Marta Jiménez: “En el amor se ha sobredimensionado lo espontáneo”

Marta Jiménez: “En el amor se ha sobredimensionado lo espontáneo”

La escritora publica ‘No todo el mundo’ (editorial Sexto Piso), una composición de relatos donde disecciona el amor, las relaciones heterosexuales y los roles de género. Tras deslumbrar con ‘Los nombres propios’ vuelve con uno de los libros más esperados del año. Charlamos con ella vía Zoom.

17/05/2023

Marta Jiménez Serrano posa para la cámara, / Foto: Noelia Olbés

Dice Vivian Gornick en uno de sus libros que, si llegáramos al fondo de las cosas, encontraríamos nada. Esta es la sensación que dejan muchas veces las relaciones amorosas. Nadie sabe muy bien qué es lo que está haciendo, nunca entenderemos por qué la gente hace lo que hace ni qué garantiza el éxito o el fracaso en una relación -¿qué es el éxito y el fracaso en una relación?-. Probablemente nunca lo sabremos porque quizá, efectivamente, detrás de cada acto y de cada decisión no hay una razón concreta en la que apoyarse. Parece más bien que muchas veces nos dejamos llevar por una coreografía ya marcada que nos muestra los pasos a seguir.

Sobre esta coreografía, este jugar a las casitas -y sobre mucho más- escribe Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) en su libro No todo el mundo (editorial Sexto Piso). Una colección de relatos que analiza desde diferentes puntos de vista las relaciones heterosexuales y los roles de género, a la vez que desmonta el mito romántico y conceptos como el de final feliz. Y lo hace desde la contradicción y desde el ritmo agotador que impone la ciudad y el trabajo.

Hay un concepto que se repite en algunos de los relatos del libro y que me ha llamado la atención. Es el de la coreografía: coreografía para no coincidir en los sitios cuando se ha roto, una coreografía compartida que hace que la relación funcione…

Sí, y yo creo que lo difícil en el amor a veces es salirse de esa coreografía, muchas veces estamos representando un papel. En este libro está por debajo el tema de los roles de género. Cuando nos metemos en una relación de pareja heteronormativa, la mujer está llevada a representar unos roles y el hombre está llevado a representar otros y muchas veces no hay una comunicación sincera, sino que jugamos a las casitas: a mí me han dicho que yo tengo que hacer esto -por supuesto, nos lo han dicho indirectamente-, a ti te han dicho esto otro y entonces hacemos la coreografía, hacemos el baile. En otra entrevista hablaba de cargarse el teatrillo y creo que, muchas veces, en las citas o cuando ya estamos en una pareja lo que hacemos es seguir esa coreografía en vez de pensar qué movimientos queremos hacer cada uno.

Hablando de esto del teatrillo, en el primer relato hay una parte que dice: “Eloisa no quiere hablarlo y parecer -y ser- intensa, pero tampoco quiere no hablarlo, le gustaría que se diera normal, que la cosa fluyera, pero ya sabe que ella es incapaz de hacer que nada fluya”. Me interesa mucho la obsesión con el fluir. ¿Qué significa fluir?

Lo de fluir es muy peligroso porque lo decimos mucho y cuando alguien te dice que fluyas lo que te está diciendo es que te adaptes a él. Es muy difícil fluir, siempre hay alguien tomando decisiones: vamos a quedar o no, vamos a vernos, qué vamos a hacer… Entonces con lo de fluir yo tiendo a desconfiar. Creo que hay también en algún relato esta cosa de “vamos viendo”. Cuando alguien te dice “vamos viendo” en realidad significa que vas a ir viendo tú y yo me voy a ir adaptando. Hay que tener un poco de cuidado con eso. Es un discurso muy instalado y, en general, en el amor se ha sobredimensionado lo espontáneo. Asociamos el amor con la espontaneidad donde todo va saliendo sin ninguna premeditación y no es verdad; también hay planificación, racionalidad, pensar lo que quieres, no es como una magia que nos invade. Pasa esto mucho con el sexo, cuando parejas que llevan mucho tiempo te dicen “es que al principio nos salía natural” y es mentira, no te salía natural, estabas toda la tarde depilándote porque habías planificado que habías quedado.

Me gusta eso que decías de que fluir es adaptarse al otro porque en relaciones heterosexuales, que son las que trata el libro, ese adaptarse, en general, lo hacemos nosotras: eso es ser la chica guay, la chica que no pone límites, que no expresa si algo le molesta, si algo no le gusta…

Absolutamente y eso ocurre también con los amigos varones, lo que pasa es que en la pareja heterosexual alcanza su cúspide. Sara Ahmed habla de la feminista aguafiestas, es un modo muy práctico de condenar a esa feminista o simplemente a una mujer que está intentando reivindicar lo que ella quiere. Si enseguida lo que tú quieres es aburrido, es un bajón, etcétera, es muy difícil que la mujer exprese libremente lo que quiere. Hemos venido de esta dicotomía de la mojigata y la puta. Hace no tanto era de mojigata negarte a hacer cosas. Creo que hay que reconquistar ese “no”, también es un deseo que no me apetezca hacer algo. Del ángel del hogar hemos pasado a que de repente tenemos que ser las más modernas y nos tiene que apetecer todo porque si no somos un bajón y no vayamos a ser conservadoras y no vayamos a ser las aguafiestas.

Porque además es ser las modernas a ojos del hombre, de la mirada masculina.

A ojos del hombre y lo que pasa es que, como vivimos en una sociedad heteropatriarcal todavía, pues a ojos de todo el mundo. También nosotras asumimos esa mirada y también nosotras nos vemos a nosotras mismas como “ay, voy a ser un bajón si digo esto”. Es una mirada heredada y viene de una visión que ha hecho no anteponer tus deseos sino anteponer lo que esté en juego a nivel social y la mirada del otro.

