Reivindicando a la divas del destape: ¿justicia histórica o morbo comercial?

Reivindicando a la divas del destape: ¿justicia histórica o morbo comercial?

Documentales, reportajes y hasta series y películas de ficción rescatan la memoria de nombres como Nadiuska, Susana Estrada, Bárbara Rey o Sandra Mozarowsky, pero algunas especialistas cuestionan no se haya roto la lógica del control de sus cuerpos y su conducta sexual.

Texto: Jose A Cano
10/05/2023

Fotograma de ‘Susana y el sexo’.

El pasado 15 de enero se estrenaba en Atresplayer, la plataforma de streaming de pago del grupo Atresmedia, la serie Cristo y Rey, que ficciona en ocho episodios el matrimonio entre la actriz y vedette Bárbara Rey y el domador de circo Ángel Cristo. Parte del reclamo de la producción era incluir también la relación intermitente que la artista mantuvo durante casi 20 años como amante del entonces rey Juan Carlos I. El primer episodio alteraba sutilmente los hechos históricos, haciendo coincidir el momento en que los protagonistas se conocieron, ocurrido en 1979, con el rodaje de Me siento extraña, estrenada, en realidad, dos años antes.

Dicha cinta, dirigida por Enrique Martí, es conocida como una de las primeras en mostrar abiertamente una relación lésbica en el cine español, entre los personajes interpretados por Rey y la cantante Rocío Dúrcal. Cambiarla de fecha no aporta nada a la trama, no se presenta el impacto social que tuvo en su momento y la incomodidad que Dúrcal confesó en su momento haber sentido por rodar desnudos y escenas de sexo se menciona en un breve comentario. Se deja claro que el único propósito de aquel título fue la explotación de los cuerpos de sus protagonistas, pero al mismo tiempo la escena parece incluida solo para tener desnudos en el primer episodio. Es decir, para hacer lo mismo que, supuestamente, está denunciando sobre aquel tipo de cine.

En los últimos años una pequeña ola de documentales ha buscado rescatar el cine de la España de la transición considerado underground o directamente basura. Desde Sesión salvaje (2019), de Paco Limón y Julio Cesar Sánchez, donde se reivindicar el papel de todo ese underground y cine exploitation en la visibilización de identidades no normativas en la transición, hasta la serie Pajares y CIA (2022), de Carlos Torres, donde a través de la figura de Andrés Pajares se repasaban los éxitos de finales de los años 70 y primeros de los 80. Tanto este como su habitual pareja profesional, Fernando Esteso, confesaban, desde la distancia, lo ridículo, forzado o directamente faltón de los desnudos y las escenas de sexo de la época. Periodistas, analistas e incluso expertas en feminismo daban sus opiniones en la cinta, pero se echaba una voz en falta: la de las propias interesadas, las actrices del llamado destape.

El cine del destape, bautizado así irónicamente por el crítico y periodista Ángel Casas a principios de los años 80, se entiende como el periodo del audiovisual español entre la muerte de Franco, en 1975, y la aprobación en 1983 de la primera ley del cine de la democracia, la ley Miró -por la cineasta y entonces directora general de Cinematografía de Cultura, Pilar Miró-. Una filmografía en la que dominaban las comedias eróticas de protagonistas masculinos provenientes de la comedia y poco atractivos respecto al canon normativo, como Alfredo Landa, los mencionados Pajares y Esteso, junto a actrices más jóvenes y convencionalmente atractivas, cuyos desnudos servían de reclamo.

Cartel de ‘Mujeres sin censura’.

La veterana documentalista Eva Vizcarra ha estrenado este mismo 2023, en el Festival de Cine de Málaga, Mujeres sin censura, una suerte de revisión de dichos títulos desde el punto de vista de las actrices. Vizcarra estaba trabajando en otro documental, uno más genérico sobre el cine de la transición, hasta que llegó a sus manos La criatura (1977), de Eloy de la Iglesia. “Me impresionó el trabajo en esa película de la actriz Claudia Gravy y me pregunté, ¿qué habrá sido de ella? Y conforme más investigaba más quise contar la historia de todas esas actrices. En cinco años habían estado en todos los periódicos, en las portadas de todas las revistas, en todas las películas… y luego habían desaparecido de golpe”, explica.

En su filme Vizcarra ha contado con la propia Gravy y con Teresa Gimpera, María José Goyanes o Eva Lyberten, además de una de las pocas que pudo reconvertirse en actriz de comedia convencional, Josele Román. Se quedaron fuera varias célebres divas del destape, cada una por diversos motivos. “Nos encontrábamos con una resistencia constante a hablar, hasta el punto de cancelarse entrevistas a dos días del rodaje. Entiendo que no quisiesen volver a esas situaciones, porque hablamos de cosas gravísimas, como que un director se metiese en la cama con una de ellas con la excusa de explicarle al actor cómo tenía que actuar y aprovechar para meter mano”, comparte la directora.

Tres de las que no aparecen son nombres que suenan a todo el mundo: Bárbara Rey, Susana Estrada y Nadiuska. Esta última, actualmente internada en una institución psiquiátrica, se quejó, en un cameo de una película de la época, de que en la España “actual” (la de finales de los años 70) está bien visto que un hombre exprese deseo sexual, pero una mujer, no. Icono erótico masculino de la transición, Nadiuska era el nombre artístico de Roswicha Bertasha Smid Honczar, alemana de origen polaco que se trasladó a Barcelona en 1971, con apenas 19 años, y saltó rápidamente de trabajar como modelo a protagonizar comedias del cine de destape. Su carrera empieza en 1972 con Soltero y padre en la vida y llega hasta 1997 con Brácula: Condemor II, sí, una de las películas de Chiquito de la Calzada.

