El hechizo de Hilma af Klint

El hechizo de Hilma af Klint

La artista utilizó la pintura como herramienta para materializar sus visiones astrales. Trazó figuras místicas que llegan de otras dimensiones. Pintó lo invisible. Su obra fue la primera colección de pinturas abstractas de la historia del arte.

22/11/2023

Hilma af Klint.

Los mundos secretos serán revelados. Lo invisible será visible en un papel. Tú has sido elegida para mostrarlo. Me propongo escribir sobre Hilma Af Klint (1862-1944) de la misma manera que ella pintaba: guiada por los Altos Maestros. La artista sueca recibía instrucciones de guías espirituales de otras dimensiones mientras sujetaba el pincel. Me pregunto qué sucede cuando abandonamos el control y nos dejamos guiar. Ese momento exacto en el que soltamos el timón. Me sumerjo de a poco en las profundidades de un océano infinito. Y emprendo un viaje a años luz para sacar a flote un tesoro divino. Pero, esta vez, ella será mi guía.

Alza su paleta de óleos y traza el paisaje que la envuelve. Hilma está sentada con su atril en un suelo de rocas flotantes. Es una tarde de verano de 1896 en Adelsö, una isla en medio del lago Mälaren en Suecia. La artista se refleja en un espejo color cielo salpicado de verdes y púrpuras. Por fuera del lienzo, la vida. Sus pies tocan el agua mientras el sol acaricia sus párpados. Cierra los ojos y respira muy profundo. Escucha risas y se despierta. Gira la cabeza y las mira con sus encantadores vestidos y sombreros. Sonríe durante un instante que podría ser eterno. Uno de esos momentos en los que entendemos todo. Pequeñas revelaciones que nos marcan el camino. Descubre a cuatro mujeres fundamentales para su vida.

Por fuera del lienzo, la vida. Sus pies tocan el agua mientras el sol acaricia sus párpados.

Se conocieron en la Real Academia de las Artes de Estocolmo y nunca más se separaron. Era uno de los pocos centros que admitían mujeres en esa época, y a pesar de pertenecer a la primera generación de artistas europeas con formación académica, solo los hombres podían acceder a los círculos oficiales del arte en el siglo XIX. En busca de nuevos espacios de pertenencia deciden abrirse al mundo del espiritismo, una práctica esotérica para comunicarse con otras dimensiones. Crearon el grupo llamado Las Cinco y durante 20 años se juntaron a realizar sesiones de las que salieron dibujos, pinturas e instrucciones concretas. Y, además, se unieron para diseñar y construir su propio taller cerca del lago.

Escribo para que su existencia vuelva en estas memorias. Me dejo llevar. Quiero descubrir las imágenes que hay en su corazón. Vuelvo a los veranos en Adelsö. Ese regreso en barco tan especial, después de un día de sol en la isla. Hilma se acerca a  para despedir el atardecer a través de sus ojos. Ese día supo que la amaba. Con los años se convierte en su gran amor y su aliada artística. Mientras navegan sobre aguas profundas, abre el libro que tiene en sus manos y busca una frase para leer juntas. “Para conocer realmente el mundo, mira profundamente dentro de tu propia alma. Y para conocerte de verdad interésate por el mundo”. Es una frase de Rudolf Steiner, filósofo austríaco que sostenía que a través de los colores recibimos mensajes del universo.

Las Cinco están sentadas alrededor de una mesa con velas prendidas. Sus manos apoyadas y abiertas. Pronuncian una oración para invocar espíritus y alcanzar los niveles más altos de conciencia. También hay papel y lápiz para recibir mensajes a través de dibujos o escritura automática. Hilma dirige la sesión y, a sus 43 años, recibe un mensaje que marca su destino. Debe pintar lo que vio en aquella dimensión espiritual y mostrarlo al mundo en un templo circular. Acepta el encargo de sus guías y desarrolla parte de su obra central titulada Las Pinturas para el Templo. Bajo esa guía divina traza círculos, líneas, triángulos y espirales en lienzos gigantes. Una serie de 193 pinturas abstractas realizadas entre 1906 y 1915.

The ten larguest, Hilma af Klint, 1907.

Af Klint busca comprender el mundo desde una perspectiva cósmica. La artista utiliza la pintura como herramienta para materializar sus visiones astrales. Traza figuras místicas que llegan de otras dimensiones. Pinta lo invisible. Explora más allá de lo que el ojo puede ver. “Las imágenes fueron pintadas directamente a través de mí, sin dibujos preliminares, y con gran fuerza. No tenía idea de lo que se suponía que representaban las pinturas; sin embargo, trabajé con rapidez y seguridad, sin cambiar ni una sola pincelada”, escribe en sus diarios.

Su obra es la primera colección de pinturas abstractas de la historia del arte. Sin embargo, recién años más tarde salen a la luz. Una misteriosa caja aparece en el Museo de Arte Contemporáneo de Estocolmo, en 1986. Lleva 40 años cerrada con más de 1000 pinturas y 125 cuadernos de notas. Sus pinturas se exhiben por primera vez ese año en El Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, en Estados Unidos. La historia debe reescribirse: Af Klint es la madre de la abstracción, antes que los artistas considerados pioneros, Vasily Kandinsky y Piet Mondrian.

What a human being is, Hilma af Klint, 1910.

¿Por qué ocultan su obra? ¿Qué mensajes guardan sus colores? En sus memorias de 1949, escribe: “Las obras que solo pueden abrirse 20 años después de mi muerte están marcadas con el signo (+ x)”. En otras notas sostiene que el mundo no estaba preparado para conocer su obra. Y que sus pinturas no serían entendidas. Quizá no era la única incomprendida. Una artista mujer con una perspectiva esotérica era imposible de visibilizar en su época.

Sus pinturas inauguran nuevos símbolos y colores en un contexto histórico de descubrimientos científicos y corrientes espiritistas que demuestran la existencia de un mundo paralelo al material. La artista introduce el uso de colores planos y pasteles, y de figuras geométricas cargadas de misticismo que representan temas como la dualidad de la materia y el espíritu.

Altarpiece N1º, Group X, Hilma af Klint, 1915.

 

Me detengo en una de ellas. Hay un sol brillante con una pirámide de arcoíris. Es el viaje hacia la luz y la conciencia espiritual. Se llama Altarpiece, forma parte del último grupo de Las Pinturas para el Templo, conformado por tres grandes lienzos. La artista imagina estas últimas piezas en el final del recorrido del templo. En su cuaderno de 1930, explica que los visitantes deben caminar por una escalera caracol en una estructura redonda de cuatro pisos hasta llegar al altar donde están las tres pinturas. Su deseo más profundo es transmitir cierto poder y calma.

Cinco días antes de cumplir los 82 años, Hilma muere en un accidente de tranvía en Estocolmo, en 1944. Recién, treinta años después, el Museo de Arte Moderno de esa ciudad organiza la primera retrospectiva de su obra. Luego en 2018, el Museo Guggenheim de Nueva York realiza la exposición Hilma af Klint: Paintings for the future. Es la más visitada hasta el momento y una gran reivindicación para la madre de la abstracción. Pero la característica más especial es que se desarrolla en un edificio circular con una escalera en forma de espiral.

En sus notas, Af Klint sostiene que el mundo no estaba preparado para conocer su obra.

Debemos construir un templo para nuestro arte, confía Af Klint. Pienso en esa frase como un mantra. No puedo dejar de ver sus pinturas. Me hipnotizan. Tampoco puedo dejar de pensar en el diseño del museo neoyorquino. ¿casualidad o encargo divino? Escribo frente a una ventana con los colores de la naturaleza. Si me escuchas, responde con el sonido del color. Se asoma un Benteveo, un pájaro de pecho amarillo, alas marrones y antifaz blanco y negro. El verdadero templo está ante mis ojos.

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