El servicio militar obligatorio femenino

El servicio militar obligatorio femenino

La secuela de Sexo en Nueva York, Just Like That, sigue mostrando el disciplinamiento básico de la heteronorma: las mujeres tienen que esperarles a ellos, suspender la vida mientras esperan a la suya, poner el valor del tiempo de ellos por encima del de ellas.

28/11/2023

Fotograma de la serie.

Sexo en Nueva York alcanzó fama internacional por su carácter pionero, y su secuela, Just Like That, como no podía ser de otra manera, intenta estar a la altura. Si la quiebra de los tabúes que rodeaban la sexualidad de las mujeres a partir de la treintena marcó el origen de la serie, en esta ocasión la diversidad pisa fuerte como aspecto crucial del argumento. Personajes trans, no binarios y racializados irrumpen en una trama donde el sexo sigue presente, reflejando que la sexualidad de las mujeres sigue latiendo más allá de los cincuenta. Tampoco es desdeñable la búsqueda de un imaginario de la sociedad neoyorquina alejada de la imagen blanca heterocis tan presente en sus inicios.

Siendo fruto de una época donde hablar de mujeres en vez de “la mujer” se ha hecho irremediable, la serie sigue mostrando un entorno privilegiado, en el que los referentes son construidos en función del orden de valores neoliberales. Aunque pudiera parecer que es una versión más progresista, más feminista o más cuestionadora del orden social, lo cierto es que también se resiste a impugnar una de las esferas más inherentes al patriarcado: la espera permanente de las mujeres en la heterosexualidad. Lo que viene en adelante no solo es un spoiler, sino una alerta de la red flag oculta que contiene tanto el clásico como su secuela, de la que nadie nos avisó antes de inyectarnos capítulos y capítulos en vena.

La serie sigue mostrando un entorno privilegiado, en el que los referentes son construidos en función del orden de valores neoliberales

La serie está marcada por el proceso de duelo de Carrie tras el fallecimiento del gran amor de su vida, Mr. Big. Quienes hayan seguido la serie le podrán recordar por su inaccesibilidad emocional, su miedo al compromiso, su incapacidad para mostrar afecto; en definitiva, por ser el más fiel reflejo de la masculinidad hegemónica. De hecho, la serie tiene una trama principal que no es otra que las idas y venidas de Mr. Big en la vida de Carrie. Una y otra vez, la protagonista cae en la tela de araña de un hombre que no le ofrece lo que quiere, pero que, al mismo tiempo, parece ser irremplazable hasta el punto de que la propia serie se podría resumir como la espera permanente de las apariciones estelares de Mr. Big.

Entre parejas líquidas, sexo casual, y anécdotas varias en la ciudad que nunca duerme, la única certeza que parece tener la serie es que Carrie anhela, en lo más hondo de su corazón, su vuelta. Su nombre se mantiene en secreto, su pasado es una incógnita, y su propia pareja tiene que desentrañar su emocionalidad capítulo a capítulo. Es un personaje que toma forma en sus silencios, la prueba del algodón de la masculinidad más privilegiada. Por no hablar del don que le permite mantener el control sin necesidad de mover las comisuras de la boca. Son sus intermitentes decisiones las que van desencadenando la evolución del personaje de Carrie, que atraviesa largos periodos de tristeza entre las rupturas y reconciliaciones, periodos en los que la espera de su retorno siempre se da por hecho aunque no se explicite.

Su muerte en la secuela de la serie, por tanto, era inevitable para construir otra nueva historia, una nueva época, y sobre todo para liberar a Carrie del fantasma que había secuestrado todo el desarrollo de la trama de Sexo en Nueva York. Mr. Big tenía que morir. Y así empieza Just Like That. En la segunda temporada sucede su segunda muerte, esta vez simbólica, cuando la aparición de un novio del pasado le hace reconocer a la protagonista el error que supuso la relación de con Mr. Big.

Hasta aquí, se podría otorgar el privilegio de la duda. Nunca es tarde para recapitular, Carrie puede estar a tiempo de empezar una relación con un hombre que no le haga esperar eternamente, y los guionistas a tiempo de proponer una alternativa a la historia de siempre. Todo parece ir bien hasta que tienen que retrasar (por años) la fecha en la que irse a vivir en pareja porque las obligaciones paternas de él le impiden mudarse a Manhattan. Precisamente cuando Carrie ya ha vendido su apartamento, símbolo incontestable de su soltería, su vida vuelve a encontrarse en suspenso, esta vez por la vida de otro hombre, mejor persona que el anterior, pero un hombre al fin y al cabo. Por si el mensaje principal de la serie no hubiera quedado claro, paralelamente su amiga Seema es empujada por su entorno a mantener una relación con un director de cine déspota que pasa más tiempo colgado al teléfono que prestándola atención. La duda queda despejada para demostrar, una vez más, el refuerzo del relato patriarcal del amor romántico.

En la última escena están Carrie y Seema juntas de vacaciones, Carrie asumiendo que tendrá que esperar que los hijos de él se hagan mayores para poder convivir, y su amiga teniendo que afrontar largos meses de ausencia ante el rodaje de su pareja. El último mensaje es claro: la vida se suspende cuando ellos no están disponibles. Puedes encontrarte en lo alto de una torre, o en un destino paradisíaco, pero el estado por antonomasia de las mujeres en la heterosexualidad sigue siendo la espera.

El último mensaje es claro: la vida se suspende cuando ellos no están disponibles.

Esperar a que terminen de trabajar, esperar a que vengan, esperar a que vuelvan de viaje, esperar a que cambien, esperar a que se responsabilicen emocionalmente, esperar mientras la vida pasa. La espera de las mujeres en el régimen político de la heterosexualidad es un disciplinamiento que bien se merece la denominación del servicio militar obligatorio de la feminidad. En esta ocasión no se nos socializa para la guerra, pero sí para normalizar una opresión en el que el valor del tiempo femenino es inferior. Se construye un obstáculo para el desarrollo de la independencia de las mujeres en edad adulta y se refuerza la dependencia en la pareja desde el plano psicológico. Aunque parezca un detalle sin importancia, su fortaleza radica en su naturalización y como tal funciona.  No en vano, esperar a las novias en el altar el día de la boda no es más que una reparación simbólica del patriarcado por todas las esperas pasadas y las que vendrán.

Probablemente Just Like that no vaya a asumir nunca ese cambio de guion como tampoco lo sufrirán otros muchos productos culturales que consumimos desde niñas. El fondo de la cuestión tiene que ver con cómo priorizamos nuestra atención, desde donde vemos las narrativas que impregnan nuestra cultura, y con cómo la instrumentalización de luchas emancipatorias pueden ocultar la perpetuación de opresiones. Nadie dijo que fuera fácil, pero todavía quedan muchos guiones por escribir.

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