Milei no es loco, es liberal

Milei no es loco, es liberal

El domingo 22 de octubre el pueblo argentino va a hablar a través de las urnas. Javier Milei, con opciones de victoria, es un hiperlógico liberal, el mejor alumno del capital. Además, uno de los elementos comunes a todas las nuevas derechas es el antifeminismo y el discurso antigénero.

17/10/2023

Javier Milei, candidato presidencial en Argentina. / Foto: Ilan Berkenwald (Flickr)

Hace ocho años, cuando asumió Mauricio Macri como presidente de la Argentina, el movimiento feminista y de la diversidad sexual estaba atravesando uno de sus momentos más expansivos. Se trataba de un movimiento abiertamente antimacrista y antineoliberal, tan es así que la primera huelga que se le hizo al macrismo fue el 8 de marzo de 2017, el paro de mujeres. En ese contexto había un canto callejero, que aparecía en pintadas y remeras: “Macri no es puto, es liberal /hacete cargo él es heterosexual / Olé, olé, olé, olá”. Y así siguiendo. Hoy, ese giro astuto que desgarra el vínculo entre el insulto y la diferencia sexual para trasladarlo a “liberal”, la identidad política de la derecha local, se actualiza al ritmo del candidato más raro y alocado que jamás pudimos imaginar: Milei.

Si tuviera que contarle a mis amigues —algo que de alguna manera estoy haciendo— quién es la persona que estoy conociendo, les diría que tiene ojos color celeste, un valor sin tope de mercado en un país marrón, y que lleva el pelo revuelto tan inflado que parece una peluca del último Elvis. Que a veces pone para la cámara “la mirada Kubrick” (no se sabe si para meter miedo o para ocultar la papada). Javier tiene además una actitud rockera y futbolera, como casi todos los chicos argentinos, le gustan los Rolling Stones y nunca se casó. Es un raro, Milei es un desequilibrado, habla con sus perros de sus planes para gobernar Argentina (incluso con uno muerto), está muy seguro de sí mismo, y no tiene miedo de desentonar. Le dicen “El león”. Hace no más de 10 años que gira por los estudios de televisión buscando esparcir su palabra. Su excepcionalidad predispone a escucharlo como a un predicador, desde sus primeras apariciones es un as bajo la manga de los productores, un gol para las mediciones de audiencia. La religión es importante para él, se está convirtiendo de a poco a la fe judía pero opina abiertamente (como de casi todo, él opina abiertamente) del jefe de la iglesia católica, otro argentino, a quien considera “la representación del maligno en la tierra”. Así habla Javier, un personaje.

Milei tiene la estirpe del self-made man que tanto promueve, pero sabemos que su construcción pública estuvo acompañada tanto como por una corporación mediática empresarial local, el Grupo América, como por una fundación internacional, la fundación Atlas, conocida en el mundo entero por promover el tipo de liberalismo que curte Milei. Se educó en la Universidad de Belgrano, una institución privada, fue becario en el Banco Central de la Nación, que ahora promete “dinamitar”, y fue asesor financiero acá y acullá. Desde 2021 Milei es diputado nacional representando a la Ciudad de Buenos Aires, pero no ha presentado ningún proyecto propio en los casi dos años que lleva en el escaño y estuvo ausente en la mitad de las votaciones. Cuando asumió comenzó a regalar su salario en un sorteo —mal habido dinero desde su concepción—, es la forma que encontró Javier de distanciarse de “la casta empobrecedora”, como denomina a las personas que trabajan en política.

Milei es un freak y a mis amigas y a mí lo raro siempre nos gustó. ¿Por qué? Porque los raros dejan todo a la vista, incluso eso que los vuelve raros. Pero Milei no es un loco, es un liberal, y uno absolutamente consistente con el neoliberalismo. Un hiperlógico liberal, el mejor alumno del capital.

La libertad para ellos no es lo mismo que para nosotras, para Milei todas las palabras se ordenan alrededor del mercado

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El Partido Libertario fue fundado en 2018, en las elecciones presidenciales de 2023 forma parte de la coalición La Libertad Avanza. La libertad para ellos no es lo mismo que para nosotras, para Milei todas las palabras se ordenan alrededor del mercado. Libertad es libertad de comprar y vender todo: ojos celestes, órganos, tiempo, ríos, la memoria de un país, la soberanía. Cuando yo era chica “libertario” significaba otra cosa, prácticamente lo opuesto a lo que significa para Milei, que tiene a la propiedad privada (y de los medios de producción) como una de sus principales banderas.

