Los dolores de la pluma

Los dolores de la pluma

Las rupturas, para quienes nos atrevimos a amar, a veces llegan y suelen ser muy dolorosas. Aunque estuvo bonito, se acabó, y ahora me falta el aire como si me pusieran un tubo de escape inyectado en las fosas nasales. Sí, soy intensito y un cursi, ¿y qué?

22/11/2023

Foto: Kili-kili.

A veces tomo antihistamínicos para estar adormilado, para justificar mi cansancio, para apagarme un poco. Ebastel forte suele funcionar como anestésico suficiente para ubicarse menos rizomático (en palabras de Deleuze) o menos amoroso (en palabras de Juanpe Sánchez) o menos conectado (en palabras de Uza y Alemrac). Ya, ya sé, algunes pensarán que es light, incluso que “vaya mariconada”.

Es cierto, hasta para drogarme soy blande, frágil o cursi. Pensad que he probado el eme a los 36 años.

Da igual, vengo a hablar de coches. Los coches, explica Jack Halberstam en Masculinidades Femeninas, operan como artificios que reiteran o materializan la masculinidad. Los coches y los rabos suelen ir en todo esto de la mano. Sería como una especie de falometría en la línea de lo que explica Anne Fausto-Sterling en Cuerpos Sexuados: a más tamaño mejor reputación y mayor prestigio en el sistema piramidal de la matriz de lo normal. En ese sentido algunos coches son más insulsos. El mío debe ser uno de ellos. Yo solo quería que consumiese poco y me llevase, mi padre quería todo lo demás. Gestionar su compra entre mansplainers que veían que era maricón fue agotador.

La verdad que esta intro da igual. A pesar de mi aborrecimiento por el mundo del automóvil hace poco tuve que asistir a un encuentro automovilístico para representar a la marca de coches para la que trabajo. Yo, la verdad, no soy bueno representándola, no acaba de gustarme. Yo soy más de tener bici. Era un encuentro para hablar de nuevas formas de movilidad compartiendo coche, generando lugares más justos y ecosostenibles. En ese encuentro estaban hasta más de 40 marcas y, como broche del mismo, se tenían que poner de acuerdo para hacer una especie de documento marco sobre líneas comunes, demandas y preocupaciones. Algunes participamos un poco hablando de la importancia de revisarnos como marcas, de ser menos procoches, de impulsar mundos más habitables renunciando a los propios coches, usando las bicis, por ejemplo. Fue bonito por momentos, era como si Yayo Herrero hubiera poseído al auditorio de representantes. Se plantearon principios de ecofeminismo y sostenibilidad, equidad, etcétera. Pero, rápidamente, varias de las voces recordaron que estábamos hablando de “coches y no de bicis”, que la propuesta de la “bici, chirriaba” y que iba a ser difícil vendérselo a sus jefes. Entonces varies les dijimos: “Pero nosotres somos bicicleteres”; y la respuesta fue: “Lo sabemos”.

Sinceramente, todo esto me da igual. Os mentí, ya lo siento. Nunca trabajaría para una empresa de automóviles o, al menos, intentaría evitarlo. Hace poco, en cambio, sí tuve que quedar con mi ex.

Las rupturas, para quienes nos atrevimos a amar, a veces llegan y suelen ser muy dolorosas. Aunque estuvo bonito, se acabó, y ahora me falta el aire como si me pusieran un tubo de escape inyectado en las fosas nasales. Sí, recuerdo que soy intensito y un cursi, ¿y qué? A veces me duelo un poco de más y expando mi tristeza como el emoji que se diluye o derrite en el verano de Madrid o de Murcia. Mi eneatipo no es un siete y soy virgo. La verdad, no sé si creo en estas cosas que se acercan a lo energético, pero me llaman la atención y suelo mirar los hilos de @esperanzagracia y cuando no me convencen los del @horoscoponegro. A veces no miro ninguno y me compro un croissant de pistacho al que soy capaz de responsabilizar de todos los males que puedan suceder en el día por haberme dado tal capricho. El gluten no le sienta bien a mi tiroides y es un pedazo de capricho.

