¿Qué supone un feminismo inaccesible y excluyente?

¿Qué supone un feminismo inaccesible y excluyente?

Construir un movimiento feminista inclusivo, en el que se prioricen los cuidados, pasa, entre otras cosas, por apostar por la accesibilidad y la crítica. Desde el cuestionamiento del consumo de drogas a las advertencias de contenido para evitar recuerdos dolorosos.

04/05/2023
Adaptación de la portada del monográfico de LOCURA que editamos en 2020.- Señora Milton

Adaptación de la portada del monográfico de LOCURA que editamos en 2020.

La accesibilidad es la cualidad de fácil acceso para que “cualquier persona, incluso aquellas que tengan limitaciones en la movilidad, en la comunicación o el entendimiento, pueda llegar a un lugar, objeto o servicio”, según el Observatorio de la Accesibilidad. Puede ser arquitectónica, urbanística; puede referirse al transporte, a la comunicación y la electrónica. La misma fuente apunta que la accesibilidad universal requiere que algo sea “comprensible, utilizable y practicable” por todas las personas en condiciones de “seguridad, comodidad y de la forma más autónoma y natural posible”. Por tanto, es “fundamental para un 10 por ciento de la población, necesaria para un 40 por ciento y confortable para el 100”.

Es evidente por qué es imprescindible que la accesibilidad sea una de las prioridades de cualquier movimiento por la justicia social y la dignidad humana. Tiene que darse por solidaridad con las demás personas del entorno, por la igualdad de oportunidades para todas las personas más allá de sus capacidades. ¿Por qué hay algún feminismo inaccesible y excluyente? En el mejor de los casos, se trata de omisión por desconocimiento o ignorancia; en el peor, de una hipocresía y egoísmo innegables. En cualquier caso, las buenas intenciones son solo un comienzo y la violencia capacitista en la lucha feminista (ya sea en forma de inaccesibilidad o de estigma) hacia las activistas locas sigue estando a la orden del día: en las marchas, concentraciones o en las acciones directas, hasta en las propias asambleas y debates, pasando por los planteamientos teóricos.

Cada vez somos más las feministas que nos empeñamos en construir, valga la redundancia, luchas accesibles, en las que todas las personas y, sobre todo, todas las mujeres, tengamos cabida. Para las que el capacitismo y, en este caso, la violencia y el estigma contra las personas psiquiatrizadas son problemas sociales urgentes, nunca asteriscos al final de la lista de prioridades. Porque las discapacitadas, diversas funcionales, enfermas crónicas, spoonie [persona con enfermedad crónica]; locas, las que tenemos dolencias emocionales o de salud mental… ni somos ni seremos las eternamente silenciadas. Es necesario replantearnos ese concepto más extendido de la accesibilidad que solo tiene en cuenta las barreras a la movilidad física y eso como mucho. Son incontables los espacios, tanto feministas como de cualquier otra clase, con entradas inaccesibles para personas que utilizan silla de ruedas. Sin embargo, nos hace falta una visión transversal y en constante cambio de lo que significa la accesibilidad.

Sobre el consumo

Es fundamental poner las cartas sobre la mesa en lo que respecta al consumo de drogas legales e ilegales. Hay un doble rasero, aparentemente invisible, cuando hablamos de consumir en ambientes feministas. No existe en absoluto el mismo silencio incómodo si se trata de drogas consideradas “de recreo” (alcohol y otras sustancias psicoactivas) que al tratarse de medicación psiquiátrica, recetada por especialistas. Si consumes ansiolíticos, antipsicóticos o estabilizadores de ánimo, los juicios y prejuicios serán similares en círculos feministas que en otros ambientes. Si consumes alcohol, marihuana o metanfetaminas, no necesariamente se te juzgará de la misma forma y, de hecho, habrá veces que incluso se tendrá una imagen más positiva de ti en algunos sentidos. Por otro lado, y es por esto que hablamos de doble rasero al centrarnos exclusivamente en el consumo de medicaciónpsiquiátrica, son evidentes los juicios por parte de quienes estigmatizan activamente a las personas con diagnósticos de “trastornos mentales” e, incluso, nos “temen” y ridiculizan al ser conscientes de que nos medicamos. Al mismo tiempo, hace falta tener en cuenta también otros juicios. Ante nuestro autoconocimiento y nuestras necesidades más urgentes (como parchear síntomas en el día a día o evitar el síndrome de abstinencia), hay quienes anteponen sus ideas sobre lo perjudiciales y adictivas que llegan a ser las drogas psiquiátricas.

Algo que es innegable, pero es mucho más fácil posicionarse activamente en contra de la medicación psiquiátrica cuando no te han hecho dependiente de estas drogas desde adolescente e, incluso, desde que eras una criatura, al no ofrecerte alternativas no farmacológicas suficientes. Es más fácil hacer este juicio cuando no te han forzado a esa dependencia. Sigamos, entonces, hablando del consumo de drogas. ¿Nos acordamos acaso de las personas adictas y exadictas cuando nos organizamos o, sencillamente, socializamos en círculos feministas? ¿Qué hay de las fiestas y espectáculos por la autogestión en los que corre la cerveza y es frecuente consumir metanfetaminas?

No se trata de negarle a nadie su propia autonomía; de hecho, somos las propias locas, las adictas y exadictas, las que más a menudo priorizamos la reducción de daños antes que el prohibicionismo de drogas legales e ilegales. Sí se trata de no olvidar cuidarnos entre nosotras. Es imprescindible. Ni dejar atrás esa frivolidad con el consumo, porque que algo sea una opción viable para ti no implica nunca que lo pueda ser también para las personas que te rodean. Muchas veces no hablamos únicamente de una banalización sino, claramente,de una presión social muy dañina para que todas consumamos para divertirnos, para desinhibirnos, para mantener relaciones sexuales; y ¿qué hay de las crisis, los síndromes de abstinencia, las incompatibilidades entre sustancias?

La “teoría de las cucharas”

Puede ayudarnos mucho conocer la llamada “teoría de las cucharas”, desarrollada por Christine Miserandino, activista spoonie que vive con lupus. Esta teoría se basa en la metáfora de las cucharas como unidades de energía mental y física de las que disponemos las personas discas, con diversidad funcional, con enfermedades crónicas. Empiezas el día con un número determinado de cucharas y para llevar a cabo determinadas actividades cotidianas o productivas las vas gastando, de forma que necesitas descansar para “reponer cucharas” o recuperar la energía. Conociendo este planteamiento del activismo disca, se podría tener en cuenta en el desarrollo de nuestros activismos.

Hay que revisar la duración de los encuentros o asambleas, así como la ausencia de pausas suficientes y de áreas habilitadas para el descanso; y, por supuesto, promover los grupos de cuidados y apoyo mutuo entre las personas que forman parte de nuestra lucha. Para muchas, sin este “descanso” esa lucha no es tal. Otra de las claves para construir movimientos feministas accesibles es, precisamente, la comodidad y la seguridad de los espacios. Así, es imprescindible tener en cuenta factores como la contaminación acústica (los ruidos fuertes o los sonidos repetitivos que interfieren en el desarrollo de la actividad); o la intensidad y parpadeo de las luces.

Es importante también contar con objetos y herramientas como las texturas, los spinners (recursos de estimulación sensorial) que son de utilidad para, entre otras, personas autistas con comportamientos autoestimulantes como balancearse, sacudir las manos o repetir gestos o palabras. Es también fundamental que cambiemos la forma en la que dialogamos y debatimos acerca de temas que son altamente sensibles por los recuerdos o reacciones que pueden desencadenar. Dos ejemplos muy claros son la violencia machista en la pareja y la violencia sexual, que son terriblemente comunes, sobre todo entre personas vulnerabilizadas. No se trata, en absoluto, de no compartir nuestras experiencias personales ni de no reflexionar conjuntamente sobre estrategias para abordar estas violencias, pero hay que hacerlo priorizando los cuidados. Es decir, siendo conscientes de que un comentario expresado a la ligera o una vivencia difícil compartida sin dar al resto la oportunidad de decidir si quieren participar de la conversación pueden hacernos revivir un recuerdo traumático. Es peligroso e irrespetuoso con los procesos de sanación de quienes nos rodean mantener diálogos y debates acerca de temas sensibles sin proporcionarnos mutuamente avisos de contenido.

En palabras de la DJ, performer y activista Marikarmen Free, “una rampa no sirve de nada si la persona que accede a la fiesta va a ser hiperprotegida sin consentimiento o nadie va a relacionarse con ella por prejuicios. Si nos organizamos, bailamos todas de mil maneras distintas”.

 

Este texto ha sido publicado originalmente en el monográfico sobre LOCURA que editamos en 2020. Una de las principales apuestas de Pikara Magazine pasa por garantizar que todos nuestros contenidos estén en abierto. Por eso, a pesar de que el monográfico sigue disponible en .pdf, publicamos el texto en abierto. Suscríbete para que siga siendo posible.

 

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