De lo frágil a la poética de Chantal Akerman

De lo frágil a la poética de Chantal Akerman

El cine de esta directora belga es una ventana para transitar y darse a la fuga. Caminamos a través de sus ojos para explorar un universo íntimo que mezcla sus emociones con las nuestras.

24/05/2023

Fotograma de Saute ma ville, de Chantal Akerman.

Una mujer busca las cartas en el buzón de su edificio. Lleva ropa de invierno y un ramo de flores en la mano. Presiona el botón del ascensor, una y otra vez. Su cuerpo está inquieto con la urgencia de quien no puede escapar de su propio infierno. El fuego crece por dentro. Ya no hay tiempo, empieza a correr por las escaleras. Entra a la cocina y cierra la puerta con llave. Abre el gas, enciende la hornalla. Apoya una olla con agua y pone a hervir unos fideos. Su comida está lista. Come y bebe vino, casi sin respirar. Termina de comer y apoya el plato en el piso. Abre la alacena y tira todo lo que encuentra. Deja el agua correr en un balde con jabón. Friega el piso mientras esquiva todos los objetos tirados. Descansa. Se mira al espejo. Está cansada, agotada. Los ojos pesan, la vida también. Prende un fósforo y quema las cartas sin leer. Abre el gas. Posa su cuerpo sobre la hornalla. Toma el ramo de flores y espera el final. Hace explotar todo.

Así nace Chantal Akerman. Esas son sus primeras imágenes proyectadas al mundo. Tiene dieciocho años cuando dirige y protagoniza su primer cortometraje Saute ma ville (1968). Una pieza que propone derribar los estereotipos sobre el rol de las mujeres en el espacio doméstico. Hay algo hipnótico durante esos 13 minutos de duración. Es un fílmico de 35 mm en blanco y negro. No hay diálogos, so     lo un sonido que avanza junto a la acción. Es el tarareo de una canción que sale de su voz. Por momentos es dulce, por otros perturbadora. Pienso en la escena final. No puedo evitar la idea de un acto premonitorio. El 5 de octubre de 2015, a los 65 años, y a pocos meses de la muerte de su madre, Akerman      se suicida en su departamento de París.

“No me dejes, todavía. No estoy lista y quizá nunca esté lista”, dice Akerman mientras cuida a su madre, una mujer polaca sobreviviente del Holocausto. Después de la última salida del hospital, Nelly Akerman queda con el cuerpo débil. Vive en Bruselas con Clara, su cuidadora. Y ahora, su hija también está en su casa. Mi madre ríe (2013) es un libro que reúne las confesiones más íntimas de una hija a su madre. Un diario del vínculo entre ellas. A los dos años de esa publicación, estrena el documental No Home Movie (2015), que también registra el último tiempo que compartieron juntas. Conversan sobre el pasado y el presente. El futuro aparece en silencios. También hay imágenes sin tiempo. No hay rostros ni diálogos. Me pierdo en la pantalla. Al ver verás un reflejo proyectado. Es el mío. Yo tampoco estoy preparada, quizá nunca lo esté. ¿Qué más veo? ¿Qué más necesito ver? ¿Necesitar es el verbo? ¿Ella pensará en mí? La extraño, mañana le escribo.

El cine de Chantal Akerman es una ventana para transitar y darse a la fuga. Caminamos a través de sus ojos para explorar un universo íntimo que mezcla sus emociones con las nuestras. “Me gustaría rodar allí, con mi propio estilo documental que roza la ficción. Me gustaría filmarlo todo. Todo lo que me conmueva, escribe en un diario de rodaje. Akerman busca inmortalizar con su escritura y su cámara a su gran amor: su madre. Nelly Akerman aparece en su habitación mientras ella escribe. Entra sin avisar y habla a los gritos. A veces la quiere matar por esos abruptos. Pero ya sabe que su vínculo materno necesita de una comunicación constante y fluida. Así sucede en News from home (1977), un documental que recorre las calles de Nueva York mientras su voz narra las cartas que su madre le envía desde Bruselas: “No te imaginas lo que me gustaría verte feliz. Vivo al ritmo de tus cartas. No me dejes sin noticias. Escribe, por favor. Tu mamá que te quiere”.

