Literatura feminista
“Cuando sufrimos una violación la herida nunca sana”
En ‘Mala onda’, Myriam Gurba combina el ‘true crime’, con la narración de su violación y el paso a la adultez como mujer chicana queer en California (Estados Unidos).
En 1996, Tommy Martínez violó y mató a Sophia Castro Torres en un parque cercano a la escuela de primaria de Myriam Gurba. Dos años después, fue declarado culpable, tanto de este crimen, como del asalto e intento de violación de otras tres víctimas más. Se sabía que había una cuarta mujer violada por Martínez, que no testificó en el juicio. Esta mujer era la autora de Mala onda (Editorial Tránsito, 2023), que decidió que no quería pasar por esa situación. Más de dos décadas después, Myriam Gurba ha transformado todas estas vivencias en una obra de arte. Un libro que es una autobiografía, y que es también un homenaje a Sophia Castro Torres y un repaso de las consecuencias del racismo, la homofobia y el abuso sexual. Un libro a modo de collage literario, tanto en el fondo como en la forma. Un relato mordaz, poderoso y poético que traspasa las fronteras de los géneros y hace florecer la memoria.
“A veces, ser mala ondas nos mantiene con vida”, dices en una de las primeras páginas del libro. ¿A qué te refieres?
Sí, es como una filosofía de autodefensa, pero también lo estoy usando de una manera que se me hace irónica, porque la biografía trata de una violación, que es uno de los eventos más horribles que puede pasar en la vida de una mujer, y eso se me hace ‘mala onda’. Cuando nosotras nos defendemos nos dicen que somos “de mala onda”, pero estoy tratando de decir que no, que cuando nos defendemos nos castigan, pero deberían castigar a los violadores.
Leyendo tu libro se me venía a la cabeza La frontera, de Gloria Anzaldúa, sobre la separación vivencial y experiencial entre migrantes y no migrantes a raíz de proceder de otro territorio diferente. ¿Hay alguna forma de salvar esta distancia?
Esa separación es algo que resulta del racismo y sin cambiar eso no van a cambiar las relaciones. Aquí, en Estados Unidos, la gente latinoamericana es racializada, nos consideran en una categoría no blanca y nos ven como migrantes, aunque algunos de nosotros hemos vivido aquí durante muchas generaciones, y aunque muchos tenemos raíces indígenas. No importa, somos migrantes. Eso tiene una conexión al racismo, y sin cambiar eso no van a cambiar las relaciones. Yo no sé si la gente fuera de los Estados Unidos sabe que, aunque ser mexicano es una nacionalidad, aquí se convierte en una raza. Por ejemplo, cuando alguien te pregunta “Where are you?”, te está preguntando de qué raza eres. Muchas veces la gente contesta “mexicano”, aunque sea una nacionalidad.
“Quise buscar cualquier pedazo que había dejado Sophia Castro Torres para darle sus flores, hacer una obra de arte en su memoria”
En Mala onda hablas de tu historia, pero también de la de Sophia Castro Torres y la de otras, haces un repaso por las acciones de unos cuantos abusadores y violadores. En un momento en el que mucha literatura se centra en lo propio e individual, tú has optado por recuperar la memoria de las violencias de distintas mujeres. ¿Fue este el fin de escribir el libro, rescatar una memoria colectiva?
Sí, especialmente quise documentar la memoria de Sophia Castro Torres, que fue violada y también víctima de feminicidio. En Santa María, donde yo viví y pasó este crimen, los periodistas no se interesaron mucho por ese caso, porque ella era mexicana, migrante, pobre y campesina. Casi nadie se dio cuenta de que había muerto esta persona, y yo quise documentar que eso pasó y que la vida de ella fue algo especial, y que la muerte de ella es algo que tenemos que honrar, porque como era mujer mexicana la despreciaron en vida y también en la muerte. Quise recuperar su memoria, pero fue muy difícil, porque no hay muchos documentos; trabajé con los policy documents [documentos policiales]. Se me hizo muy triste que una persona pueda vivir casi 35 años y dejar nada. Quise buscar cualquier pedazo que había dejado ella para darle sus flores, hacer una obra de arte en su memoria.
¿En qué momento tomas la decisión de escribir Mala onda?
