Itxaso Martín: “El silencio crea un sistema perverso”
La historia de su bisabuela es ahora una novela 'Ni, Vera', publicada por Elkar, y la columna vertebral de su tesis doctoral, que dirigió la antropóloga y médica Mari Luz Esteban: 'Escribiendo la locura, la desmemoria y el/los silencios: mujeres devenidas vacío como espejo del orden social y moral'
Un episodio de sufrimiento psíquico fue el detonante: “¿Tienes antecedentes familiares?”, le preguntó alguien. Entonces, Itxaso Martin Zapirain pensó en su bisabuela. La recuerda ya muy vieja, rodeada de silencio. Se amontonaron las preguntas y tardaron en llegar las respuestas.
Tu trabajo gira, sobre todo, entorno al silencio.
Todo empezó con un silencio, sí. Un silencio que estaba destinado a ser gritado, que estaba condicionando la vida a toda una estructura familiar. Un psicólogo me decía que
los tabúes que hay en las familias son como un volcán. Te sientas encima para que no explote, pero eso condiciona todos tus movimientos porque, si te levantas, explota. El silencio crea un sistema perverso.
¿Cómo es ese momento de romper el silencio?
Sigue habiendo ciertos silencios porque cada persona lo vive de una manera distinta. No hay un solo hecho: hay muchísimas verdades y cada cual hace su propio relato. Algunas personas callan por miedo, otras, por respeto. En el caso concreto de las familias, se dice que son las terceras y cuartas generaciones las que tienden a hablar sobre hechos traumáticos. Romper el silencio es complicado. En el caso de mi bisabuela, nadie excepto su marido sabía lo que realmentepasó y él murió en 1982. Cuando pude acceder a su historial psiquiátrico, conté lo que había encontrado a las personas de mi familia que quisieron saberlo. Cada uno tuvo que reconstruir su imaginario, su historia, su situación familiar y la imagen de su abuelo, que cambió mucho entonces.
Es un proceso.
Sí. Creo que todos los silencios tampoco se han roto, pero creo también que a veces vemos el silencio como una cosa muy mala, que siempre tiene que romperse. Ahora sé que hay cierto silencio que empodera. Mi bisabuela pasó en silencio los primeros 20 años de su ingreso [en un psiquiátrico]. He encontrado algo parecido en otras historias porque hablar, a veces, nos lleva a situaciones peores. No hay un solo silencio, hay diferentes tipos de silencio y cada uno tiene un origen y unos efectos.
¿Ha servido tu trabajo para crear un relato común en tu familia?
Sí. Totalmente.
Menuda responsabilidad.
Yo necesitaba saber qué había pasado. Sabía que mi bisabuela había estado ingresada en un psiquiátrico, pero no sabía que había estado allí 51 años.
Es una barbaridad. Y sigue habiendo centros de larga estancia donde los ingresos se perpetúan años y años.
Sí, sí. El proceso ha sido duro porque es verte con tu miedo cara a cara. En el momento en el que pudimos hablar sobre su historia, cada cual fue sacando sus recuerdos y pudimos
construir un relato compartido. Y, sobre todo, pudimos tener claro por qué estuvo en un psiquiátrico desde 1935 a 1986. Murió allí y tuvo su primera visita cuando ya llevaba 20 años ingresada. Los relatos fueron encajando y todos sentimos que la habíamos puesto en el sitio que merecía.
¿Qué te encontraste en el informe?
Al principio me mandaron un resumen de hoja y media de ¡51 años! Luego pude verlo completo, pero hay poco escrito porque estaba en una institución de beneficencia y en esos casos se escribía poco. Su historia estaba en dos sobres marrones. En uno había información clínica, con datos sobre el tratamiento y, en el otro, lo que llamaban información social. Aparecía, por ejemplo, las ayudas que habían pedido para ella. Era de Navarra, pero vivía en Gipuzkoa y la Diputación no quería hacerse cargo de ella.
¿Qué diagnóstico tenía?
Melancolía de la involución. Es un diagnóstico que se hacía en aquella época. Melancolía como sinónimo de depresión e involución porque se consideraba que, en esa situación, las personas dejaban de ser humanos para convertirse, de alguna manera, en animales.
Y con esa información trataste de reconstruir su historia.
Hice una antibiografía. Todo esto me hizo replantearme la forma en la que analizamos las historias. Si queremos analizar la historia de alguien, intentamos llenar lo máximo posible con datos. En el caso de estas mujeres apenas hay información, todo son silencios y huecos en blanco. De ahí el título de la tesis: mujeres devenidas vacíos. Tuvimos que reconstruir las vacíos. Reconstruir las historias desde lo que no se dice.
De una manera un tanto distinta a lo habitual en las tesis.
Al principio pensé que iba a utilizar un lenguaje académico, formal, con una estructura lógica. Mi forma de contarlo me estaba alejando del objeto de investigación. Me había encontrado ciertas cartas en el archivo que estaban escritas de una manera muy concreta. No se utilizaba la hoja de una forma que para nosotros es tradicional, de izquierda a derecha, sino que se escribía en un sentido, luego en vertical en otro… Era una forma mucho más libre de utilizar la página. Entonces decidí que me tenía que acercar más a ese tipo de escritura en ciertos momentos.
En el caso de los hombres psiquiatrizados, ¿no hay tanto silencio?
He analizado unas 500 historias, entre 1937 a 1950. La mitad de hombres y la mitad de mujeres, más o menos. En el caso de los hombres hay mucha más palabra, se habla mucho más. Incluso los que están ingresados hablan y escriben mucho más. En el archivo pude encontrar textos escritos por ellos mismos, pero en el caso de las mujeres no era así. Se les prohibía o se les limitaba mucho la posibilidad de escribir o leer. Se tendía mucho más al silencio.
Prefieres hablar de locura que de diagnósticos.
Sí, porque los diagnósticos están condicionados por el contexto. Si tú hablas de un diagnóstico parece que es universal, atemporal, pero si hablas de locura no tiene evidentemente esa connotación objetiva ni científica. Es una manera de asumir y reivindicar una palabra que se ha estigmatizado históricamente. Además, si tienes un diagnóstico, lo primero que tienes que hacer es asumirlo para que la psiquiatría entienda que estás en el camino de “curarte”. Los diagnósticos te inhabilitan.
¿Has hecho justicia a tu bisabuela?
Sí, sí. Recuerdo perfectamente la sensación que tuve al acceder a su historia médica; al ver sus fotos en el informe; las frases entrecomilladas.
¿Entender su locura te ha ayudado a perder el miedo a la tuya?
Sí, pero no solo su historia. Me han ayudado todas. Ha sido muy duro en muchos momentos, pero me ha ayudado, sí.