En agosto del año pasado la plataforma Sonora le dedicó un documental sonoro en el que repasaba su trayectoria hasta acabar viviendo en la calle y su posterior ingreso psiquiátrico. Conchi Cejudo, subdirectora de contenidos de la plataforma, constata el mismo problema que Vizcarra: “A su alrededor hay mucho silencio. A eso se suma que muy pocas personas han mantenido contacto con ella con el paso del tiempo. Nadiuska significó una fuente de ingresos importante para la industria pero, como tantas otras, dejó de trabajar. Aquel cine no valoraba sus capacidades interpretativas sino su cuerpo. Y entre quienes la rodearon, tanto managers y productores como parejas y amigos, prefieren quedarse con anécdotas graciosas y no profundizar en la deriva de su carrera, de su vida personal y de su salud”.

En el otro extremo se encontraría Susana Estrada, cuya etapa fílmica es muy breve, conocida por la fotografía mostrando un pecho mientras recibía un premio de la mano de Enrique Tierno Galván, primer alcalde democrático de Madrid tras el fin de la dictadura. En octubre de 2021, RTVE Play, el canal de streaming de la televisión pública, estrenó el documental Susana y el sexo, que partía de esos retazos para retratar a una empresaria teatral que desde los años 80 produjo su propio espectáculo de revista y a una mujer que rompió tabúes respondiendo consultas sexuales en revistas femeninas de la época, casi en un desafío a la figura de la Elena Francis del franquismo.

César Vallejo, director de la película, explica que eligieron su figura porque “buscábamos personajes a los que RTVE nunca les hubiese prestado atención. Nos pareció un perfil que podía interesar al público joven, que no la conoció en los 80, y se demostró acertado, porque se convirtió en lo más visto de la plataforma”. Para el periodista, Susana Estrada “fue una especie de Bad Gyal de entonces. Se autoprodujo, triunfó desde fuera del sistema industrial… Y consiguió mantenerse en el tiempo, sin sucumbir ni al patriarcado ni al mercado…”.

Cartel de ‘Cristo y Rey’.

Bárbara Rey protagoniza una serie de ficción y otra documental, Una vida Bárbara, estrenada por Antena 3 en abierto a finales de abril y aún en emisión al cerrar este reportaje. Raquel Piñeiro, una las periodistas que ha participado en esta última, cree que esta recuperación de la memoria de las actrices del destape no es una mirada particular sobre ellas: “En los últimos años el audiovisual español se ha puesto a sacar partido de nuestra historia reciente, y especialmente de nuestra historia pop: Veneno, el documental sobre Jesús Gil o el del desastre de Palomares”. En su opinión, hablar de ‘las actrices del destape’ resulta muy reduccionista y simplificador porque cada una ha tenido una trayectoria y circunstancias muy distintas.

Piñeiro no tiene problemas en relacionar que se reivindique ahora a estas actrices con movimientos como el #MeToo. “Si hasta hace menos de diez años que se cosificase a las actrices o que hubiese abusos en la industria eran cosas que se daban por supuestas o se silenciaban, era peor en aquel momento. Se podría decir que, en parte, en España no se ha llegado a destapar un #MeToo ni han salido nombres importantes o testimonios completos porque a las propias víctimas, sobre todo de la época del destape, les cuesta codificar lo que sucedió y reconocerse a sí mismas como tales”.

Lo cierto es que hasta 2018 ni siquiera la academia se había molestado en estudiar el fenómeno desde un enfoque feminista. Ese año se leyó la tésis ‘El cine del destape: un análisis histórico desde la perspectiva de género’, de Natalia Ardanaz, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona. La autora se muestra poco optimista con este revival: “Es muy interesante, porque durante 25 años o más no ha habido nada que hiciese referencia a ellas, pero se sigue llegando desde el morbo o como una forma de marketing. Se las recupera como iconos pop, pero no se ofrece un análisis real y en profundidad de la maquinaria política de control sobre sus cuerpos. Vuelven a ser exhibidas como objeto comercial y se banaliza la violencia o los abusos al convertirlos”.

Ardanaz, que participó como experta en Susana y el sexo, aclara que no ha podido ver algunos de los títulos que mencionamos en este reportaje, como Mujeres sin censura, pero sí Cristo y Rey o Una vida Bárbara. “Me falta el proyecto que analice el contexto histórico en el que sucedió todo aquello y cómo se prolonga hasta la actualidad. Cómo España pasó de la represión franquista a una libertad que no era real, y cómo se vende una actual que tampoco existe, porque por ejemplo a nivel de epidermis se puede enseñar menos, todo sin una reflexión sobre el control de la sexualidad, lo que significa el desnudo a nivel individual o colectivo”.

El cine del destape terminó en 1983 con la llamada ley Miró porque, entre otras cosas, aprobaba la creación de las primeras salas X para proyección de películas pornográficas en España, haciendo innecesario el subterfugio y principal reclamo comercial de la comedia casposa. Muchos de sus intérpretes, como Alfredo Landa o el mismísimo Andrés Pajares, estaban en proceso de convertirse en actores respetados. Pero ellas desaparecieron. “Se las utilizó como un objeto, aunque suene como una frase muy manida”, explica Eva Vizcarra. “Eran parte del atrezzo, y si ya no se hacía ese tipo de cine porque no era rentable, no se sabía donde incluirlas”. Y añade: “Muchas querrían seguir trabajando, pero nadie parece tener en mente rescatarlas. ¿Y por qué ahora tampoco? Porque no hay historias con mujeres de 70 años”.

 


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