Cuando la rabia, el miedo y la tristeza se hacen hambre

Cuando la rabia, el miedo y la tristeza se hacen hambre

Roxane Gay en su libro 'Hambre: memorias de mi cuerpo' escribe sobre cómo es vivir en cuerpo que el mundo te ordena que odies por ser gordo. Es desolador leer cómo siendo una niña comprendió que la gordura no es deseable y el motivo por el que hizo de su cuerpo una fortaleza.

19/04/2023

Ilustración de portada del libro ‘Hambre’.

“La obesidad es una enfermedad”, dicen. “Las personas gordas comen mucho y mal”, explican. “La gente gorda es una vaga que no quiere hacer deporte”, afirman. “Los cuerpos gordos no son deseables y dan asco”, aseguran. “La gordura incomoda y hay que erradicarla”, se escucha. Hay muchos prejuicios en torno a las personas gordas, muchos estereotipos creados para humillarlos e infundir temor para que las personas delgadas o con cuerpos normativos no tengan esos cuerpos. La gordura no está asociada al éxito. Eso nos enseñan libros, películas y series, pero Roxane Gay demuestra lo contrario, pues ella es una mujer gorda y fuerte, que ha luchado contra la gordofobia de la sociedad y la interiorizada, para demostrarse a sí misma y a quien la lea y escuche, que las personas con cuerpos gordos no tienen por qué tener límites.

Roxane Gay (Omaha, 1974) es una escritora feminista, editora y comentarista, que se graduó en la reconocida universidad Yale. Además, es profesora asociada de Inglés en la Universidad Purdue y escribe artículos de opinión en The New York Times. Parte de su trabajo consiste en analizar y deconstruir temas feministas y raciales desde su experiencia personal. Ha escrito varios libros, pero, tal vez, los más conocidos son Mala feminista (2014) y Hambre: memorias de mi cuerpo (2016). Esta es una historia personal en el que narra el camino que ha recorrido para comprenderse y salvarse.

Hambre es una historia dura, real, actual. Una narración con la que, por desgracia, muchas personas, sobre todo mujeres, pueden sentirse identificadas. Es una autobiografía de su cuerpo porque, como explica la autora, las historias de cuerpos gordos se ignoran o ridiculizan. La gente ve este tipo de cuerpos y empieza a conjeturar. Cree conocer su porqué. “Esta no es una historia de éxito, pero exige ser contada y merece ser escuchada. Es un libro sobre mi cuerpo, sobre mi hambre, sobre desaparecer y estar perdida y desear con todas las fuerzas reconocimiento y comprensión. Es un libro sobre aprender y permitir que me vean y me comprendan”, señala Gay en su libro.

Este empieza compartiendo una vivencia traumática que supuso un punto de inflexión en su vida: una agresión sexual múltiple cuando tenía 12 años. Lo guardó en secreto durante más de 25. Sin embargo, lo que es ese aciago día trajo consigo fue el comienzo de un viaje de autodesprecio en el que muestra, además, la gordofobia que existe en la sociedad. Y es que las personas gordas habitan cuerpos que incomodan, maltratan, humillan e invisibilizan y tienen que luchar a diario contra todos esos enemigos que no ven la belleza en un cuerpo que no cumple los cánones establecidos, un cuerpo que consideran la otredad, lo anormal, cuando la talla más vendida a nivel nacional es la 44, considerada, incomprensiblemente, “talla grande”.

Roxanne Gay explica que Hambre es un libro sobre cómo vivir en el mundo cuando tienes 130 o 180 kilos de sobrepeso, cuando no tienes obesidad ni obesidad mórbida, sino que, según el índice de masa corporal (IMC), tienes superobesidad mórbida. Sin embargo, añade que no está conforme con el concepto IMC: “Me resulta tan técnico e inhumano que siempre estoy deseosa de ignorar la medida, aunque lo use la comunidad médica para disciplinar a los cuerpos que carecen de ella”. Según esta mujer y otras activistas y escritoras gordas como Magda Piñeyro o la nutricionista incluyente Raquel Lobatón, la palabra “obeso” es gordófoba, ya que significa que ha comido hasta engordar, y tal y como se emplea en la actualidad está mal usada, porque no tiene ese significado literal, teniendo en cuenta que la gordura es multifactorial y no tiene que ver siempre con la sobrealimentación.

Gay es consciente de cuándo, cómo y por qué empezó a engordar. En una sociedad que tiene el discurso gordófobo tan integrado, decidió engordar para salvarse: “Sabía que no sería capaz de soportar otra violación, de modo que comí porque pensaba que, si mi cuerpo se volvía repulsivo, podría mantener alejados a los hombres. Con 12 años ya comprendí que siendo gorda resultaría indeseable”, comparte. “Empecé a comer porque quería sentirme más fuerte. Construí un cuerpo que me daba la seguridad que necesitaba”.

