Qué hacer cuando te rodea la fragilidad blanca
Hemos normalizado tantos estados y golpes durante todos estos años vividos que, a veces, es complicado nombrar, memorarse y reconciliarse con todo lo que nuestro cuerpo ha experimentado.
Hace unos días preguntaba a una de mis compañeras cuáles son las herramientas disponibles para las personas racializadas cuando nos encontramos con claras muestras de fragilidad blanca en nuestros círculos, ya que vivimos en sociedad, nos relacionamos, trabajamos juntes y sobrevivimos (casi siempre) en los mismos contextos
¿Qué es lo más recomendable o qué podríamos hacer para protegernos?
En una búsqueda rápida por internet hay miles de resultados en forma de artículos de blogs, vídeos, e incluso libros que tratan profundamente el término para que podamos detectar ese tipo de actitudes y comportamientos en las personas que nos rodean y con las que naturalmente, aunque no siempre, nos relacionamos. Un libro que ha sido de sobra referenciado es el de Robin DiAngelo, White fragility: why it’s so hard for white people to talk about racism (algo así, como: fragilidad blanca: por qué es tan difícil para los blancos hablar sobre el racismo).
Esta autora no fue la primera persona en hablar de ello, pero sin duda es una de las escritoras que pudo sacar más partido al término a la vez que se beneficia profundamente de su estatus de mujer blanca educada en universidades de elite para desarrollar programas de concienciación racial en empresas, mayoritariamente, blancas americanas. Sería muy interesante hacer un análisis de por qué ella y no otras personas son referenciadas cuando hablamos de fragilidad blanca, pero está claro el motivo, ella es blanca y el resto no.
Resulta una lectura interesante, pero se queda corta con respecto a qué podemos-debemos hacer quienes sufrimos este tipo de violencias continuamente y no poseemos esa posición de privilegio que ostenta la autora para luchar, contrargumentar y no morir en el intento.
¿Y ahora qué?
Luego de leer el libro, reflexiono.
La propia autora tiene comportamientos violentos con las compañeras racializadas con quienes trabaja-colabora y me pregunto hasta qué punto alguien que, claramente, tiene bastante trabajo que hacer puede o debe considerarse persona aliada. Se trata de un libro enfocado en la blanquitud y es por ello que si eres una persona racializada debes buscar otras autoras, referencias y trabajos realizados por gente racializada que pueda darte una aproximación y consejos sobre qué hacer en estos casos. Hay un último apartado que la autora títula ‘Where do we go from here’ que podría ser un acercamiento a las personas racializadas de qué hacer cuando estamos ante la fragilidad blanca, pero nos encontramos con que la única recomendación (para nosotras, las personas racializadas) es tener de mano a una persona blanca que pueda lidiar con esas otras personas blancas perpetradoras de las violencias (o_0) corre.
Vuelvo a preguntarme, ¿y después de esto qué? ¿De qué me vale más información sobre este tipo de dinámicas o comportamientos en diferentes contextos si no sé cómo actuar?, ¿cuál es el precio a pagar por intentar hacerlo o qué conlleva realmente hacerlo siendo una mujer negra, sin todo ese capital de que goza seguramente Robin? (“aka, reconocida académica, profesora, blanca, posición económica acomodada…y un sinfín de cuestiones más)”. ¿Cómo actuar? ¿Qué esperar? ¿Cómo cuidarse mientras aplicas toda esa pedagogía a quien te violenta? ¿Qué me espera finalmente si decido hablar de cómo me están tratando y las violencias que mi cuerpo está aguantando?
Esas son cuestiones que no vienen recogidas en el susodicho libro y que son sumamente necesarias o vitales para las personas no blancas que nos encontramos con estas situaciones en nuestro día a día. No habla de las repercusiones sociales, personales o laborales que pueden darse una vez señalas este tipo de actitudes y comportamientos, bien sea porque no tiene todas las respuestas, porque lo dejará para otro libro o porque nunca será lo mismo realizar esos mismos actos que ella considera necesarios desde un cuerpo negro. Esta es la cuestión.
