“El feminismo llega dividido al 8M”, “El feminismo se parte en dos” y otros titulares similares copan los medios en el año en 2022, la primera vez que hubo dos manifestaciones feministas el 8 de marzo. Nos prohibieron salir en 2021, nos culparon de hacer estallar los contagios de Covid en la capital del Estado, después de hacer historia en 2019, este año volvemos a pasear el miedo y a legitimar el discurso de odio de la ultraderecha, que dice que el feminismo no es necesario. Las reacciones contra el movimiento aumentan a medida que este se hace más masivo.

Además, más allá de las ciudades grandes, en otros lugares no pueden permitirse el lujo de dividir el movimiento porque son menos. Lo de la división, además, no es nuevo, lo intentaron con el movimiento LGTBI, recuerda Terci. Con el feminismo lo están consiguiendo, ¿por qué? Seguimos solo a gente que opina lo mismo que nosotras, hay más violencia en discusiones entre feministas que cuando nos enfrentamos a machirulos. Se nos veta seguir a cuentas, aunque queramos simplemente saber qué dicen. Ver, saber y escuchar al resto, aunque no pensemos igual, para no retroalimentarnos y fomentar el odio.

Aprendemos gracias a otras feministas, “algunas deberían ser becadas por el Ministerio”, dice Bake. “Yo era esa persona que decía ‘ni machismo ni feminismo'”, añade. Que lo llamen igualitarismo, que vende más, ¿no? No todo el mundo sabe todavía qué es el feminismo y nosotras nos permitimos discutir dentro del movimiento hasta dinamitarlo. En fin, es complicado. De todo esto y más hablan en este programa Bake y Terci, Terci y Bake. Dale al play.

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