El caso es que había quedado con mi ex. La verdad que sin saber muy bien si quería quedar, sabiendo que él está más en el ir con coche. Pero soñar un horizonte de bicis para todes hermanadas es precioso, ¿o no? Creo (pero no estoy cien por cien segure habiendo pasado unos meses) que lo dejamos por una cuestión de coches. Bueno más bien por cosas relacionadas con el coche.

Viajar en coche hace que vayas más a tu bola, digamos que así en lo obvio te expones menos que con bici. Con la bici te toca poner más el cuerpo, se te suele ver como más débil y te tienes que implicar más. Las caídas con bici son siempre más duras, los baches de la calle los sientes más; los olores que hay y la contaminación, te la comes. Te comes un montón de hostilidad y violencia. Las afectaciones son mayores.

Viajar en coche hace que vayas más a tu bola, digamos que así en lo obvio te expones menos que con bici.

Eso sí, cuando encuentras a alguien con otra bici es como una alegría, es como que sabes que podéis compartir carril e ir más segures, aunque sea un rato, aunque sea por una vida. Es como un tejer juntes. Sí, soy un poco bollera dicen mis amigas bibollo. La bici con alforjas, muchas alforjas, que para eso me gusta el look quechua. Alforjas con inquietud, escucha, complicidad y un infinito espectro de cuestiones en las que no siempre coincidamos y en la que a la vez nos podamos encontrar.

El caso es que ir con coche puede resultar más cómodo: te pones tu musiquita, tu aire y si llueve como si sale mucho el sol hay maneras de ponerse cómode, de que la vida sea azul claro. Además, aunque contamines siempre se puede solucionar con dos macetas de geranios, como dijo Ayuso.

Retomando, creo que mi bici ha estado en parte ahí, en la ruptura. En resumen, la bici implica también ciertas cuestiones relacionadas con el cuerpo y la emocionalidad. La bici es como más salvaje, se ciñe menos a las normas de tráfico, es más maleable, rompe cauces marcados e incluso va sin camino marcado. Creo que la bici es menos deseable por esta concepción cochecéntrica que marca esa matriz que puede verse en el propio Grindr. Mi relación acabó cuando insistí en esto que canta Shakira de “Lleva llévame en tu bicicleta. Óyeme, llévame en tu bicicleta. Quiero que recorramos juntos esa zona…” y no me llevó. Nunca me llevó. Ni en lo literal, ni tampoco demasiado de la que habla este texto. Porque mostrar la bicicleta no solo implica lo estético, sino atreverse a poner en juego la vulnerabilidad y sostenerla sin FOMO (fear of missing out, miedo a no estar y perderte algo, vamos).

La verdad que da un poco igual, me invento las cosas. Creo que los que tenemos bici a veces pensamos que nos inventamos las cosas más a menudo de lo que suele ser. El caso es que las bicis y los coches no tuvieron nada que ver en nuestra ruptura.

Estoy desubicado, creo que soy algo inseguro cuando me expongo a las cosas. A veces, cuando voy al curro con bici, intento esconderla. Es como si con ella me entrase el síndrome del impostor y creyera que se me toma menos en serio.

En esta empresa de coches para la que curro – ¿o no? – hace poco me preguntaron: “¿Me permites decirte algo?”. Yo, por supuesto, pensé para mis adentros: “Me van a dar cera”, y también me puse un poco como una de las protagonistas de Panza de burro de Andrea Abreu con su abuela: “Claro que sí, bitch”. Pero no lo dije. La cosa continuó: “Mira, es que llevas un corte de pelo que bueno… pues así como que algo bicicletero y, claro, al estar currando con coches no se te toma en serio”. Mi cara, cara de sapo: ¿en serio, hasta el corte puede ser bicicletero? Pereza, aunque mi terapeuta sabe muy bien que es enfado.

En fin, cambiado de tema. Hace poco ligué. Vino a “rondarme”, como dice María Arnal, con su bici. La verdad que una bici más arriesgada que la mía al menos en lo visual. Me asaltaron un poco las dudas de si haríamos muchas rutas con nuestras bicis. No sé si la mía, aunque menos visual y refinada, tiene menos miedo a la intimidad de compartir noche con bicis y caricias sobre la cama. La suya, de momento, se va a hacer el Camino.

A veces me gustaría tener más de coche que de pluma. Uy qué de bici.

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