Otra cuestión que pasa totalmente desapercibida es el continuo racial gasligh o luz de gas racial que sufrimos muchas personas cuando denunciamos actitudes o comportamientos racistas: “Pero bueno, oye, no pasa nada, cuéntaselo a tu amigue blanque y que ella solucione la situación por ti. Eso será menos violento para la persona con claros comportamientos racistas y tú te quedarás tranquila”. Eso es lo que propone DiAngelo y creo que cada una debe hacer lo que mejor le venga o sienta en ese momento. La cuestión es no dañarnos más de lo necesario, enfrentando a esa(s) personas, las cuales pueden o no estar dispuestas a escuchar lo que tienes que decir.
Creo que una de las prioridades cuando nos encontramos con este tipo de situaciones es realizar un análisis de daños y poner ciertas cuestiones sobre la mesa: cómo me siento, cuán grave ha sido esta ofensa, tengo las ganas, energías o paciencia para navegar dicha fragilidad, es importante para mi salud mental salvar-arreglar esta situación, qué quiero que pase con esta persona, una disculpa, una reparación. Todos estos escenarios deben ser tenidos en cuenta, pues, puede darse el caso que expongas la experiencia violenta y te enfrentes una vez más a la luz de gas racista.
¿Quién te protege cuando te rodea la blanquitud? ¿Hasta qué punto eres capaz de reconocer la luz de gas? ¿Tienes personas en tu círculo más cercano con las que hablar sobre estos episodios?
Lo primero de todo es saber que tenemos el poder para detectar este tipo de actitudes y comportamientos a nuestro alrededor, no esperar a que alguien más claro, más listo, más y mejor preparado ponga nombre a eso que sentimos.
Debemos aprender a detectar qué nos dice nuestro cuerpo, reflexionar sobre la situación u experiencia, validar nuestros sentimientos, establecer nuestros límites para no quemarnos en el camino, buscar ayuda si es necesario, y aprender a cuidarnos para que este tipo de experiencias no acarreen consecuencias fatales para nuestra salud mental y física.
Tenemos un cuerpo, un ser, un sentir, visualiza el punto donde sientes ese pinchazo… ¿es sintomático o nos está avisando de algo más?
Podemos cuidarnos si en este camino aprendemos a desarrollar unas capacidades que nos permitan sentir cuando estamos ante una situación que nos está violentando. La primera de ellas es escribir. Anota una palabra o una frase sobre la situación ocurrida para que nunca invalides esa sensación que sentiste y ,si puedes o quieres, rodéate de personas cercanas a las que aprecias para contarles lo ocurrido (si quieres, o te ves con fuerza) o simplemente estar.
Otras herramientas necesarias son leer, buscar, analizar porque quien te oprime no querrá que aprendas lo que es la opresión; acompañarse y rodearse de personas que puedan estar sintiendo lo mismo que tú. Igual no sabes nombrar aquello que te aflige, pero quizás alguien cercano lo ha transmitido con palabras, sentires o emociones; establece una sincera conversación contigo misme: ¿dónde y con quién estabas cuando ocurrió?, ¿cómo te sentiste?, ¿dónde duele?, ¿fue una palabra, una mirada, una justificación desacertada? Anótalo para que puedas volver sobre ese episodio cuando te nuble la desidia de una emoción que te vuelve a atravesar.
Hemos normalizado tantos estados y golpes durante todos estos años vividos que, a veces, es complicado nombrar, memorarse y reconciliarse con todo lo que nuestro cuerpo ha experimentado. ¿Quién me cuida cuando no sé leerme? ¿Quién lo hará cuando por fin entienda el lenguaje hastiado de un trauma velado?
Aguanta…
Esas respuestas o herramientas irán apareciendo. Las irás tejiendo tú misma o con tus compañeras de lucha para proteger vuestro ser, vuestra tranquilidad, vuestra libertad. Habrá libros que puedan darte aproximaciones o consejos de lo que puede estar bien implementar y aprender para evaluar mejor los espacios y personas con quien te relaciones, pero la última decisión de actuar será tuya.
Recuerda: nunca invalides aquello que sientes, por encima de todas las cosas, y manda a la mierda a más de una/uno/une cuando lo sientas necesario.
Sigue leyendo: