Lilas Mayassi: “Quiero ser la voz de otras personas como yo”
Hablamos con una de las protagonistas del documental 'Sirens' —ganadora del gran premio del festival Zinegoak de este año— y componente del grupo libanés de thrash metal Slave to Sirens, compuesto exclusivamente por mujeres.
La música Lilas Mayassi es una de las protagonistas del documental Sirens, largometraje de la directora Rita Baghdadi, que muestra el recorrido del grupo de thrash metal Slave to Sirens, primera banda libanesa compuesta exclusivamente por mujeres dentro de ese género musical. El documental ha recibido el gran premio del festival Zinegoak este año. Hablamos con Mayassi justo antes de la proyección, en el precioso espacio de La Sinsorga.
¿Cómo llegaste a la música metal?
Por pura casualidad. Cuando tenía catorce años, mi padre compró una cadena de música y los de la tienda se habían dejado un CD dentro del aparato. Era una compilación con canciones de varis artistas: Beyoncé, Tina Turner, Enrique Iglesias… Un poco random. Y entre otras cosas había una canción de distorsión, y me enteré de que era Evanescence.
Y te gustó.
La cantante, Amy Lee, me gustaba muchísimo, la verdad es que tenía un crush con ella [risas]. Con el tiempo comencé a explorar otros subgéneros del metal: el heavy metal, el metal alternativo… Conocí el thrash metal al llegar a la universidad. Se podría decir que mi gusto se hizo algo extremo, escuchaba death metal y extreme metal, que suponían todo un reto para mí, ya que se necesita mucha técnica para tocar la guitarra.
Aprendiste a tocar de manera autodidacta, ¿verdad?
Durante la adolescencia me compré un guitarra y empecé a aprender por mi cuenta. No teníamos internet en casa, así que fui aprendiendo poco a poco, con ayuda de algunas amistades que me acompañaron en el proceso. Pero soy mayoritariamente autodidacta. Después en la universidad estudié educación musical, pero me di cuenta de que no era lo que yo quería.
Tú querías formar un grupo.
Sí, desde siempre. En 2015 conocí a Shery [Bechara] en una protesta en Beirut. Nos presentó un amigo común, que me dijo que Shery tocaba la guitarra y que podríamos hacer algo. Yo ya había tocado en otros grupos, pero no fue muy bien, especialmente con los tíos. No había química, no era lo que yo quería. Así que pensé, “a la mierda, voy a tocar la música que a mí me gusta”.
Es decir, thrash metal.
Sí. Y resulta que a Shery también le gusta el mismo tipo de música. Decidimos seguir adelante y nos pusimos a buscar al resto de componentes del grupo.
¿Cómo fue eso?
Por ejemplo, encontramos a nuestra bajista Alma [Doumani] por Facebook. Yo entraba a Facebook y a cualquier chica que apareciera en las fotos con un bajo, un micrófono o una baqueta, le enviaba un mensaje,y le preguntaba si quería formar parte de un grupo compuesto exclusivamente por mujeres. Quería hacer algo diferente.
¿Tenías claro que querías un grupo solo de mujeres?
Al principio no. Quería hacer canciones para gente que pensara como yo y tuviera el mismo gusto musical. Pero cuando conocí a Shery pensé: vale, es esto. Y para mí fueron una gran inspiración la música Joan Jett y la película sobre el grupo The Runaways. Esa referencia estaba ahí, en algún lugar de mi mente. Pensaba que algún día llegaría a ser como Joan Jett, que viviría una historia parecida. Creo que fue una gran aportación a la hora de formar la banda.
Una vez formado el grupo, ¿cuál ha sido vuestro recorrido?
Publicamos un EP con cuatro canciones, y tocamos en varios sitios: Alemania, Glastonbury, Marruecos y Los Ángeles, por ejemplo. Pero luego llegó la pandemia y se paró todo, se hizo virtual. Ese ha sido nuestro camino, brevemente.
Antes has comentado que se necesita mucha técnica para tocar las guitarras del thrash metal, pero ¿hay otras características que te atraigan de este género musical? ¿Las letras, por ejemplo?
