Dos años sin medicación: entre la autodefensa y la sanación
Todos los mecanismos de apoyo a las personas psiquiatrizadas pasan por la medicación. Dejarla es una manera de huir del “tulerdaje” oficial para construir redes de convivencia y apoyo mutuo.
Llegó un momento en el que me daba más miedo en lo que me había convertido que el sufrimiento. Gracias a otras locas con diagnósticos considerados graves (esquizofrenia o bipolaridad, por ejemplo) que habían contado su testimonio busqué aliadas y dejé la medicación. Los profesionales y el entorno no me ayudaron en la desregularización.
Muchas de nosotras tenemos dolencias añadidas. En mi caso, la endometriosis. Tenemos cuerpos atravesados por todo tipo de violencias médicas y ausencias, pero también efectos de tratamientos agresivos como el electroshock, psicofármacos, hormonas, analgésicos… además de terapias alienantes que te han separado de tus recursos propios. Me encontré que no sabía distinguir la sed del dolor. Tenía miedo de usar la medicina oficial porque el peaje eran los psicofármacos, la electroconvulsión, electrodos intracraneales o ingresos psiquiátricos. Tuve que quitármelo todo (incluidas las gafas) para ir poco a poco retomando el control de mi cuerpo-mente, observándome, escuchándome y haciéndome mucho casito.
Diez meses después de dejar la medicación y aconsejada por aliadas autistas fui a mi médica de cabecera para decirle eso y que estaba valorando la condición de autista. Debido a los cambios físicos que me estaban sucediendo (pérdida de peso, dolores musculares, mareos) le planteé hacer unos análisis para ir llevando un control. Tuve la suerte de que fue respetuosa. Esta visita a la médica fue crucial porque, cuando me dieron una paliza para robarme el móvil y al trasladarme a urgencias, en mi historia había quedado reflejado que no me medicaba ya. Estaba magullada, dolida y colapsada, pero solo tenía en mente: “No me deis medicación psiquiátrica”. Eso evitó que perdiera la consciencia.
Las alianzas y tener una comunidad de apoyo, aunque sea virtual, es de vital importancia. En las redes virtuales de desregulación que vamos tejiendo, la experiencia compartida pasa por cuidar mucho la alimentación y el ejercicio ligero. Necesitamos un discurso propio e ir reinterpretando nuestra historia y nuestro historial. Esto es muy doloroso porque cada vez eres más consciente de las barbaridades que te han hecho y te preguntas: “¿Cómo me he podido dejar hacer esto y cómo lo han permitido los demás?”.
No nos dejéis solas nunca más, por favor.
En mi caso decidí politizar mi salida del “Psistema” compartiendo mi día a día públicamente en entornos de cuidados. Eso me ayudaba a sentirme acompañada, relajaba mi ansiedad y me ayudaba a fijar mi memoria descacharrada como si fuera un diario. Estuve llevando un tiempo las redes del Orgullo Loco a escala estatal, y el siguiente paso fue intentar hacer algo en mi entorno más próximo.
Me acerqué a lo que conocía mejor: el feminismo, el ecologismo político y los grupos anarquistas. Encontré poquísimas aliadas, pero iniciamos juntas esa reflexión sobre la locura llamada ZOROA. Tratamos de impulsar los mecanismos más sencillos como un grupo de ayuda mutua, acompañamientos y activismo loco en primera persona primando el autocuidado.
Retomé la actividad intelectual participando a un ritmo de cuidados de las propuestas culturales y científicas que eran más asequibles a la diversidad, también algunas actividades de ocio en entornos de cuidados. Muchas compartidas desde Pikara Magazine.
El confinamiento paró esta transición que se estaba cuajando con redes presenciales haciendo mella en la recuperación, reaprendí a dibujar y a leer para sostenerme y, quitándome el capacitismo, me ayudé de los garabatos. La autodefensa también fue crucial para poder gestionar la pandemia y las medidas del confinamiento. De nuevo, autodefensa frente a lo que supone la “medicina legal”. Algunas compañeras han visto aumentada la medicación o han estado recluidas en residencias psiquiátricas.
He tenido que huir del “tulerdaje” oficial para construir redes de convivencia y apoyo mutuo desde el respeto y afecto. Todas las ayudas “oficiosas” cuando tienes un diagnóstico están condicionadas a que te mediques. No se entiende ni se recoge que existan otras maneras de gestión de las diversas condiciones psíquicas, recuperar la agencia y la autonomía sin pasar por el filtro de un diagnóstico todas mis decisiones y actividades.
Vosotras que sois amigas, familia, aliadas… este es un proceso largo. Al principio tienes mucha fuerza, que es la que te ha impulsado a tomar la decisión; los cambios físicos evidencian una mejora pero hay que ir venciendo miedos cada día y construir de nuevo la vida desde la sobriedad química. Es fundamental tener redes respetuosas con tu sensibilidad y tus tiempos. Cada cuerpo-mente es distinta, yo llevo dos años sin medicarme y aún estoy en transición. Estuve 20 medicada, cinco de ellos como una zombi con 15 pastillas diarias.Paciencia. Nunca volveré a ser la misma, pero tampoco una mente colonizada ni un cuerpo violentado.
El afecto es revolucionario.