Entre las propuestas más disruptivas, pero no originales, de La Libertad Avanza (LLA) se encuentra la dolarización de la economía. Propone un plan paulatino de conversión de todos los pesos circulantes a la moneda estadounidense a un tipo de cambio lo más alto posible. Hoy en Argentina un dólar equivale a 1.000 pesos en el mercado paralelo, si se dolariza hoy nuestra economía la canasta básica de alimentos sería de 300 dólares y el salario mínimo de 100. Esta hipótesis es un poco engañosa, el escenario es aún peor: de producirse la dolarización, sería necesario llevar el dólar a un valor mucho más alto. Seríamos un país pobre y dependiente, o más pobre y dependiente que ahora. Es decir que operando una alquimia patafísica, la libertad para Milei es sinónimo de colonialismo y de dependencia de la economía estadounidense. “¡Qué vocación de colonia, hermano!”, ya lo dijo la innombrable.

Milei construye su teoría política alrededor de la centralidad del mercado como distribuidor de recursos. Nada nuevo ni acá, que entre 1990 y 1999 gobernó el menemismo con la misma vocación de franquicia del norte global, ni allá. La novedad quizás sea la exuberancia y el orgullo con los que Milei y sus cuadros levantan las banderas del mercado, la privatización de toda la vida social y el desprecio de lo público y estatal. El ataque a los servicios de salud y educación públicos, a las empresas estatales (por ejemplo a la línea aérea de bandera o los medios audiovisuales públicos) y a los trabajadores y trabajadoras estatales es sistemático y grosero. Como en los años 90 digitados por el Consenso de Washington, el discurso contra lo público se basa en la ineficiencia y la corrupción. Argentina recibe estudiantes de todo el mundo que vienen a formarse en sus universidades gratuitas y laicas. Vienen de países vecinos a habitar el suelo argentino y de inmediato se convierten en personas con derecho a atenderse en el sistema de salud pública, sacarse una muela, curarse una gripe, hacerse una cirugía o un aborto. Milei lo dice clarísimo: “Es un gasto que no podemos permitirnos, ¿por qué el Estado tiene que pagar algo que debería pagar cada individuo?”. Debemos reconocer la capacidad de los libertarios de instalar dudas ahí donde creíamos que no había ninguna grieta posible.

El payaso gritón que llenaba huecos televisivos empezó a llevar pirotecnia a los estudios y nadie lo frenó, era raro, era gracioso, era un loquito

Milei fue el economista más consultado por programas de radio y televisión en los últimos años. Solo en 2018 le hicieron 235 entrevistas y tuvo 193.547 segundos de aire, según un relevamiento de Ejes Comunicación. El payaso gritón que llenaba huecos televisivos empezó a llevar pirotecnia a los estudios y nadie lo frenó, era raro, era gracioso, era un loquito. En las redes sociales más habitadas por jóvenes se volvió un personaje de culto, aquello de “la rebeldía se volvió de derecha” que tan bien describe Pablo Stefanoni hizo carne en esta repentina asociación entre un neoliberalismo ultra y las juventudes desencantadas durante la pandemia. Su figura esparció en una capa de la sociedad un lugar común: todo lo público se banca “con la nuestra” (con nuestro dinero). El deseo privatizador, fundado en una pulsión de muerte: la indignación por estar siendo robados, que “la tuya” se use para garantizar derechos de otros o vidas de lujo de políticos se fue contagiando como COVID y se instaló como revelación: hoy lo común es justamente pronunciarse en contra de lo común. Un giro autodestructivo y autoflagelante de nuestra sociedad: eso nutre y capitaliza La Libertad Avanza.

