El infinito de Yayoi Kusama

El infinito de Yayoi Kusama

La obra de la artista japonesa tiene que ver con la necesidad vital de dibujar universos posibles y quebrar las normosis. Sus prácticas son una puerta para las artes de la performance del siglo XXI.

12/04/2023

‘Infinity Mirror Room’ (sala de espejos infinitos), 2021, Gropius Bau. / Foto: Luca Girardini©

Tras varios aplazamientos por la pandemia de la Covid19, la Gropius Bau de Berlín presentó en mayo de 2021 ‘A Bouquet of Love I Saw in the Universe’ (un ramo de amor que vi en el universo), la retrospectiva más completa de la artista japonesa Yayoi Kusama hecha hasta ahora en Europa. La exposición recoge todas sus etapas creativas, desde sus comienzos en los años 50 en Matsumoto (Japón), pasando por Estados Unidos y Europa, hasta sus pinturas más recientes hechas hace pocos meses desde su estudio de Tokio.

Son 70 años de perseverancia y trabajo constantes. Como explica Stephanie Rosenthal, directora de la Gropius Bau y curadora de la retrospectiva, “el trabajo de Kusama se caracteriza por intervenciones revolucionarias impulsadas por el deseo de una unión envolvente entre el cuerpo y la obra de arte, y por el impulso de redefinir el papel de las mujeres en el arte”.

Durante estos meses ha resultado imposible hablar directamente con la artista. Desde el Museo Yayoi Kusama de Tokio nos cuentan que está enfrascada en su estudio con la creación de nueva obra.

Una estructura tentacular gigante rosa con lunares negros abre el viaje Kusama en el atrio de la Gropius de Berlín. Esta exposición, que ya ha hecho historia en medio de la pandemia, presenta una nueva ‘Habitación del Infinito’ (‘Infinity room’), seña de identidad de las instalaciones inmersivas que Kusama empezó a hacer en el Nueva York movimentista de los años 60.

En la retrospectiva, que se puede visitar de forma digital en la web de la Gropius, reconstrucciones de ocho exposiciones individuales que Kusama hizo en Estados Unidos y Asia entre 1952 y 1983 analizan la relación personal de la artista con su obra. “Hemos reproducido los planos originales para, no solo recrear con precisión las presentaciones de Kusama, sino también entender cómo ella misma instalaba sus propias obras en el lugar”, detalla Rosenthal.

En Berlín también se muestran 69 de las más de 700 pinturas acrílicas que Kusama está haciendo desde 2009 dentro de su serie ‘My Eternal Soul’ (mi alma eterna). Obras de colores impactantes, imágenes celulares, organismos biónicos, jeroglíficos de un universo profundo, con títulos que fluctúan entre la declaración de intenciones y la poesía: “Youth so fleeting, as if whirling past in a dizzy spell”, de 2020 (la juventud tan fugaz, como si pasara un torbellino de vértigo), “I want to believe again in dreams of infinite majesty”, del mismo año (quiero creer de nuevo en sueños de infinita majestuosidad).

¿Es posible separar la obra de una artista de su propia vida? ¿Es posible diferenciar entre vida y arte? La nueva retrospectiva se basa en el archivo personal de Kusama que custodia su museo de Tokio y que el equipo de la exposición visitó en persona. También ha sido revisado el archivo del historiador de arte Udo Kultermann, que dio forma a la carrera de la artista en Europa.

Entre Nueva York y Europa

La nueva retrospectiva hace accesibles por primera vez los proyectos expositivos de Kusama en Europa. El arte de Kusama y su impacto mundial se relaciona, entre otros movimientos artísticos, con la actividad del Grupo Zero. En 1957, Kusama quemaba una gran cantidad de pinturas en su ciudad natal Matsumoto y se marchaba a Nueva York con una maleta y muy pocos recursos económicos, decidida a convertirse en una “artista de vanguardia”, investigando la percepción del espacio y las ilusiones visuales. Ese mismo año, en Düsseldorf, Alemania, Heinz Mack y Otto Piene, precursores del Grupo Zero, hacían en su estudio las ‘Exposiciones Nocturnas de Salón de Un Solo Día’.

