Te dicen cómo follar y después a quién votar

Te dicen cómo follar y después a quién votar

Si queremos disfrutar de una sexualidad libre y deseante no podemos obviar los mecanismos de poder que han existido y existen en torno a ella. Entender cómo esos discursos se han metido en nuestra cama y en nuestros cuerpos es solo el comienzo.

05/07/2023

Ilustración: Porechenskaya.

Follar no es solo lo que hacemos en nuestras camas, nuestra sexualidad tiene unas implicaciones políticas y sociales de las que tenemos que ser conscientes si no queremos caer en la trampa. No es casualidad que determinados partidos políticos de corte más conservador sigan haciendo uso de leyes que controlan y restringen la vivencia de una sexualidad libre. Actualmente las medidas de control en torno a la sexualidad pueden no ser tan evidentes y traducirse en mensajes más sutiles como, por ejemplo, la idealización de la idea de familia o el matrimonio como el único happy ending posible.

Es curioso que la monarquía siga haciéndose una foto familiar cada año y que, aun así, sigamos pensando que el hecho de querer formar una familia sea algo totalmente genuino, cuando el sistema no para de enviarnos mensajes sobre cuál es la norma socialmente aceptada y, por lo tanto, la que tenemos que cumplir.

Los partidos políticos no son los únicos interesados en que nuestra sexualidad sea de una determinada manera. Actualmente nos regimos por un modelo capitalista fast-food donde todo lo queremos rápido y al menor coste posible. ¿Cómo afecta este sistema a nuestra sexualidad, si parece que ya no hay tanta represión como hace unas décadas?

A día de hoy nos regimos por un modelo capitalista-permisivo cuyos principales aliados son la producción, el consumo y la tecnificación. Parece que no podemos quejarnos de la cantidad ingente de contenido sexual, por no decir bombardeo, que tenemos en cada medio social y audiovisual, sin olvidarnos de la censura que este sigue recibiendo a pesar de todo.

Este contenido está totalmente mediado por la tecnificación de la práctica: cómo hacer el mejor cunnilingus, cómo hacer la penetración más profunda o cómo hacer que el squirt te pinte un Pollock en tu pared. Consiste pues, en un sobre-conocimiento basado en la técnica, desconectando al sujeto de su propio deseo, de la noción de consenso y de exploración libre de su propia erótica. A esto se le suman las infinitas listas de tips que parece que todo el mundo tiene que cumplir para tener una sexualidad satisfactoria y plena.

En este camino que nos lleva a hacer el mejor “inserte aquí cualquier práctica sexual normativa” pasamos por alto preguntas como: ¿qué deseo hacer yo? ¿Qué desea hacer la persona o personas con las que estoy en este momento? ¿Cómo puedo comunicar esto que quiero hacer o que me hagan? En definitiva, nos estamos cargando el deseo genuino y las múltiples alternativas de exploración por las que se podría llegar a él de una manera más holística.

El hecho de que haya una sexualidad exclusivamente reproductiva implica que esta sea instantánea, rápida, con un objetivo concreto: que el resto del tiempo nuestro cuerpo esté solamente focalizado a la producción material como elemento propio de una cadena de montaje. Parece ser que cuanto menos tiempo estás en la cama disfrutando, más tiempo estás produciendo.

Entendernos como sujetos libres nos hace más susceptibles de una exploración más genuina de lo sexual, quitando prejuicios y deberes implícitos que limitan, imponen y condicionan un imaginario muy concreto, valiéndose de elementos como la pornografía hegemónica, el blanqueo de la violencia sexual o la prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS) en prácticas exclusivamente genitales. ¿Y si en mis relaciones sexuales no intervienen los genitales? ¿Y si mi proyecto de vida no está relacionado con la idea de formar una familia? ¿Y si el Estado no parece garantizar mis derechos sexuales y reproductivos, sino socavarlos? La libertad y la sexualidad son todas esas preguntas que empiezan por ¿y si…? Y todas las mujeres que se atrevieron a formularlas.

No queremos el poder, sino subvertirlo

Cuando pensamos en la relación que existe entre esa idea de libertad y feminismo, nos viene a la cabeza la filósofa Chiara Bottici que define el anarcofeminismo como “una corriente capaz de hacernos entender que la tarea del feminismo actual no es alcanzar el poder, sino subvertirlo”. Además de centrarse en el trabajo como una labor creativa y desde el deseo, el amor libre o la importancia de las redes comunitarias, el movimiento tiene como eje central la noción de libertad tanto individual como colectiva. Entonces, ¿cómo entendemos esa idea de libertad en torno a nuestra sexualidad?

