La destrucción del padre: #seacabó

El arte será nuestra venganza

La destrucción del padre: #seacabó

Revisitamos la icónica pieza de la artista Louise Bourgeois en una analogía con el movimiento impulsado por las jugadoras de la Liga Femenina Española de Fútbol

La destrucción del padre, 1974, escayola, látex, madera y tela 237,8 x 36,2 x 248,6.

Quienes nos conocen saben que a las Lempickas nos fascina Louise Bourgeois (París, 1911-2010 Nueva York) desde todos los ángulos y facetas posibles. Como artista, como escultora, como investigadora plástica, como pensadora crítica, como disidente de los cánones del arte, como insumisa del sistema sexo-género, como fusionadora de lo maculino y femenino, como provocadora incansable hasta sus últimos días.

Efectivamente nos moríamos de ganas de hablaros de Bourgeois y de su obra en nuestra sección. Y ha resultado que, paradojas de la vida, los últimos acontecimientos ocurridos en el ámbito futbolístico han sido nuestro motor de inspiración para traeros una de sus piezas más fascinantes e icónicas: La destrucción del padre (1974).

En estas últimas semanas del periodo estival las imágenes de las jugadoras de la Selección Española de Futbol Femenino alzadas como campeonas del mundo se nos atragantaban con la retransmisión en directo de otras en las que se producía una agresión sexual por parte del presidente de la Real Federación de Fútbol a una jugadora. Con los videos del mismo señor apropiándose de un éxito -que no es suyo- y que dedicaba a otro señor desde un palco con el gesto de agarrarse sus genitales.

Por si era poco, escuchábamos estupefactas unas repugnantes declaraciones del primer señor minimizando y justificando ambos gestos e insultando y ridiculizando a quienes los habían criticado y exigían su dimisión. Y veíamos también unas imágenes del segundo señor (que se supone debía defender y salvaguardar la salud de las jugadoras de su equipo) aplaudiendo al primero. Todo ocurría en una reunión en la que decenas de señores, y alguna que otra señora, jaleaban al patriarca del fútbol español. Un encuentro que bien podría pasar a la historia como una de las mayores escenificaciones de cierre de filas del heteropatriarcado retransmitidas en televisión.

Menos mal que, tras tanto despliegue machuno, pudimos asistir a las declaraciones llenas de valentía y honestidad de Jenni Hermoso y al gesto de solidaridad de algunas jugadoras de fútbol españolas y de otras muchas internacionales. Todas ellas se hermanaron en un #seacabó en defensa de su compañera.

Pues bien, queridas, ante tanto horror nuestras mentes fantasiosas, ávidas de desertar de la realidad heteropatriarcal que nos invadía en pleno agosto, acudieron desesperadas al arte, que siempre se torna en nuestra mejor forma de evasión y reflexión. Y es entonces cuando ocurrió el milagro de reencontrarnos con la pieza que os traemos: La destrucción del padre. También de releer los maravillosos escritos que la propia Louise Joséphine Bourgeois hizo acerca de la misma: “La mesa del comedor está puesta y se pueden ver todas las cosas que están sucediendo. El padre se jacta ante los presentes de lo importante que es, de todas las cosas maravillosas que ha hecho, de la chusma a la que ha humillado hoy. Pero esta misma escena se repite día tras día, y entre los hijos crece una suerte de resentimiento. Llega el día en el que estos se enfadan. La tragedia se respira en el ambiente. Ya son demasiadas las veces que el padre ha repetido el mismo discurso. Los niños lo agarran y lo colocan encima de la mesa. El padre se convierte en la comida; lo trocean y desmiembran y devoran”.

