“Con la pandemia aumentó la demanda de internas por miedo a las residencias”

“Con la pandemia aumentó la demanda de internas por miedo a las residencias”

Silvia Carrizo, de Malen Etxea, subraya que las trabajadoras de hogar y de cuidados en régimen de internas “no tienen derecho a la huelga”, ni tienen “nada”. Para visibilizar esta “precariedad”, han decidido no hacer huelga el 30 de noviembre.

22/11/2023

Silvia Carrizo. | Foto: Donostitik.

Malen significa mujer en lengua mapuche, y etxea es casa en euskara. De ahí viene Malen Etxea: casa de la mujer. “Surge por la necesidad de organizarnos para defender los derechos”, explica Silvia Carrizo, socia fundadora de Malen Etxea. “El nombre hace referencia a la necesidad de reivindicar el espacio propio, y entender que el lugar propio es esencial para organizar la resistencia”. Esta asociación está compuesta por mujeres migrantes, la mayoría de ellas trabajadoras de hogar y de cuidados en régimen de interna. De hecho, uno de sus ejes principales es la lucha por la erradicación del trabajo de interna. “Son mujeres que están en un tercer grado permanente”, denuncia Carrizo. Aunque comparten el discurso del derecho colectivo al cuidado, Malen Etxea y varias asociaciones de mujeres racializadas, migradas y gitanas han decidido no adherirse a la huelga feminista general convocada por el Movimiento Feminista de Euskal Herria para el 30 de noviembre. Según la socia fundadora de Malen Etxea, su objetivo es visibilizar que “en este sector no hay derechos para un conjunto de trabajadoras determinadas”.

La mayoría de las socias de Malen Etxea son empleadas de hogar y de cuidados en régimen de internas. ¿Cuál es su situación?

En concreto, el 80-90 por ciento de las socias son internas. De hecho, todas las trabajadoras en régimen de interna son migradas. Trabajan en una situación de explotación: tienen que estar disponibles las 24 horas al día. En el mismo momento que se está reivindicando una jornada de 37 horas a la semana como calidad de vida, como justicia social y como organización responsable de las vidas, resulta que hay todo un sistema de cuidados que se sostiene sobre la vida y los cuerpos de mujeres migradas, que están 24 horas a disposición de las necesidades de su empleadora.

En 2017, publicasteis un informe donde denunciáis que casi 10.000 mujeres en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa carecen de un derecho fundamental: el derecho a la libertad. ¿Ha cambiado algo?

No. Hoy sigue siendo lo mismo. Diría que hasta ha empeorado. Para esta sociedad, es muy fácil sostenerse con internas. Es más, hay que tener en cuenta que organizaciones como la nuestra hemos luchado para que por lo menos se reconozca eso. Quiero decir, hasta hace poco solamente se hablaba de trabajadoras de hogar y de cuidados, muy genéricamente. Le faltaba este adjetivo: interna. Aun así, cuando hablamos de trabajadoras internas, la sociedad no registra que se trata de mujeres que están en un tercer grado permanente: son mujeres que no tienen derecho a su sexualidad, no tienen derecho a una vida plena, no tienen derecho a ir al cine, no tienen derecho a tomar un café… Viven pidiendo permiso. Estas trabajadoras son mujeres adultas que tienen restringida la libertad de moverse por la sola condición de ser pobres y extranjeras. Esto es una barbaridad.

“Hasta hace poco solamente se hablaba de trabajadoras de hogar y de cuidados. Le faltaba este adjetivo: interna”.

¿Cómo afecta esto en la vida personal y familiar de estas mujeres?

Esto mina la salud mental y la física. Además, va deteriorando la autoestima de la persona. Nosotras hacemos un trabajo muy grande con las compañeras para mantener esa espiritualidad, esa cuestión de lucha y de resistencia. Tenemos que quitarnos de la cabeza esa idea de que no servimos para nada o que venimos aquí a lo que nos toca. Reivindicamos mucho el derecho de que somos trabajadoras. Nosotras no venimos a solucionarle la vida a la sociedad vasca: venimos a trabajar. Reivindicamos nuestro derecho a trabajar como cualquier otra persona.

¿Qué valor le da la sociedad a este trabajo y a estas trabajadoras?

Le da muy poco valor. Cuando se hace un análisis de la situación de los cuidados, desde las políticas públicas o desde los discursos de izquierda y derecha, todo el mundo habla de los ecosistemas de cuidado, de las experiencias piloto… bien, perfecto. Sin embargo, lo que pasa en el interior de las casas, las miles y miles de mujeres trabajadoras que cuidan a personas dependientes dentro de los hogares, no está dentro del análisis de la aportación económica, ni en el análisis de todo lo que el sistema se está beneficiando. Eso no se quiere ver.

¿Por qué no se quiere ver? ¿Quién gana con esto?

Por supuesto, el Gobierno. Es muy simple. Las ayudas a la dependencia siempre terminan financiando la explotación. Al contratar a una persona le exigen una cualificación profesional de cuidadora sanitaria, pero el contrato al que se le asigna la ayuda a la dependencia es un contrato de trabajadora de hogar. Con lo cual, la familia recibe una cantidad de dinero, tiene una persona interna y encima el Estado le financia el 40-50 por ciento de esa explotación. Esta es la realidad de los cuidados, este es el sistema de cuidados.

“Nosotras no venimos a solucionarle la vida a la sociedad vasca: venimos a trabajar”

La pandemia puso sobre la mesa la importancia de los cuidados, ¿fue lo suficiente para atender y denunciar la situación de las empleadas de hogar en régimen de internas?