Si Emma Goldman pudiese responder a esta pregunta nos diría que, si queremos desarrollar una sexualidad más libre y deseada, no podemos obviar los poderes que ejerce el sistema a través de las instituciones del Estado y la Iglesia. Dicha influencia ha ido modificándose a lo largo de la historia, a la par que las reclamaciones del movimiento anarcofeminista como el derecho al aborto, la oposición a los matrimonios forzosos y, en definitiva, cualquier forma que encuentre el sistema para obligar a las mujeres a vender su feminidad e independencia. Con respecto a la prostitución, esta no se concibe como un problema en sí, sino que el foco se pone en el sistema de desigualdad de la propiedad privada y en la legalización de las diferentes formas de violencia sexual hacia las mujeres.

A finales del siglo XIX los motores principales que hicieron que el anarcofeminismo pusiese el foco en la cuestión sexual como una cuestión de lucha política fueron los matrimonios forzados, la ignorancia femenina en torno a su sexualidad y el castigo social en caso de ser poseedora de dicha información. Como ejemplo de esto tenemos el trato recibido hacia las llamadas brujas, hacia las prostitutas, matronas, parteras, etcétera. Estas mujeres representaban un modelo de feminidad más libre, autónomo, donde disponían de un mayor control y capacidad de gestión de los recursos. En contraposición a este modelo de feminidad, estaba la condición de buena esposa, en la cual la mujer quedaba esclavizada al mantenimiento de las tareas domésticas y de crianza, las cuales ocurrían siempre dentro del hogar. Rompiendo con este espacio, el anarcofeminismo pretendía favorecer la autonomía de la mujer en el ámbito público.

Actualmente, este movimiento sigue rompiendo con esas normas que condicionan nuestra sexualidad, influyendo en nuestros deseos y placeres. Aunque dichas normas tienden a ser más sutiles e incluso se aceptan de forma inconsciente, conformando nuestro imaginario sexual. ¿Por qué la penetración anal está considerada como una práctica propia del colectivo de hombres gais? ¿O de hombres hacia mujeres?

Estas preguntas rompen con el discurso actual sobre cómo se tiene que disfrutar una relación sexual. Dicho discurso gira en torno a un esquema donde el coitocentrismo (coito como práctica sexual imperante y normativa), genitocentrismo (localización del placer sexual en los genitales) y, más recientemente, orgasmocentrismo (consecución del orgasmo como único fin del encuentro sexual), forman parte de una lista de objetivos a cumplir más que placeres en sí mismos. Es curioso cómo esta visión se relaciona directamente con la capacidad reproductiva de los cuerpos, lo que limita concebir el placer como algo mucho más holístico. En definitiva, ¿por qué follamos de la misma manera en la que nos reproducimos?

¿Por qué nos genera tanta vergüenza verbalizar que no nos apetece tener penetración en un encuentro sexual? ¿Por qué nos genera culpa no llegar al orgasmo a pesar de haber disfrutado todo el camino?

Estas cuestiones nos hacen entender que las formas de control en torno a nuestra sexualidad están tan bien montadas, que hacen que nosotras mismas seamos nuestras propias vigilantas y castigadoras. Antes de los años 60 en España, el discurso en torno a la sexualidad se focalizaba en un modelo represivo, caracterizado por la práctica sexual como algo meramente reproductivo, permitido dentro del matrimonio y para la consecución de la familia tradicional.

Actualmente aparece la idea de una sexualidad mucho más placentera y satisfactoria, pero arrastrando el esquema básico que teníamos anteriormente, es decir, en lugar de repensar dicho esquema le hemos ido añadiendo elementos que siguen basándose en la idea de deber e imposición. De esta manera en el modelo actual sigue apareciendo el coito como práctica por excelencia, donde se añade la consecución del orgasmo vía penetración.

La próxima vez que sientas que hay algo mal en tu sexualidad, en vez de pensar que el problema está en ti, quizás sea importante meditar sobre la influencia que la estructura sociopolítica tiene en nosotras, con sus deberes y sus normas, con su concepción de lo normal y lo bizarro, totalmente cerrada, binaria y limitada. Quizás la manera en la que el sistema entiende la sexualidad es lo patológico en sí y no tus propias vivencias y deseos.


Leer más:

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba