Franja de Gaza
Atrapadas
En la Franja de Gaza existen familias, como la de Asala Abu Sharekh que, formadas solo por mujeres, están pasando por el periplo de huir de los bombardeos. Incomunicadas, se exponen a las dificultades de buscar refugio y son más vulnerables que otras familias que cuentan con hombres, porque en Gaza su sola presencia significa un escudo frente a asaltantes.
A mitad del año 2023 la Franja de Gaza contaba con 2,23 millones de habitantes; aproximadamente, un 51 por ciento era población femenina. Hasta el 22 de octubre, el 50 por ciento de los hogares de la Franja han sido destruidos total o parcialmente por los bombardeos israelíes y el 70 por ciento de la población total de la Franja se ha visto obligada a huir de sus hogares; algunas de estas personas se refugian en colegios o centros sanitarios de Naciones Unidas, otros en casas de familiares o amistades.
Existen familias, como la de Asala Abu Sharekh que, formadas solo por mujeres, están pasando por el periplo de huir de los bombardeos. Incomunicadas, se exponen a las dificultades de buscar refugio y son más vulnerables que otras familias que cuentan con hombres, porque en Gaza, donde las leyes que rigen los derechos de las mujeres refuerzan el patriarcado, su sola presencia significa un escudo frente a asaltantes.
Hasta el pasado 7 de octubre, Asala era dueña de una tienda de ropa para mujeres en plena calle Palestina, hoy destruida. Hace unos días, ella, su hermana Meryam y su madre Basma se vieron obligadas a dejar su casa, situada entre la ciudad de Gaza y Beit Lahiya -al norte de la Franja de Gaza- cuando los bombardeos se intensificaron. Marcharon a casa del abuelo en el campo de refugiados de Jabalia, pero la situación, con bombardeos contra el propio zoco mientras la gente compraba suministros, alimentos y mantas, y los continuos ataques sin previo aviso contra casas familiares, les llevó a la decisión de abandonar el campo y marchar al norte de la ciudad de Gaza, a una antigua casa que tenían puesta en venta desde la muerte de su padre.
Las autoridades israelíes estaban repitiendo, una y otra vez, que la zona al norte del valle de Gaza -el tercio norte de la Franja donde vive la mitad de la población total- debía ser evacuada “por seguridad de los residentes”. El 16 de octubre, Asala, Meryem y Basma decidieron emprender rumbo más al sur, a Deir al-Balah -distrito central- y tomaron un taxi. Desde la ventana, Meryem fotografió el dantesco escenario del éxodo: multitud de gente que caminaba cargando unos pocos enseres, carros tirados por burros con algunos colchones ya mugrientos y con agujeros, una anciana con andador que descansaba sentada en una acera con la mirada perdida o familias enteras esperando sentadas en las calles a que alguien les recogiese para seguir la misma dirección sur.
Al llegar a Deir al-Balah el taxista las dejó a la entrada de un pequeño campo de fútbol. Allí pasaron cuatro días con sus cuatro noches a la intemperie, sin agua ni un baño donde hacer sus necesidades, intentando distinguir las estrellas de las ráfagas de cohetes y los misiles israelíes. Intentando conciliar el sueño con el sonido del fuerte zumbido de los drones, de las explosiones y los gritos de los vecinos. Tenían miedo a todo, pero las tres estaban juntas y esa era la mayor fuente de coraje.
Durante esos cuatro días pidieron cobijo a gente desconocida, pero todos tenían sus casas abarrotadas. Deir al-Balah estaba recibiendo una avalancha de personas desplazadas. No podían usar sus móviles para contactar con otros familiares o con amistades. Finalmente, un día Asala logró cargar un poco la batería del móvil gracias a unos chavales que le ofrecieron enchufarlo cinco minutos en una alargadera conectada a la batería de un coche. Había cola para poder usarla.
La Franja de Gaza tiene un índice de natalidad muy alto, actualmente hay unas 50.000 mujeres embarazadas y se espera que el próximo mes de noviembre 5.522 de ellas den a luz
Al encender el móvil, la primera llamada perdida que recibió era la de una amiga que vive en Jan Yunis, aún más al sur de Deir al-Balah, así que decidió llamarla y pedirle ayuda. Por suerte, allí sí pudieron ser acogidas las tres.