No tomé una decisión singular, lo que hice fue empezar a experimentar, comencé con unos fragments [fragmentos]. Quise escribir sobre la violación que a mí me sucedió y había leído otros libros que trataban el mismo tema, pero lo que noté fue que siempre fueron narrados por una mujer que era, lo que llamamos en Estados Unidos, una víctima perfecta, ideal -esta víctima era virgen, era blanca, no provocaba-. Y yo quise escribir la violación de una víctima no perfecta, medio mala, que algunas pueden calificarla de bitch [puta]. Y les quise provocar que si esta víctima es bitch todavía pueden tener compasión para esta persona. ¿Vamos a decir que mereció lo que le pasó por cómo ella existía en el mundo, o podemos tener empatía? Es casi como una provocación para el lector, a ver si eso lo pueden hacer. Una provocación emocional con mucha intención.
En un momento del libro hablas de un chico que abusa de ti y del que, previamente, un profesor también ha abusado, al igual que ha hecho con otros chicos. Si el acoso sexual es un círculo, acosadores que generan víctimas y víctimas que reproducen el acoso. ¿Cómo se puede parar este bucle perverso?
No va a parar durante mi vida, pero creo que sí lo podemos parar y creo que vamos a tener que educar a los chicos y jóvenes, y enfocarnos en la prevención de este tipo de abuso. Pero eso no es lo que hace el Gobierno de Estados Unidos, en lugar de en la prevención se enfoca en el castigo después del abuso. Eso no hace nada. A mí me gustaría ver más dinero invertido en educación y prevención, y trato de participar en eso y en ayudar a personas que han sufrido abuso. Hay muchas acciones medio sencillas que podemos hacer; por ejemplo, enseñar a los chicos a usar las palabras correctas para hablar de la anatomía es un paso muy importante, porque si los niños pueden hablar, si tienen ese vocabulario, ellos pueden hablar del abuso si les pasa, pero si no les damos las palabras ni pueden platicar ni quejarse de lo que está pasando, les quitamos ese poder. El vocabulario, el lenguaje, es muy poderoso, y con pasos así podemos cambiar mucho el mundo.
Describes el estrés postraumático como una de las secuelas de la violación, no hay muchas narraciones que lo hagan. ¿Crees que hay conciencia de las consecuencias de las violaciones y otros tipos de violencias machistas?
Creo que no. Cuando oí la palabra ‘trauma’ la entendí como una palabra que se basaba en el enojo. Por ejemplo, cuando calificaba mal en la escuela mi mamá a veces bromeaba y decía ‘esta calificación es un trauma’, esa fue la primera definición que yo entendí. Pero luego, después de lo que me pasó, aprendí de ello, y de lo que pasa después de una violación. Y creo que la gente no entiende que, cuando algo así le pasa a una persona, eso cambia a esa persona de una manera fundamental. Ya no soy la misma persona. Cambiamos de una manera tan dramática que nacemos como otra persona. Y cambiamos psicológicamente, pero también físicamente, el cerebro cambia, y ya no podemos funcionar en la manera que antes funcionábamos. Después del ataque de Tommy Martínez, el violador que me atacó y que mató a Sophia Torres, ya no puedo caminar sin voltearme. Cuando camino, cada quince minutos tengo que mirar a ver quién está tras de mí; no puedo tolerar que una persona me toque sin advertirme de que me van a tocar, porque brinco. Y hay gente que dice que es un show, que lo hago para llamar la atención, y no es así, es que me da susto; pero es porque mi cerebro me está tratando de proteger, porque ya entiendo la maldad del mundo y que hay personas en que me pueden matar. Y por eso digo que soy una persona diferente, y en muchos sentidos soy la misma, pero en ese cambié mucho, y creo que muchas personas no saben que cuando sufrimos una violación la herida nunca sana. Es algo que vamos a arrastrar y va a quedar sangrando todas nuestras vidas. Y la gente no lo puede ver, pero así es. Hay estudios que han encontrado que las víctimas y mujeres que han sufrido violaciones estamos en increased risk [alto riesgo] de enfermar de demencias, que nos afectan más que a otras mujeres, porque nuestro cerebro cambia mucho; y también nos dan más ataques cardíacos. Trato de decir que una violación puede afectar a una persona 30, 40, 50 años después del ataque.
“Quise escribir un libro más realista, y sobre la vida de una joven que es queer y tiene relaciones con mujeres, pero donde esa identidad no es el corazón del libro. O si eso fuera el corazón, ¿cuál es el cerebro o los pulmones del libro?”
¿Qué sucedió con Tommy Martínez? ¿Te reconforta una condena o te gustaría otro tipo de reparación?
