Para terminar con la familia
En lugar de cuidar y reproducir únicamente a la población occidental, es necesario generar parentescos posthumanos y decoloniales con las personas racializadas, vínculos transgénero que superen la dicotomía masculino/femenino, pero también parentescos transespecies con los animales no humanos, con las plantas, con las formas de vida creadas en los laboratorios del tecnocapitalismo global: desde las vacas clonadas hasta las células inmortalizadas. Recurriendo a los análisis y utopías de la ciencia ficción feminista, nos liberaremos de «la medida de todas las cosas», el Hombre, y de su incubadora, la familia heterosexual.
Publicamos un extracto del libro Para terminar con la familia. Del aborto a los parentescos posthumanos, de Angela Balzano y publicado por Icaria editorial.
Angela Balzano
La mayoría de los/las que emplean técnicas de fecundación asistida son heterosexuales blancas/blancos que han decidido, recurriendo a los últimos avances de la ciencia, conformar la forma más clásica y básica de organización del Estado-nación: la familia nuclear. Las mujeres de mediana edad del norte de Europa o de Norteamérica compran ovocitos y úteros a mujeres
sin ingresos fijos o en paro, reproduciendo el fenotipo de la nación blanca.
En Europa, los ovocitos más solicitados son los de las mujeres de los países del Este, rubias y de ojos azules de entre 20 y 35 años. Son las mujeres de Europa del Este las que venden ovocitos de forma barata y en condiciones inseguras, y las niñeras-cuidadoras de Europa del Este las que emigran para cubrir el déficit de trabajo de cuidados y reproducción provocado por las opciones «emancipadoras» de las ciudadanas de mediana edad de los países occidentales (Ehrenreich, Hochschild, 2004; Cooper, Waldby, 2015).
Los mercados de la reproducción y el cuidado siguen las geografías asimétricas de la riqueza y las desigualdades estructurales transnacionales: la reproducción de la blancura es el mercado más rentable. Es este deseo de blancura el que determina la geopolítica de la fecundidad externalizada. Los propios pacientes italianos desean ovocitos con un fenotipo similar al suyo. Así lo demuestra el Documento de Orientación tras la sentencia del Consultivo nº 162/2014, que autoriza la selección del color de la piel del donante:
Teniendo en cuenta que la fecundación heteróloga es para la pareja un proyecto reproductivo de paternidad mediante la obtención de un embarazo, el centro debe asegurar razonablemente la compatibilidad de las principales características fenotípicas del donante con las de la pareja receptora. (Balzano, 2016a)
Y prueba de esta búsqueda obsesiva del fenotipo más parecido al propio es el hecho de que las agencias de gametos que responden a la demanda de los progenitores intencionales lo hacen ofreciendo la posibilidad de elegir entre numerosas opciones. Tomemos como ejemplo la clínica EmBIO. Entre las variantes disponibles están el origen étnico (ethnic background) y el historial educativo (educational history) (Fig. 8), el color de los ojos y del pelo, la lista es tan larga que es mejor citar una captura de pantalla de www. ivf-embryo.gr:
No me asusta la «eugenesia estatalizada», no es directamente el Estado en Occidente el que produce organismos estándar ad hoc, me preocupa porque somos nosotros los que lo deseamos, somos nosotros los que alimentamos los circuitos del biocapital. Me atrevería a decir que las políticas racistas del Estado-nación se alimentan de este tipo de deseos, cuando no intentan explícitamente inducirlos. Sin embargo, nadie nos obliga a elegir reproducir biotecnológicamente solo lo que se parece a nosotros, o lo que es más valioso en el mercado. Nos invitan a hacerlo o desaconsejan
otras opciones parentales, pero la obligación aún no existe. Podríamos evadirla, podríamos adoptarla. ¿Difícil con la ley italiana? Casi imposible, tanto como recurrir a técnicas de fecundación o adoptar si se es trans, lesbiana o soltera (Fiorilli, 2020). ¿Por qué no combinar la lucha por el acceso a las nuevas tecnologías reproductivas con las luchas para reescribir las leyes y los procedimientos de acogida y adopción? Como ecofeminista y antirracista, anhelo un cambio ético-político. No puedo dejar de preguntarme cuánto podría cambiar el mundo si cambiáramos nuestra forma de reproducirnos. El deseo de tener hijxs puede no coincidir con su concreción capitalista: mi hijo bio(tecno)lógico; de dónde has sacado los ojos; ¡igual a tu madre!
El deseo de tener hijxs podría ser una de las formas de llamar al deseo de entrar en una relación de cuidado con el mundo. Muchas amigas feministas me han enseñado que la maternidad es un deseo de apertura, de experimentación con el devenir del otro que hace perder la conciencia de la finitud del cuerpo propio. No soy antinatalista, pero tampoco esencialista. Soy una activista que busca soluciones efectivas a problemas que arrastramos desde hace tiempo, y soy consciente de lo incómoda que resulta la solución que propone Haraway (2019): ¡generar parentesco, no bebés!
Veo demasiadas cuestiones complejas resumidas en su consigna. Intentemos desentrañarlas con algunas pruebas de micrófono.
Prueba de micrófono uno-dos-uno: ¡genera parentesco, no poblaciones!
Dedico esta prueba de micrófono a los racistas, a los que se regodean del desamparo en el que crecen demasiadxs niñxs ya
nacidxs, porque no son ciudadanxs, son migrantes. Lo dedico a los antiabortistas que se ensañan con los derechos de lxs no nacidxs, olvidando por elección que hay millones de nacidxs que no tienen acceso a ningún derecho. Lo dedico a los y las obsesionados/as por la reproducción biológica, casualmente en muchas ocasiones heterosexuales blancos/as y occidentales que prefieren producir una nueva vida (atribuible a ellos/ellas) que cuidar del que ya es humanx (¿o este humanx es un poco menos humanx porque no es blanco, no es europeo, etc.?)
Quizás sea un reto construir una lucha política de este tipo, pero me la imagino más o menos así: complementemos los esfuerzos en el mar de Carola y Pia Klemp, del Mare Jonio y del SeaWatch con esfuerzos en y para la Tierra. La respuesta que habría que dar no solo a nuestro Salvini, sino a la Europa Fortaleza en su conjunto, sería compostista: la huelga reproductiva, por un lado, la plena aceptación y cuidado de la alteridad por otro. Leo a Preciado junto a Haraway y me regocijo al pensar en el potencial subversivo que surge de la combinación de sus consignas. ¿Recuerdan su intervención titulada Huelga de úteros?
Estoy totalmente de acuerdo con Preciado cuando escribe: «Como cuerpo nacido con útero, cierro las piernas al nacionalcatolicismo». Al igual que Preciado, soy consciente de que «cada mujer lleva dentro de sí un laboratorio del Estado-Nación de cuya gestión depende la pureza de la etnia nacional». Por lo tanto, una consigna antirracista y feminista acorde con los tiempos/espacios,
el primer punto de la agenda política para el decrecimiento re/productivo, para mí podría ser: ¡Piernas cerradas! ¡Puertos abiertos!