No hay dobleces, está puesto todo en escena, el show que monta Milei no tiene mayor objetivo que liquidar el Estado y dejar que el mercado nos gobierne desde el exterior. El economicismo es una forma de entender el mundo y de proyectarse en él. Bajo la dictadura de la eficiencia, tan cara al funcionamiento empresarial, cualquier matiz que interrumpa o desvíe de ese objetivo primordial es literalmente “basura”. En su discurso luego de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), Milei pronunció esta frase: “La justicia social, esa aberración”. Hemos visto muchas veces repetido el argumento de que los conocimientos técnicos son neutrales y carentes de ideologías. El mandato de la eficiencia es un mandato técnico, si se desecha la perspectiva de derechos no es porque los derechos beneficien a ciertos grupos sociales sino porque alteran los balances contables. Así, para nuestro candidato, el ambientalismo es “una estupidez”, el cambio climático “un invento”, los derechos laborales “un gasto excesivo”, los derechos humanos “un curro”, la organización sindical es una organización criminal, los derechos de las mujeres son discriminación (Milei promete cerrar ministerios y áreas de género, derogar la Interrupción Legal del Embarazo y la Educación Sexual Integral, todo un capítulo aparte), los derechos de los pueblos indígenas una afrenta a la hispanidad que legitima terroristas que amenazan la propiedad privada. Y así más y más argumentos de los más aterradores y previsibles. ¿Loco? No, ultracoherente con el capital.

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Amigas, no hay nada nuevo bajo el sol, Milei piensa igualito que Jair Bolsonaro, que Donald Trump, que los muchachos de Vox, que Guaidó, que Kast, que Georgia Meloni, que Guillermo Lasso. Si no hay nada nuevo y si hace casi 10 años que viene preparando su aparición, ¿por qué nos sorprendimos cuando más de un 30 por ciento de los electores decidieron votarlo en las elecciones de agosto? Porque no es sencillo despertar en un país donde una de cada tres personas son potencialmente odiantes de nosotras, las feminazis, o potencialmente portadoras de armas para usar con libertad. Entonces, la sorpresa más que a preguntarnos quién es Milei, nos lleva a preguntarnos quiénes son esos que están sentados al lado nuestro en el tren, que atienden el teléfono en una pizzería, quiénes son las personas que componen el 30 por ciento y que incluso pueden sentarse a nuestra mesa en Navidad.

Los votantes de Milei no son todos fascistas, sin embargo sus vidas son territorios fértiles donde plantar discursos de odio y de negación de derechos

Según un estudio centrado en los votantes de Milei, hay tres grupos delimitados. Uno extremadamente neoliberal, muy autoritario y con mucha bronca, que concentra al 26 por ciento de los votantes a Milei. Un grupo muy neoliberal, pero no tan autoritario, ni con tanta bronca de derecha, que concentra al 41 por ciento de los votantes de Milei. Y un grupo más cercano a las ideas nacional-populares, con poca bronca de derecha y un nivel de autoritarismo intermedio. Este tercer grupo representa al 33 por ciento de los votantes de Milei. Es decir que los votantes de Milei no son todos fascistas, sin embargo sus vidas son territorios fértiles donde plantar discursos de odio y de negación de derechos. Es imposible entender la emergencia de este tipo de votantes si no atendemos que la pandemia produjo un boom del trabajo informal y de plataformas: de pronto un chico que repartía pizzas a domicilio orientado por el algoritmo de una app diseñada en otro país se transformó en el modelo de trabajador. Desarraigado, sin agremiación, sin derechos laborales, sin protección estatal, el Rappi o el vendedor ambulante son el votante modelo de Milei. Como dice, Maristella Svampa: “Un precariado angustiado, sobreexplotado económicamente y hastiado desde el punto de vista político, que dice no deberle nada al Estado (al contrario) y que, en su rechazo a la ‘casta’ política, pareciera querer volver a las fuentes prístinas del capitalismo liberal”.