Las letras suelen tratar de política u otras cuestiones. Muchos grupos cantan sobre la opresión, la guerra o la marginación. Es otra de las razones por las me interesaba ser parte de este estilo musical. Además, el ritmo del thrash metal es muy rápido, y yo también soy una persona con un ritmo muy rápido [risas].
¿Escribes las letras tú misma?
Escribo poesía desde los 12 años. Cuando era adolescente me servía para desahogarme y expresar mis sentimientos. En la adolescencia estaba muy enfadada.
¿Por qué?
Por todo lo que pasaba. El sistema, la sociedad, la familia… Mis padres se separaron, algo que fue como una montaña rusa emocional para mí. Mediante la escritura expresaba lo que sentía, y eso me ayudó a sanar. Así que tengo ya un recorrido con la poesía que me ha servido a la hora de escribir las letras del grupo, aunque ahora escribo sobre temas más profundos digamos. Ahora hablo sobre los temas sociales que me afectan: la opresión, la censura, la guerra…
¿Dirías que la música también de ha ayudado con tu identidad sexual?
Buena pregunta. La verdad es que la música me ha ayudado a navegar la vida, en general. Y a sanar. Me ha ayudado a descubrir mi voz, y gracias al camino que hemos hecho con el grupo he crecido. En los últimos cinco o seis años, que hemos compartidos, he cambiado mucho. En cuanto a mi identidad y la vida que deseo, siento que aún estoy en un viaje. Pero sí, la música me ha ayudado a sentirme segura, ha sido una especie de vía de escape.
Me gustaría preguntarte por la acogida que ha tenido vuestra música.
La escena del metal del Líbano es muy pequeña, es como una comunidad. Cuando subimos al escenario por primera vez nos sentimos muy arropadas. Nos hicimos amigas de todos los grupos, y eso nos ayudó a tirar para adelante y enfrentarnos a un montón de retos. Me siento muy agradecida a esas personas que fueron parte de nuestras vidas en un momento concreto. Pero más allá de la escena del metal, al terminar los conciertos, el apoyo se termina, y nadie comprende este tipo de música. Y no hay problema, pero la cuestión es que hemos recibido mensajes de odio y amenazas, y no creo que sea necesario. Es una consecuencia del miedo y la ignorancia.
Y no es lo único que os ha pasado.
Empezaron a prohibir los conciertos y a organizar campañas en contra del metal en el Líbano, calificándolo de satanismo. Decían que las y los metalheads éramos satánicos. Hubo mucha propaganda en los medios de comunicación, lo que nos condujo a la clandestinidad. Ahora, con la crisis política, económica, la revolución y las explosiones, la escena ha desaparecido. Sin embargo, siempre que hemos salido fuera nos han acogido muy bien y hemos podido ser tal como somos.
¿Crees que existe algún elemento de género en dicha reacción, o sea, que quizá se han ensañado más con vuestra banda porque todas sois mujeres?
Bueno, nos llamaron putas. Pero al metal en general se le suele mirar mal, la gente no suele aceptarlo. En tanto que somos mujeres, es todavía más difícil: no entienden lo que hacemos y dicen que nuestra música es basura, aunque todas las integrantes del grupo vengamos de un entorno musical.
Hablemos del documental Sirens. ¿Cómo surgió este proyecto?
Rita, la directora, nos envió un mensaje por Facebook en 2018. Al principio quería hacer un corto, y aún no sabíamos qué dirección iba a tomar el proyecto. A nosotras nos parecía una idea muy interesante, y a Rita le encantaba el grupo, así que nos visitó en el Líbano y pasó varias semanas en mi casa, conoció a las otras integrantes del grupo, y decidimos que queríamos grabar, porque Rita nos comprendía. Ella es estadounidense, pero su padre es marroquí y creo que eso nos unió: era como la hermana mayor que nunca habíamos tenido. Además, el equipo era genial, todo mujeres, y el proceso resultó mucho más fácil. Nos pusimos a grabar algunas semanas más tarde. Ha sido un viaje con muchos altibajos. Rita lo ha presenciado todo, nos ha estado grabando durante cuatro años.
¿En vuestras casas?
¡A veces incluso en el baño! Pero lo considero necesario, porque Rita quería mostrar nuestras vidas tal y como son, con toda su crudeza, y yo también deseaba lo mismo. Evidentemente, debatimos mucho, porque existen diferencias culturales entre los Estados Unidos y el Líbano y Oriente Próximo. Yo no quería enseñar algunas escenas de mi vida personal.