Louise Bourgeois no creía en una lectura única y en cambio apostaba porque cada una de sus obras remitiese a cosas distintas desde cada experiencia y lectura personal

No sabemos qué pensaría nuestra artista de cabecera sobre esta febril asociación que hemos realizado con su obra. Lo cierto es que esta escultora persiguió que sus piezas -siempre opuestas a la realidad- estuvieran cargadas de símbolos y se concretasen a partir de la aportación subjetiva de la persona espectadora, y de ella misma como creadora. Bourgeois no creía en una lectura única y en cambio apostaba porque cada una de sus obras remitiese a cosas distintas desde cada experiencia y lectura personal.

La destrucción del padre está ejecutada como una instalación empleando yeso, látex, madera, tela y luz. La obra emula una especie de gran gruta oscura, bañada al mismo tiempo por una intensa luz roja que provoca una sensación claustrofóbica. En el centro, se encuentra lo que podría parecer una mesa de comedor en la que la artista dispone una multitud de piezas fabricadas en látex con distintas formas y tamaños que recuerdan partes del cuerpo humano, órganos, vísceras, nalgas, senos…Todas ellas simulan un cuerpo despedazado.

La escultora francesa realizó los productos de látex con miembros de animales que compró en el mercado (paletillas de cordero, muslos de pollo…) que sumergió dentro de un recipiente de escayola líquida, para después volcar el molde, abrirlo, tirar los trozos de carne y moldear las formas obtenidas en látex.

Según la propia creadora, realizó La destrucción del padre como “exorcismo” frente al miedo que sentía de su propio padre y como acto catártico de purificación y sanación. Y es que en la pieza nos muestra la escenificación de un parricidio en forma de rito caníbal, ejecutado por ella misma, su madre, su hermana y su hermano.

Para quien no conozca la biografía de la artista, es necesario señalar que entre los sucesos que atravesaron su vida se encuentra el vínculo ambivalente que construyó en relación con sus figuras parentales. Su madre fue una mujer serena, estable y racional. Su padre, un hombre con una personalidad tiránica, arrogante, autoritaria y dominante. Este último fue infiel a su madre con la propia cuidadora y profesora de la artista. Lo que se tornó en un secreto a voces en el hogar burgués de la pequeña Bourgeois. Esto sin duda marcó sus traumas infantiles, obsesiones y dolores. Todos ellos van a conformar también un valioso material personal que más tarde plasmará en su corpus artístico.

“Cuando era pequeña, me daba miedo cuando estaba en la mesa del comedor y mi padre no dejaba de alardear de su persona, se jactaba una y otra vez de sus logros, y cuanto más grande pretendía hacer su figura, más diminutos nos hacía sentir al resto. De repente, se producía una tensión máxima terrible, y lo agarrábamos -mi hermano, mi hermana, mi madre y yo- los brazos y las piernas: lo desmembrábamos. Y éramos tan eficaces en esta labor que acabábamos devorándolo. Asunto terminado”, contó.

La obra de Bourgeois se ve claramente influenciada por la de Sigmund Freud. La artista va a establecer un diálogo con la teoría del psicoanálisis, pero también la confronta. Resultan obvias las concomitancias de la fantasía canibalística de Bourgeois con el libro Totem y tabú (1913), de Sigmund Freud. En este texto, el padre del psiconálisis aplica sus teorías a un estudio antropológico en el que pone en conexión el origen del totemismo y la exogamia en las sociedades primitivas. Para ello va a explicar una especie de mito prehistórico en el quecuenta que en el origen de la humanidad existía una horda simi-animal, dirigida por un anciano jefe, un padre que se reservaba el derecho de “poseer” a todas las mujeres del grupo, impidiendo que los otros hombres, sus hijos, “gozasen” de ellas. Estos últimos privados del placer sexual urden un plan para matar al padre y apropiarse del “bien deseado”. Sin embargo, una vez que se aniquila al padre y se levanta la prohibición parental, se produce una guerra entre los hermanos que empiezan a rivalizar entre sí por ocupar el lugar del padre y poder gozar de las mujeres antes vedadas. Para evitar el caos y la autodestrucción, los hermanos deciden totemizar al padre y volver a declarar a las mujeres tabú. Parodojicamente, una vez muerto el padre, su ley se transmite de una forma mucho más incuestionable que cuando estaba vivo. El asesinato caníbal del padre real supone así la victoria del padre simbólico, el inicio de un pacto social que unirá a los hermanos en la defensa de la ley.