Otro elemento fundamental para comprender el voto a Milei es la composición de género. Según varios estudios, alrededor del 60-65 por ciento de los electores de LLA fueron varones, y el 35-40 por ciento, mujeres. Este fenómeno se explica de dos maneras, porque las mujeres rechazan abiertamente la misoginia y el desprecio de la agenda de derechos de las mujeres y porque la mayoría de los 11 millones de electores que no fueron a votar en las PASO son mujeres. Milei negó la existencia de la brecha de género, de la violencia de género como categoría jurídica, está en contra de que las personas gestantes decidan cuándo interrumpir un embarazo y que el Estado les garantice hacerlo de forma segura, y por supuesto ya prometió cerrar el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad (además de tantos otros ministerios). Entrevistado por la cadena estadounidense Fox News, Milei se preguntó por qué “no existe el Ministerio de Hombres” y sostuvo que “necesitamos igualdad ante la ley, no un ministerio”. Por declaraciones como esta y por una serie de irrupciones públicas donde violentó a mujeres periodistas es que la mayoría de las mujeres argentinas han decidido no votarlo y en parte es por esto también que el movimiento feminista convocó el 28 de septiembre, día de acción global por un aborto legal y seguro, a una movilización nacional cuya consigna principal fue “la libertad es nuestra”.

Uno de los elementos comunes a todas las nuevas derechas es el antifeminismo y el discurso antigénero

Uno de los elementos comunes a todas las nuevas derechas es el antifeminismo y el discurso antigénero. Ya lo advirtió Nancy Fraser, los votantes de Trump estaban hartos de que los derechos fueran para todos menos para ellos. Mujeres, población LGBT, minorías étnicas, comunidades migrantes son sujetos de derechos que los varones de clase trabajadora sienten ajenos (así lo sienten, no es que efectivamente estos derechos no impacten ni en varones cis ni en personas de clases populares). En la esfera local hay quienes interpretan que el giro progresista que realizó el peronismo en el siglo XXI explica el actual alejamiento de las masas populares y juveniles del peronismo. En especial el último gobierno de coalición peronista-kirchnerista, que legalizó el aborto, transformó el sistema registral del Estado para convertirlo en no binario, propició el cupo laboral trans, creó un ministerio nacional de mujeres y diversidades, y un largo etcétera que para compañeras y compañeros son adornos secundarios en una batalla que se juega en otro lado. El viejo debate de la contradicción primaria y la secundaria volvió desde los años 70 para seguir cortando cabezas (en su gran mayoría de mujeres, disidencias sexogenéricas y feministas). Lo que sorprende (y duele) es la coincidencia entre el tío peronista de la vieja escuela y el sobrino libertario educado en Reddit. La culpa de todo la tienen las feministas. El jefe de comunicación digital de LLA lo dijo así: “Hubo un sobregiro del feminismo para el que eras culpable solo por ser hombre que generó una reacción importante incluso en varones y mujeres no ideologizadas”; lo dice también una tuitera peronista: “¿Las feministas no van a pedir disculpas?”. Otra persona lo resumió de esta manera, “el backlash es tal que las víctimas del feminismo van a ganar las elecciones”. Estas declaraciones confirman lo que quisieran negar, que el feminismo es el movimiento que permitió extender y mantener con vida los viejos sueños de transformación social tan aquietados en Argentina luego de la dictadura que terminó en 1983.

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Milei tiene una amiga, también rara, pero rara tenebrosa. Se llama Victoria, Victoria es Barbie brunette. Lacia y alta en un país de pelo grueso y estatura promedio baja, Victoria es la hija Eduardo Villarruel, un militar fallecido en 2021 que participó activamente en lo que él denominó “la lucha contra la delincuencia subversiva” y no fue investigado por la justicia. Victoria Villarruel representa sobre el escenario otro tipo de extrañeza, representa a la casta militar y los valores tradicionales católicos, lo que se ha llamado el Partido Militar. Gracias a la reciente legitimidad pública de Victoria y las organizaciones negacionistas de la dictadura y reivindicadoras de los militares volvieron al discurso cotidiano las palabras comunista y marxista usadas como insultos. De su boca salen palabras que nos hacen viajar al Plan Condor de los años 70, al macartismo, a la guerra fría. Si Milei representa el poder financiero como rector del mundo, Victoria representa al poder militar como ordenador de la población. En Argentina ya sabemos que hay recetas económicas que no entran sin golpes. La presencia de Victoria acelera la salida a la superficie de una narrativa que estaba contenida en capas subterráneas, ubicada en el lugar de lo execrable y vergonzante: la negación de los crímenes de lesa humanidad cometidos por parte del Estado nacional y sus cómplices durante la Dictadura militar 1976-1983. Discursos tímidamente pronunciados por algunos referentes vinculados al PRO liderado por Macri se animaban a cuestionar el número de 30.000 detenidos desaparecidos. Hoy esa cifra que simboliza en sí misma la denuncia de ausencia de información es cuestionada a viva voz y #NoFueron30mil fue tendencia en redes sociales en varias oportunidades durante este año. Pero Villarruel representa además en el binomio presidencial la expertise en temas de seguridad. Gracias a ella, en la plataforma electoral se menciona la libre portación de armas: “Sobre la tenencia de armas de fuego planteamos la desregulación del mercado legal y proteger su uso legítimo y responsable por parte de la ciudadanía”. Como se desprende de la plataforma electoral, la convivencia democrática está condicionada por la protección de la propiedad privada. Y no hemos hablado nada del derecho a la protesta ni de la organización popular, pero mis amigas ya se pueden imaginar qué podrá ocurrirnos si nos aventuramos a movilizarnos en las calles.

