“A este lado de la tumba”: la esclavitud narrada por Harriet Jacobs

“A este lado de la tumba”: la esclavitud narrada por Harriet Jacobs

Tras lograr la libertad, la escritora puso voz al discurso abolicionista con sus memorias 'Episodios en la vida de una esclava', un testimonio cumbre en la narrativa antiesclavista estadounidense

19/04/2023

Harriet Jacobs en 1894. / Foto: Gilbert Studios (Wikipedia Commons).

“Quiero sumar mi testimonio al de aquellas plumas más competentes para mostrarles a las gentes de los Estados Libres en qué consiste realmente la esclavitud. Solo quien la haya experimentado puede saber cuán profundo, oscuro y repugnante es ese pozo de abominaciones”. Entre 1853 y 1858 Harriet Jacobs confrontó la generosa labor de legar su historia al discurso abolicionista. Sus memorias, Episodios en la vida de una esclava (2022), recuperadas por la editorial La navaja suiza y traducidas por Carla Fonte, conforman uno de los primeros testimonios autobiográficos que muestran la lucha de una mujer negra afroestadounidense contra el sistema esclavista. Cuarenta relatos cortos disertados por Linda Brent, alter ego de la autora, en los que relata el abuso sexual que sufrió y su posterior huida a los llamados Estados Libres (a territorios como Filadelfia y Nueva York); donde evidencia que los demonios de la esclavitud, el racismo y la segregación traspasaban fronteras.

Nacida en 1813 en Edenton, Carolina del Norte, Harriet Ann Jacobs fue la hija mayor de Delilah y Elijah, esclavizados afrodescendientes que pudieron criarla y darle un hogar: “Aunque todos éramos esclavos, [mis padres] me protegían con tanto escrúpulo que nunca habría imaginado que fuese una mercancía”. No supo de tal opresión hasta que su madre falleció. A los seis años fue llevada a vivir con su ama, Margaret Horniblow, esclavista sureña que le enseñó a leer y escribir. Había prometido que la familia quedaría libre tras su muerte, pero cuando falleció, Harriet, que entonces tenía 12 años, fue heredada por una sobrina de la esclavista y pasó a ser considerada propiedad de la familia Norcom (los Flint en sus memorias)

Por ella misma 

Episodios en la vida de una esclava fue publicado en 1861, un par de meses antes del comienzo de la Guerra de Secesión de Estados Unidos, con el debate sobre la esclavitud como una de las principales causas del conflicto. Aunque logró reconocimiento entre los círculos abolicionistas, la obra pronto cayó en el olvido y flotó por las aguas de la desmemoria hasta los años 60 del siglo XX. Harriet Jacobs no aparecía en el manuscrito —sí el seudónimo de Linda Brent— por lo que la negación de la autoría sirvió a los críticos para atribuir méritos a “algún autor abolicionista blanco” de la época. Hasta que, en la década de los 80, tras una ardua investigación, la historiadora Jean Fagan Yellin, su biógrafa, logró demostrar que Linda Brent, en realidad, había sido Harriet Ann Jacobs y Episodios, sus memorias fueron escritas por ella misma.

Fue a mediados del siglo XIX cuando, animada por su círculo más cercano, Harriet accedió a publicar un relato sobre su vida. Como subestimaba sus habilidades literarias creyó que lo mejor sería realizar una narración dictada. Pensó con su gran amiga Amy Post que sería buena idea proponérselo a Harriet Beecher Stowe. La respuesta en una carta muestra que Stowe se negó a ser copista de Jacobs, no obstante, le envió un relato novelado con su historia manifestando su deseo de añadirlo en La cabaña del tío Tom, la famosa novela de Stowe publicada en forma de serie. Ante la negativa de ayudarla —y un comentario racista y condescendiente por parte de la conocida escritora—, Jacobs resolvió escribir ella misma su historia.

La labor literaria no fue nada sencilla. La autora redactó sus memorias cuando “podía robarles una hora a las tareas del hogar”. Por aquel entonces ya vivía de forma relativamente libre y trabajaba para el matrimonio Nathaniel Parker Willis y Cornelia Willis y sería, de hecho, Cornelia quien compraría su libertad, pese a que Harriet se negaba a obtenerla con la venta. “Ella se mostró agradecida por la ayuda; pero, para alguien que jamás se había considerado una mercancía, la idea de que la compraran fue siempre dolorosa”, cuenta Amy Post.

Jacobs ocultó al matrimonio Willis que redactaba sus memorias, escribía a escondidas, en la noche, en parte por su inseguridad como escritora, pero también porque sospechaba que N. P. Willis era proesclavista. Tras llamar a la puerta de varias editoriales, se abrió la de Thaler y Eldridge, que publicaría su libro si conseguía que la afamada abolicionista Maria Child redactara el prefacio. Lo consiguió.