¿Por ejemplo?
Momentos íntimos con mi ex.
¿Has participado en el proceso de edición de la película?
Al final. Le dije a Rita que quería ver el resultado final. Creía en su trabajo y confiaba en ella, lo cual es muy importante en una película de este tipo, si no Rita no se habría podido introducir en nuestras vidas.
Habéis presentado la película en varios lugares. ¿Qué tal?
Hace casi un año que empezamos a presentar la película. He conocido a un montón de gente de diversas culturas, muchos tipos de público, y he recibido perspectivas distintas. He aprendido mucho. De alguna manera, he comenzado a valorar algunos aspectos de mi vida. Creo que este camino me ha ayudado a madurar y también con respecto a mi identidad.
Presentaste la película en Zinegoak, un festival LTBIQA+ de Bilbao. En la película te presentas como queer, ¿qué relación tienes con eso?
Creo que el hecho de que la comunidad LGBT aparezca en la película y la cuestión se trate añade capas al documental, lo enriquece. Las otras componentes del grupo siempre me han apoyado, y sentía que a su lado podía hacer cualquier cosa. No tuve miedo de mostrar quien soy ante la cámara. Las chicas han estado ahí y me han ayudado a ser como soy en este camino. Al final, fui yo quien decidió mostrar esa parte.
Es una decisión valiente.
Así lo creo. El documental no puede mostrarse en Oriente Próximo o en el Líbano por la cuestión LGBT, ya que lo prohibirían y podríamos ir a la cárcel. Es una lástima. Pero espero que algún día podamos servir de inspiración para otras personas de nuestro país, ya que el objetivo del documental era eso mismo. Quiero servir de inspiración para mi comunidad, para mi gente, ya que muchas personas no tienen voz. En cierta medida me siento privilegiada porque tengo la música, tengo el grupo y he podido compartir mi historia. Quiero ser la voz de otras personas como yo.
La comunidad queer del Líbano es clandestina.
Totalmente. No es un lugar seguro para nosotres.
Resulta llamativo que en la película hables abiertamente de tu sexualidad mientras que no puedes hacer lo mismo en tu familia y tu comunidad.
Siempre siento que estoy viviendo una especie de doble vida. No puedo ser como soy en mi país ni en mi sociedad. Con el tiempo he llegado a aceptarlo, la situación es así. No puedo obligar a nadie, pero tampoco quiero que nadie me obligue. Así que, en la medida de lo posible, me guardo las cosas para mí.
Son resquicios de libertad en un lugar en el que resulta muy arriesgado ser completamente libre.
Es muy arriesgado, sí. Pero creo que el sacrificio merece la pena [risas].
¿Cuál es la situación actual en el Líbano?
A día de hoy vivir en el Líbano supone un reto en todos los sentidos. En 2019 ocurrió la revolución, después vino la pandemia, y en 2020 sucedieron las explosiones en el puerto, que fueron las terceras más grandes en el mundo; Beirut quedó devastada. A nivel personal fue un hito para mí. A partir de ese momento ya no me sentía segura. La gente ha conseguido volver a ponerse en pie y seguir con su vida a pesar de las crisis y las dificultades, aunque se percibe mucha tristeza en sus caras. Yo no soy capaz de llevar a cabo una vida normal. En el día a día tenemos que pelearnos para cubrir las necesidades más básicas: agua, luz… Nos faltan las necesidades básicas y a nuestro gobierno no le importa una mierda. Soy joven pero me siento vieja. De todos modos, aun tengo sueños y aspiraciones que quiero cumplir.
¿Como cuáles?
Quiero seguir estudiando y he pedido varias becas para poder hacer un máster fuera del Líbano. Este verano queremos publicar el segundo álbum del grupo, y quizá empezar con la gira el año que viene. En general, quiero seguir con la música, y también vivir en un lugar en el que pueda ser quien soy, un lugar en el que se acepte a la comunidad LGTB. Sentirme segura, seguir con mi vida y ejercer mis derechos humanos básicos, siempre desde el respeto y sin perjudicar a nadie ni que nadie me perjudique a mí. Creo que esa es la vida que deseo. No debería ser tan difícil.
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