Bourgeois señaló que “aniquilar al padre” fue precisamente lo que le impulsó a erigirse como sujeto artístico, concretamente como escultora: “Me sentí atraída por el arte porque me aislaba de las difíciles conversaciones en las que mi padre se jactaba de lo bueno y maravilloso que era. Cogí un pedazo de pan blanco, lo mezclé con saliva y moldeé una figura de mi padre. Cuando estaba hecha la figura empecé a amputarle los miembros con un cuchillo. Considero esto como mi primera solución escultórica. Fue apropiada para el momento y me ayudó. Fue una importante experiencia y determinó ciertamente mi dirección futura”.

Casi medio siglo después de la obra La destrucción del padre asistimos a una suerte de imágenes en las que Luis Rubiales, “el pater familias” del fútbol español, en otra cueva de tintes rojos y rodeado de sus hermanos de tribu, minimizaba sus abusos y violencia, enaltecía con soberbia sus logros y exhibía con arrogancia su ilimitado poder e impunidad.

En esta mesa ninguno de sus hermanos se rebeló ante “el padre”, pese a que él aludía ser víctima de “una cacería”. Nadie lo devoró, ni desmembró, ni hubo acto caníbal alguno. Lejos de abalanzarse contra él para aniquilarlo, sus hermanos lo aplaudieron, jalearon y le otorgaron más poder.

Bourgeois, con su magnífica pieza, materializó un deseo y también expresó un miedo universal femenino: el de “aniquilar al padre”

Tras esta ceremonia patriarcal en la que el “padre” salió reforzado, crece un sentimiento de rebelión en las jugadoras, “las hijas” (cómo olvidar que fue el mismo Rubiales quién las infantilizó en su intervención equiparándolas con sus “hijas”). Hartas de injusticias, vejaciones, paternalismos y violencia machista se revuelven y articulan en un sencillo pero simbólico #seacabó, que más tarde se amplificará a escala social.

Ante el impacto de la inesperada revuelta de “las hijas” y la tensión social y política generada, “los hermanos” se pelean entre ellos y rivalizan entre sí por ocupar el lugar del padre como única forma de restituir el orden patriarcal. Para ello, tendrán que traicionarlo. Algunos de ellos lo harán, siempre con la esperanza de mantener el poder y de que no se modifique la ley que les permitía gozar del privilegio de abusar de las mujeres del clan. Queda ahora pendiente, saber si con la destitución del padre se producirá finalmente el ansiado cambio del sistema y reemplazo reclamado por las mujeres.

Nosotras creemos que Bourgeois, con su magnífica pieza, materializó un deseo y también expresó un miedo universal femenino: el de “aniquilar al padre”. Las que llevamos años intentándolo, incluso a veces consiguiéndolo, sabemos que la batalla interna se libra en cada mujer de forma muy distinta y personal, pero también que en general intervienen los mismos elementos. Entre ellos el deseo de libertad frente al miedo a la incertidumbre de vivir sin el amparo “del padre”, fuera de la ley patriarcal. Entre el ser “las amantísimas hijas” o convertirse en “las rameras”, “las repudiadas” y “las marcadas”. Entre naturalizar la violencia y minimizarla para no asumir la impotencia de la subordinación del sistema, frente al tomar conciencia y rebelarse ante ella. Conocemos también de sobra el dolor y las contradicciones que supone todo este proceso. Lo que parece claro es que las jugadoras de la Selección Española de Fútbol Femenino han exorcizado el miedo a aniquilar al padre de forma colectiva diciendo alto y claro que: #seacabó.

Devorar al “pater familias” del fútbol y a todos sus hermanos, quizá solo sea una fantasía, pero como decía Bourgeois “a veces vivimos nuestras propias fantasías”.

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