Contra las reglas del decoro

En sus Episodios Jacobs denuncia el continuo abuso sexual al que el esclavista Flint (cuyo nombre real era James Norcom) la sometió. “No me quitaba los ojos de encima, me recordaba que le pertenecía y juraba por Dios que me obligaría a someterme a él”. Un día le avisó de que estaba construyendo una casa a las afueras de la ciudad, donde la mandaría a vivir, lejos de la protección de su abuela y de los demás. La autora narra que, para evitar esa amenaza, “ese infierno viviente”, tuvo una relación sexual con un hombre blanco llamado Sands (Samuel Sawyer), y pensó que cuando Flint (Norcom) lo supiera dejaría de acosarla y la vendería. Su testimonio autobiográfico fue un desafío contra los tabúes que prohibían a las mujeres hablar sobre sexualidad, más si cabe, sobre explotación y agresión sexual. Como explica su biógrafa Fagan Yellin, Jacobs mostró al público los escritos de “una mujer impura sobre un tema prohibido. Una mujer negra estadounidense desafiando las barreras de la casta y de la clase, desafiando las reglas del decoro sexual”.

En el contexto en el que se enmarca Episodios —primera mitad del siglo XIX— las mujeres cristianas fueron elevadas a la figura de los ángeles y la feminidad blanca fue asociada al arquetipo androcéntrico de la mujer honrada: pureza y castidad simbolizaban la moralidad válida. Harriet Jacobs relata que el deseo de “conservar su pureza” quedaba, sin embargo, imposibilitado en el sistema esclavista. En parte, debido a que la feminidad y sexualidad de las mujeres negras fueron entendidas bajo el concepto de la promiscuidad. Como subraya la investigadora Nancy Cott, “la promiscuidad definía a la mujeres negras, a cualquier mujer negra, pero especialmente a la esclavizada” y ese constructo racista y misógino legitimó la violencia sexual sobre sus cuerpos. “La propia capacidad de las mujeres esclavizadas para sobrevivir a los abusos significaba que no podían aspirar a cumplir con el ideal de feminidad de las mujeres blancas”, añade.

La violencia sexual se convirtió en un tópico de la narrativa abolicionista. Los estudios en esta línea detallan que las autoras blancas solían tomar como objeto el sufrimiento sexual y maternal de las mujeres esclavizadas en sus argumentos contra la esclavitud. Como la ideología inicial de autoras como Stowe estaba muy marcada por el calvinismo que profesaban, sus argumentos se basaban en estereotipos en torno a “la esclava mancillada y la madre esclava desamparada” para evidenciar la violencia y denunciar la fragmentación de la familia negra dentro de la “institución peculiar”. El enfoque y tratamiento de sus narrativas permitió condenar el sistema esclavista, pero, a su vez, contribuyó a difundir determinados valores patriarcales.

Episodios, aunque en parámetros de la novela sentimental, rompe de alguna manera con ese paradigma. Su autora no se limita al discurso lastimero y victimista que tanto parecía complacer al público blanco. Construye una identidad oprimida irreverente. Precursora en la literatura feminista, la obra pone el foco en el agresor y en la institución que legitima tanta violencia. Además, apela a la responsabilidad y agencia del público lector: se dirige concretamente a las mujeres del norte para que tomen conciencia y no sean cómplices del sistema, para que “no contribuyan a apretar el subyugo”.

Revelación, religión y rebeldía

Para las personas esclavizadas adquirir conocimiento o revelarlo constituía una falta grave dentro del orden esclavista. La analfabetización era fundamental; como indica el economista Thomas Sowell, “mantener a las personas esclavizadas sumidas en la absoluta ignorancia, no costaba lo que las vallas o los guardias armados e imposibilitaba en gran medida la fuga y la resistencia”. Harriet, que sabía leer y escribir, pudo burlar el marco esclavista ideando estrategias de supervivencia dentro y fuera de él. La violencia psicológica ejercida sobre las personas esclavizadas, aparte de doblegar su voluntad e inducir la dependencia, resignación o sumisión, promovía el temor a las personas blancas.

Portada del libro ‘Episodios de la vida de una esclava’, editado por La navaja suiza.