A los 25 años, Chantal Akerman filma a Jeanne Dielman, la protagonista que da nombre a una película que reflexiona sobre la representación de género en el siglo veinte. La historia muestra a una mujer que vive con su hijo adolescente, realiza diferentes tareas domésticas y ejerce la prostitución en su casa. Las escenas de la preparación de la comida son tan largas que podemos sentir el aroma a hogar en ese estofado con papas hervidas o el abrazo de una sopa en invierno. ¿En qué pensaba la directora durante el tiempo infinito de cada toma? Ella decía que podía pensar en su vida, en qué iba a comer esa noche y en qué pensaría su madre cuando cocinaba. Yo también pienso en la mía. De chica me gustaba verla cocinar. También pienso en todas las horas que pasaba adentro de la casa y las pocas que estaba afuera. Las tareas domésticas y el descanso, un mismo espacio para todo. La televisión siempre prendida era la ventana a un mundo externo.

En la película Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975) también aparece la correspondencia de cartas como elemento narrativo. Pero acá, la comunicación es con su hermana, quien parece preocupada por su vida amorosa. Fernande piensa que debería conocer a otro hombre y casarse de nuevo. Dice que ya pasaron seis años de la muerte de George y es demasiado bella para estar soltera, pero entiende que quiere estar sola para no acostumbrarse a otra persona. ¿Acostumbrarse es amor o el fin del amor? Pienso en las emociones de Akerman detrás de esos diálogos. Me pregunto a cuántas mujeres habrá amado. Cuántas veces sintió el deseo de separarse y estar sola. Con cuántas parejas convivió y en qué ciudades. A veces estaba en su departamento de Harlem, en Nueva York, y otras, en su casa en los suburbios de París. ¿Habitar en las personas que amamos puede ser un hogar? No hablo de una pareja sino de nuestra comunidad, esa red afectiva que nos sostiene. Un lugar seguro para ser y estar. No sé de qué manera, pero me gustaría que estés en mi vida. Eso me alivia.

Je, tu, il, elle (1974) es la primera película que veo sobre visibilidad lésbica dirigida por una lesbiana. Luego conozco más y reflexiono sobre la importancia de la representación de la identidad sexual, tanto delante como detrás de cámara. La película está escrita y protagonizada por la propia Akerman. Es una novela corta que nunca publicó, pero la transformó en su primer largometraje. La historia se divide en tres espacios narrativos temporales: tiempo de subjetividad, tiempo del otro y tiempo de la relación. Pienso que hay una mirada similar en la manera de vincularnos: mi voz, la tuya y la distancia entre ellas.

En la primera escena aparece de espaldas. Ella es Julie y se presenta así: “Y ahí es cuando me fui. Una pequeña habitación blanca en la planta baja tan estrecha como un corredor donde, inmóvil con mis sentidos alerta, estoy tumbada sobre un colchón”. En la siguiente imagen está de frente. Es un retrato de ojos tristes, cuerpo pesado y corazón roto. Esa habitación parece un refugio temporal. No sabemos de quién escapa. Quizá de ella misma. Retira todos los muebles y se queda con un colchón en el piso. El movimiento es necesario para sobrevivir. Mover por fuera todo lo que no podemos por dentro. El duelo es eterno. ¿Cuánto tiempo necesitamos? Y otra vez: ¿necesitar es el verbo? La vida avanza. Al final se encuentra con ella. Toca el timbre y sube a su casa. No quiero que te quedes. Pero quiere. Entran y van para la cocina. Desabrocha el botón de su vestido. Para mañana tenes que haberte ido. Duermen juntas.

¿Qué me enamora de ella? Es difícil develar el hechizo. Me siento atraída por su mirada poética, frágil y, hasta por momentos, anarquista. Pero eso no alcanza. En esa descripción no está mi corazón abierto de par de par. Ahí no hay riesgo. La voz no se quiebra como cuando digo: ¿Vos sentís lo mismo? ¿Algo parecido? ¿Algo? ¿Qué sentís? Con vos quiero aprender una lengua nueva. Quiero descubrirme en tu mirada. Hablo sobre ella con otras personas. Pregunto si conocen sus películas. Propongo habitar sus imágenes. Dejar que pasen por el cuerpo. Sacar a flote todo lo que tenga que salir. Liberar los pensamientos y confiar en una distracción que cambia el rumbo. Viajar sin límites a donde sea.


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