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Milei no es el Joker, no es el superhéroe popular de los virgos de internet, no es Jason con motosierra. No es ficción, aunque mucho le deba a ella. Quizás algunos de sus rasgos de personalidad hayan sido un buen vehículo para que su pensamiento ultraconservador y liberal llegue a las juventudes, sectores populares y otros tantos sectores (porque se trata de un voto heterogéneo) conozcan las promesas de dinamitar todo y empezar de nuevo. Pero lo cierto es que su plan ni es nuevo ni es loco, ¡menos que menos dejaremos lo raro y cuir de su lado! Milei representa una línea política global que ha tenido en varios momentos de la historia nacional emergentes locales, la novedad es que actúa el libreto liberal-conservador de forma “sobregirada”.

Milei no es responsable de su propio éxito, su trabajo de hormiga, esponsoreado por empresarios y fondos internacionales, no hubiera cuajado masivamente si no fuera por una crisis de legitimidad de la política y una crisis económica excepcional que terminó de explotar como consecuencia de la pandemia. Esto es muy cierto. En la intimidad del encierro, las subjetividades mileistas terminaron de alinear sus motivos económicos (la pobreza, la inflación), sus motivos políticos (la élite política no le habla ni representa al pueblo) y sus formas de subjetivación individualistas y anónimas en las redes sociales. La opción por LLA parece ser el reverso del viejo refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer”; como dicen Semán y Welschinger, la lógica subyacente sería “vale la pena arriesgar por lo nuevo ante el fracaso sistemático de lo conocido”.

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Desde agosto en las redes y las plazas de Buenos Aires circulan campañas ciudadanas, reuniones de debate, círculos de creatividad. Diversos espacios políticos y sociales que intentan dar forma a un discurso que pueda convencer —no a los votantes ideológicos de Milei pero sí al resto de los electores—, que la salida de la crisis es con más derechos y no con menos, que aunque no lo vean el Estado sí está. Las fuerzas de izquierda y progresistas nos hemos convertido en defensores acérrimos del Estado. Las feministas tenemos un dicho “el miedo va a cambiar de bando”, bueno, mutatis mutandis: el orden cambió de lado. Nosotras representamos al Estado, ellos representan la rebeldía de la motosierra y las armas. La pistola Bersa que un militante libertario gatilló a 10 centímetros del rostro de la vicepresidenta Cristina Fernández en septiembre de 2022, construida tenazmente por la prensa y el poder judicial corporativos como una dictadora y ladrona, es la foto que resume la época. Y a ese atentado también lo quisieron explicar con la lógica de la locura. “Son locos sueltos”.

El domingo 22 de octubre el pueblo argentino va a hablar a través de las urnas. Nada de lo escrito en esta página ni en los miles de artículos que se han publicado sobre la performance electoral de Milei es suficiente para describir el estado de inseguridad y miedo que produce a gran parte de la población argentina que este ideario se establezca como un pensamiento político más. Supresión del Estado y los servicios públicos gratuitos, supresión de la moneda nacional, retroceso de derechos sociales, laborales y económicos, desregulación del mercado de armas, solo para una banda de liberales “con vocación de colonia” así podría ser la libertad.

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