Me interesa mucho el tema del autoengaño amoroso. Hay uno de los relatos donde se muestra muy bien ese autoengaño y cómo la voz de la narradora va cuestionando. ¿Por qué tendemos al autoengaño en algunos momentos?

Supongo que porque queremos que las cosas salgan y cuando no están saliendo nos las pintamos para que nos creamos que van a salir. El autoengaño pasa mucho por el relato, por la imagen de que esto ahora tiene que salir, ahora no…

Contra la idea de que el amor todo lo puede, hay un relato donde se hace evidente la diferencia de clase como un factor determinante en la relación. ¿El amor es una cuestión de clase?

No sé si se trata de abordar el amor como una cuestión de clase, pero sí creo que hay cosas que la ficción nos ha contado como obstáculo, porque el amor todo lo puede, y claro que pueden ser un obstáculo y el tema de la clase es uno de los más claros. Otro, la diferencia de edad, también iría por ahí. No digo que sea imposible, seguro que hay casos, pero, evidentemente, eso complica muchísimo las cosas. Al final en el 90 por ciento de los casos nos emparejamos con gente de nuestro entorno sociocultural, con nuestras mismas aficiones… Hay un momento en el relato em el que se habla del dinero y del tiempo, de las costumbres. No es solo un tema de los ceros en el banco, también hay un tema de que mi mirada del mundo es otra. El dinero a veces se ha dejado fuera de las relaciones de pareja y es una cosa cotidianísima.

En otro de los relatos surge la cuestión de sentir vergüenza por tu pareja en algún momento o en determinados espacios o con cierta gente. ¿Cuáles crees que son los mecanismos que activan esa vergüenza?

La pareja es una cosa íntima y es una cosa social, de relación com el mundo, también y creo que llega un momento en que son indisolubles. Las parejas se pueden ver de puertas adentro y de puertas afuera, que es algo con lo que juega mi narrador todo el rato: a veces nos metemos en las cabezas de los personajes, pero otras veces estamos haciendo el juicio externo. Es inevitable pensar qué pensarán mis amigos, mis padres, mis compañeros de trabajo: es una vergüenza circular porque eso está diciendo algo de ti, yo he elegido a esta persona. Y es difícil de gestionar porque cuando alguien te da vergüenza ajena tú te puedes desvincular, pero de tu pareja, desde lo que entendemos por un comportamiento racional y saludable, pues no te deberías desvincular, deberías defenderla. Es una vergüenza muy complicada porque chocan fuerzas inversas.

En ese relato, uno de los desencadenantes de su vergüenza es la opinión de su ex, me interesa también esa sombra de los ex. ¿Por qué nos dan tanto miedo los ex de nuestras nuevas parejas?

Porque te pueden estar contando tu futuro. Yo entiendo ese miedo porque tú no quieres ser el siguiente ex. Cuando te enamoras lo que quieres es sentir que eres especial, que eres distinta y si hay tres más que estuvieron en tu mismo lugar de algún modo eso pone en duda esa unicidad.

La ciudad tiene un peso importantísimo en casi todos los relatos porque realmente las ciudades están llenas de restos de amores pasados, presentes. ¿Cuál es la relación entre la ciudad y el amor?

Tenía muy claro que el espacio de este libro tenía que ser la ciudad, en el sentido de que es un libro sobre las relaciones contemporáneas y creo que la ciudad representa muy bien el espacio de la contemporaneidad: vamos muy rápido, tenemos muchas cosas que hacer, somos muchos… No es una oposición a lo rural, sino de que el mundo se ha hecho muy grande para cualquiera y aquí tenía sentido poner a los personajes en la ciudad. Además, escribí este libro cuando justo había vuelto a Madrid, llevaba cuatro años viviendo fuera de España y lo escribí en el momento en el que decidí que me quedaba en la ciudad. Creo que la principal historia de amor que hay por debajo es la mía con Madrid porque estaba yo también reencontrándome con la ciudad. Elegí un espacio que no es solo de la contemporaneidad sino del trabajo. No hay ninguna historia en la que alguien esté de vacaciones. Me interesaba un cierto realismo en el que la pareja está metida en la vida. Era preguntarse en el día a día esto cómo se conjuga. Es un tema del que se está escribiendo mucho. He leído muchísimos ensayos sobre las relaciones de pareja, los roles de género y cómo estamos reubicando todo esto y hay muchas cosas que leo que me parecen maravillosas, pero, frente a las cuales, me hago inmediatamente la pregunta de esto luego en la vida, con los horarios, los sueldos y la realidad de los roles heredados ¿cómo lo comemos?

Da la sensación con el libro de que se da la vuelta o se diversifica el concepto romántico de final feliz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de final feliz?

Creo que esa es una resignificación interesante porque hemos asociado siempre el final feliz a que la pareja acabe unida y, sin embargo, tenemos muchos ejemplos de parejas que han estado juntas toda la vida y que muy felices no parecían. Esta cosa que se decía antes de que había que aguantar, quizá el verbo más terrorífico que aplicar a cualquier relación humana. Creo que está muy bien resignificar ese happy ending. Una ruptura es dolorosa, pero no solo está vinculada con sentimientos negativos. Muchas veces una ruptura produce alivio, liberación, se ta va cierto sentimiento de culpa…Mil sentimientos que también son positivos y pueden estar ahí. Lo que está bien pasa por que las personas estén a gusto y satisfechas con la decisión que han tomado.

 


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