Suspiritos por Aida y Alba

Suspiritos por Aida y Alba

A partir de la reconciliación de Dulceida y Alba Paul, analizamos el papel que ha jugado la pareja como referente lésbico en los últimos años.

26/04/2023

Fotografía con la que Dulceida y Alba han confirmando su vuelta.

Estoy profundamente agradecida a Pikara Magazine por permitirme escribir a partir de lo que, hasta ayer, era un rumor. Ellas, que llevan más de doce años haciendo periodismo feminista y ganando premios, han comprado mis argumentos entusiastas para escribir esto. Hoy, por suerte, ya no hablamos de un rumor. Aida Domènech, más conocida como Dulceida, y Alba Paul han confirmado en sus redes sociales que vuelven a estar juntas. Es la excusa para hablar de dos personajes que me fascinan. Eso sí, no puedo seguir sin dejar claro que me parece imperdonable que Dulceida aceptara viajar con Planeta Calleja a Israel, un país genocida especializado en pinkwashing. Eso no.

Ya sé que no pega que aquí, en esta revista con tanta solera, nos hagamos eco de un cotilleo aparentemente sin mucha importancia, pero ¡es que importante! Es importante porque la relación entre Alba y Dulceida ha abierto las puertas a explorar el lesbianismo a muchas chavalas y ha hecho que algunas, ya más viejas, sintamos cierta envidia. Referentes a mano, a golpe de click, referentes en Instagram, en la tele, referentes que triunfan, que se enamoran, que disfrutan, referentes que no se esconden demasiado, que tienen amigas bolleras, que bailan, sin miedo, los sábados en el Arena.

Dulceida, una diosa para las adolescentes, la gran influencer, la pionera, probablemente la más espabilada de todas, reventaba las estadísticas de YouTube confesando que se había enamorado de una mujer. Más de tres millones de personas han visto a la catalana explicando a sus “preciosos”, palabra con la que se refiere a sus seguidores y seguidoras, que sí, que le gustaban también las mujeres. El vídeo de su boda —sí, una canto al amor romántico y a la heteronormatividad— hacía también las delicias de propias y extrañas.

Ay. Suspirad conmigo.

Tras una gran historia de amor, documentada hasta el más mínimo detalle, las seguidoras de la pareja se echaban las manos a la cabeza cuando anunciaron su ruptura. La gran decepción. Quién puede creer en el amor si Alba y Aida ya no están juntas. Qué tremendo. ¿Por quién vamos a suspirar ahora? Ellas, en varias ocasiones, pidieron respeto. Todas las rupturas son complicadas. Siempre hay alguien, familia o amigas, que parecen más afectadas que las propias afectadas, así que no me puedo ni imaginar qué puede significar decepcionar a millones de bolleras de todo el mundo. La verdad es que tiene que ser agotador estar en su lugar. Pero, ahora, ahora, justo ahora, cuando empezábamos a asumir que ya no estaban juntas, ¡vuelven!

Ay. Suspirad conmigo otra vez.

Venga. Fuera bromas y suspiritos de bollera. El panorama de las influencers en el Estado español es desolador. Muchas de las que más lo petan (María Pombo, María García de Jaime, María Fernández-Rubíes o la mismísima Victoria Federica de Marichalar y Borbón) son insoportables niñas de bien, de colegios pijos y apellidos compuestos; heteras, madres de dos y tres criaturas sin llegar a los 30, católicas, españolistas, contrarias al aborto. Amigas entre todas, comen en sitios pijísimos, van a misa, tienen casas carísimas y juegan a no mojarse aunque apoyen a Ayuso o acudan a las manifestaciones que convoca el entorno de la ultraderecha. El reportaje ‘Instagram y las vidas patrocinadas’, de Teresa Villaverde para el número ocho de Pikara Magazine en papel, dice que “van a misa y hacen sus labores en sus ratos de ocio, en una mezcla entre Carmen Polo y la Sección Femenina”; asisten “a desfiles y showrooms, costura, decoración, cerámica y diseño de colecciones de ropa y joyas”, “se casan jóvenes, y por la iglesia, para parir cuanto antes y recuperar la figura en tiempo récord. A fuerza de verlo, acabaremos comprando una crema que nos quite el acné y hasta las ganas de vivir”.

Es imposible no atragantarse.

Dulceida es otra cosa. No muy diferente, sí, pero otra cosa. Al menos, tiene amigas maricas, no sé. Al menos, es bollera. Al menos, no viene de una familia pijísima. Al menos, se ha buscado la vida con bastante astucia. Al menos, se posiciona en contra de Vox. Al menos, baila en el Fula. Aida Domènech, probablemente igual que todas las personas que tienen cierta visibilidad, la ha cagado un montón de veces; se muestra frívola en muchas ocasiones y no acaba de mojarse el culo, pero, no sé, no es tan boba como otras. Parece más de verdad aunque la verdad no signifique nada en Instagram. En Dulceida al desnudo, un documental de Amazon Prime, cuenta que tiene clítoris “como una nuez” por una infección. Eso, os lo garantizo, no lo diría nunca ninguna pijaza de esas a las que ¡Hola! está abriendo ahora sus puertas.

El papel que ha jugado ya su historia de amor entre las bolleras es innegable y es importante. Además, por si fuera poco, su ruptura también ha sido un ejemplo. Han seguido viéndose, han seguido acudiendo juntas a eventos, no han hablado mal —al menos públicamente— la una de la otra, no se han tirado pullitas. Y, ahora, con un con un emoji de una ranita y otro de una ratilla, con un par de fotos en las que aparecen extremadamente tiernas, anuncian que vuelven sin más explicación.

No sé.

Gracias, tías.


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