En Nueva York, ciudad que había arrebatado el foco a París y se había convertido en el epicentro mundial de las movidas artísticas, Kusama está sola, trabaja incansablemente y en condiciones muy precarias. Allí empieza a crear sus series monocromáticas ‘Infinity Nets’ (redes del infinito), grandes lienzos llenos de pinceladas semicirculares repetitivas en los que trabajaría dos conceptos opuestos: el cero y el infinito, que luego se encontrarían en muchas exposiciones europeas. Y también en la base de la digitalización del mundo, compuesta por patrones de ceros y unos.

Ética del trabajo, obsesión, perseverancia y dignidad caracterizan las formas de producción artística de Kusama. Pero mucho depredador pulula a su alrededor en Nueva York. A comienzos de los años 60, Kusama crea las esculturas de ‘Acumulación’, materias blandas de forma fálica hechas con telas rellenas de algodón que adhiere de forma masiva a objetos domésticos y muebles. En 1963 también crea ‘Aggregation: One Thousand Boats Show’ (agregación: espectáculo de los mil barcos), su primera instalación en la que imprime fotografías de su barco intervenido y las pega por toda las paredes. Luego presentará sus habitaciones de ‘Espejos Infinitos’, como ‘Infinity Mirror Room – Phalli’s Field’, dentro de la exposición ‘Floor Show’ (1965), donde invita al público a entrar descalzo y experimentar una suspensión del tiempo y el espacio bajando por un estrecho sendero que separaba en dos una sala llena de espejos opuestos donde el suelo estaba cubierto por esculturas acumulativas blandas llenas de puntos rojos.

Algunos hombres blancos colegas de profesión se apropiaron de las propuestas artísticas que creaba Kusama. Y se hicieron famosos y ricos con ellas. Claes Oldenburg lo hizo con las esculturas blandas; Andy Warhol, con las impresiones repetidas; y Lucas Samaras, con los espejos.

En 1960, Kusama recibe la primera invitación para participar en una exposición europea con su obra ‘Infinity Nets’. Los artistas del movimiento Zero y de la llamada Nueva Tendencia Europea indagan la bidimensionalidad, el monocromatismo y las repeticiones. Como los patrones de red compulsivamente repetidos por Kusama desde Estados Unidos. Tras haber sido invitada a participar hasta en seis muestras colectivas en Holanda, Kusama viaja a Europa en 1965 para inaugurar su exposición ‘Aspectos del Erotismo Contemporáneo’ en la Internationale Galerij Orez de La Haya, y presentar su obra ‘Agregación: One Thousand Boats Show’ en la exposición Nul del Museo Stedelijk de Ámsterdam.

En Nul Kusama conoce al fundador del movimiento espacialista Lucio Fontana, que le dará soporte desde Milán para sus exposiciones por Europa. Nanda Vigo, una de las pocas mujeres artistas del movimiento Zero y asistente de Fontana, ayudará a Kusama a conectarla con la red de artistas en Europa.

En 1965, imagina ‘Love Forever’, su primera instalación con electricidad, para la exposición colectiva ‘Zero on Sea’ prevista en La Haya. Era una macroinstalación específica para el lugar en la que participaban unos 50 artistas, pero no se pudo hacer por razones financieras y meteorológicas. Kusama materializaría el concepto de “love forever” en 1966, haciendo otra de sus ‘Habitaciones de Espejos Infinitos’ en la galería Castellane de Nueva York: “Kusama’s Peep Show o Endless Love Show”. Una cámara hexagonal revestida de espejos con luces y dos ventanas para asomarse a una psicodelia hipnotizante. Espejos en suelo y paredes, y en el techo luces amarillas, verdes, azules y rojas intermitentes que se aceleraban continuamente en nueve ciclos, formando 17 patrones diferentes como una estructura infinita, con fondo musical de los Beatles. En la inauguración, Kusama repartió pines con el lema “Love Forever”. Esta frase también será el título de la gran exposición de California en 1998, a su vuelta a la actividad expositiva en Estados Unidos, iniciada en 1989 con una retrospectiva en Nueva York.

En 1966 hace su happening en la acera frente a su loft en Nueva York. Vestida de negro, se trenzó el pelo y se tumbó sobre sus esculturas acumulativas ‘Phalli’s Field’ (campo de falos). Ese mismo año el escultor y pintor Ferdinand Spindel invita a Kusama a vivir unos meses en la Künstlersiedlung Halfmannshof de Gelsenkirchen (Alemania) para que preparara varias exposiciones en Europa.

La artista tiene una visión crítica del consumismo de masas y del deseo capitalista que lideraba Estados Unidos en plena guerra fría. Así que se planta en la 33ª Bienal de Venecia, sin previa invitación y monta su obra ‘Narcissus Garden’, una instalación donde combina los espejos y sus experimentaciones con la repetición. Creada con el apoyo de Lucio Fontana que financió la acción con 600 dólares, Kusama coloca 1.500 bolas de metal autorreflejante fabricadas en Florencia en el jardín del pabellón italiano. La artista vende cada bola por dos dólares, como si fueran helados, pero el comité de la Bienal se escandaliza y lo prohibe. Ella se quitó entonces su kimono dorado y vestida con un mono rojo se sumergió en su instalación.

Corporalidad expandida

Kusama genera una práctica interdisciplinar propia donde ella misma se convierte en parte de su arte, combinando la escultura, la pintura, la poesía, la instalación, los happenings, la moda, el diseño, la música y el vídeo. La presencia del cuerpo en su obra es constante. Ella se expone. Su obra es una acción expansiva que dice, en medio de un mundo de violencias estructurales, “hola, estoy aquí”.

Según Stephanie Rosenthal, “en sus trabajos coloca su cuerpo como un marcador, un acto que anticipó la cultura actual del selfie”. Pero quizás es algo distinto porque en la artista no hay intención egóica, sino una voluntad de fundirse con el universo y compartirlo (“soy un punto en medio de infinitos puntos”), una visión ampliada de lo que supone la existencia y la sensibilidad humanas. El eje central de la investigación de Kusama a lo largo de toda su obra es el “yo” que se borra en el infinito.

“The spirits of the pumpkins descended into the heavens” (los espíritus de las calabazas descendieron de los cielos), 2021, Gropius Bau. /Foto: Luca Girardini©

Con Jud Yalkut hizo la película Kusama’s Self-obliteration (1967), donde se cubría de lunares en distintas situaciones, en el bosque, en el río, sobre un caballo, hasta desaparecer entre los puntos. “El universo está lleno de nada, expandiéndose y destruyéndose a sí mismo, como un punto que cae en el agua”, explicó.

La artista también crea espectáculos audiovisuales psicodélicos en clubes clandestinos de Nueva York y monta en varias plazas los Festivales del Cuerpo Desnudo y las Fiestas de la Orgía, donde pinta lunares sobre cuerpos desnudos. Estas acciones quedaron documentadas en las películas Flower Orgy (1968) y Love-In Festival (1969).

Amor libre y antimilitarismo 

Sus happenings en Nueva York contienen un mensaje político contra la Guerra de Vietnam y por el amor libre. Sus propuestas fueron una expresión de la revolución de los afectos, la corporalidad y las libertades sexuales. Kusama pinta cuerpos desnudos y oficia matrimonios entre hombres homosexuales.

Contemporánea del Living Theatre, cuestionó el envío de hombres y mujeres estadounidenses a la guerra. “El desnudo es una cosa tan bonita. ¿Por qué tenemos que enviar estos bellos cuerpos a la guerra?”, decía. Kusama había vivido la Segunda Guerra Mundial en su infancia y esta experiencia tiene un gran impacto en su deseo de hacer del mundo un lugar mejor.

Con su trabajo, la artista busca cambiar la mentalidad de la gente y “ayudar a difundir amor y esperanza”. En la ola de los movimientos hippie, antirracista y antimilitarista, sus acciones aportan una conciencia poética. Pero en Japón la prensa convierte su trabajo en escándalo y la artista recibe ataques y amenazas.

Con la reelección de Nixon como presidente de Estados Unidos en 1972 se hace más difícil para los artistas encontrar un lugar de libertad en Nueva York. Kusama llega a escribir al presidente para decirle que no puede erradicar la violencia con más violencia. El sistema-arte (coleccionistas, comisarios, curadores, galeristas, directores de museos…) promociona a artistas hombres blancos. Kusama es una figura marginada por ser mujer y por ser japonesa. En 1973 regresará a Japón definitivamente. Es una artista migrante que paseó las calles de Nueva York vestida con kimonos y sombrillas floreadas (‘Walking Piece’, 1966). Como Frida Kalho, Georgia O’Keeffe o Emily Carr, es una caminante sinestésica y una productora incansable de obra.

El conjunto de la obra de Kusama es una puerta para las artes de la performance del siglo XXI que todavía no podemos describir. Nadie inventó la performance (tampoco Marina Abramovic). La performance, como acontecimiento no categorizable, emerge en los años 60 de un conjunto de prácticas y cuerpos disidentes, en distintos lugares del planeta. La performance nace de un tejido colectivo al que Yayoi Kusama lleva contribuyendo desde hace más de 70 años con una profunda sensibilidad, sistematización y capacidad productiva pasmosas.

Como ahora ha escrito la artista para el público en la gran retrospectiva berlinesa: “He dedicado mi vida entera a pintar y a crear, uniendo el cero con la línea. Cada día. Mis artes son todo para mí. Son un vuelo de amor infinito para el universo. Te invito a parar y a mirarte a ti mismx”.

Retrato de Yayoi Kusama. / Foto: Yayoi Kusama ©

¿Quién es Yayoi Kusama?

Yayoi Kusama nace en Matsumoto, Japón en 1929, dentro de una familia conservadora y adinerada, vendedora de semillas. Contra el mandato patriarcal de casarse y tener hijos, Kusama estudia nihonga, pintura tradicional japonesa, en la Kyoto School of Arts and Crafts. También aprende la técnica pictórica yōga y se sumerge en su propio universo creativo. En marzo y octubre de 1952 hace sus dos primeras exposiciones en el centro comunitario de su ciudad. Presenta pinturas de plantas e insectos a camino entre la abstracción y la figuración. Trabajos sobre papel con acuarelas, témperas y pasteles contienen el carácter envolvente que caracterizará toda su obra.

Kusama antepone su arte a la comodidad material que tenía en Japón. Vivirá un desplazamiento de clase y una dura experiencia de migración. Inspirada por el impresionismo abstracto de Estados Unidos, en concreto por la obra de Georgia O’Keeffe, en 1957 la artista se traslada a Nueva York, donde formará parte muy activa de la escena artística de los años 60 y comienzos de los 70, tanto en Estados Unidos como en Europa, haciendo pinturas, esculturas e instalaciones inéditas. Abriendo camino a las prácticas de la performance tal y como las conocemos ahora. Desde mediados de los años 70, Kusama vive en Japón. Hoy tiene 92 años y sigue creando obra de forma incesante desde su estudio en Tokio, sobre todo, pinturas.

Su obra tiene una profunda dimensión performativa, rompe molduras y va más allá del llamado pop-art. Su trabajo atraviesa todo el marco temporal de los movimientos artísticos de los años 50 del siglo XX a los años 20 del siglo XXI. Desde 2017, sus obras y archivo personal tienen un hogar permanente en Japón, el Yayoi Kusama Museum, ubicado en la zona de Shinjuku, en Tokio.

La mejor forma de conocer el universo de Kusama es ver su trabajo y leer sus propios textos, pues los medios han escrito mucho estereotipo. En 2002, la artista presentó su autobiografía: Infinity Net: The Autobiography of Yayoi Kusama.

Kusama pasó de ser una artista marginada por el mercado del arte en los 60 a ser una superestrella a partir de los 90. Las pinturas y esculturas de Kusama que alguien compraba por menos de 100 dólares en el Nueva York sesentero ahora cuestan millones de dólares. Kusama es hoy la artista viva que más vende en el mundo. Pero su legado no tiene que ver con el dinero, sino con la necesidad vital de dibujar universos posibles y quebrar las normosis.

Nota de la autora: este texto ha sido revisado por el Museo Yayoi Kusama de Tokio, que ha cedido las imágenes 
publicadas.

Este texto ha sido publicado en el anuario número 9 de #PikaraEnPapel, de septiembre de 2021. Puedes conseguirlo en nuestra tienda online.

 


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