No. Pensamos que íbamos a aprender con la pandemia, pero no se aprendió. No ha supuesto un cambio. Al menos, no ha supuesto el cambio que esperábamos. De hecho, lo que se ha hecho es aumentar la demanda de internas, porque la gente empezó a tener miedo a las residencias. Es muy difícil tener el dato sobre cuántas trabajadoras internas hay en este momento, pero en Euskal Herria estamos hablando de miles.

¿Qué es lo que hay que hacer para visibilizar este trabajo y estas trabajadoras?

Creemos que una buena manera de visibilizarlo es esta idea de no adherirnos a la huelga que se ha convocado. Y que el lema sea Sin derecho a huelga. Queremos visibilizar que no hay derechos en este sector para un conjunto de trabajadoras determinadas.

Por otro lado, se necesita un trabajo muy intenso. Nosotras del feminismo sostenemos que queremos un sistema público, universal y comunitario. Tenemos desarrollado qué entendemos por sistema público. Lo de universal no sé si lo tenemos tan desarrollado, y tampoco estamos discutiendo cómo articular lo comunitario. Por eso, yo creo que hay que empezar a trabajar desde ahí. Además, hay que pensar cómo erradicar el trabajo de interna. Sabemos que no es algo que se pueda terminar de un día para otro, pero hay que poner en la agenda política que los cuidados no se pueden sostener sobre la explotación de las mujeres. No se puede seguir permitiendo el desembarco de los fondos buitre de la forma en que están desembarcando en la economía de los cuidados. Lo que se debería hacer es potenciar la economía social y solidaria en el marco de pensar un sistema de cuidados comunitario, donde las trabajadoras se puedan organizar en los ámbitos de sus pueblos y de sus barrios, y organizar los cuidados. Eso es pensar en un sistema comunitario; una perspectiva de transformación social, con la economía social solidaria como eje de organización.

Para reivindicar un sistema de cuidados público comunitario, el movimiento feminista de Euskal Herria ha convocado una huelga feminista general para el 30 de noviembre. El sábado anunciasteis que no os sumaréis a la huelga. ¿Por qué? 

Nuestra razón es, básicamente, que aun compartiendo los motivos que llaman a la huelga, vemos necesario buscar una forma de visibilizar la precariedad del trabajo tanto de las mujeres inmigrantes como la precariedad de las vidas de las mujeres gitanas. Había que buscar una manera de reflejar eso. Por eso, la mejor forma nos pareció no ir a la huelga. No tenemos derecho. Lo que es normal para cualquier sector del trabajo, es decir, el derecho a huelga, este sector no lo tiene. No tiene este derecho, pero tampoco tiene contrato, ni salario mínimo. No tiene nada.

Con la pandemia no se aprendió. Aumentó la demanda de internas porque la gente empezó a tener miedo a las residencias.

El movimiento feminista presentó un Acuerdo Social a principios de octubre en Hernani, donde recogen varias reivindicaciones a corto y a largo plazo. Una de las reivindicaciones que hacen a corto plazo es erradicar el régimen interno. Esa es la lucha de Malen Etxea.

Así es. Muchas de las organizaciones hemos sido parte del proceso que desembocó en esta huelga, pero luego en el proceso de decisión de la huelga no hemos estado. No es que no compartamos las reivindicaciones: la erradicación del trabajo de interna, de la Ley de Extranjería… Lo que decimos es que para visibilizar este sector, tenemos que reflejar que no tenemos derechos. Es un sector que carece de derecho: carece de derecho a huelga, carece de salario decente, carece de derecho a la vivienda, carece de justicia social…

¿Cuáles son vuestras reivindicaciones que no recoge el Acuerdo Social?

Además de la erradicación del trabajo de interna, pedimos la regularización, el reconocimiento del trabajo nocturno… Asimismo, planteamos que los cuidados no puedan estar medidos por el Salario Mínimo Interprofesional. Una renta básica universal. Universalizar las prestaciones a todo el mundo. Adecuar las políticas de pensiones a la realidad, sobre todo, de la población gitana. Pedimos cuestiones que tienen que ver con promover cambios en los sistemas de salud y en educación para evitar, por ejemplo, la segregación.

¿No puede ser la huelga una herramienta útil para dejar en evidencia que muchas trabajadoras no tienen derecho a la huelga, además de no tener otros derechos?

La huelga es un derecho garantizado para aquel que tiene trabajo. La gente que va a ir a la huelga tiene su derecho garantizado, tiene su sindicato que le pone la cara y tiene su convenio. Es un derecho garantizado para ciertos sectores del trabajo, pero no para nosotras. Me parece que pretender que las mujeres migradas accedan y vayan a una huelga de la que no tienen protección ninguna, es pedir un acto que no corresponde.

¿Cuál sería una herramienta útil?

No hay una herramienta si no se construye socialmente.

Otras organizaciones de trabajadoras de hogar y de cuidados, sin embargo, sí que ven necesario apoyar la huelga, ya que podría ser una herramienta útil para incorporar sujetas y luchas que hasta ahora no se contemplaban.

Cada organización tiene la libertad y el derecho de interpretar las situaciones según sus propias bases. Cada una hace su lectura política. Las bases de Malen Etxea entendieron que ya habíamos hecho muchas cosas: hemos salido a la calle, hemos gritado No estamos todas, faltan las internas, nos hemos movilizado cada 8 de marzo… Es decir, hemos hecho muchas cosas para visibilizarnos de mil maneras; hasta hemos salido disfrazadas a la calle. Por eso, ahora hemos dicho que no.

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