La religión enseñó a temer a los esclavistas. “Si desobedecéis a vuestro señor terrenal ofenderéis a vuestro señor divino”, predicaban los reverendos de Edenton, especialmente cuando avizoraban una rebelión. “Los propietarios de esclavos llegaron a la conclusión de que sería beneficioso que los esclavos recibiesen la suficiente educación religiosa como para que no matasen a sus amos”, escribe Jacobs. Que no creía ni en “doctores en divinidad” ni en sus interpretaciones bíblicas. Su escritura, atravesada por una fuerte creencia religiosa, se caracteriza, en cambio, por un tono irónico y sarcástico, una voz burlona y desafiante que se acentúa al hablar de las proclamas de los misioneros, a quienes animaba a sermonear a los esclavistas para que supieran que no estaba bien traficar con las personas y que era “un pecado vender a sus propios hijos y violar a sus propias hijas”.

El conocimiento, por tanto, era un arma potente para combatir la esclavitud y propagarlo un acto de rebeldía. A mediados del siglo XIX, como parte de su temprano activismo, Jacobs y su hermano organizaron un club de lectura antiesclavista en Nueva York. En esa época también participó en convenciones lideradas por mujeres abolicionistas. Ya desde los años 30 —incluso antes— el escenario abolicionista contaba con célebres precursoras feministas negras como las activistas de Salem, Sojourner Truth, Grace Bustill o las hermanas Forten. Tras el estallido de la guerra civil o la Guerra de Secesión, Harriet viajó a Virginia para auxiliar a fugitivos del sistema esclavista y allí abrió una escuela junto a su hija. Reivindicó durante décadas su lucha por la igualdad. Hasta su muerte en marzo de 1897.

Sobre lo materno y lo colectivo 

Episodios aborda la complejidad con la que se articulaban las maternidades negras en la esclavitud, particularmente en el contexto sureño. “Me estremecía pensar que daría a luz a unos hijos que serían propiedad de mi déspota”, escribe Jacobs, que tenía 15 años cuando “evitó convertirse en la concubina de su amo al quedar embarazada de otro hombre”, explica la biógrafa Fagan Yellin. Pensó que, al mantener una relación con Samuel Sawyer, futuro congresista, sería más fácil obtener su libertad y también la de sus hijos e hijas. Él dijo que la ayudaría, pero la engañó.

A la lucha por la libertad propia se sumó la de su hija Louisa y su hijo Joseph (Ellen y Benny en las memorias). Lo significativo de Episodios es que la autora construye una maternidad subjetiva en un sistema que negaba a las mujeres esclavizadas sus derechos reproductivos; que quedaban bajo control y dominio de los propietarios esclavistas. Los argumentos de Jacobs contraponen esa política supremacista de herencia colonial para reclamar los derechos legales y sociales sobre sus criaturas y en su defensa visibiliza la situación de otras madres esclavizadas. En ese sentido, su tratamiento de la manumisión es transgeneracional, cíclico y colectivo. Como si la libertad emergiera desde el propio vientre hasta alcanzar a todo un pueblo perseguido y viceversa.

Antes de poder huir hacia el norte, Jacobs estuvo escondida durante años en casa de su abuela. Contestataria, temerosa y orgullosa, Martha (su abuela Molly) representa la protección maternal, pero es la antítesis de la mammy, un estereotipo que representaba a las mujeres negras como cuidadoras pasivas y conformes con el rol materno que estaban obligadas a desempeñar. Se forjó gracias al relato de nostálgicos sureños que defendían “La Causa Perdida de la Confederación”, un movimiento supremacista que valió para negar los horrores del sistema esclavista y del racismo tras la guerra de Secesión. Como nodriza, Martha fue obligada a destetar a su bebé de tres meses “para que el bebé del ama pudiera tener suficiente alimento”, pero si la familia esclavista romantiza esa lactancia controlada, ella la utiliza para rebajar la altanería de los Norcom. “Era una mujer reservada, pero, cuando algo desataba su furia, no había quien la apaciguara. Una vez persiguió a un hombre blanco con una pistola cargada porque había insultado a una de sus hijas”. Martha siembra la voz disidente que alimenta la rebelión.

Episodios en la vida de una esclava dignifica la vida de mujeres como Martha, como Harriet como la de todas aquellas que avivaron su insurrección. Sus páginas aúnan la historia de quienes vivieron entre la fortaleza y el duelo que supuso habitar “ese lado de la tumba” que describe Jacobs. La lectura sobre sus vidas revela parte del sufrimiento de quienes fueron explotadas como la propia tierra y fraguaron su resistencia en los actos extraordinarios de la cotidianidad. Porque desde lo cotidiano también se fragua la resistencia y se ansía la libertad. Desde lo cotidiano, desde esa rebeldía sigilosa pero estridente que habita en cada uno de los Episodios de la autora, también era posible imaginarse campos de algodón ardiendo.

 


No te vayas:

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba