141 años de feminismo: el nacimiento de una palabra
La periodista francesa Hubertine Auclert empleó por primera vez el término feminista para mujeres y no únicamente para referirse a los hombres que apoyaban la causa política de las mujeres.
Hubertine Auclert (1848-1914) es la periodista que en 1882 reivindicó su convicción feminista, pero su nombre no aparece en la historia oficial. De hecho, la ONU (UN Women) otorga al socialista utópico Charles Fourier (1772-1837) el honor de haber acuñado la palabra “feminismo” en 1837…. ¡a pesar de que no existe documento, libro, ni discurso alguno que lo recoja!
La primera vez que apareció escrito el término “feminismo” fue en 1871, en una tesis doctoral de Medicina, titulada ‘Sobre el feminismo y el infantilismo en los tuberculosos’, escrita por Ferdinand-Valère Faneau de la Cour. “Feminismo” hacía referencia a las características del varón enfermo, cuya virilidad resultaba atenuada: “El aspecto general del paciente [tuberculoso] es a veces el de un niño (tipo infantil: infantilismo persistente), a veces el de una niña (tipo femenino: feminismo), a veces el de un ser mixto, que no es ni hombre ni mujer, ni siquiera es un niño, sino que deambula en el límite de estos tres sexos de la especie humana”. Una tesis doctoral tan específica no explica la difusión social de un término tan concreto, excepto cuando la base médica se utiliza para burlarse de los hombres que defendían los derechos de las mujeres.
Entonces, dos escritores emplearon el adjetivo de la palabra “feminista”: el francés Alexandre Dumas hijo y la holandesa Mina Kruseman, que habían intercambiado correspondencia debatiendo las posturas misóginas del primero. Dumas utilizó el adjetivo “feminista” en el mismo contexto que se estaba empleando en la época. En El hombre-mujer (1872), Dumas desprestigia a los hombres que apoyaban el movimiento de las mujeres que demandaban el acceso a sus derechos ciudadanos. “Los feministas, permítanme este neologismo, dicen, con muy buena intención: todo el problema viene de no querer reconocer que las mujeres son iguales a los hombres y que se les debe dar la misma educación y los mismos derechos que los hombres; el hombre abusa de su fuerza, etc. Conocéis el resto. Nos permitiremos responder a las feministas que lo que dicen no tiene sentido alguno”.
De esa manera se burla Dumas de los hombres que consideraban perdonar a la esposa “adúltera” (sic). Les considera hombres enfermos, tal y como describían a algunos enfermos de tuberculosis. Su postura es bien diferente, “mátala”, afirma al final del libro.
Auclert precisó el movimiento político: Feminismo, con mayúscula
La realidad es que en 1882 la sufragista francesa Hubertine Auclert hizo historia al emplear dos términos: “feministas” y, especialmente, “feminismo”. Desde su periódico quincenal, La Citoyenne (La Ciudadana), Auclert se dirigió en 1882 al prefecto del Sena porque había obviado la prohibición de dirigirse a las parejas recién casadas en el ayuntamiento: “No dudo de que la libertad de dirigir unas palabras a los recién casados en los ayuntamientos, una libertad que estaré feliz de hacer uso, se concede tanto a mujeres como a hombres, tanto a feministas como a librepensadores; porque, sería incomprensible que los librepensadores pudieran acudir al ayuntamiento a criticar a la iglesia en cuyo espíritu se basan las leyes matrimoniales, mientras que las feministas no podrían acudir a este mismo ayuntamiento a criticar las leyes matrimoniales que se basan en el espíritu de la iglesia. Usted no hará distinción alguna, señor, entre los que atacan el efecto y los que atacan la causa, desde el momento en que un librepensador ha podido hablar, los partidarios del Feminismo tienen derecho a hablar”.
Auclert empleó, por primera vez, el término feminista para mujeres y no únicamente para referirse a los hombres que apoyaban la causa política de las mujeres, y precisó, sobre todo, el movimiento político: Feminismo, con mayúscula.
El día siguiente, el diario Le Temps amonestó a Auclert por comparar a feministas con librepensadores, ridiculizando el término acuñado: “Nunca somos traicionados excepto por los nuestros. La máxima es antigua, pero sigue siendo cierta. Así es como, por ejemplo, la señorita Hubertine Auclert traiciona la causa del libre pensamiento, a la que sabemos que pertenece. Sin la carta que la señorita Auclert acaba de dirigir al Prefecto del Sena, ¿quién habría sospechado de una ilegalidad que está muy de moda desde hace algún tiempo en la ceremonia del matrimonio civil? Se permitió, parece ser, que uno de los asistentes tomara la palabra y diera un breve discurso, donde se trató todo lo que se podía esperar, en tales circunstancias, de una imaginación de librepensador a la que se le da rienda suelta. La señorita Auclert sintió la necesidad de felicitar al señor Prefecto por su tolerancia; por una vez se encontraba con ánimo amistoso hacia la Administración, cosa que no le sucede a menudo, exigió en beneficio de las mujeres, o mejor dicho, la palabra es bonita, de las feministas, un derecho igual al que se arrogan los librepensadores”.
La socialización de las palabras “feminismo” y “feminista” tardó casi diez años en formar parte del discurso público francés, ya que la prensa se refería al “movimiento femenino”, para denominar a la lucha por los derechos de las mujeres. Con la primera celebración del 1º de mayo en 1890, en solidaridad con los obreros estadounidenses asesinados y represaliados en una huelga para solicitar una jornada laboral de ocho horas, se expandió por Europa la lucha por esa misma jornada laboral. Entonces, las socialistas francesas Eugénie Potonié-Pierre (1844-1898), Léonie Rouzade (1839-1916) y Aline Valette (1850-1899) unificaron los grupos donde las obreras militaban por sus derechos laborales y civiles, empleando por primera vez la palabra “feminista” para denominar a su doble activismo: “Mismo trabajo, mismo sueldo” y “mismos derechos civiles y políticos que los hombres”, tal y como recoge Charles Sowerwine en su libro Sisters or Citizens?: Women and Socialism in France Since 1876 (2007). En 1892, la Federación Francesa de Grupos Feministas organizó el primer congreso feminista de la historia.
Desde entonces, se popularizaron los términos “feminismo” y “feminista” en Europa, aunque el Diccionario de Inglés Oxford no aceptó el término “feminista” hasta 1894 y “feminismo”, un año después. El Diccionario de la Real Academia Española lo incorporó en 1912. En euskara, la palabra “feminismo” aparece por primera vez en la obra teatral Euskal-Eguna (1931) de Antonio Mª Labaien, en boca de una mujer joven, que propone su traducción al euskara. Por último, la Academia de la Lengua Francesa incluyó, por fin, el término “feminismo” en la octava edición de su diccionario (1935), 53 años después de que la militante francesa Hubertine Auclert lo acuñara en 1882 y 43 años después de que las socialistas crearan grupos feministas y lo definieran como “doctrina que tiene por objeto la extensión de los derechos civiles y políticos a la mujer”.