Dirán que es una relación tóxica
Colectivos de víctimas y sobrevivientes de violencias machistas como Goizargi y Bizituz piden al consejero de Seguridad del Gobierno vasco que se retracte por decir que el problema del feminicidio de Gasteiz era que la víctima no percibía el riesgo.
La escena está basada en una muy similar, real. Una mujer entra en una comisaría. La Ertzaintza ha ido una hora antes a un domicilio alertada por la llamada de una vecina. Es una de tantas veces. Un vecino ha vuelto a agredir a su novia. Los gritos de ella se escuchaban por todo el patio: “Me vas a matar, me vas a matar”.
– El policía: ¿Pero usted ha visto que le pegaba?
– La vecina: No, yo no lo veo, pero les oigo.
– El policía: Entonces, ¿cómo sabe si es violencia de género?
– La vecina: Bueno, a mí me parece que lo es. Quiero que conste lo que sé, por si acaso.
– El policía: Yo si quiere le cojo declaración, pero con los datos que tenemos, no lo podemos saber. Es que si no hay maltrato, no hay nada que denunciar, y usted no ha visto maltrato.
– La vecina: Bueno, lo que yo escucho es maltrato. Le dice que es una cerda, que huele mal, que es asquerosa, que nadie la aguanta. Y luego no lo veo, pero escucho que le pega.
– El policía: Entonces usted ha escuchado vejaciones.
– El agente mira en su ordenador: Ya sé quiénes son, esto no va a ir a ningún lado, han tenido más problemas, pero son los dos. Es una relación tóxica.
– La vecina: Si no tiene datos para afirmar que es violencia de género, tampoco los tiene para decir que es una relación tóxica. Además, ¿qué significa eso?
La pregunta queda en el aire y nadie responde. Pero no hace falta, porque ya sabemos lo que quiere decir: que ella tiene parte de culpa. Que no es la víctima perfecta. ¿Qué hace ahí? ¿Por qué vuelve a esa casa si, además, ni siquiera vive con él? ¿Por qué no denuncia si la Ertzaintza está en su vivienda cada dos por tres? ¿Por qué prefiere cerrar las ventanas para que nadie lo escuche que salir pitando a pedir ayuda? Todas estas preguntas planean y siembran la duda. Así que en el vecindario dicen que son una pareja problemática, una relación tóxica. Y en comisaría, también. Aunque él nunca sea quien grita con pánico “me vas a matar”, aunque no sea a ella a la que se ha visto con un cuchillo en la mano. Si un día la mata, ¿qué dirán? ¿Qué era su culpa porque ella también contestaba? ¿Que murió intoxicada?
Podemos intuirlo porque acaba de pasar: un hombre ha asesinado a su exmujer en Gasteiz el domingo 28 de mayo. Lo ha hecho saltándose la orden de alejamiento. Cometiendo un delito, vamos. Ella había pedido al menos en dos ocasiones que se retirara esa orden de alejamiento porque no se sentía en peligro. La respuesta del vicelehendakari y consejero de Seguridad de Gobierno vasco, Josu Erkoreka, ante el asesinato: “No es fácil proteger a una víctima que no se percibe en peligro”.
De todas las claves de este feminicidio, Erkoreka decide señalar la que dependía de la víctima y no menciona nada sobre la responsabilidad institucional: aún con una orden de alejamiento, no se protegió a esta mujer. Pero señalar a las víctimas es más sencillo. Y cala. Porque así la violencia machista parece algo que no se podía evitar porque la víctima no lo quería evitar, porque ella seguía viéndose con su agresor, porque tenían una de esas relaciones tóxicas en las que no se puede intervenir mucho porque no hay nada que hacer. Ante las declaraciones de Erkoreka los colectivos Goizargi, asociación de mujeres víctimas y sobrevivientes de violencias machistas, y Bizitu, asociación de mujeres para la erradicación de la violencia machista, han emitido sendos comunicados pidiendo al consejero que se retracte.
“Las instituciones públicas no están colocando todos los recursos posibles para acompañar a las mujeres en su proceso de comprensión del peligro al que se exponen. Lo sabemos de primera mano. Nuestra experiencia como supervivientes de violencia machista nos ha hecho conocer el maltrato y el vacío institucional; nuestra experiencia como activistas feministas contra la violencia machista nos demuestra cada día cómo sistemáticamente se menosprecia nuestra capacidad de acción como agentes sociales”, explica el comunicado de Bizitu.
“Queda claro, a vista del resultado que ha habido un error en la calificación del riesgo en el que se encontraba Maialen. Que la responsabilidad de la protección de Maialen y de las víctimas de violencia de género es exclusiva de la administración y los cuerpos de seguridad del Estado”, dicen por su parte desde Goizargi. El colectivo recuerda, además, que “quien incumple una orden de alejamiento dictada por un juzgado está incurriendo en un delito, independientemente de que ella consienta o no. Delito contemplado con pena de prisión y multa en el código penal, sobre el que nadie tomó las oportunas medidas”.
La chavala de la primera escena no quiere denunciar y siempre vuelve donde él, así que la culpa también es suya. La asesinada en Gasteiz sí denunció, pero con el tiempo pensó que ya no era necesario que la protegieran de él. Así que la culpa también es de ella, que volvió. El movimiento feminista lleva mucho tiempo explicando cómo funcionan las relaciones de maltrato. Cómo se anula a la persona maltratada hasta que no siente que pueda dejar a su maltratador. Pero da igual: nuestro consejero de Seguridad señala que ella es la responsable de ponerse en peligro, no él de saltarse una orden de alejamiento. Y en una comisaría cualquiera, un agente cualquiera decide de un vistazo que una relación no es de maltrato, sino tóxica, y que ahí no hay mucho que hacer. Son tal para cual, claro.
Desde Goizargi han vuelto a exigir, una vez más, formación en violencias machistas para el funcionariado. Entiendo que es necesaria, pero intuyo que siempre habrá quien, a pesar de formarse, siga repitiendo que son relaciones tóxicas, que ellas deberían salir de ahí y denunciar, y si denuncian, protegerse solas y no claudicar nunca. Siempre habrá quien siga diciendo que si ellas contestan a las vejaciones, si empujan a un agresor que las acorrala, si también gritan, si se quedan con él, si no denuncian, es porque no es violencia de género. Es una relación tóxica.
Y al mismo tiempo que el mantra de la toxicidad se repite, la matraca se completa con esos que dicen que en el Reino de España no hay presunción de inocencia para los hombres, que acaban todos en la cárcel solo con que una mujer guiñe dos veces el ojo a cualquier agente por la calle. También con el soniquete de que las denuncias falsas por violencia de género, esas que solo son el 0,01 por ciento según Fiscalía, le joden la vida a hombres respetables como tu amigo mengano, que era un angelito y pero fue denunciado por la loca de su ex.
Entre unos y otros, ya llevamos 32.644 víctimas por violencia de género desde 2003, según el INE; y según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, 1.205 de ellas, muertas.
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