Esto tiene relación con la gordofobia interiorizada que hay, incluso, entre las personas gordas. En lo que se va viendo y aprendiendo desde la infancia en la televisión, revistas, anuncios… De hecho, le han acusado de “rebosar autodesprecio y ser gordofóbica”. No niega la primera afirmación, pero sí la segunda. “El movimiento por la aceptación de la gordura es necesario, pero creo que una parte de la aceptación consiste en asumir que algunas personas tenemos dificultades con nuestra imagen corporal y no hemos alcanzado un lugar de paz y autoaceptación incondicional”, confiesa.

Sin embargo, es algo en lo que está trabajando. “Odio mi cuerpo, cómo se quedan mirándolo y los comentarios que hacen. Odio equiparar mi valía personal al estado de mi cuerpo, decepcionar a tantas mujeres cuando no consigo aceptarme en ninguna talla, pero también me gustan mis rarezas, mi personalidad y mi sentido del humor. De hecho, es ahora, cumplidos los 40, cuando soy capaz de admitir que me gusto, a pesar de que me insten a hacer lo contrario”. Este ha sido un camino difícil, porque parece que un cuerpo gordo siempre debe pedir disculpas por existir y ofrecer explicaciones de por qué se es así.

De hecho, Gay remarca en Hambre la imposibilidad de vivir bajo los cánones de belleza establecidos: “Soy feminista y creo en eliminar los estándares que fuerzan a las mujeres a ajustarse a ideas irreales. Es importante que las mujeres se sientan cómodas en su cuerpo, que no quieran cambiarlo para sentir esa comodidad. Quiero creer que mi valor como ser humano no reside en mi tamaño ni apariencia física. Al haber crecido en una cultura tóxica para las mujeres, es importante luchar contra los descabellados estándares en cuanto al aspecto que debería tener un cuerpo. Sin embargo, lo que sé y lo que siento son dos cosas diferentes”. Por eso, dice que aún está en proceso de aceptación corporal, porque sabe que, desde un punto de vista intelectual, es capaz de ver que el problema no es ella, sino el mundo y su negación de tener en cuenta a las personas gordas.

Es importante tener una red de seguridad que te apoye en los momentos más bajos, que acepten tu cuerpo y todo tu ser incondicionalmente, pero, por desgracia, la familia y las amistades, a veces, sin darse cuenta, pueden hacer mucho daño. Gay recuerda cómo al dejar su casa para ir a la universidad su familia le deseó buena suerte y le animó a hacerse cargo de “su problema”: “No les preocupaba el alcohol ni las drogas, sabían qué vicio había escogido. Albergaban la esperanza de que tuviera algún instinto de preservación y quisiera perder peso para parecerme a las otras chicas y, así, ser mejor”. Además, resalta, que hay personas a las que les gusta decirle que no está gorda, porque lo entienden como algo vergonzoso e insultante.

Ella, sin embargo, no lo ve de la misma manera: “Gorda responde a la realidad de mi cuerpo. Cuando empleo esta palabra, no me estoy insultando, me estoy describiendo”. Tampoco está de acuerdo con pseudocumplidos como “tienes una cara preciosa” o “eres muy simpática”, como si no fuera posible ser gorda y tener lo que se consideran cualidades valiosas. “Es insultante pretender que no esté gorda o negar mi cuerpo y su realidad. Es insultante asumir que me avergüenzo de mí por ser gorda y que piensen que la gordura hace a las personas menos inteligentes y más incapaces”, critica.

Por lo tanto, tanto en el ámbito familiar como con los amigos o personas desconocidas el cuerpo es objeto del discurso político. Está sujeto a comentarios si engordas, adelgazas o te mantienes en tu inaceptable peso. “A la gente le falta tiempo para ofrecer estadísticas e informar de los peligros de la obesidad, como si no solo se fuera gordo, sino que, además, fuera increíblemente estúpido e inconsciente en lo referente a la realidad del cuerpo y de un mundo que se muestra enérgicamente hostil a él”.

Lo triste es que está convencida, porque lo ha vivido, de que no importa el éxito que alcances, los libros que publiques y vendas, dónde te gradúes o cuánto ayudas a la humanidad con libros como el suyo, pues siempre se iba a asociar su nombre con un cuerpo gordo. Para la gente nunca será nada más que un cuerpo, comenta apenada. “Dan igual los logros, pues, ante todo, serás gorda”. Lo bueno que puede sacar de esto, añade, es que al ver el tratamiento que sufrimos las personas gordas ha aumentado su empatía por los demás y las verdades de sus cuerpos.

Y, pese a todo lo sufrido, pese a la violación y los años de silencio que le han devorado por dentro mientras ella “devoraba el mundo por fuera para protegerse”, está aprendiendo a dar menos importancia a lo que los demás piensen y opinen de ella y que la medida de la felicidad no es la pérdida de peso, sino el sentirse cómoda en el propio cuerpo vestido o desnudo, con la luz apagada o encendida, sentir el cuerpo sin asco, solo con amor y respeto.


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