la víscera.
¿Estás donde quieres estar? ¿Anhelas más éxito?
Estoy donde quiero estar porque nadie me dice lo que tengo que hacer, porque hay un equipo que confía en mí y me mima. Estoy como quiero estar en el escenario: empecé sola y ahora somos cuatro tías en el escenario. Me gustaría no estar preocupada por el dinero, pero no me gusta la obscenidad: si tienes pasta como para enterrarnos a todas, es que estás robando. Me gustaría que las cosas que hago llegaran a mucha gente, y me gustaría tocar en ciertos sitios. Hay una lectura del éxito que es chunga y que nos hace mucho daño. Tienes que luchar contra eso y hacer terapia. Cada siete días digo que lo dejo. Mi camino ha sido de tortuga, amo a las tortugas. Aparecen ante ti un montón de bombitas de humo, y no me las creo. Estoy muy orgullosa porque como de cantar.
En Urdin Elektrikoa repetimos una frase de Ainara LeGardon: en vez de pelearnos por la visibilidad, compartamos autoridad. ¿Quién te interesa de la escena musical?
Ekiñe es una cantautora punk de Arrasate, es feminista y tiene una manera preciosa de ponerse en el escenario y de cantar. He descubierto en un concurso musical del que he sido jurado a Aiert Alberdi, una criatura de 17 años de Oñati: qué alegría, qué verdad. También me gusta Olor, que hace tecnopunk marika, y Perlata Punk. ANADIE es una chavala que rapea y hace instrumentales que flipas, y que produce a sus amigas. La conocí a través de Elvirus quien, por cierto, debería llenar estadios.
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