Parir bajo las bombas
La oficina de las Mujeres de la ONU (UNWOMEN) informa de que 6.625 mujeres y niñas y niños habían sido heridas por los ataques israelíes, 493.000 de las personas refugiadas eran mujeres y niñas, y 900 mujeres se habían convertido en viudas y cabeza de familia al morir sus maridos en los bombardeos, a fecha de 20 de octubre. Las cifras no paran de crecer.
UNWOMEN asegura que las mujeres de Gaza tienen “necesidades y vulnerabilidades únicas y urgentes, tanto relacionadas con el conflicto actual como debido a la discriminación estructural de género, incluidas las leyes en Palestina que asumen que las mujeres están bajo la protección y tutela de los hombres”. Dichas estructuras, continúa el organismo de la ONU, “aumentan los riesgos de las mujeres de sufrir violencia de género e inseguridad alimentaria, y las hacen más propensas que los hombres a vivir en refugios temporales deficientes cuando son desplazadas”.
La Franja de Gaza tiene un índice de natalidad muy alto, actualmente hay unas 50.000 mujeres embarazadas y se espera que el próximo mes de noviembre 5.522 de ellas den a luz.
Es el caso de Fadwa Assayegh, en su octavo mes de gestación. Ella, su marido Ibrahim, cura de la iglesia griega ortodoxa, su hijo Jalil, de siete años, y su hija María, de cuatro, dejaron su casa en el centro de la ciudad de Gaza, muy cerca de oficinas administrativas, cuando, el 11 de octubre, sintieron un fuerte olor que entraba por las ventanas, entreabiertas para que las ondas expansivas de las explosiones no hicieran estallar los cristales. El humo comenzó a ser sofocante e Ibrahim las cerró rápidamente. Según comprobó posteriormente Human Rights Watch, se trataba de proyectiles de artillería de fósforo blanco de 155 milímetros: “El fósforo blanco se enciende cuando se expone al oxígeno atmosférico y continúa ardiendo hasta que se le priva de oxígeno o se agota; su reacción química puede generar calor intenso (alrededor de 815 grados centígrados /1500 grados Fahrenheit), luz y humo”, explicó la oenegé.
La familia decidió huir rápidamente, prácticamente con lo puesto, a la iglesia ortodoxa donde ya se habían refugiado durante la operación militar de 2014. Allí se encontraron con decenas de familias que llegaban con la misma idea, familias cristianas y musulmanas de diferentes puntos de la ciudad. El jueves 19 de octubre, con cerca de 400 personas refugiadas en el pequeño complejo de la iglesia, el Ejército israelí la bombardeó. Al menos ocho personas han sido ya enterradas, la mayoría de gente perteneciente a la mermada comunidad cristiana de la Franja. Fadwa y su familia se salvaron casi de milagro porque esa misma tarde, Ibrahim logró trasladarlos dentro de la capilla porque Fadwa sufría malestar y mareos.
Obstáculos a la defensa de los derechos de las mujeres
Los ataques contra centros de salud de Gaza o las previas órdenes de evacuación, así como la ausencia de suministro eléctrico están poniendo en riesgo a bebés neonatos, mujeres a las que se les ha tenido que practicar cesáreas o mujeres que sufren cáncer y no están pudiendo recibir de medicamentos que palien su dolor. Durante la operación militar israelí de 2014, Ayelet Shaket, diputada del parlamento israelí, dijo que las madres de los palestinos “deberían morir también” por “dar a luz pequeñas serpientes”.
En Cisjordania, la persecución y hostigamiento de defensoras de los derechos humanos y de los derechos de las mujeres se ha intensificado en los últimos años. En 2021, Israel detuvo a Shatha Odeh, feminista y directora de los Comités de Salud. Solo después de una amplia campaña por su liberación fue puesta en libertad: había pasado casi un año encerrada.
Desde que en 2014 la Autoridad Palestina (AP) ratificó la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), Odeh ha luchado para que se llevara a la práctica y presionar para que la AP aprobase la ley de protección de la familia y de prevención de violencia.
Hay que retroceder hasta 2004 para encontrar el inicio del debate en torno a la necesidad de esta ley, cuyo borrador fue facilitado a la prensa en 2020, seguramente en un intento de la AP para comprobar la reacción de la opinión pública. Los escolares religiosos más conservadores alzaron su rechazo e incluso la tacharon de “inmoral” y “blasfema”. Un año después, su principal defensora, Odeh, fue detenida por Israel. La presente escalada de violencia militar hará retroceder, una vez más, el camino andado por los derechos y libertades de las mujeres en Palestina. Hoy las mujeres intentan, como mucho, sobrevivir, resistir y defenderse.