Lo que sí me gusta es que esa persona ya no puede atacar a mujeres, porque va a pasar su vida en la cárcel. Pero no siento que eso vaya a prevenir más abuso, porque el 99 por ciento de los violadores están libres, muy pocos van a la cárcel, y hay tantos, que si tuviéramos el poder de ponerlos a todos en la cárcel la sociedad dejaría de funcionar de todos los que son. Me gustaría más atención, más apoyo para víctimas, y más educación y prevención. Pero aquí en Estados Unidos no gastamos en eso, gastamos en policías, y los policías son violadores, sí que es gastar más en violadores.
Hay una actitud de autodefensa feminista, identitaria, de orientación sexual, que está presente durante toda la narración y que se combina con lo literario. ¿Por qué quisiste reflejar todo esto?
No intenté escribir así, pero como es un libro autobiográfico y soy queer eso sale en la narración. No quise escribir un libro estilo coming out [salir del clóset, el armario]. Cuando una escritora es queer, la gente tiene la expectativa de que vas a contar cómo saliste del clóset, y yo no salí todo de un golpe, como muchas de nosotras salimos paso por paso, de una manera más orgánica, no dices “aquí estoy, soy gay”. Quise escribir un libro más realista, y sobre la vida de una joven que es queer y tiene relaciones con mujeres, pero donde esa identidad no es el corazón del libro. O si eso fuera el corazón, ¿cuál es el cerebro o los pulmones del libro? Es decir, es importante, pero solo es una parte más del cuerpo del libro. Quise hablar de varios temas, y que uno no fuera más importante que el otro, sino que estuvieran al mismo nivel.
El libro contiene un humor muy mordaz, se mueve entre la ironía (o la sátira) y el humor negro, también entre lo poético, la fragmentación. ¿Optaste por un estilo de escritura híbrido para que la narración también reflejara la complejidad de la historia?
So [pues] empecé escribir en fragmentos y quise conservar ese estilo. Cuando una persona pasa por el trauma y cuando pasa por PTSD [siglas en inglés de trastorno de estrés postrautmático] las memorias no son cronológicas, son desparramadas, es casi como tener un rompecabezas y tirarlo en el piso. Entonces quise enseñar esas piezas y cómo están desparramadas, y la persona que está leyendo tiene que manipular los pedazos y juntarlos, es su trabajo, a ver si lo puede hacer. Yo tuve que hacer eso en terapia y quiero que quien lea tenga la sensación de tener ese trauma, y por eso uso el estilo y la estructura fragmentada de la autobiografía, por eso no lo escribo de una forma tradicional. La poesía está ahí porque a veces sentí que eso era una manera bonita para dar sus flores a varias mujeres, para darles arte, para decir que esas mujeres son mis inspiraciones. Mi abuelo fue poeta y él también me inspiró, pero también era muy machista, entonces la poesía que yo escribo es como un fuck you [algo así como que te den] a mi abuelo [risas], porque una vez él me dijo que las mujeres no pueden ser buenas escritoras porque no practicamos bastantes vicios.
En Mala onda hay una crítica a la idea de arte, a lo que se supone que tiene que ser. ¿Para ti qué es el arte?
Oh my God! Es una pregunta muy grande. Yo creo que el arte es algo que sentimos, y cuando yo estoy en su presencia lo puedo sentir, pero no lo puedo definir. Una sabe, pero no lo puede decir de una manera rígida. ¿Tiene sentido? [risas].
Por supuesto que sí. Estaba pensando que en realidad todo el libro es una especie de obra artística, con muchos elementos. Algo así como un collage.
Estoy de acuerdo, lo escribí de tal manera que quise construir un collage usando palabras en lugar de imágenes. Quise darle a quien lee el sentido de abrir el scrapbook [colección de recuerdos] de una joven. Quise dar la apariencia de estar mirando mis scrapbooks. Por ejemplo, cuando incluyo mis calificaciones de universidad estoy invitando al lector a entrar en mi vida, están entrando en lo íntimo.
¿Cuál será tu próxima aventura literaria?
Voy a publicar un libro nuevo llamado Creep, que es una colección de ensayos y que tratan de los mismos temas del libro Mala onda, porque cuando escribí ese libro viví con un hombre que era golpeador. Estaba escribiendo un libro sobre violencia de género cuando yo sufrí violencia de género. Y escribí mucho de eso. Y creo que mi próximo libro va a tratar de ser una exploración del true crime [crimen real], un género que es muy popular entre mujeres aquí en Estados Unidos. Quiero explorar eso.